Uno solo es vuestro maestro, el Mesías

Evangelio del martes de la Segunda semana de Cuaresma

Entonces Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Mat 23,1-12

Todos, absolutamente todos estamos sujetos al magisterio y la autoridad de Cristo. Y es Cristo quien manda hacer caso a los que enseñan conforme a la ley divina, pero sin tener en cuenta su mal ejemplo en caso de que se produzca. Desde luego no pide obedecer a quienes manipulan sus palabras, a quienes convierten en nada sus mandamientos.

El Maestro y Pastor de nuestras almas nos marca el camino del servicio, de la humillación. El Señor nos previene contra la búsqueda orgullosa del honor personal y el aplauso ajeno. Ambos son semilla del pecado de soberbia, que llevó al mismísimo Satanás a rebelarse contra Dios. Dicho pecado se manifiesa de mil maneras. A veces, disfrazado de las mejores intenciones o reivindicando supuestos derechos. Mas nadie tenía tanto derecho como Cristo y él se humilló y se hizo obediente hasta la Cruz, ganando para nosotros la salvación. 

Como escribió San Pascasio Radbert

Si a alguno le parece bien desear una alto cargo en la Iglesia (cf 1Tm 3,1), que desee la obra que éste le permite realizar y no el honor que le subsigue; que desee ayudar y servir a todos los hombres, más que ser ayudado y servido por todos. Porque el deseo de ser servido procede del orgullo, como el de los fariseos, y el deseo servir nace de la sabiduría y de la enseñanza de Cristo. Los que buscan los honores por ellos mismos son los que se enaltecen, y los que se alegran de llevar su ayuda y servir son los que se abajan para que el Señor los eleve. 

Concédenos Señor, ser siervos inútiles tuyos y de nuestros hermanos. Humilla y doblega nuestra cerviz para seguir tu ejemplo. Arranca cualquier asomo de soberbia en nuestra alma.

Luis Fernando