(278) Liturgia –14. Eucaristía, 9. El Padrenuestro (y b)

–¿De verdad hace falta explicar el Padrenuestro?

–Sí, hombre, sí. Era la base de la catequesis primitiva. Muchos Padres escribieron comentarios al Padrenuestro. Y el Catecismo actual le dedica la segunda sección de su IV Parte [2759-2865], para explicarlo, claro.

Siete peticiones. Enseña el Catecismo: «El primer grupo de peticiones nos lleva hacia Él: ¡tu Nombre, tu Reino, tu Voluntad!… Santificado sea, venga, hágase… El segundo grupo de peticiones atrae la mirada del Padre de las misericordias: danos, perdónanos, no nos dejes, líbranos» [2804-5; citaré entre corchetes los números del Catecismo]. Y ese grupo primero  de peticiones es el que hace posible el segundo:  los cristianos, solamente después de haber alabado, bendecido y adorado al Padre nuestro celestial, «nos atrevemos» a pedirle pan, perdón, protección, liberación del pecado y del demonio.

–Santificado sea tu Nombre

Pedimos primero de todo nuestra santificación personal, pues precisamente el designio del Padre es que nosotros seamos «santos e inmaculados en su presencia» (Ef 1,4). «Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo» (Lv 19,2). «Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial» (Mt 5,48). Efectivamente, Dios Padre «nos llama a ser santos» (1Tes 4,7). Y más aún: Cristo quiere que nuestra santidad santifique a muchos: «así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos» (Mt 5,16).

«Pedimos nosotros que este Nombre de Dios sea santificado en nosotros por nuestra vida. Porque si nosotros vivimos bien, el nombre divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras del Apóstol: “el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones” (Rm 2,24)» (San Pedro Crisólogo; omito las citas bibliográfias de los Padres que da el Catecismo).

–Venga a nosotros tu Reino

El Reino de Dios «se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y en la resurrección de Cristo, adviene en la última Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. Y el Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva al Padre» [2816]. «Mientras esperamos la venida gloriosa de nuestro Salvador Jesucristo», ésa es la oración de la Iglesia: «Ven, Señor Jesús» (Ap 22,20). Nuestro Señor Jesucristo, él mismo es el Reino de Dios entre los hombres.

«Las almas de los mártires invocan al Señor con grandes gritos: “¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?” (Ap 6,10). Los mártires deben alcanzar la justicia al fin de los tiempos. Señor ¡apresura, pues, la venida de tu Reino!» (Tertuliano).

«Sólo un corazón puro puede decir con seguridad: “¡venga a nosotros tu Reino!”. Es necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: “que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal” (Rm 6,12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: “¡venga tu Reino!”» (S. Cirilo de Jerusalén).

La batalla entre el Reino y el mundo es continua. Hasta entonces, hasta la victoria final de Cristo Rey sobre todos los pueblos, «toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (Vat. II: GS 13a). Así lo comprobamos cada día: «a través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final» (37b). Todo quedará finalmente sujeto a Cristo, hasta la misma muerte; y «Dios vendrá a ser todo en todas las cosas» (1Cor 5,28).

Hasta entonces, oramos insistentemente: «¡venga a nosotros tu Reino!».

–Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

-Es la oración misma de María y de su Hijo divino. «He aquí a esclava del Señor, hágase en mí según su voluntad» (Lc ,38). «No se haga [Padre] mi voluntad, sino la tuya» (22,42). El Apóstol nos dice que Jesús «se entregó a sí mismo por nuestros pecaIos según la voluntad de Dios» (Gal 1,4). Y precisamente «en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a a oblación de un vez para siempre del cuerpo de Cristo» (Heb 10,10). Ésa ha de ser, pues, la petición principal de los hijos de Dios.

Pedimos así «discernir cuál es la voluntad de Dios» (Rm 12,2), libres de todo engaño procedente de apegos a nuestra propia voluntad. Pedimos fuerza y «constanciapara cumplirla» (Heb 10,36), pues sabemos que sin Su ayuda ni podemos discernir la voluntad de Dios, ni tampoco cumplirla con fidelidad y perseverancia. Por eso pedimos: «hágase tu voluntad», etc.

