InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Archivos para: Mayo 2013

14.05.13

Reforma o apostasía: un manual imprescindible para la Iglesia del tercer milenio

Con el tercer capítulo sobre la crisis vocacional en la Iglesia, el P. José María Iraburu ha puesto fin a la serie de posts sobre el tema “Reforma o apostasía". Han sido más de doscientas perlas de las que pueden disfrutar nuestros lectores.

La serie es una especie de manual sobre cuál es la situación actual en la Iglesia, por qué estamos así y, lo más importante, qué es lo que hay que hacer, si Dios nos lo concede y nosotros somos fieles a Él, para superar una crisis que hace palidecer a todas las que el catolicismo ha sufrido en 20 siglos de historia.

No hay prácticamente nada referente a la fe y la Iglesia que no haya sido abordado en los artículos escritos por el P. Iraburu. En mi opinión, ha prestado uno de los mejores servicios que se puede llevar a cabo en la Iglesia. Ese blog era, y es, necesario. Y esa obra debe alcanzar la máxima difusión posible.

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12.05.13

Convaleciente

Dado que estoy recibiendo bastantes emails preguntándome por mi ausencia en la última semana, os diré que estoy convaleciente de una leve operación a la que me sometí el martes pasado y que me afecta a la movilidad del brazo derecho. No es nada grave y espero que a finales de la próxima semana pueda reincorporarme a mis tareas en InfoCatólica.

Como habréis podido comprobar, el nivel informativo del portal no ha decaído lo más mínimo, señal de que el equipo humano que hay detrás de las bambalinas de InfoCatólica es magnífico.

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5.05.13

La voz profética de la Madre de Dios

Hace unos días Javier Paredes tuvo el detalle de regalarme el libro “Madre de Dios y Madre nuestra” (Santiago Lanus, Ed. San Román) . El mismo se presentará en España el próximo 13 de mayo, a las ocho de la tarde, en el Gran Hotel Velázquez (C/Velázquez 62, Madrid).

La obra trata sobre las apariciones marianas en Amsterdam, Fátima y Garabandal. Las dos primeras han sido reconocidas oficialmente por la Iglesia. Pero muchos fieles creen que lo ocurrido en Cantabria a principios de la década de los 60 del siglo pasado tiene todas las características de una intervención de la Madre del Señor en nuestro mundo.

No en vano, las apariciones de la Virgen María vienen a cumplir en nuestra era el papel señalado por la Escritura para la profecía: “Y tenernos aún algo más firme, a saber: la palabra profética, a la cual muy bien hacéis en atender, como a lámpara que luce en lugar tenebroso hasta que luzca el día y el lucero se levante en vuestros corazones” (2ª Ped 1,19). A lo largo de la Biblia vemos intervenciones ordenadas por Dios para dar un mensaje a su pueblo. En el Antiguo Testamento fueron obra sobre todo de ángeles. En los dos últimos siglos, el Señor ha enviado a su Madre a advertirnos de la necesidad de conversión. De hecho, todas las apariciones tienen en común que encajan como guante en mano con la Revelación. De lo contrario, se les debería aplicar aquello que San Pablo nos advirtió: “Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1,8).

Dado que todavía no me ha dado tiempo para leerme el libro entero, me centraré en el prólogo redactado por Javier Paredes. Catedrático de Historia contemporánea, tiene una ventaja sobre gran parte de sus compañeros de profesión: es consciente de que Dios interviene en las vidas de los hombres y de las naciones. Es más, sabe que la Historia tendrá un fin, el día en que Cristo regrese en gloria y poder para juzgar a todos los hombres. Esa perspectiva le ayuda a ver los acontecimientos de los últimos tiempos con una dosis de providencialismo ausente en muchos otros.

Lo primero que cabría preguntarse es por qué nos llega desde el cielo, en este tiempo, la voz amorosa y admonitoria de la Madre del Señor. En mi opinión, desde la Revolución francesa la Iglesia se enfrenta al más peligroso de los enemigos de su historia, solo equiparable al que representó la herejía arriana. Me refiero al modernismo.

Paredes explica muy bien lo que es:

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4.05.13

¿Qué tiene de "muerte digna" matar de sed a alguien?

Marcelo Diez lleva 19 años en estado vegetativo. En 1994 sufrió un accidente de tráfico que lo dejó así. Desde entonces se encuentra internado en Luncec (Lucha Neuquina contra el Cáncer). Pero sus hermanas quieren que deje de vivir. Y han pedido a la justicia argentina en repetidas ocasiones que se le retirara la alimentación y la hidratación. En otras palabras que se le mate de hambre y de sed (*). Más bien de sed, porque Marcelo moriría antes por la falta de agua que de comida.

Tras varias negativas judiciales, han encontrado a unos jueces, los de la Sala Civil del Tribunal Superior de Justicia, que han dicho que puede hacerse semejante barbaridad. Una de las hermanas, Rosa, ha dicho que “Marcelo podrá descansar gracias a lo que ustedes han hecho". Y añadió: “Nunca más los familiares de ningún paciente en su estado deberán acudir a la Justicia cuando médicos o instituciones quieran hacer valer su opinión personal y sus fundamentalismos sobre la vida de terceros“.

