Reflexiones sobre el Documento de Trabajo para la Etapa Continental (DEC) del Sínodo 2021-2024
A fin de contribuir al proceso eclesial de discernimiento sobre el DEC (cf. DEC, n. 109), ofrezco mis respuestas personales a las tres preguntas indicadas en el n. 106 de ese documento. En adelante, para referirme al DEC, citaré sólo los numerales o las páginas correspondientes.
“Después de leer el DEC y haber estado en oración, ¿qué tensiones o divergencias sustanciales surgen como particularmente importantes desde la perspectiva del continente? En consecuencia, ¿cuáles son las cuestiones e interrogantes que deberían abordarse y considerarse en las próximas fases del proceso?” (n. 106, pregunta 2).
Respuesta. Considero que en las próximas fases del proceso sinodal debería abordarse la gran cuestión de la profunda crisis actual de la Iglesia Católica, considerándola ante todo como una crisis de fe, una de cuyas causas principales es la secularización de la Iglesia promovida por agentes externos e internos.
Los Papas San Pablo VI, San Juan Pablo II y Benedicto XVI expresaron más de una vez de un modo muy claro ese preciso diagnóstico de la actual crisis eclesial. Para no alargar demasiado mi respuesta, no incluiré citas de esos tres Papas para probar este punto, pero cualquiera puede encontrarlas fácilmente. Sí incluiré, por ser menos conocida, una cita del actual Arzobispo de Montevideo que manifiesta esa misma visión: “La fe se va enfriando cada vez más en la vida de nuestra gente. Como una nueva ola glacial secularizadora que ya no vemos solo de fuera sino que ha ido penetrando en la misma Iglesia, es decir, en nosotros. Este es el punto clave.” (Cardenal Daniel Sturla, carta pastoral ¡Devuélveme la alegría de tu salvación!, p. 8; cf. pp. 15, 24, 28, 37, 39).
Sí, ése es el punto clave de nuestra actual realidad eclesial; ¡pero el DEC no muestra ningún signo de que el actual proceso sinodal lo considere así! Si no se aborda ese problema en serio, como es debido, todas las discusiones sinodales se parecerán a una orquesta que toca alegremente su repertorio musical en la cubierta de un barco que se está hundiendo. Un ejemplo de esto es el caso de los dos Sínodos de la Familia de 2014 y 2015, que no reflexionaron en serio sobre la gravísima caída del número de los matrimonios sacramentales en gran parte del mundo. ¿Qué clase de renovación de la pastoral familiar puede dar frutos si ignora el hundimiento práctico del matrimonio, base de la familia? En el mejor de los casos ese proceso sinodal fue una gran pérdida de tiempo y de recursos.
En el propio DEC podemos apreciar signos obvios de la “secularización interna” de la Iglesia a la que aludió el Cardenal Sturla. Por ejemplo, en las 58 páginas del DEC no aparece ni una sola vez ninguna de las siguientes 50 palabras importantes del lenguaje cristiano tradicional: cielo, celestial, paraíso, infierno, infernal, purgatorio, purificación, alma, santos, santidad, ángel, demonio, diablo, Cruz, resurrección, revelación, credo, dogma, Creador, Redentor, Santificador, Trinidad, trinitario, divinidad, adoración, Virgen, caída, Salvador, redención, Parusía, juicio, gloria, virtud, confirmación, penitencia, ascesis, creer, ética, ley, castidad, obediencia, mandamiento, precepto, cisma, herejía, apostasía, arrepentimiento, vigilancia, perseverancia, combate.
¡María es mencionada una sola vez, y en una cita! La palabra moral aparece una sola vez, y como parte de la expresión “autoridad moral". La palabra pecado aparece dos veces: en una cita y en una referencia a las “estructuras de pecado". La palabra matrimonio aparece dos veces, en ambos casos en referencia al “matrimonio polígamo".
En cambio, la palabra sinodalidad aparece 51 veces en el DEC y la palabra sinodal otras 100 veces. De modo que estas dos palabras, que podemos considerar “nuevas” en el contexto del lenguaje católico, figuran 151 veces en el DEC (en promedio, casi tres veces por página). Este dato evidencia el carácter marcadamente “auto-referencial” del Sínodo de la Sinodalidad.
