(545) Cristo glorioso (3)- La excelsa epifanía de su Cruz

Fouquet (+1481)

–Señor nuestro Jesucristo, te adoramos y te bendecimos …

–pues por tu santa Cruz redimiste al mundo.

 

El Hijo divino se nos da por puro amor en Belén, en la Encarnación. Y consuma su entrega de amor en el Calvario, en la Cruz: «al final, extremadamente los amó» (Jn 13,1). «Tanto amó Dios [Padre] al mundo que le entregó a su Hijo único» (3,16).

 

—El gran misterio de la Cruz de Cristo

 En «la doctrina de la cruz de Cristo» está la clave de todo el Evangelio (1Cor 1,18). La cruz es la suprema epifanía de Dios, que es amor. Por eso no es raro que la predicación apostólica se centre en la cruz de Cristo (1,23; 2,2). La cruz de Jesús es un gran misterio, «escándalo para los judíos, locura para los gentiles; pero es fuerza y sabiduría de Dios para los llamados, judíos o griegos» (1,23-24).

–Gran misterio: una Persona divina llega a morir de verdad. Parece imposible, inconcebible. Pero es verdad: la segunda Persona de la Sma. Trinidad, el Hijo divino encarnado, experimentó la suprema humillación de de la cruz y de la muerte. En tal muerte ignominiosa los judíos incrédulos vieron la prueba de que no era el Hijo de Dios (Mt 27,43). Pero otros, como el centurión, por la cruz llegaron a la fe: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios» (Mc 15,39).

–Gran misterio:el Padre decide la muerte de su Hijo amado. «El nos amó a nosotros, y envió a su Hijo como víctima expiatoria de nuestros pecados» (1Jn 4,10). «No perdonó a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros» (Rm 8,32). ¿Cómo es posible que la suma abominación de la cruz sucediera «según los designios de la presciencia de Dios» (Hch 2,23)? Sin embargo, ha sido así como «Dios [Padre] ha dado cumplimiento a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Mesías iba a padecer» (3,18). La cruz, sin duda, fue para Cristo «mandato del Padre» (Jn 14,31), y su obediencia hasta la muerte (Flp 2,8), fue una obediencia filial prestada al Padre (Mt 26,39). ¿A quién, si no?..

 –Gran misterio: la obra más santa de Dios confluye con la obra más criminal de los hombres. En aquella hora de tinieblas, los hombres «matamos al Autor de la vida» (Hch 3,14-19; Mc 9,31), y de esa muerte nos viene a todos la vida eterna…

–Gran misterio: la muerte sacrificial de Cristo en la cruz es salvación para todos los hombres. ¿Cómo explicar esa causalidad salvífica universal de la muerte de Jesucristo? La Revelación, ciertamente, nos permite intuir las claves de tan inmenso enigma…

 

–La obra redentora de la Cruz

 La cruz de Cristo es un sacrificio, una ofrenda cultual de sumo valor santificante. «Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y víctima a Dios» (Ef 5,2; +Rm 3,24-25; 5,9; 1 Cor 5,7).

La cruz de Cristo es sacrificiode expiación sobreabundante por los pecados del mundo. «El castigo salvador pesó sobre él, y en sus llagas hemos sido curados» (Is 53,5). «El justo por los injustos»… (1Pe 3,18; +2,22-25; Rm 5,18; 2Cor 5,14-15).

La cruz de Cristo es reconciliación de los hombres con Dios. «Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo y no imputándole sus delitos» (2 Cor 5,19; +Col 1,20.22; 1Tim 2,5-6).

La cruz de Cristo ha sido nuestra redención. Al precio de la sangre de Cristo, hemos sido comprados y rescatados del pecado y de la muerte (1Cor 6,20; 1Pe 1,18; Mc 10,45; Jn 10,11). Jesús «se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, fervoroso en buenas obras» (Tit 2,14).

La cruz de Cristo es victoria sobre el Demonio, que nos tenía esclavizados por el pecado. «Ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera» (Jn 12,31; +Col 2,13-15).

