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30.11.14

¿Quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?

La unidad de los cristianos es tan deseable, que Cristo pidió al Padre por ella. Por tanto, toda iniciativa dirigida a lograr dicha unidad es loable, siempre que tengamos en cuenta que no habrá unidad verdadera posible renunciando a la verdad. Esto no lo digo yo. Lo dijo San Juan Pablo II en su encíclica Ut unum sint:

18. Basándose en una idea que el mismo Papa Juan XXIII había expresado en la apertura del Concilio, 31 el Decreto sobre el ecumenismo menciona el modo de exponer la doctrina entre los elementos de la continua reforma. No se trata en este contexto de modificar el depósito de la fe, de cambiar el significado de los dogmas, de suprimir en ellos palabras esenciales, de adaptar la verdad a los gustos de una época, de quitar ciertos artículos del Credo con el falso pretexto de que ya no son comprensibles hoy. La unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad. En el Cuerpo de Cristo que es « camino, verdad y vida » (Jn 14, 6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad? La Declaración conciliar sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae atribuye a la dignidad humana la búsqueda de la verdad, « sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia », y la adhesión a sus exigencias. Por tanto, un « estar juntos » que traicionase la verdad estaría en oposición con la naturaleza de Dios que ofrece su comunión, y con la exigencia de verdad que está en lo más profundo de cada corazón humano.

Dicho lo cual, el papa Francisco ha afirmado lo siguiente en Estambul (antigua Constantinopla) ante el Patriarca Bartolomé I:

La plena comunión no significa si sumisión ni absorción, sino acogida de todos los dones que Dios nos ha dado a cada uno… Para llegar a la meta deseada de la plena unidad, la Iglesia católica no pretende imponer condición alguna.

Ciertamente la fe católica no se puede imponer. El hombre es libre para aceptarla por gracia o puede rechazarla por su condición pecaminosa o por algún tipo de ignorancia invencible que puede disminuir e incluso anular su culpabilidad. Pero la verdad completa está y seguirá estando en el mismo lugar que siempre. Es decir, en el depósito de la fe que únicamente es guardado de forma completa por la Iglesia Católica. El resto de iglesias y comunidades eclesiales cristianas no lo custodian de forma íntegra. Es más, rechazan de forma abierta no pocos de sus puntos. En algunos casos, muchos.

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