El Papa marca el camino a seguir con los escándalos
En relación a los abusos sexuales cometidos por clérigos y religiosos irlandeses, el Papa ha escrito una carta a los católicos de dicha nación con motivo de la “la gravedad de estos delitos y la respuesta a menudo inadecuada que han recibido por parte de las autoridades eclesiásticas de vuestro país“. Y eso implica que la carta vale igualmente para los católicos de todo el mundo, en especial aquellos que son víctimas de esos escándalos y de la mala actuación de la jerarquía.
Benedicto XVI avisa a todos de que la cosa no va a ser fácil. “Que nadie se imagine que esta dolorosa situación se resuelva pronto. Se han dado pasos positivos pero todavía queda mucho por hacer“, advierte el Santo Padre. Y es que, efectivamente, por mucho que queramos, esto no se resuelve con palabras.
De la carta del Papa cabe destacar las soluciones que propone. Se resumen en: reconocimiento de los pecados, petición de perdón, propósito de enmienda, penitencia, reparación a las víctimas, santificación de todos los miembros de la Iglesia, fe y clara actuación apostólica encaminada a disciplinar a los responsables y evitar que lo ocurrido se vuelva a repetir en el futuro. Yo entiendo esto último no como una garantía de que no aparezcan más abusadores, que eso es casi imposible, sino como certeza de que no se les volverá a encubrir.
Del texto que nos ha regalado el Santo Padre, me parece sumamente interesante lo que apunta en el punto 4, en el que habla del cambio social que ha tenido lugar en las últimas décadas así como de las malas interpretaciones del Concilio Vaticano II. Ahora bien, sabemos que algunos de los abusos, y la política de ocultación de los mismos, es anterior al Concilio. Ignorar tal hecho puede llevarnos a echar la culpa sólo a la crisis postconciliar, que sin duda ha hecho mucho daño pero no es causa y origen de estos escándalos.
Las palabras del Santo Padre a los responsables directos de los abusos son especialmente contundentes: “Habéis traicionado la confianza depositada en vosotros por jóvenes inocentes y por sus padres. Debéis responder de ello ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos. Habéis perdido la estima de la gente de Irlanda y arrojado vergüenza y deshonor sobre vuestros semejantes“. Lo que ocurre es que tal cosa era ya conocida por esos indeseables corruptos. Salvo caso de grave enfermedad psicológica, no me imagino que ninguno de ellos pensara que lo que hacían estaba bien. Quien abusa de un menor sabe que está cometiendo un crimen horrendo. Y todos saben bien lo que dice el Señor de los que causan escándalo. Sin embargo, no está de más que el Vicario de Cristo se lo recuerde. Y tampoco olvidemos lo que les dice el Papa: “El arrepentimiento sincero abre la puerta al perdón de Dios y a la gracia de la verdadera enmienda“. Es decir, la gracia de Dios es tan enorme que incluso puede perdonar a esa gentuza si en verdad se arrepienten y hacen penitencia. Cristo también derramó su sangre en la Cruz por ellos. Pero el perdón no implica hacer tabla rasa.
Tampoco son moco de pavo los términos en los que el Papa habla a los obispos irlandeses: “No se puede negar que algunos de vosotros y de vuestros predecesores han fracasado, a veces lamentablemente, a la hora de aplicar las normas, codificadas desde hace largo tiempo, del derecho canónico sobre los delitos de abusos de niños. Se han cometido graves errores en la respuesta a las acusaciones… Todo esto ha socavado gravemente vuestra credibilidad y eficacia.“. Ahora bien, yo entiendo que a los obispos que ya no tienen responsabilidad pastoral no se les puede pedir nada que no sea el arrepentimiento por su necedad. Distinto es el de los que todavía ejercen el ministerio episcopal. No sé quiénes son, pero no estaría de más que todos presentaran su dimisión. Algunos ya lo han hecho. Todos deberían hacerlo. El Papa no lo pide pero creo que sería lo más sensato. Es necesario que llegue savia episcopal nueva que no esté contaminada con los errores del pasado.
De entre las medidas inmediatas que propone Benedicto XVI, destaco la siguiente: “Además, después de haber rezado y consultado sobre el tema, tengo la intención de convocar una Visita Apostólica en algunas diócesis de Irlanda, así como en los seminarios y congregaciones religiosas. La visita tiene por objeto ayudar a la Iglesia local en su camino de renovación y se establecerá en cooperación con las oficinas competentes de la Curia Romana y de la Conferencia Episcopal Irlandesa“. Me parece perfecto. Las Vistas Apostólicas pueden ser una herramienta imprescindible para sanar la Iglesia. Pero para ello es necesario que sean eficaces, que no estén lastradas por una actitud condescendiente hacia el mal por parte de los visitadores. Pronto veremos para qué sirven esas visitas. Lo que ocurra con los Legionarios de Cristo y con las religiosas de EEUU nos indicará el valor de las mismas.
En definitiva, la Iglesia tiene a su disposición la gracia suficiente como para limpiarse de la escoria que se le adhiere por el pecado de sus miembros. La gracia, la fe, la oración, el arrepentimiento, la penitencia y la autoridad apostólica sirven para dicho fin. Nadie puede dejar de lado su responsabilidad. Ni los fieles, a quienes nos corresponde sobre todo rezar, ni los pastores, a quienes les corresponde librar al rebaño de los lobos. Y si alguien incumple su deber, se las tendrá que ver con Dios Todopoderoso. A Él sea la gloria y el poder.
Luis Fernando Pérez