Apostoles de su gracia
A veces en la vida ocurren cosas que parecen no tener importancia, pero acaban marcando y cambiando de forma absoluta el futuro de las personas. Por ejemplo, poco imaginábamos mi esposa Lidia y yo lo que iba a suponer la invitación que un matrimonio conquense nos hizo para pasar un fin de semana en su casa. Ellos llevaban largos años dedicados al esoterismo y se ganaban la vida pintando mandalas que cada cierto tiempo exponían en la librería Bohindra, muy cercana a la Puerta del Sol de Madrid. Dios había querido que se convirtieran a Él leyendo la Biblia. Y decidieron que semejante don no podían quedárselo para sí. Fuimos de los primeros en ser “evangelizados” por aquellos que habían pasado literalmente de las “tinieblas a su luz admirable” (1 Ped 2,9). Y por pura gracia abandoné la Nueva Era y volví a ser cristiano, con mi esposa acompañándome en ese camino.
Años después, se cruzó por mi vida un fraile dominico y un libro de un converso al catolicismo procedente del anglicanismo. El fraile era, y es, Fray Nelson Medina, y ha dado tiempo a que el converso haya sido elevado a los altares: San Juan Enrique Newman. Nuevamente la gracia de Dios hizo su obra en mí, y regresé a la Iglesia Católica en la que había sido bautizado.
Años después apareció un buen hombre de Dios, Álex Rosal, que me dio la oportunidad de dedicarme de forma profesional a lo que era una vocación. Fue un año intenso porque también llegó a mi vida un sacerdote navarro que me abrió las puertas de par en par a la sana doctrina católica sobre la gracia y la libertad. Gran parte de lo poco bueno que soy hoy se lo debo al P. José María Iraburu y, por supuesto, a la intercesión del Venerable José Rivera. Él se puso al frente de esta obra de Dios que se llama InfoCatólica -mi hermano Mario siempre en el recuerdo-, que hoy tiene al frente a ese ingeniero tan lleno del amor de Dios que se llama Juanjo, acompañado del inigualable Bruno. Mucho he hecho sufrir al P. Iraburu y al resto de infocatólicos en los últimos años. Mucha paciencia y caridad han tenido conmigo. Si no fuera por ellos, y muy especialmente por la relación de amistad y sobre todo fraternidad que el Señor me regaló con David González y Pedro Luis Llera, no sé dónde estaría hoy.
Lo mismo puedo decir de mi queridísima hermana en Cristo Virginia Gristelli, casada con un argentino católico y cabal llamado Jorge, que ha dedicado y dedica su vida a la imprescindible labor de difundir buena literatura cristiana. Tanto Vir como yo somos hijos únicos, pero Dios nos ha regalado el don de ser hermanos en toda la verdadera extensión de la palabra.
Y en esas estaba cuando se ha cruzado por mi vida Paola Sánchez, docente universitaria que forma parte del equipo directivo de un colegio católico de la misma tierra argentina que mis queridos Gristelli. Aunque la conocí hace tiempo, no habíamos tenido apenas contacto en estos años atrás. Pero hace poco empezamos a hablar de lo divino y de lo humano y constatamos esa familiaridad que sólo puede dar Dios. Y hete aquí que el artículo publicado en este blog anterior a este, puede haberlo cambiado todo.