¿Qué parte no entiende la Iglesia del evangelio de hoy?
La lectura del evangelio de hoy debería servir para abrirnos los ojos. Una vez que Pedro responde adecuadamente a la pregunta que les hizo Cristo sobre quién decían que era él, ocurre esto:
Y empezó a instruirlos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».
Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Apártate de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».
Mc 8,31-33
En el pasaje paralelo de Mateo (Mt 16-13.26), Cristo acaba de declarar a Pedro como piedra sobre la que edificará la Iglesia. Por tanto, cuando el Señor arremete contra el apóstol por pensar como los hombres y no como Dios, la advertencia es no solo a él, sino a él y en él a toda la Iglesia. Y si eso lo dijo hace veinte siglos, lo dirá cada vez que la Iglesia se empeñe en pensar como los hombres y no como Dios.
Es por ello fundamental seguir leyendo lo que propone Cristo a continuación de haber reprendido a su Vicario:
Y llamando a la gente y a sus discípulos les dijo: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre entre sus santos ángeles».
Mc 8,34-28
¿Y bien? ¿hay mucho que explicar de esas palabras? Quien da la vida por nosotros, quien paga con su sangre por nuestros pecados, quien nos abre la puerta a la salvación, nos pide ni más ni menos -porque nos lo concede (Fil 2,12-13)- que nos neguemos a nosotros mismos, que carguemos nuestras cruces y le sigamos. Nos pide que no nos avergoncemos de sus palabras en medio de un mundo adúltero y pecador.