(142) La Cruz gloriosa –VI. La devoción a la Cruz. 2

–¿Otra vez iniciamos una serie de artículos?… Y sobre la Cruz.

–Mis lectores no se cansarán de oír hablar de la Cruz de Cristo, pues en ella tienen puesto el corazón.

La devoción a la Cruz, a Cristo crucificado, a la Pasión de Cristo ha sido desde el comienzo de la Iglesia una de las coordenadas principales de la espiritualidad cristiana. Hoy, sin embargo, es ésta una dimensión espiritual olvidada por muchos cristianos, e incluso impugnada por algunos, como ya vimos (139). Por eso quiero exponer en varios artículos, siguiendo un orden cronológico, una antología de textos, tomados muchas veces de la Liturgia de las Horas. Nos ayudarán a vivir como el apóstol San Pablo: concrucificados con Cristo, predicando a Cristo crucificado, y gloriándonos solamente en la Cruz del Señor.

–San Clemente Romano (+101).

Tácito (+120, Annales 15,44) y San Clemente Romano, tercer sucesor de San Pedro, narran la primera gran persecución de la Iglesia, ordenada por Nerón en el año 64, y describen la variedad terrible de tormentos que hubo de sufrir «una gran multitud» de cristianos en los jardines imperiales del Vaticano. La Iglesia primera, en una exégesis perfecta del Evangelio, entendió en Roma desde el principio que los cristianos, igual que Cristo, debían aceptar fielmente el martirio.

«Todo esto, carísimos, os lo escribimos no sólo para recordaros vuestra obligación, sino también para recordarnos la nuestra, ya que todos nos hallamos en la misma palestra y tenemos que luchar el mismo combate. Por esto, debemos abandonar las preocupaciones inútiles y vanas y poner toda nuestra atención en la gloriosa y venerable regla de nuestra tradición, para que veamos qué es lo que complace y agrada a nuestro Hacedor.

«Fijémonos atentamente en la sangre de Cristo y démonos cuenta de cuán valiosa es a los ojos de Dios y Padre suyo, ya que, derramada por nuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gracia de la conversión».

(Cta. a Corintios 5-6: leer más > LH, 30 junio, Protomártires de Roma).

–San Ignacio de Antioquía (+107).

Este gran obispo sirio, segundo sucesor de San Pedro en la sede de Antioquía, escribe siete cartas a siete Iglesias locales, estando de camino hacia Roma, a donde le conducen para condenarlo a las fieras.Está enamorado del Crucificado, quiere con toda su alma completar en su cuerpo lo que falta a su Pasión salvadora, la que glorifica a Dios y salva al mundo.

«El que está cerca de la espada está cerca de Dios. El que está entre las fieras está con Dios. Solo se necesita que ello sea en el nombre [por causa] de Jesucristo. Yo lo soporto todo a fin de unirme a su pasión, confortándome Él mismo» (Cta. a esmirniotas 4,2).

«Yo voy escribiendo a todas las Iglesias, y a todas les encarezco lo mismo: que moriré de buena gana por Dios, con tal que vosotros no me lo impidáis. Os lo pido por favor: no me demostréis una benevolencia inoportuna. Dejad que sea pasto de las fieras, ya que ello me hará posible alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo.

«Halagad, más bien, a las fieras, para que sean mi sepulcro y no dejen nada de mi cuerpo; así, después de muerto, no seré gravoso a nadie. Entonces seré de verdad discípulo de Cristo, cuando el mundo no vea ya ni siquiera mi cuerpo. Rogad por mí a Cristo, para que, por medio de esos instrumentos, llegue a ser una víctima para Dios… Ahora, en medio de mis cadenas, es cuando aprendo a no desear nada…

«Perdonadme lo que os digo; es que yo sé bien lo que me conviene. Ahora es cuando empiezo a ser discípulo. Ninguna cosa, visible o invisible, me prive por envidia de la posesión de Jesucristo. Vengan sobre mí el fuego, la cruz, manadas de fieras, desgarramientos, amputaciones, descoyuntamiento de huesos, seccionamiento de miembros trituración de todo mi cuerpo, todos los crueles tormentos del demonio, con tal de que esto me sirva para alcanzar a Jesucristo» (Cta. a romanos 3,1-5,3: leer más > LH, lunes X semana T. Ordinario).