Pidiendo que se cumpla en nosotros la voluntad de Dios, nos hacemos corderos en el Cordero inmolado, y co-redentores del mundo, pidiendo y trabajando para que su voluntad se haga no sólo en nosotros, sino en toda la tierra.

«No se dice «que tu voluntad se haga» en mí o en vosotros, sino «en toda a tierra»: para que el error sea desterrado de ella, que la verdad reine en ella, que el vicio sea destruido en ella, que la virtud vuelva a florecer en ella, y que la tierra ya no sea diferente del cielo» (S. Juan Crisóstomo).

«Podemos cambiar estas palabras “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, por estas otras: «en la Iglesia como en nuestro Señor Jesucristo», «en la Esposa como en el Esposo, que ha cumplido la voluntad del Padre»» (S. Agustín).

Con esta petición suprema nos hermanamos con Cristo, que nos dice: «todo el que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mt 2,50). Y al rezar el PN o cualquier otra oración cristiana, tengamos en cuenta siempre que «no todo el que dice ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos» (7,21).

Ese… en la tierra como en el cielo parece que se refiere a las tres primeras peticiones, no sólo a la tercera: sea santificado tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad.

–Danos hoy nuestro pan de cada día

-Confianza filial y total. ¡No consintamos en nuestro corazón pre-ocupación alguna! ¡Ofende a Dios no fiarse de su Providencia, es pecado! ¡Las pre-ocupaciones son malos pensamientos! No con-sintamos en ellas, aunque las sintamos. Tú, «ora et labora», pero no te preocupes de nada: ni salud, ni economía, ni relaciones sociales, ni trabajos y obras que lleves entre manos, ni cuestiones afectivas, ni saber o no saber, ni éxitos o fracasos, ni soledad o compañía. Afírmate en la Roca, en amor omnipotente y providente: abandono absolutamente confiado en la amorosa Providencia del Padre de los cielos. Las preocupaciones son uno le los pecados que más ofenden el amor del Padre, indeciblemente solícito hacia nosotros. Equivalena no fiarse de El, a poner en duda su guía y protección, su atención y su amor.

El Padre cuida de flores y pajaritos, cuánto más de nosotros, a quienes ha hecho hijos suyos: él «conoce nuestras necesidades». Busquemos, pues, primero de todo su Reino en nosotros y en el mundo, y Él nos dará todo por añadidura, todo cuanto necesitemos (Mt 6,25-34).

-«Nuestro pan», el nuestro y el de los otros, especialmente el de nuestros hermanos necesitados, los pobres, los injustamente tratados por la sociedad (= por nosotros). Parábola del rico y de Lázaro (Le 16,19-31), anuncio del juicio final (Mt 25,31-46).

-Pedimos el Pan de trigo, la ocasión de trabajar y de ganarlo, las fuerzas y circunstancias para ganar el pan de cada día: pan y casa, escuela, medicinas y libros, tantas cosas que necesita nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Lo pedimos en plural siempre, para nosotros y para nuestros hermanos, especialmente pensando en los más necesitados y pobres.

-Pedimos el Pan de la Palabra, a veces tan escaso; lo pedimos para nosotros y para todos, pues «no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3; Mt 4,4). Hay un hambre continuo entre los hombres, «pero no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios» (Amós 8,11). Aunque no lo sepan.

-Pedimos el Pan eucarístico bajado del cielo, el Cuerpo mismo de Jesús (Jn 6,26-58). Nosotros, los humanos, buscamos primero de todo –con ansia y esfuerzo y preocupación– el pan material; pero Cristo nos dice: «procuraos no el alimento perecedero, sino el alimento que permanece hasta la vida eterna, el que el Hijo del hombre os da… Yo soy el Pan de vida… el Pan vivo bajado del cielo» (Jn 6,27.48-51).