 

—El signo de la cruz

 Cuando contemplamos el misterio de la cruz, vemos ante todo un signo doloroso, clavos, sangre, sufrimiento, abandono, humillación extrema, muerte. Y nos preguntamos ¿qué nos significa Dios con la suma elocuencia del Crucificado? ¿Cuál es la realidad que en el signo de la cruz se nos ha de revelar?…

 –1. La cruz es la revelación suprema de la caridad, es decir de Dios, pues Dios es caridad, y a Dios nadie le había visto jamás (1Jn 4,8.12; Tit 3,4). Muchas cosas pueden revelar el amor –la palabra, el gesto, la ayuda, el don–, pero el signo más elocuente, el signo más inequívoco del amor es el dolor: mostrarse capaz de sufrimiento, de dolor extremo, pudiendo evitarlo, en bien del amado. «Nadie tiene un amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Por eso, si alguno quiere conocer a Dios –en ese conocimiento que causa la vida eterna (Jn 17,3)–, que mire a Cristo, y a Cristo crucificado.

En efecto, Dios dispuso en su providencia la cruz de Cristo, para expresar-comunicar por ella en forma definitiva el misterio eterno de su amor trinitario. Esta es la realidad expresada en el signo de la cruz. No es raro, pues, que los santos no se cansen de contemplar la pasión de nuestro Señor Jesucristo. El signo de la cruz, alzado para siempre en medio del mundo, nos dice con su extrema elocuencia:

Así nos ama el Padre. «Dios acreditó [demostró, garantizó, reveló] su amor hacia nosotros en que, siendo todavía pecadores [enemigos suyos], Cristo murió por nosotros» (Rm 5,8; +Ef 2,4-5). Mirando al Crucificado, ya nunca dudaremos del amor que Dios nos tiene, sea cual fuere su providencia sobre nosotros.

Así Cristo ama al Padre, hasta llevar su obediencia al extremo de la muerte, y muerte de cruz (Flp 2,8). Atención a lo que sigue: refiriéndose a su cruz, dice Jesús poco antes de padecer: «Conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre, y que según el mandato que me dio el Padre, así hago» (Jn 14,31). Podría Cristo haber resistido y evitado la cruz (Mt 26,53-54; Jn 18,5-6.11); pero quiso entregarse «libremente», para revelar al mundo su amor al Padre, expresado en la obediencia a su mandato (10,17-18). Lo obedece totalmente porque lo ama totalmente.

Así Cristo nos ama, hasta dar su vida por nosotros: se entrega por nosotros a la muerte como buen pastor (Jn 10,11), para darnos vida eterna, vida sobreabundante (10,10.28), para recogernos de la dispersión y congregarnos en la unidad (12,51-52). Jesús aceptó la cruz para así hacernos la suprema declara­ción de amor: «Nadie tiene un amor mayor…» (15,13).

Así nosotros hemos de amar a Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente, con todas las fuerzas (Mc 12,30), como el Crucificado amó al Padre. Permaneceremos en el amor de Dios, si guardamos sus mandatos, como Cristo se mantuvo en el amor del Padre, obedeciendo su mandato (Jn 14,15.21­-24; 15,10; 1 Jn 5,2-3).

Así nosotros hemos de amar a los hombres, como Cristo nos amó (Jn 13,34). El que quiera aprender el arte de amar al prójimo, y quiera ponerlo en práctica, que contemple la cruz, que se abrace a la cruz. El palo vertical expresa el amor a Dios, y el horizontal el amor a los hombres. Solo así su amor será sincero y fuerte. Cristo «dio su vida por nosotros, y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos» (1Jn 3,16).

Cristo Crucificado es la proclamación máxima de la ley evangélica: amor a Dios, amor al prójimo. Y del amor extremo del Salvador crucificado nos viene el modelo y la fuerza para vivir ese amor que en la cruz nos enseñó y nos ganó.