–Carta de Bernabé (principios s. II).

Autores antiguos atribuyeron erróneamente al compañero de San Pablo esta carta, escrita en el ambiente de Alejandría a comienzos del s. II. Muriendo Cristo en la Cruz, destruye en nosotros al hombre viejo pecador, y resucitando, nos da nacer de nuevo. Gracias a Él, somos nuevas criaturas, nacidas de Dios.

«El Señor soportó que su carne fuera entregada a la destrucción, para que fuéramos santificados por la remi­sión de los pecados, que se realiza por la aspersión de su sangre… “Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca” (Is 53,5-7)…

«Hermanos, considerad esto: si el Señor soportó sufrir por nosotros, siendo él el Señor de todo el universo, a quien Dios dijo en la creación del mundo: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gén 1,26), ¿cómo ha aceptado el sufrir por mano de los hombres? Aprendedlo: los profe­tas, que de él recibieron el don de profecía, profetizaron acerca de él. Era necesario que éste se manifestara en la carne, para destruir la muerte y manifestar la resurrección de entre los muertos, y por eso ha soportado sufrir de esta forma, pa­ra cumplir la promesa hecha a los padres, y para constituirse un pueblo nuevo, que Él mismo juzgará, una vez que haya obrado la resurrección de los muertos».

(Carta de Bernabé, 5,1-8; 6,11-16: leer más > LH, martes XVIII semana T. Ordinario).

–Anónimo

Ésta es una Homilía antigua sobre el grande y santo Sábado. En ella Cristo desciende al abismo y anuncia a Adán y a todos los muertos el triunfo de su Cruz, que les devuelve a la vida, a una vida inmensamente mejor que la que perdieron al morir.

«¿Qué es lo que hoy sucede? Un gran silencio envuelve la tierra; un gran silencio porque el Rey duerme. La tierra temió sobrecogida, porque Dios se durmió en la carne y ha des­pertado a los que dormían desde antiguo. Dios ha muerto en la carne y ha puesto en conmoción al abismo. Va a buscar a nuestro primer padre como si fuera la oveja perdida. Quiere absolutamente visitar “a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte” (Lc 1,79). Él, que es al mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de su prisión y de sus dolores a Adán y a Eva.

«El Señor, teniendo en sus manos las armas vencedoras de la cruz, se acerca a ellos. Al verlo nuestro primer padre Adán, asombrado por tan gran acontecimiento, exclama y dice a todos: Mi Señor esté con todos”. Y Cristo, respondiendo, dice a Adán: “Y con tu espíritu”. Y tomándolo por la mano le añade: “Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz” (Ef 5,14).

«Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo… A ti te mando: despierta tú que duermes, pues no te creé para que permanecieras cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate, imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en mí, y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona.

«Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, tu Señor, he revestido tu condición servil… por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara, que he soportado para devolverte tu pri­mer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen de­formada; contempla los azotes en mis espaldas, que he aceptado para aliviarte del peso de los peca­dos, que habían sido cargados sobre tu espalda; contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero, pues los he aceptado por ti, que maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido.

«Dormí en la cruz, y la lanza atravesó mi costado, por ti, que en el paraíso dormiste, y de tu costado diste origen a Eva. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te saca del sueño del abismo. Mi lanza eliminó aquella espada que te amenazaba en el paraíso. Levántate, salgamos de aquí. El enemigo te sacó del paraíso; yo te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celeste.

(MG 43, 439. 451. 462-463: leer más > LH, Sábado Santo).


–San Melitón de Sardes (s. II)

Obispo de Sardes, en Lidia, fue asceta y teólogo sumamente venerado. Hacia el 190, se le nombra en un escrito entre «las grandes estrellas» del Asia Menor. En este texto afirma la preexistencia de Cristo, que obra en la historia antigua de la salvación, y contempla el misterio pascual del Cordero inmolado por nosotros, que quita el pecado del mundo en su sacrificio de expiación.

«Muchas predicciones nos dejaron los profetas en torno al misterio de Pascua, que es Cristo: a él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. Él vino desde los cielos a la tierra a causa de los sufrimientos humanos; se revistió de la naturaleza humana en el vientre virginal y apareció como hombre; hizo suyas las pasiones y sufrimientos humanos con su cuerpo, sujeto al dolor, y destruyó las pasiones de la carne, de modo que quien por su espíritu no podía morir acabó con la muerte homicida.