Cristo «mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial» (S. Pedro Crisólogo).

«La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador, y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos… Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación» (S. Agustín).

-«Danos hoy, danos cada día» (Mt, Lc). El pan diario dánosle hoy. Vivir «al día» en lo material y en lo espiritual, no preocuparse por «el mañana: que le basta a cada día su afán» (Mt 6,34). Santa Teresita recibió sobre esta palabra luces muy preciosas:

«Dios me manifestó claramente [a los 17 años, al profesar como carmelita, en 1890], sin que yo me diera cuenta, el modo de agradarle y de practicar las más sublimes virtudes. He observado con frecuencia que Jesús no quiere darme nunca provisiones. Me alimenta instante por instante con un alimento recién hecho. Lo encuentro en mí sin saber cómo ni de dónde viene. Creo, sencillamente, que es Jesús mismo, escondido en el fondo de mi pobrecito corazón, quien obra en mí, dándome a entender en cada momento lo que quiere que yo haga» (Manuscritos autobiográficos VIII,2 = A76r). Vive día a día, minuto a minuto, de la gracia de Cristo, que vive en ella.

Así vivía San Pablo: «Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gál 2,19-20). Aqueñ que, de este modo, no vive de sí mismo, sino que vive de Cristo, vive del Pan celestial que el Padre de los cielos le va dando «hoy, cada día»: el Pan de la gracia divina. Vive al día. El que no está en este mundo para ir realizando en él su propia voluntad, sino la voluntad del Padre de los cielos, que se le va manifestando y comunicando cada día, igualmente, vive al día.

«Al presente –confiesa Sta. Teresita– no tenga ya ningún deseo, si no es el de amar a Jesús con locura… Mis deseos infantiles han desaparecido… Ya no deseo ni el sufrimiento ni la muerte, aunque sigo amándolos: el amor es lo único que me atrae… Al presente, sólo el abandono me guía, no tengo otra brújula. Ya no me es posible pedir nada con ardor, excepto el cumplimiento perfecto de la voluntad de Dios sobre mi alma, sin que las criaturas puedan ponerle obstáculos» (VIII,20 = A82v-83r). Vive al día, abandonada a la Providencia divina, sin planes ni voluntades ni deseos propios: suelta en Dios, dócil a su Espíritu.

–Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

-Como el hijo pródigo se vuelve a su padre, seguro de hallar en él perdón, nos volvemos a nuestro Padre celestial (Lc 15,11-32). Como el publicano, sin atreverse a levantar los ojos al fondo del templo (18,13), nos reconocemos «pecadores», siempre necesitados del perdón de Dios. Él «perdona nuestras ofensas» cada día, pues cada día pecamos. Se lo pedimos al Padre por Jesucristo, su Hijo, ya que en él «tenemos la redención, la remisión de los pecados» (Col 1,14).

-El perdón fraterno es tan importante para Cristo que lo enseña en el Sermón de la Montaña, síntesis de su evangelio (Mt 6,14-15; 5,23-24; Me 11,25) ¡y que lo incluye en el Padrenuestro! Y es que tenemos que «ser misericordiosos corno nuestro Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Y hemos de perdonarnos anos a otros como El nos perdona cada día. No es posible amar si no se sabe perdonar. Sin el perdón pronto e incondicionado no es posible  guardar la unión fraterna de la caridad…

Si Dios nos perdona deudas enormes ¿cómo nosotros no perdonaremos las pequeñas deudas que contraen con nosotros nuestros hermanos?. ¿Cómo puede tolerarse eso?… Es como para dar un gran castigo a ese siervo perdonado por su señor, y que no sabe luego perdonar a su compañero. «Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no perdonáis cada uno de corazón a vuestro hermano» (Mt 18,23-35). Incluso a los enemigos hemos de amar y perdonar (5,43-44).

