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15.09.25

LXXXVIII. El encumbramiento de Cristo

Cristo a la derecha del Padre[1]

La siguiente cuestión, la penúltima de las treinta y tres dedicadas a la vida de Cristo en la Suma teológica, está dedicada a la exaltación de Cristo a la diestra del Padre. La afirmación se encuentra en el Credo, Símbolo Niceno-Constantinopolitano, el que se usa en la Misa, y en el artículo sexto del Credo Símbolo de los Apóstoles, que se profesa en la liturgia bautismal. Por otra parte: «está lo que se dice la Escritura: «El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo, y está sentado a la derecha de Dios» (Mc 16, 19)»[2].

Santo Tomás da de ello la siguiente razón: «En la expresión «estar sentado»podemos entender dos cosas: una, la quietud, según el pasaje evangélico: «Permaneced aquí, en la ciudad» (Lc 24, 49): otra, la potestad regia o judicial, según aquello también de la Escritura: «El rey que está sentado en el trono del juicio, disipa todo mal con su mirada» (Pr 20, 8)».

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1.09.25

LXXXVII. Causalidad de la ascensión de Cristo

La ascensión al cielo[1]

En los artículos cuarto y quinto de la cuestión del tratado de la vida de Jesucristo de la Suma teológica dedicada a suascensión,Santo Tomás trata sobre el cielo al que subió, que está por encima del de los ángeles. En el primero de ellos, sostiene por: «la autoridad de San Pablo que dice en su Epístola a los Efesios: «Subió sobre todos los cielos, para dar cumplimiento a todo»(Ef 4, 10)»[2].

Al interpretar este versículo, en su comentario a esta epístola, explica el Aquinate que: «al decir «sobre todos los cielos» no ha de entenderse de solos los cielos corporales, sino también de toda criatura espiritual»[3], o, como ha dicho San Pablo más arriba, «sobre todo principado, y potestad y virtud y dominación, y sobre todo nombre»[4] (Ef 1, 21), o sobre las tres jerarquías y los nueve órdenes o coros de ángeles.

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18.08.25

LXXXVI. El poder de Cristo de ascender al cielo

Los poderes de Cristo para subir al cielo[1]

En el artículo tercero de la cuestión dedicada a la ascensión del Señor, examina Santo Tomás la primera parte de la tesis de la conclusión anterior, que la ascensión de Cristo, o movimiento de la tierra al cielo, fue en cuanto hombre, aunque su causa, como se afirma en la segunda, fue en cuanto Dios. Precisa en este artículo que subió al cielo no sólo por el poder de su divinidad, sino también por virtud de su cuerpo glorioso.

La prueba que da es la siguiente: «Hayen Cristo hay dos naturalezas, a saber: la divina y la humana. Y según una y otra se puede tomar el poder propio de Cristo».

Así lo había establecido en la respuesta a la última objeción del artículo anterior, pero concreta ahora que «según la naturaleza humana, el poder de Cristo puede considerarse doble. Uno, el natural, que procede de los principios de la naturaleza. Y es evidente que con tal poder Cristo no subió a los cielos. Otro, el poder de la gloria, que existe en su naturaleza humana. Y con este poder subió Cristo a los cielos», que no es natural, sino recibido de Dios.

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1.08.25

LXXXV. La ascensión de Cristo al cielo

La Ascensión de Cristo en cuanto hombre y en cuanto Dios[1]

Afirmada la conveniencia de que Cristo subiera al cielo en el artículo primero de la cuestión de la Ascensión[2] de la Suma teológica, se pregunta Santo Tomás a continuación a cuál de sus naturalezas le convenía la ascensión. En este segundo artículo, examina, por tanto, si Cristo ascendió al cielos según su naturaleza humana o según su naturaleza divina.

En el Compedio de Teología, sostiene Santo Tomás que: «Del mismo modo que se dice del Hijo de Dios que nació, sufrió, fue sepultado y resucitó, no según la naturaleza divina, sino según la naturaleza humana, así también se dice que el Hijo de Dios subió a los cielos, no según la naturaleza divina, sino según la naturaleza humana».

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15.07.25

LXXXIV. La Ascensión de Cristo

Utilidad de la Ascensión de Cristo[1]

A las cuatro cuestiones dedicadas a la Resurrección de Cristo, en el tratado de la Vida de Cristo de la Suma teológica, ya examinadas, sigue otra en la que Santo Tomás se ocupa de su Ascensión, porque, como dice en el escrito sobre el Credo: «Después de la Resurrección de Cristo es necesario creer en su Ascensión: ascendió al cielo a los cuarenta días»[2].

En el artículo primero de esta cuestión sostiene que fue muy conveniente que Cristo subiera al cielo tanto para Él como para los hombres. Respecto a lo primero lo prueba con el siguiente argumento: «El lugar debe ser proporcional al que lo ocupa. Cristo, después de su resurrección, inauguró por ella una vida inmortal e incorruptible. Además, esta tierra que nosotros habitamos está sometida a la generación y a la corrupción, mientras que el cielo está exento de la corrupción. Tal es el motivo, porque no fue conveniente que Cristo, después de la resurrección, permaneciese en la tierra, sino que fue conveniente que subiese al cielo»[3].

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