O sea, resulta que mantener con vida a alguien es una opinión personal y un acto de fundamentalismo. Matarlo de sed no. Dejarlo vivir sí. Matarlo no. Repito: matar de sed a un enfermo no es fundamentalismo. Pretender que siga viviendo, sí. Y hete aquí que un tribunal está de acuerdo con eso.

No sabemos si Marcelo podrá descansar o no. El pobre no puede manifestarse en un sentido u otro. Pero bien sabemos todos que hay unos cuantos casos en que una persona ha “despertado” tras permanecer en coma muchos años. No es fácil que ocurra, pero no es imposible. Pero si a Marcelo le matan, no habrá posibilidad de que salga de su estado de incomunicación.

El obispo de Neuquén, Mons. Virginio Bressanelli acaba de pedir que se deje a la Iglesia atender a Marcelo. Pero mucho me temo que las hermanas que quieren verlo muerto no van a acceder a esa petición. Están decididas a deshacerse de su hermano. Y verán la petición de la Iglesia como una intromisión fundamentalista a su derecho a quitarse al enfermo de en medio. Nadie les pide que atiendan a su familiar. Si no le quieren vivo, que le dejen en paz. Que no le visiten. Que no le vean. Pero prefieren enviarle flores al cementerio que dejarle en manos de quienes le darán el cuidado que necesita.

No sé si hay alguna posibilidad legal para impedir esa ejecución. Lo que sí sé es que llamar muerte digna a retirar el soporte vital a un enfermo es una salvajada. Marcelo puede vivir muchos años más si simplemente le dan de comer y de beber y le cuidan para que no padezca escaras en su piel. Lo que necesita es cariño y respeto por su vida. Como tantos otros enfermos que no pueden comunicarse con los demás. Si empezamos a matar a quienes están en coma, acabaremos matando a los abuelos o enfermos que padecen Alzheimer, demencia senil o cualquier otra enfermedad que les impide relacionarse con sus seres queridos. En definitiva, se trata de que alguien decida por el enfermo si su vida es digna o no.

Si finalmente no hay forma de que se impida esa ejecución de Marcelo Diez, rogaría que hicieran el favor de acabar con su vida de forma más rápida. Es mejor ponerle una inyección letal, cual si fuera un criminal condenado a muerte, que permitir que muera por falta de hidratación. Ya que le quieren matar, que le maten “bien". Y que sean las propias hermanas las que metan el veneno por las venas de Marcelo. Así serán felices. Así podrán descansar en paz por el resto de sus días.

Luis Fernando Pérez Bustamante

(*) Se suele decir que los enfermos vegetativos no tiene ni hambre ni sed, porque no sienten nada. Pero el cuerpo que deja de ser hidratado sin duda muestra síntomas de la necesidad de hidratación. Y lo quieran o no, todo el cuerpo, no solo el cerebro, forma parte de la identidad de la persona.

2.05.13

In God they don´t trust anymore

La colonia de Plymouth fue la primera establecida por ciudadanos británicos en lo que hoy es el territorio de los Estados Unidos. Los peregrinos llegados a tierras americanas en el barco Mayflower, decidieron firmar un pacto, cuyo texto es el siguiente:

En el nombre de Dios, Amén. Nosotros, cuyos nombres están escritos debajo, los sujetos leales de nuestro Temible Soberano Señor Rey Jaime, por la Gracia de Dios, de Gran Bretaña, Francia e Irlanda, Rey, Defensor de la Fe. Habiendo emprendido para la Gloria de Dios, y el Avance de la Fé Cristiana y el Honor de nuestro Rey y Patria, una travesía para plantar la primera colonia en las Partes Norteñas de Virginia; hacemos por estos presentes, solemne y mutuamente en la Presencia de Dios y unos con otros, pacto y nos combinamos juntos en un Cuerpo Político Civil para nuestro orden y preservación y fomento de los fines antedichos; y por virtud de esto establecemos y aprobamos, constituimos y formamos, tales justas e iguales leyes, Ordenanzas, Actas, Constituciones y Oficios, de tiempo en tiempo, según sea considerado muy propio y conveniente para el Bienestar General de la Colonia, a la cual prometemos toda la Obediencia y Sumisión debidas. En fe de lo cual hemos suscripto nuestros nombres a esto en Cape Cod el once de Noviembre, en el Reino de Nuestro Soberano Señor Rey Jaime de Inglaterra, Francia e Irlanda, el dieciocho y de Escocia, el cincuenta y cuatro. Anno Domini, 1620.

El Pacto del Mayflower no era, como ven ustedes, ninguna declaración de independencia o cosa que se la pareciera, aunque sin duda marcó las bases para la que en un futuro sería la Constitución de los Estados Unidos.

Es evidente que la fe cristiana, aunque fuera en la versión herética del protestantismo (*), era una de las raíces profundas de aquella pequeña colonia. Curiosamente lo que buscaban esos peregrinos era la libertad de culto, que no estaba garantizada en ninguna nación europea, fuera protestante o católica.

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