-Donar y per-donar. Eso significa dar y volver-a-dar. Dar y dar-más -y-más. Cuando pecamos rechazamos el don de Dios. ¿Y qué queda entonces? ¿Qué arreglo puede tener ese horror? No hay otra solución posible que el per-don de Dios. El don que le rechazamos por el pecado, nos lo vuelve a dar por su gracia paternal. Vivimos, pues, del don y del per-don de Dios. Continuamente.

-Perdonar con los mismos modos del perdón divino. Eso es lo que hace Dios-Amor con nosotros, y eso es lo que hemos le hacer nosotros, sus hijos. Dios envía el sol de su gracia y la lluvia de su ayuda «sobre malos y buenos», y eso hemos de hacer nosotros, si queremos ser sus hijos (Mt 5,43-48). ¡Nuestro modelo es Dios! Hemos de ser perfectos como Él, también en el arte de per-donar. «Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos» (Ef 5,1). Perdonemos, pues

-ilimitadamente, setenta veces siete, diez mil talentos o cien denarios (Mt 8,21-34).

-de todo corazón, sin guardar consentidamente morbosas memorias rencorosas (18,35).

-sin alegar cuestiones de dignidad, de respeto, de autoridad: «a él le corresponde dar el primer paso» para la reconciliación, «que salga al menos hasta la mitad del camino, y yo le saldré al encuentro». No, no es eso. El Hijo divino-humano, despojándose de su prestigio divino, se abajó hasta la mayor miseria y humillación para perdonarnos (Flp 2,5-8). No salió a medio camino, sino que vino hasta nuestra misma miserable casa.

-rápidamente, instantáneamente, de tal modo que coincida la ofensa y el perdón (no andemos «gestando» el perdón durante nueve meses, hasta que, al fin, lo parimos). Más aún: que nuestro perdón preeceda si es posible a la ofensa prevista, anticipándose con palabras o gestos oportunos, para evitar que aquélla se produzca. No dando lugar a ella, siempre alertas a guardar la unión de la caridad.

«Soportaos y perdonaos mutuamente, siempre que alguno diere a otro motivo de queja: como el Señor os perdonó, así también perdonaos vosotros» (Col 3,13). «Sed unos con otros bondadosos y compasivos, y perdonaos unos a otros, como Dios os ha perdonado en Cristo» (Ef 1,32). Y tened mucho cuidado, pues «con la medida con que midiereis seréis medidos» (Mt 7,2).

 –No nos dejes caer en la tentación

-No permitas, Padre, que nos pongamos en tentación. Por supuesto que «Dios ni es tentado por el mal, ni tienta a nadie» (Sant 1,13). Le pedimos que «no nos permita entrar en» la tentación, en el camino que lleva al pecado, pues nos sabemos inmensamente débiles. Que no nos deje ni siquiera aproximarnos al mal, atraídos por su fascinación, llevados por curiosidad morbosa. Y que si lo hacemos, «no nos deje caer» en el pecado.

-Las tentaciones-pruebas son necesarias para nuestro crecimiento espiritual, pues con ocasión de ellas realizamos, con la ayuda de la gracia, actos intensos, y éstos son precisamente los que nos hacen crecer en Cristo, y los que nos consiguen «una virtud probada» (Rm 5,3-5).

«No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito» (1Cor 10,13).

Pero las tentaciones-pecaminosas han de ser evitadas con absoluto empeño: «Probadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos hasta de la apariencia del mal» (1Tes 5,21-22).

-Saber reconocer las tentaciones del mundo, pues a veces estamos tan acostumbrados a ellas que ya ni siquiera nos parecen tentaciones. Terrible error: ver el mundo como un plano horizontal, neutro, en el que lo mismo se puede excavar un pozo hacia abajo, que construir una torre hacia arriba. Terrible error, hoy muy frecuente. E1 mundo no es un plano horizontal, sino que es un medio que está inclinado hacia el mal –en sus ideas y costumbres–. Y quien no camina en él con sumo cuidado y bien agarrado al brazo fuerte de Cristo, rueda por la pendiente. «Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos» (Mt 10,16). «¡No nos dejes caer en la tentación!». Lo pedimos cada día, cada minuto, convencidos de que sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

-«Vigilad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es débil» (Mc 14,38). Cristo ha vencido al mundo y al Tentador, príncipe de este mundo (Jn 16,33). Y lo ha vencido desde el principio, ya en el desierto (Mt 4,11), y al final, lo vence definitivamente en su agonía última (26,36-44).