 

2. La cruz revela a un tiempo el horror del pecado y el valor de nuestra vida. Si alguno pensaba que nuestros pecados eran poca cosa, y que la vida humana era una sucesividad de actos triviales, condicionados e insignificantes, que mire la cruz de Cristo, que considere cuál fue el precio de nuestra salvación (1Cor 6,20).

Si alguno sospechaba que nuestra vida apenas tenía valor e importancia ante Dios, Señor del cielo y de la tierra, que mire la cruz de Jesús, y que se entere de que no hemos sido «rescatados con plata y oro, corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo» (1Pe 1,18). Y que no piense tampoco que ese precio de amor Jesucristo lo entregó «por la humanidad» en general, pero no «por mí»; pues cada uno de nosotros puede y debe decir con toda verdad aquello de San Pablo: «El Hijo de Dios me amó y se entregó por » (Gál 2,20).

 

—3. La cruz es el sello que garantiza la verdadera espiritualidad cristiana. «No hay perdón sin derramamiento de sangre» (Heb 9,22). Si queremos ser discípulos de Cristo, hemos de tomar la cruz cada día  (Lc 14,27). Y cuando nos enseñen un camino espiritual, fijémonos bien si lleva la cruz, el sello de garantía puesto por Jesús. Si ese camino es ancho y no pasa por la cruz sino que la rehuye, no es el camino de Cristo: el verdadero camino evangélico, el que lleva a la vida, es estrecho y pasa por puerta angosta (Mt 7,13-14).

* * *

—La glorificación del humillado

 «El que se humilla será ensalzado» (Lc 14,11;18,14). Cristo bendito no se mantuvo igual a Dios en gloria, sino que se abatió hasta el abismo de la muerte, y «por eso Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre» (Flp 2,5-11).

La glorificación del Humillado se produce en misterios sucesivos, profundamente vinculados entre sí. Y Cristo mismo, por su palabra, va iluminando previamente el significado de tales misterios: su muerte y resurrección (Lc 9,22), su ascensión a los cielos (Jn 20,17; Mt 28,7), la comunicación pentecostal del Espíritu Santo (Hch 1,4).

La muerte en la cruz ya es el comienzo de la glorificación de Cristo. «Padre, llegó la hora: glorifica a tu  Hijo, para que el Hijo te glorifique» (Jn 17,1). «Cuando sea alzado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (12,32); signo anticipado en la serpiente de bronce (3,14-15). La naturaleza se estremece y tiembla, se rasga el velo del Templo (Mt 27,51-54; Lc 23,44-49), muchos ­hombres, golpeándose el pecho, reconocen a Jesús (Mc 15,39; Lc 23,48).

 Cristo, al morir, entregó al Padre su espíritu (Lc 23,46; Jn 19,30). Y el alma humana de Jesús es glorificada por el Padre inmediatamente, aunque todavía no su cuerpo. Ya anunció Cristo que pasaría «tres días y tres noches en el seno de la tierra» (Mt 12,40).

El descenso al reino de los muertos, el «sehol» de los judíos, continúa glorificando al Humillado. «Muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu, en él fue a predicar a los espíritus que estaban en la prisión» (1Pe 3,18-19; +Ef 4,8-10). Un júbilo indecible ilumina el reino de las sombras. Cristo es ahora un muerto entre los muertos, y él es, para esperanza viva de todos ellos, «el Primogénito de los muertos» (Col 1,18). El es la puerta abierta que da paso al reino de la luz y de la vida: «Yo soy la puerta; el que por mí entrare se salvará» (Jn 10,9).

La resurrección de Cristo es infinitamente gloriosa. Se cumplen en ella las profecías (Sal 15,10; Hch 2,27) y los anuncios del mismo Jesús (Mt 12,40; 28,5-6; Lc 9,22; Jn 2,19;10,17):… al tercer día, en el día siguiente al sábado.

 No es la fe de los discípulos la que crea la resurrección del Maestro; es la resurrección de Jesús la que crea la fe de los discípulos. Estos, tras los sucesos del Calvario, estaban atemorizados y perplejos, y ni siquiera dieron crédito a los primeros testimonios de la resurrección (Mc 16,8-11; Lc 24,22-24). Incluso cuando ya se les aparece el Resucitado, «aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu», y es el mismo Cristo el que les habla, se deja ver y tocar, come ante ellos, para convencerles de la realidad de su resurrección (24,37-43; Jn 20,24-28).

