InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Archivos para: Noviembre 2016, 05

5.11.16

En un país multicolor nació una abeja bajo el sol

Los de mi quinta en España (no sé si en otros países de Hispanoamérica), recordarán bien los dibujos animados de la abeja Maya, cuya canción de inicio era esta:

En un país multicolor
nació una abeja bajo el sol
y fue famosa en el lugar
por su alegría y su bondad.

Y a la pequeña abeja la llamaron Maya,
la pequeña y dulce abeja Maya.
maya vuela sin cesar
a su mundo sin igual.

No hay problema que no solucione Maya,
la pequeña y dulce abeja Maya.
maya, yo te quiero Maya,
Maya (Maya), Maya (Maya),
Maya, ven y háblanos de ti.

… sigue.

Si algo he de agradecerle al nuevo Prepósito General de la Compañía de Jesús, el P. Arturo Sosa, es que me ha hecho recordar esa abejita tan linda y pizpireta que iba de acá para allá. En la entrevista concedida tras su elección, ha dicho:

«El verdadero rostro de Dios es multicolor, multicultural y multivariado. Dios no es un Dios homogéneo. Todo lo contrario. La creación nos está mostrando por todas partes la diversidad, cómo se complementan unas cosas con las otras. Si la Compañía logra ser imagen de esto estará siendo ella misma expresión de ese rostro de Dios».

Créanme ustedes si le digo que la frase “Dios no es homogéneo. Todo lo contrario” me causa un poco de estupor. Según el diccionario de la RAE, homogéneo significa:

1. adj. Perteneciente o relativo a un mismo género, poseedor de iguales caracteres.

2. adj. Dicho de una sustancia o de una mezcla de varias: De composición y estructura uniformes.

3. adj. Dicho de un conjunto: Formado por elementos iguales.

“Todo lo contrario", heterogéneo, significa:

1. adj. Compuesto de partes de diversa naturaleza.

En otras palabras si hay que elegir entre homogéneo y heterogéneo, si Dios es algo sin duda es “homogéneo” (¿se acuerdan de “homousios"?). Por tanto, al P. Sosa le ha salido, sin duda sin quererlo, una afirmación heterodoxo a más no poder. Por el contexto es evidente que no estaba dando una clase de doctrina trinitaria, así que no hay que darle mayor importancia a la cosa, pero bien hará en buscarse otro palabra para definir a Dios en un futuro.

Lo que creo que el nuevo superior de los jesuitas quiso decir es que para el Señor todos los hombres son objeto de sus desevelos, independientemente de la raza, cultura o nación a la que pertenezcan. Hasta ahí plenamente de acuerdo. Pero si algo ha de ser el pueblo de Dios es homogéneo, en el sentido de tener una misma fe. Si cada cual cree lo que le parece, si cada cual tiene la moral que le viene en gana, si cada cual celebra la liturgia a su modo y manera sin ajustarse a lo que indica la Iglesia, lo que sale no es un pueblo multicolor, multicultural y multivariado, sino algo que de Iglesia solo tendrá el nombre. 

Acabo mostrando mi hondo pesar por lo que afirma el P. Sosa sobre la línea a seguir durante su mandato. El entiende su elección «como una confirmación de la dirección que comenzó la Compañía en tiempo de Arrupe. Entiendo esta elección como una confirmación de que hay que seguir por aquí. Pero yo, personalmente, soy como muchos jesuitas de mi generación».

Si eso hace, será seguramente el enterrador de la orden fundada por San Ignacio de Loyola. De hecho, son muchos los fieles a los que les cuesta horrores ver en la actual Compañía de Jesús algún reflejo del verdadero espíritu ignaciano. Está en algunos buenos jesuitas, acá y allá. Ellos son una gloria para la Iglesia. Pero el panorama general es como para que alguno piense que lo mismo la llegada del P. Sosa va a conseguir lo que no le dio tiempo al P. Arrupe: acabar con su orden. Y no parece que haya un San Juan Pablo II dispuesto a intentar poner orden en el marasmo creado por Arrupe. Quién sabe si el Señor quiere que pase esto para luego levantar de las cenizas una nueva y reformada Compañía de Jesús que sea fiel de verdad al carisma que puso en San Ignacio.

El lema “Reforma o apostasía” también vale para las órdenes religiosas. Está claro cuál es la opción tomada por la mayoría de los que dicen ser hijos de San Ignacio. A los que son fieles les ruego que aguanten dentro, al menos mientras no les echen. El Señor no necesita de ejércitos numerosos para lograr su victoria.

Luis Fernando Pérez Bustamante