Continuas exhortaciones de Cristo a la vigilancia en este mundo (Mc 13,9.23.33-37; 14,38; Lc 12,35-40). Y de los Apóstoles (1Cor 16,13; Col 4,2; 1Tes 5,6; 1Pe5,8). Y vemos, sin embargo, tantos cristianos que caminan tranquilamente por el mundo como si no fuera un campo minado, sino un campo de hierba con florecitas.

La fe en Cristo nos da «la victoria sobre el mundo» (1Jn 4,4), y nos la da por la vigilancia. Esa vigilancia hecha de humildad, de conciencia de la propia debilidad, de atención a Dios: «estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento» (Mc 13,33). «Vigilad y orad, para no entrar en la tentación». Padre nuestro, «no nos dejes entrar en tentación», y levántanos, si caemos en ella por nuestra culpa.

–Y líbranos del Maligno

-Cristo lo pide por nosotros: Padre, «no te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15).

-«En este petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El diablo es aquel que se atraviesa en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo» [2851]. Es «homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), su estilo para tentar es siempre engañoso, escondido, sinuoso, con apariencia de bien. Es Satanás, «el seductor del mundo entero» (Ap 12,9).

«Toda la tierra seguía admirada a la Bestia. Adoraron al Dragón [Satanás] porque había dado el poder a la Bestia, y adoraron a la Bestia… que profiere palabras llenas de arrogancia y de blasfemia… y le fue otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos. Y le fue concedida autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación. La adoraron todos los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito, desde el principio del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado» (Ap 13,4-8). Pero «si alguno adora la Bestia y su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano [en el pensamiento o en la acción, en ideas o costumbres], éste beberá del vino del furor de Dios, que ha sido derramado sin mezca en la copa de su ira, y será atormentado con el fuego y el azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero, y el humo de su tormento subirá por los siglos de los siglos, y no tendrán reposo día y noche aquellos que adoren a la Bestia y a su imagen y los que reciban la marca de su nombre. Aquí está la paciencia de los santos, aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe de Jesús» (14,9-12).

-«Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros, de los que él es autor o instigador. En esta última petición la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo» [2854]. Es lo que se pide en el embolismo que sigue en la misa al PN: «líbranos de todos los males, Señor… de todo pecado y perturbación».

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

13 comentarios

  
Jaime Fdez de Córdoba
Páter, he de confesar que durante la Misa rezo la primera versión del Padrenuestro; pero en lugar de "perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores" digo "...así como nosotros PERDONEMOS a nuestros deudores", porque sinceramente la primera fórmula no la puedo pronunciar sin decir mentira. Y otra cuestión ¿es completamente inocente el cambio de "líbranos del Maligno" por "líbranos del mal"? parece que del Infierno y de Satanás no se quiere hablar...mi párroco es un hombre bueno y ortodoxo, pero en sus (muy trabajados) sermones siempre evita hablar del infierno y de Satán, aunque la Lectura los mencione. Parece que se teme perder "clientela".
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JMI.-El "sed libera nos a malo" es traducción muy antigua, ya está en la Vulgata de San Jerónimo (+420). La frase ha sido entendida, ya en los comentarios de los Padres antiguos (que hay muchos trataditos sobre el Padrenuestro), preferentemente como líbranos del Maligno, del Malo. Pero también se ha entendido como líbranos del "mal", de todos los males, especialmente del pecado, que siempre se produce bajo el influjo del Maligno; aunque también de otros males (hambre, enfermedades, guerra, calumnias, etc.).