Cristo resucitado está verdaderamente investido en alma y cuerpo de la gloria divina. Los apóstoles, a quienes fue dado ser «testigos oculares de su majestad» (1Pe 2,16), pudieron decir con toda razón: «Hemos visto al Señor» (Jn 20,24), «hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (1,14); hemos visto, tocado y oído realmente al Verbo de la vida (1Jn 1,1); hemos «comido y bebido con él después de resucitado de entre los muertos» (Hch 10,40-41).

 Después de su resurrección, Jesucristo tuvo un trato frecuente y amistoso con sus discípulos, «se dio a ver en muchas ocasiones, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios, y comiendo con ellos» (Hch 1,3-4). Pero esto modo de presencia había de terminar, como el mismo Jesús lo había anunciado: «Salí del Padre y vine al mundo; otra vez dejo el mundo y me voy al Padre» (Jn 16,28; +3,13).

—La ascensión de Jesucristo a los cielos se produjo «viéndole» los discípulos: «fue llevado hacia lo alto, y una nube lo ocultó a sus ojos» (Hch 1,9; +Lc 24,50-51). La nube expresa la condición divina de Jesús (Dan 7,13-14). Mateo (17,1-6), Marcos (9,1-8) y Lucas (9,28-36) atestiguan la nube de la ascensión de Jesús resucitado, y nos aseguran que en la nube también, igualmente, volverá como Juez universal al fin de los tiempos (Mt 24,30-31; Hch 1,11). Cristo resucitado habita ahora en la gloria del Padre, totalmente celeste e invisible.

«El mismo que bajó es el que subió sobre todos los cielos para lle­narlo todo» (Ef 4,10). En adelante, se produce un cambio notable en la presencia de Cristo. El Resucitado que la Magdalena confunde con un hortelano (Jn 20,14-15), el compañero de camino de los de Emaús (Lc 24,13-31), el que hace fuego en la orilla y prepara el desayuno a sus amigos pescadores (Jn 21,1-14), es ahora el Cristo glorioso y mayestático, el Cristo lleno de fuerza y hermosura que describe el Apocalipsis (1,13-18; 5; 21,7-17): «El Señor Jesús fue elevado a los cielos y está sentado a la derecha del Padre» (Mc 16,19), «a la diestra de la Majestad en las alturas» (Heb 1,3; +Hch 2,33; 5,31; 7,56; 1 Pe 3,22; Ap 5,7).

Con tales palabras se quiere expresar que la humanidad de Jesucristo ha sido de tal manera glorificada que ejerce, sin limitación alguna, el poder divino sobre toda criatura del cielo y de la tierra (Mt 28,18). Cristo resucitado es el Rey del Uni­verso, y precisamente desde esta plenitud de potencia envía a los apóstoles: «Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (28,19).

 

«Los apóstoles atestiguaban con gran poder la resurrección del Señor Jesús» (Hch 4,33). Ésta fue la Buena Noticia fundamental de la predicación apostólica (2,24.32; 17,31s; 1Cor 15,1-8). La idea de la resurrección era perfectamente extraña para los griegos, era algo increíble y ridículo (Hch 17,32), y entre los mismos judíos era un tema discutido: los saduceos negaban la resurrección, los fariseos creían en ella (23,8). Es Cristo resucitado quien nos asegura con certeza la Buena Noticia: hay otra vida; los muertos resucitarán en el último día.

 Es el Padre quien resucita al Hijo, quien despierta al Hijo, dormido en la muerte (Hch 2,27-28; Rm 10,9; 1Tes 1,10), cumpliendo así lo que había prometido públicamente: «Yo le glorifiqué y de nuevo le glorificaré» (Jn 12,28; +17,5). Ello significa que el Padre admite y recibe el sacrificio redentor de Cristo en la cruz. En efecto, el Padre entrega al Hijo salvador «toda autoridad en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Ahora Jesús, el hijo de María virgen, es el «Hijo, nacido de la descendencia de David, según la carne, Hijo de Dios, poderoso según el Espíritu de santidad después de la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor» (Rm 1,3-4).