«Se vio arrastrado como un cordero y degollado como una oveja, y así nos redimió de idolatrar al mundo, como en otro tiempo libró a los israelitas de Egipto, y nos salvó de la esclavitud diabólica, como en otro tiempo a Israel de la mano del Faraón; y marcó nuestras almas con su propio espíritu y los miembros de nuestro cuerpo con su sangre.

«Éste es el que cubrió a la muerte de confusión y dejó sumido al demonio en el llanto, como Moisés al Faraón. Éste es el que derrotó a la iniquidad y a la injusticia, como Moisés castigó a Egipto con la esterilidad. Éste es el que nos sacó de la servidumbre a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al recinto eterno, e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido y eterno. Él es la Pascua de nuestra salvación.

«Éste es el que tuvo que sufrir mucho y en muchas ocasiones: el mismo que fue asesinado en Abel y atado de pies y manos en Isaac, el mismo que peregrinó en Jacob y fue vendido en José, expuesto en Moisés y sacrificado en el cordero, perseguido en David y deshonrado en los profetas.

«Éste es el que se encarnó en la Virgen, colgado del madero, sepultado en tierra, y el que, resucitado de entre los muertos, subió al cielo. Éste es el cordero que enmudecía y que fue inmolado; el mismo que nació de María, la hermosa cordera; el mismo que fue arrebatado del rebaño, empujado a la muerte, inmolado al atardecer y sepultado por la noche; aquel que no fue quebrantado en el leño, ni se descompuso en la tierra; el mismo que resucitó de entre los muertos e hizo que el hombre surgiera desde lo más hondo del sepulcro».

(Homilía sobre la Pascua 65-71: leer más > LH, Jueves Santo).


–Anónimo (s. II)

En esta homilía antigua predicada en la celebración anual de la Pascua cristiana, la pasión de Cristo y su resurrección gloriosa se contemplan como la causa permanente de la Santa Iglesia.

«La pasión del Salvador es la salvación de la vida de los hombres. Para esto quiso el Señor morir por nosotros, para que creyendo en él, llegáramos a vivir eternamente. Quiso ser, por un tiempo, lo que somos nosotros, para que nosotros, participando de la eternidad prometida, viviéramos con él eternamente. Ésta es la gracia de estos sagrados misterios, éste el don de la Pascua, éste el contenido de la fiesta anhelada durante todo el año, éste el comienzo de los bienes futuros.

«Ante nuestros ojos tenemos a los que acaban de nacer en el agua de la vida de la madre Iglesia: reengendrados en la sencillez de los niños, nos recrean con los balbuceos de su conciencia inocente. Presentes están también los padres y madres cristianos que acompañan a su numerosa prole, renovada por el sacramento de la fe. Destellan aquí, cual adornos de la profesión de fe que hemos escuchado, las llamas fulgurantes de los cirios de los recién bautizados, quienes, santificados por el sacramento del agua, reciben el alimento espiritual de la eucaristía.

«Aquí, cual hermanos de una única familia que se nutre en el seno de una madre común, la santa Iglesia, los neófitos adoran la divinidad y las maravillosas obras del Dios único en tres personas y, con el profeta, cantan el salmo de la solemnidad pascual: “éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Sal 117,24)» .

(Homilía pascual antigua: leer más > LH, miércoles Octava de Pascua).

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

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6 comentarios

  
Jordi
1. Buscando por la red, he encontrado unos sitios de supuestas revelaciones sobre la cruz gloriosa, de las cuales desearía saber su opinión:

a) Apóstoles de la Cruz Gloriosa

www.apostolidellacrocegloriosa.it

b) Cruz Gloriosa de Dozulé

- foros-virgen-maria.blogspot.com/2010/04/la-cruz-gloriosa-de-dozule-apariciones.html
- en.wikipedia.org/wiki/Cross_of_Dozul%C3%A9


2. Ha sido muy interesante la serie sobre la cruz gloriosa, y en mi opinión, al leer esta homilia anónima sobre Adán y Jesús, soy del parecer que uno de los principales problemas del catolicismo se encuentra en su base, Adán y Eva, Caín y Abel, Noé y Babel, que se consideran como mitos simbólicos ficticios, sin real existencia histórica.

Según tengo entendido, una corriente teológica considera como el inicio de la verdadera historia el Génesis 12 con Abraham.