Son temas muy complejos, con historia muy larga.
Si le interesa estudiar el tema más a fondo, le recomiendo la obra de Santos Sabugal, Abbá... La oración del Señor (BAC, Madrid 1985, 759 págs.). Las interpretaciones que podamos discurrir de un cierto punto, si están hechas "a ojo", no tienen ningún valor.
31/07/14 2:12 PM
  
Alf_3
Y darme cuenta de que casi todos mis quehaceres actuales son para mi beneficio, siempre busco mi bienestar, mi beneficio, mis gustos...; y aunque no sean pecados en si mismos, mi actitud está buscando mi satisfacción.
En este momento de mi vida,¿cómo me salgo de mi?
No lo veo claro. Creo El tiene planes para estos momentos y me está preparando. Necesito ser más dócil para responder mejor.
Ayúdame Señor. Qué vea más claro.
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JMI.-Que yo disminuya y que Tú crezcas en mí.
31/07/14 8:41 PM
  
Luiscar
Es una bendicion leerle Padre Iraburu,es una gracia de Dios,es un instrumento de santificacion,una vasija para usos nobles;gloria y gracias a Dios por ello.
La Paz de Cristo.
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JMI.-Bendición +
01/08/14 4:23 AM
  
Luis Fernando Velásquez
Su sitio es una joya. He convertidos unos articulos en ebooks y quisiera enviarselos. Son extraordinarios para hacer la lectura espiritual en una tablet. Yo tengo una IPAD y es maravilloso. A que correo se los puedo enviar?
Un abrazo y que Dios lo bendiga por su trabajo
Luis F
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JMI.-Muchas gracias. Dios se lo pague.
Cuanto más difusión demos a las verdades católicas por todos los medios a nuestro alcance, más colaboramos a glorificar a Dios y a la santificación-salvación de los hombres.
Bendición +
02/08/14 12:20 AM
  
Catholicus
Muy interesante Padre, muchas gracias.
Se oye muchas veces que el "reino" ya está aquí, en la Iglesia, en el Santísimo etc.

Pero ocurre que para algunos esto significa una cojera en la esperanza escatológica, donde en realidad no hay que esperar esa Segunda Venida que culmine lo comenzado.

Me gusta reordar que el Catecismo dice que el Reino lo tenemos nada más que en GERMEN:

CEC 669 "La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio"(LG 3), "constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" ...

764 ..El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño" (Lc 12, 32), de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los que él mismo es el pastor

768 ..Ella constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra" (LG 5).

Cuando pedimos "venga a nosotros tu Reino", estamos pidiendo que se aceleren los dramáticos acontecimientos de los Últimos Tiempos, necesarios para los nuevos cielos y la nueva tierra.

Interesante que conozcan esto los cristianos cojos espiritualidad escatológica, y hasta maniáticos contra ella. Es una cojera fruto de contaminación naturalista.
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JMI.-Dice bien.
El "venga a nosotros tu Reino" es muy importante en el Padrenuestro. Impulsa la ascética personal y la acción apostólica y misionera. Y levanta nuestra esperanza, porque YA Jesucristo, a quien ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, "reina" en la historia humana; y porque nos asegura que, finalmente, "reinará" en forma absoluta y definitiva, vencidos todos sus enemigos, incluida la muerte.
02/08/14 12:35 PM
  
Juan Argento
Una observacion que he hecho es que lo que se pide en las tres primeras peticiones tiene continuidad en la visión y amor beatificos, en el cielo, mientras que lo que se pide en las cuatro ultimas peticiones es transitorio para este mundo.

Por un lado, es en la vision beatifica cuando las criaturas santifican perfectamente el nombre de Dios, cuando Dios reina perfectamente en ellas, y cuando se realiza perfectamente la voluntad de Dios, tanto la re-creativa (lo que El quiere hacer en nosotros) como la normativa (lo que El quiere que nosotros hagamos). Todo esto por Cristo, con Cristo y en Cristo, que ya en su vida terrena santificó perfectamente el nombre de Dios, fue El mismo el Reino de Dios, y realizó perfectamente su voluntad.