Es el Padre quien «nos reengendró a una viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1Pe 1,3). Y nosotros contemplamos ahora «cual es la excelsa grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, según la fuerza de su poderosa virtud, que él ejerció en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos» (Ef 1,19-20; +Jn 1,12-13; 3,5-7; Ef 2,5-6; Col 2,13).

 

En Pentecostés culmina la glorificación del Humillado, cincuenta días después de su resurrección. Todavía en la ascensión, el Cuerpo místico de Jesús –el conjunto de sus discípulos– es carnal («Señor ¿es ahora cuando vas a establecer el reino de Israel?», Hch 1,6). La glorificación de la Cabeza no es perfecta hasta que en Pentecostés el don del Espíritu Santo se difunde en todo su Cuerpo, que es la Iglesia (Jn 16,7). Ahora sí, y para siempre. El Humillado ha sido glorificado no sólo en sí mismo, sino también en los miembros de su Cuerpo, de su Esposa, en la Comunión de los Santos, en la Iglesia de Oriente y Occidente, una, santa, católica y apostólica.

José María Iraburu, sacerdote

Indice de Reforma o apostasía

Post post.– La devoción a Cristo crucificado en la tradición de la Iglesia puede verse en la antología de textos La Cruz gloriosa (J. M. Iraburu, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 2013, 65 pgs. A4). O en el blog mío Reforma o apostasía (137-158).

 

15 comentarios

  
?
!!! Impresionante relato de la Pasión,Muerte y Resurrección de Jesucristo ; Padre José Maria.!!!

Tenemos que recuperar el Espíritu y el Mensaje de los cristianos del primer siglo; y decir como nos relata el Libro de los Hechos de los Apóstoles :" En ningún otro hay Salvación ,porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres por medio del cual podamos salvarnos " Y como decía San Pablo : " Porque hay un sólo Dios ,y un sólo mediador entre Dios y los hombres; Jesucristo hombre ; el cual me amo y se entregó a sí mismo por mi".

Éste es el tesoro de nuestra Salvación ; que no hemos de vender por un plato de lentejas ,: por la falsa paz que nos ofrecen las religiones no cristianos ; haciéndonos creer ,que la salvación se puede encontrar por cualquier otro camino ; que todas las religiones son iguales.

Muchas gracias,padre José Maria ; y qué la Paz de Cristo esté con todos.
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JMI.-Amén. Bendición +
09/05/19 2:56 PM
  
Manoletina
Padre, entiendo que la Redencion obrada por Cristo nos salva del pecado personal, su culpa y consecuencias, pero del pecado padecido (hecho por otro) y sus consecuencias, como se obra Cristo la Redencion?
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JMI.-Cristo obró la redención sufriendo los pecados "hechos por otros".
09/05/19 5:14 PM
  
Luis López
"Te dices: "Bien comprendo lo que escucho;
Más ¿Por qué Dios quisiera, se me esconde,
De redimirnos de esta forma solo?."
"Sepultado esta, hermano, este decreto
A los ojos de aquellos cuyo ingenio
En la llama de amor no ha madurado"

