Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura

Primera lectura del sábado de la décima semana del Tiempo Ordinario:

Porque el amor de Cristo nos urge, persuadidos de que si uno murió por todos, en consecuencia todos murieron. Y murió por todos a fin de que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. De manera que desde ahora no conocemos a nadie según la carne; y si conocimos a Cristo según la carne, ahora ya no le conocemos así.
Por tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva criatura: lo viejo pasó, ya ha llegado lo nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos confirió el ministerio de la reconciliación.
Porque en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo, sin imputarle sus delitos, y puso en nosotros la palabra de reconciliación. Somos, pues, embajadores en nombre de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de nosotros. En nombre de Cristo os rogamos: reconciliaos con Dios.
A él, que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que llegásemos a ser en él justicia de Dios.
2ª Cor 5,14-21

Si por la conversión somos criaturas nuevas, habremos de comportarnos como tales. Si en Cristo obtenemos el perdón de nuestros pecados, no es para que sigamos andando en ellos. Si es hora de reconciliarnos con Dios, no podemos vivir como si siguiéramos enemistados con Él.

Ama a Dios quien cumple sus mandamientos. Y sus mandamientos no son gravosos. Y si alguno, por la razón que fuera, nos es difícil de cumplir, sabemos que recibimos gracia sobre gracia para cumplirlo. Y si aún así caemos y pecamos, Dios nos espera en el sacramento de la confesión para restaurarnos a la vida en gracia. 

Lo viejo pasó, no lo traigamos de vuelta. El viejo Adán murió, no lo resucitemos viviendo en pecado. 

Gracias, Señor, por pagar el precio de la culpa que merecíamos. No permitas que volvamos al fango de la vida mundana.

Luis Fernando

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