De otro lado, leí que el minimalismo bíblico considera sólo como real el Rey Josías, quien con Jeremías dicen que hizo el Deuteronomio, mientras que dicha escuela considera todos los personajes bíblicos anteriores a Josías como pura fábula, sólo útil para justificar el poder real del rey de Judá.
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JMI.- Yo le aconsejo pensar-creer-vivir según lo que la santa Iglesia Católica, Esposa de Cristo, Mater et Magistra enseña. Si nos salimos del campo iluminado por su luz, nos perdemos en teorías, hipótesis y tesis cuya verificación no merece el gasto que implica de nuestras neuronas y de nuestro tiempo.
Cordial saludo en Cristo.
01/07/11 5:33 PM
  
Cayetano
Nacemos marcados con la cruz, a lo largo de nuestra vida nos santiguamos constantemente con el signo de la cruz, y cuando llega la cruz solo pensamos en quitarnosla y abandonarla. Necesitamos de dosis especiales de textos y meditaciones sobre la cruz. Algo se nos olvida ! Sin ella no hay Gloria. Que el Señor nos de el don de apreciar que la cruz es nuestra santidad, nuestra Verdad, nuestra autenticidad, que ella sea el motivo del contagio de nuestra fe. ,ayudanos Señor,,,¡Que pobes somos,¡,
02/07/11 9:28 AM
  
Joaquín
Para Jordi: el minimalismo bíblico del que hablas no dice más que chorradas porque la arqueología confirma la existencia de muchos de los monarcas mencionados en los Libros de los Reyes anteriores a Josías. Por ejemplo:
–Del Reino del Norte (Israel): Jeroboam, Omri, Ajab, Joram, Jehú, Jeroboam II, Menahem, Peqaj, Oseas.
–Del Reino de Judá:Joas, Uzías, Ahaz, Ezequías y Manasés.
También ha confirmado la veracidad de gran parte de lo que se narra en esos libros.
Y es muy probable que en el futuro pueda confirmar otras muchas cosas.
02/07/11 7:58 PM
  
Jordi
Parece que Jesús interviene en los debates filosóficos de cada época.

Mientras el deismo (s. XVII) propugna un Dios de la razón, frío y abstracto, que eclosionaría en el Gran Arquitecto masónico del s. XVIII, surge la devoción al Sagrado Corazón de Santa Margarita (s. XVII)

Cuando las grandes ideologías del fascismo y del comunismo tenían su auge en los años 1920-1930, resurge la devoción al Corazón de María y nace la Divina Misericordia (el corazón del que sale luz de sangre y agua)

Cuando se ve la cruz de Cristo como un instrumento de ejecución y tortura, con un Jesús muerto ya, parece que surge la Cruz Gloriosa, que apunta no sólo a la resurrección y gloria, sino a su advenimiento: es un Jesús vivo, cercano, que vendrá.
07/07/11 11:34 PM
  
Guilherme Ferreira Araújo
Reverendo padre Iraburu, peço sua bênção e suas orações!

Peço desculpas também por escrever em português.

Escrevo do Brasil para lhe falar sobre uma iniciativa que nós, do site www.votocatolico.com.br, tomamos. Como o sr. já afirmou em mais de uma ocasião que seus textos são de livre difusão, iniciamos a tradução dos seus artigos sobre católicos e política, para oferecer aos brasileiros um material de qualidade ao laicato brasileiro. Escrevo isso nesse campo de comentários, porque não consegui obter seu endereço de e-mail particular. Espero que o sr. receba esta notícia com alegria. Se o sr. não quiser que continuemos com a tradução e divulgação dos artigos, basta dizer-nos para que retiremo-los de nossa página.

Continue firme em todos os seus apostolados e em seu ministério sacerdotal. A Igreja precisa de mais sacerdotes como o sr.

Um abraço,

Guilherme Ferreira Araújo

Editor do Voto Católico Brasil.
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JMI.- Amén. Benedicamus Domino. Deo gratias. Benedictio +
08/07/11 1:07 AM
  
Marta de Jesús
'Ahora, en medio de mis cadenas, es cuando aprendo a no desear nada…'
Textos con mucha chicha.

Seguiré leyendo su magnífico blog, aunque no participe. Gracias, padre.

05/08/23 7:51 PM

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