(Dante. Divina Comedia Paraíso. Canto VIi).
09/05/19 5:46 PM
  
carmelo
muchas gracias P. JMI-
El obrar y su oración, todo su padecer hasta su término, lo ha realizado como un Verdadero Dios y Verdadero hombre completando su misión dándonos el Espíritu Santo, esto es lo que nos sostiene. Es decir en su unión hipostática, Nos DONA el Espíritu así como el Padre nos dono a su hijo. Hoy día esto es mucho decir en algunos ambientes y ponen “al Hombre Jesús” abandonado de la divinidad, durante su padecer y no ha sido así. Con pinceles pintan un ser superior, humano y sin divinidad, como si la prueba de Jesús fuera padecida y superada solo como hombre a punta de oración al Padre.
Esta prueba, dicen muchos que era la de "la fraternidad", viéndo la vida de Jesús como una filosofía humanística rica en valores horizontales, como si extrañara el “amor mundano o del hombre” siendo que el mismo la plenitud del amor!, Les cuesta anunciar Al mismo que nos dejo un Sucesor que guía a su iglesia por las sendas de la verdad, y creen que pueden falsearlo "Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre,… él dará testimonio de mí" Jn, 15
En Jesús Resucitado, tenemos la Garantía de que esta Iglesia es guiada, iluminada y sabrá sobrepasar todas las herejías y ataques de dentro y de fuera Jn7 "Pero yo os digo la verdad: …. el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré:" "y cuando él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio;" tambien en Jn 14 "Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho."
09/05/19 6:25 PM
  
José María Iraburu
(1) Olegario González de Cardedal
"Cristología", BAC, col. de manuales Sapientia Fidei, Madrid 2001, 601 págs.

«Sacrificio. Esta palabra suscita en muchos [¿en muchos católicos?] el mismo rechazo que las anteriores [sustitución, expiación, satisfacción]. Afirmar que Dios necesita sacrificios o que Dios exigió el sacrificio de su Hijo sería ignorar la condición divina de Dios, aplicarle una comprensión antropomorfa y pensar que padece hambre material o que tiene sentimientos de crueldad. La idea de sacrificio llevaría consigo inconscientemente la idea de venganza, linchamiento… […] Ese Dios no necesita de sus criaturas: no es un ídolo que en la noche se alimenta de las carnes preparadas por sus servidores» (540-541).
09/05/19 9:02 PM
  
José María Iraburu
(2) Olegario González de Cardedal
"Cristología"

«Esa condición escatológica y esa significación universal, tanto de la muerte como de la resurrección de Jesús, es lo último que quieren explicitar estos artículos del Credo. No son hechos nuevos, que haya que fijar en un lugar y en un tiempo [¿Que no son "hechos nuevos", con su lugar y tiempo testimoniado por los evangelistas?…] Por tanto, en realidad, no hay nuevos episodios o fases en el destino de Jesús, que predicó, murió y resucitó. Carece de sentido plantear las cuestiones de tiempo y de lugar, preguntando cuándo subió a los cielos y cuándo bajó a los infiernos, lo mismo que calcularlos con topografías y cronologías..." (171-173)
09/05/19 9:10 PM
  
maru
P. Iraburu, puse mi comentario de ''bella catequesis'' en el artículo anterior, cuandovquise hacerlo refiriéndome a éste, pero es igual. Ambos son.bellos y de verdadera doctrina, es decir, centrada en Jesucristo. Dios lo bendiga!
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JMI.-Hasta los mayores genios yerran a veces.
Bendición +
09/05/19 9:16 PM
  
Alberto GT
En lo de Olegario hay una cosa coerta:Dios no necesita sacrificios. Los qje necesitábamos el sacrificio eramos nosotros, no Dios.
Como enseña San Ireneo, a Dios no le podemos hacer bien alguno ni nos necesita para nada, al adorarle los beneficoados somos nosotros, no EL, que en Sí mismo ya es bienaventurado.
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JMI.-Que Dios infinito, omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que sostiene en el ser y el obrar a toda la Creación, no "necesita" nada de nadie lo sabe hasta un niño de 1º de catecismo.
09/05/19 11:29 PM
  
Conchita
Perdone este comentario, más bien pregunta, que quizá fuera mejor no publicar.
El Señor dice que estará en el sepulcro tres días y tres noches, pero no me salen las cuentas. Estuvo el viernes por la tarde, la noche del sabado, el día del sabado y la noche del domingo. ¿Cómo se puede entender? Tiene que haber alguna explicacion pero yo no la se. Si usted pudiera indicarme algo, se lo agradecería.
Rezo por usted y le agradezco sus escritos porque siempre me han hecho mucho bien. Si le digo esto es para animarle a seguir siendo un instrumento dócil del Señor. Muchas gracias
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JMI.-Gracias por sus amables palabras.
El tema que consulta no lo he estudiado y no puedo responderle (ni ponerme ahora a estudiarlo). Puede mirar en Google un artículo que se titula
¿Cómo se cuentan tres días y tres noches?
Cordial saludo y bendición +
10/05/19 10:17 AM
  