Por otro lado, en la vision beatifica la comunion con Dios es perfecta y ya no necesita ser alimentada por la Eucaristia, no hay posibilidad de ofender al Señor, no hay tentaciones, y no hay peligro de daño debido a la accion de angeles caidos o a males temporales.

02/08/14 6:41 PM
  
Juan Argento
Otra observación que hice es que el orden de las peticiones indica su jerarquia. Así, pedir primero que sea santificado el nombre de Dios está en línea con la noción de que "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios" (Concilio Vaticano I: DS 3025).

Como alguien podria encontrar dificil de entender a primera vista la relación entre la glorificación de Dios y el bien de las criaturas, comparto a continuación mi entendimiento de que éstas no son dos realidades distintas, aunque estén relacionadas o incluso unidas, sino dos aspectos de la misma realidad. De modo que, pidiendo que el nombre de Dios sea santificado, estamos pidiendo el mayor bien de las criaturas.

Para empezar, la noción de que "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios" debe estar siempre unida a la de que Dios es infinitamente perfecto, glorioso y feliz en Sí mismo, tal que esa perfeccion, gloria y felicidad no pueden aumentar en lo mas minimo por accion de las criaturas, simplemente porque son absolutamente infinitas eternamente. Por lo tanto, Dios ha creado todas las cosas, explica San Buenaventura, "no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla". Como dice el Concilio Vaticano I, "para manifestar su perfección por los bienes que otorga a sus criaturas" (DS 3002).

Así, como dice el Catecismo, "la gloria de Dios consiste en que se realice esta manifestación y esta comunicación de su bondad para las cuales el mundo ha sido creado." Ahora bien, la manifestación se realiza cuando hay percepción, y la comunicación cuando hay recepción. Todo lo cual es sintetizado en la afirmacion de San Ireneo de Lyon: "Porque la gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios". Porque es claro que la manifestación/percepción y comunicación/recepción de la gloria, perfección y bondad divinas (que no son realmente distintas entre sí, porque la naturaleza divina es absolutamente simple) se realizan plenamente en la visión beatifica.

A partir de lo cual volvemos a la primera peticion del Padre Nuestro al observar que esa visión es activa, no pasiva, y que la actividad que "naturalmente" realizan las criaturas durante la vision beatifica es la alabanza. Lo cual es claro a partir de la visión de Isaías 6, 1-4, en la cual los serafines, a los que la tradición cristiana considera el primer coro angélico y que por lo tanto son los que mas intensamente gozan de la visión beatífica, alaban incesantemente a Dios, literalmente santificando su nombre: «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria.»

Este pasaje resume lo que dije hasta ahora: las criaturas que gozan el bien en mayor grado, los ángeles del primer coro, están "naturalmente" santificando el nombre de Dios. La alabanza a Dios es parte "natural" de la vision beatifica, es la manera activa de vivirla. Una analogia muy limitada es el aplauso que naturalmente brota de la audiencia al escuchar un concierto magistral. Obviamente por las limitaciones de la existencia terrena no es posible escuchar y aplaudir a la vez, pero en la vision beatifica si se puede gozar y alabar a la vez.

Por lo tanto la glorificación de Dios y el mayor bien de las criaturas no son dos realidades distintas sino dos aspectos de la misma realidad. Si bien esta realidad se realiza, valga la redundancia, plenamente en la vision beatifica, en esta tierra la alabanza a Dios es la manera de estar en su presencia y, dentro de las limitaciones de la existencia terrena, gozar su gloria. Alabanza que obviamente requiere conocimiento, en el cielo intuitivo por la vision, en la tierra remoto por la fe. (Y mas remoto, pero no imposible ni trivial, por la reflexion filosofica, segun San Pablo en Rom 1, 19-21, conocimiento que tambien debe resultar en la glorificacion de Dios.) En sintesis, santificar el nombre de Dios implica entender cual es nuestro mayor bien, justamente el Bien Absoluto, orientarnos hacia El y comenzar ya a gozarlo.