Alberto GT
Conchita, del libro de Sqn Agustín «Consenso de oos Evangelios»

algunos, ignorando el modo de hablar de las Escrituras, han querido ver la noche en aquellas tres horas, de sexta a nona, en las que se oscureció el sol; y el día, en las otras tres horas en que volvió a lucir sobre la tierra, es decir, desde nona hasta la puesta del sol. Sigue luego la noche futura del sábado que, contada con su correspondiente día, serán ya dos noches y dos días. Después del sábado, sigúese la noche del día primero después del sábado, esto es, del amanecer del domingo, en el que resucitó el Señor. Pero con esta manera de contar no se logra todavía la realidad de tres días y tres noches. Queda, pues, que la encontremos en el modo de hablar usado por las Escrituras, según el cual se toma la parte por el todo
10/05/19 8:20 PM
  
carmelo
Conchita, con permiso del P.JMI
“No es la fe de los discípulos la que crea la resurrección del Maestro; es la resurrección de Jesús la que crea la fe de los discípulos.”
De una forma providencial Padre JMI, nos ha caído.
1. es clave, Mateo 27:63 “y le dijeron: "Señor, nos hemos acordado que ese mentiroso dijo cuando aún vivía: Después de tres días resucitaré. Ordena, pues, que sea asegurado el sepulcro hasta el tercer día". estos eran los más interesados de evitarlo a esa cuenta.
2.en Juan 21:1 y Mato 28:1, se habla de “el primer día después del Sábado”. aqui se habla un “sábado" antes del primer día”: Mar 16: 1. “Pasado el sábado ... compraron aromas para embalsamar el cuerpo. Y muy temprano, el primer día de la semana"; si nos acercamos un poquito a Luc 23:56 "Después que volvieron a sus casas, prepararon perfumes y mirra, y el sábado descansaron, según manda la Ley."
Entre Lucas y Marcos el perfume se compa y prepara “un día que no es viernes (ya puesto en Sepulcro antes de puesta de sol) ni podría ser el sábado según la Ley”, se sabe que el “sábado ordinario de reposo no se puede ni comprar ni preparar Exod 20:11 y Deut 5, 13.
3. Conclusión: según la tradición Judia, Lev 25,4), Exo 20,10 y 2 Crón. 36, 2,1, El “sábado de reposo” a de esa fecha tendría dos días o sea que lo que entendemos por el Sábado es como “un periodo de reposo, no un día simple, y visto así solo así, podrían las mujeres encontrar local abierto compra, preparar el perfume y alcanzar el Domingo temprano con perfumes en batea. Nosotros Celebramos eso Un Viernes Santo y Sabado Santo de aquella fecha según los días indicados en aquel acontecimiento en los TIEMPOS de DIOS, que no son los de los hombres!.
10/05/19 9:19 PM
  
Tomás Bertrán
Padre, una persona me dijo que la redención de Cristo fue sólo en su humanidad. Le contesté que Cristo además de Hombre es Dios, y así cuando comulgo y el sacerdote me presenta la Sagrada Forma me dice "el Cuerpo de Cristo" (humanidad), también me trago su divinidad. Creo que Cristo en la Cruz padeció como humano, pero para redimirnos lo hizo como divino, ya que sólo Dios puede perdonar los pecados. Todo radica en el misterio de la Encarnación, en donde el Verbo (Dios) se encarnó (Hombre) en el vientre santísimo de la Virgen por obra del Espíritu Santo en unión hipostática. Gran Misterio porque es un Misterio de Amor infinito. Deus cáritas est.
Corríjame si estoy errado. Gracias y que Dios y la Virgen lo bendigan.
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JMI.-La persona divina del Hijo eterno es la única en "un solo Señor Jesucristo". El Unigénito encarnado sufrió la Pasión y la muerte en la naturaleza humana que realmente había asumido. No por supuesto en su naturaleza divina inmortal.

Añado de paso: entrar en estas disquisiciones sin tener una más alta formación filosófica y teológica no me parece conveniente. Es hablar empleando fórmulas a ojo.
11/05/19 9:53 AM
  
Rexjhs
Padre Iraburu, quería compartir con Ud. una idea preciosa que entendí anoche, en la adoración nocturna, pues se leyó un trocito de Redemptor Hominis, maravilloso: "El precio «de nuestra redención demuestra, igualmente, el valor que Dios mismo atribuye al hombre, demuestra nuestra dignidad en Cristo. Llegando a ser, en efecto, «hijos de Dios»,hijos de adopción, a su semejanza llegamos a ser al mismo tiempo «reino y sacerdotes», obtenemos «el sacerdocio regio», es decir, participamos en la única e irreversible devolución del hombre y del mundo al Padre, que Él, Hijo eterno y al mismo tiempo verdadero Hombre, hizo de una vez para siempre. La Eucaristía es el Sacramento en que se expresa más cabalmente nuestro nuevo ser, en el que Cristo mismo, incesantemente y siempre de una manera nueva, «certifica» en el Espíritu Santo a nuestro espíritu que cada uno de nosotros, como partícipe del misterio de la Redención, tiene acceso a los frutos de la filial reconciliación con Dios, que Él mismo había realizado y siempre realiza entre nosotros mediante el ministerio de la Iglesia." .
Esta palabra, "devolución", me parece grandiosa y perfecta, y explica con un sentido más profundo algo que en muchas ocasiones se expresa con otras palabras parecidas pero que refieren a otras dimensiones del sacrificio de Cristo en la cuz, a mi juicio (por ejemplo, cuando se dice que la muerte de Cristo "reconcilio" al hombre con Dios). Pero la palabra "devolver" añade algo más: con la muerte de Cristo en la cruz, Él paga el rescate que tenía secuestrados a los hombres de buena voluntad, y los devuelve, santificados, al Padre, porque eran suyos desde el principio, y los perdió con el pecado original. Esa devolución se perpetuó desde entonces cada vez que la Eucaristía purifica al hombre en gracia, injertándole en la gracia santificante y haciéndonos hijos del Padre, tanto como pudieron serlo Adán y Eva antes de la caída.
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JMI.-Hermoso texto. Gracias.
11/05/19 12:56 PM
  
carmelo
Juan, 10:17.Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo" y en Hebreos 11:19.Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos." Igual el CIC 650.
En muchos discursos "Humanísticos" en el fondo se impugna la naturaleza divina de Jesús , Verbo Encarnado (por quien todo fue hecho Jn1) una sola vez en el Sagradísimo vientre de la Madre de Dios Maria santísima y por otro lado también se impugna la naturaleza humana de diversas formas.
11/05/19 7:48 PM
  
Tomás Bertrán
Padre, en todo conforme con Vd. Gracias, y gracias por el consejo:"Añado de paso: entrar en estas disquisiciones sin tener una más alta formación filosófica y teológica no me parece conveniente. Es hablar empleando fórmulas a ojo".
Pasa que a veces vienen con ciertas teorías y uno, sin ser un experto en filosofía ni teología, tiene que dar razón de su fe. Ejemplo, tuve que denunciar al Obispo de mi diócesis porque me negaban la existencia del demonio, y lo hice por caridad hacia esta persona.
Carmelo, gracias por tu aportación. Conforme en todo.
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JMI.-Cuando vemos negada una verdad de fe, los fieles cristianos, aunque no sean teólogos, han de "dar razón de su fe". Pero enfrentando al error, simplemente, algunas fórmulas dogmáticas de la Iglesia, no con palabras y argumentaciones propias. Basta, p.ej., copiar un art. del CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA.
15/05/19 9:27 AM

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