Por supuesto que la santificacion a la que se refiere Jesús no es solamente la alabanza vocal sino la santificacion con la vida. Y por supuesto tambien que el "naturalmente" que puse en comillas dos veces se debe interpretar ortodoxamente y no en sentido pelagiano: ninguna criatura, ángel u hombre, es naturalmente capaz de la vision beatifica, sino que su naturaleza debe ser elevada (por Dios y gratuitamente) a la participacion de la naturaleza divina (2 Pe 1, 4). Pero esta elevacion no es algo "extraño", "postizo" a la naturaleza, sino que realiza de un modo excelente y pleno las aspiraciones mas profundas de esta. Lo cual no significa, para no caer ahora en el error de de Lubac, que sin esta elevacion la naturaleza quedaria frustrada.

Disculpe Padre si me alargué demasiado, pero no creo poder haber sido mas breve, y me parece que lo que compartí puede ser util.

02/08/14 8:17 PM
  
Juan Argento
Un comentario más sobre la petición "hágase tu voluntad". Como dije antes, esta petición involucra los dos planos de la voluntad de Dios:

- la voluntad re-creativa, la "nueva creación" que Dios quiere hacer en nosotros y que sólo El puede hacer: hacernos "partícipes de la naturaleza divina" (2 Pe 1, 4) por la infusión de la gracia santificante y de la caridad.

- la voluntad normativa, lo que Dios quiere que nosotros hagamos, básicamente practicar la caridad en su doble dimensión, amor a Dios y al projimo.

Estos dos planos de la voluntad de Dios y su inseparable relacion, ya que la realización del primero nos capacita para realizar nosotros el segundo, estan particularmente patentes en dos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento respectivamente:

"Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas." (Ez 36, 26-27)

"En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos." (Ef 2, 10)

Como acotación, la expresión "nueva creación" es propia de San Pablo (2 Cor 5, 17 y Gal 6, 15), mientras que San Juan prefiere "nuevo nacimiento". Claramente ambos hablan de lo mismo.
02/08/14 10:05 PM
  
Puber
¿Se emplea en griego la misma palabra para el término "deuda" que para el término "ofensa"?
¿No hay personas, como muchos niños, que nunca han ofendido a Dios personalmente?
¿No se puede deber algo a alguien sin necesidad de haberle ofendido?
¿Es lógico que cambie el Padrenuestro de decirlo en latín o en castellano?
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JMI.-¿Alguna pregunta más?...

Las palabras griegas que aparecen en Mt, Lc, Dídaque son distintas, cada una con sus matices. San Jerónimo en la Vulgata tradujo al latín por "debita", que prevaleció por tradición en las traducciones posteriores al español. Consulte, p. ej., la obra que he citado de Santos Sabugal. No es posible analizar el tema en el blog.
02/08/14 11:37 PM
  
Jaime Fdez de Córdoba
Voy a intentar conseguir el libro que usted recomienda, muchas gracias. (Ahora estoy con "Archipiélago Gulag", 2.200 páginas... la historia de una conversión).
05/08/14 12:46 PM
  
antonio
Muchas Gracias
Que Dios Lo Bendiga
06/08/14 12:57 PM
  
Mikel Maiza Catalán
Muchas gracias por compartir este artículo, padre Iraburu. Si el próximo año sigo ayudando en la catequesis para los niños de primera comunión, ya sé que comentario al padrenuestro voy a utilizar. Digo si sigo ayudando porque en las parroquias rurales de tres pelagatos muchas veces no hay críos. Y, ¡qué poco se valora la catequesis!
Sea como fuere, me guardaré este artículo en pdf y a ver si lo sintetizo. Un saludo de un paisano suyo.
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JMI.-Doy gracias a Dios de que le sirva.
12/08/14 4:06 PM
  
Mateo el publicano
Creo que le falta algo muy importante:"Nos atrevemos a decir", eso es muy profundo, porque tus obras son como las del Padre? Que saca el sol para malos y buenos? Que ama al pecador?
20/08/14 11:34 PM

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