El Concilio Vaticano II trató esencialmente acerca de la Iglesia, para completar la tarea inconclusa del Concilio Vaticano I. Pero desde el fin del Vaticano II los fieles católicos parecemos habernos obsesionado con el tema de la Iglesia, mientras a nuestro alrededor la fe en Dios, en Cristo y en la misma Iglesia Católica parece desvanecerse, y la práctica de los mandamientos divinos y de los preceptos de la Iglesia se derrumba. En los últimos 60 años, mientras la Iglesia Católica se asemeja cada vez más a una “viña devastada” (cf. Isaías 5,1-7), se han replanteado insistentemente preguntas a las que la doctrina cristiana tradicional daba respuestas bastante claras y satisfactorias; preguntas como, por ejemplo: ¿Qué significa hoy ser sacerdote (o laico o religioso)?; y: ¿Cuál es el rol del sacerdote (o laico o religioso) en la Iglesia? Muchas veces se han sembrado dudas y cuestionamientos amargos donde hasta hace poco predominaban las certezas unánimes y gozosas.
El Sínodo de la Sinodalidad parece ser un punto de inflexión dentro de ese proceso de angustioso auto-cuestionamiento; pues, como veremos, este Sínodo tiene el potencial suficiente para hacer entrar a la Iglesia en una fase de auto-demolición.
El tema mismo del Sínodo es muy elusivo y ambiguo. El DEC reconoce que “no ofrece una definición de la sinodalidad en sentido estricto” (n. 9). Esto es muy lamentable, ya que ese término, desconocido en la teología católica clásica, asume, en la perspectiva del DEC, un rol capital: “la sinodalidad es un modo de ser Iglesia; es más, [es] el modo [de ser Iglesia]” (n. 3).
Si la sinodalidad es el único modo válido de ser Iglesia y, como enseña el Vaticano II, la única verdadera Iglesia de Cristo subsiste siempre en la Iglesia Católica, entonces la sinodalidad no puede ser una nueva nota característica de la Iglesia, sino sólo una nueva forma de expresar una o varias de las cuatro notas de la Iglesia reconocidas por la Tradición eclesial: unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad.
Si, por el contrario, la sinodalidad es una novedad radical, algo que hasta ahora básicamente no ha existido en la Iglesia, entonces la sinodalidad sólo puede ser algo accidental; por ejemplo, una forma organizativa contingente, no perteneciente a la esencia misma de la Iglesia.
Nótese que la palabra Sinodalidad ni siquiera figura en las 26 páginas del Índice temático del magnífico y voluminoso Catecismo de la Iglesia Católica. La palabra Sínodo sí figura, pero con apenas dos referencias. Su importancia relativa es mucho menor que la de casi cualquiera de las 50 palabras clave que, según dije antes, no aparecen en el DEC (por ejemplo, la palabra Ángel tiene 23 referencias en ese índice).
En síntesis: desde el punto de vista de la fe católica, es absurdo pretender fundar una nueva Iglesia (sinodal) mejor que la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo. Así pues, convendría investigar el sentido de estas expresiones:
- “camino de conversión hacia una Iglesia sinodal” (n. 13).
- “En otros lugares, surgen expresiones que evocan más bien la idea de un distanciamiento entre los miembros de una misma familia y un retorno deseado, el fin de una pérdida colectiva de la propia identidad como Iglesia sinodal. Utilizando una imagen bíblica, se podría decir que el proceso sinodal ha marcado los primeros pasos del retorno de un exilio, cuyas consecuencias afectan a todo el Pueblo de Dios: si la Iglesia no es sinodal, nadie puede sentirse realmente en casa” (n. 24).
- “Una Iglesia sinodal se construye en torno a la diversidad” (n. 87). ¿La Iglesia es una, diversa, sinodal, católica y apostólica?
Analicemos algunas referencias del DEC a la sinodalidad que se aproximan a una definición:
- “Muchas comunidades han comprendido la sinodalidad como una invitación a escuchar a los que se sienten exiliados de la Iglesia” (n. 38). Aquí, cambiando “escuchar” por “escuchar y llamar", la “sinodalidad” aparece como un sinónimo de la índole misionera de la Iglesia.
- “La sinodalidad es una llamada de Dios a caminar juntos con toda la familia humana” (n. 43). Esta frase es muy ambigua. Puede significar que los cristianos deben amar a todos los hombres, lo que es correcto; o bien que se ha de identificar Iglesia y humanidad, lo que es incorrecto.
- “La práctica de la sinodalidad —comunión, participación y misión— debe…” (n. 56) Según esto, la sinodalidad (al menos en la práctica) sería “comunión, participación y misión". O sea, nada nuevo bajo el sol…
- “A largo plazo… la sinodalidad toma la forma de una perenne llamada a la conversión personal y a la reforma de la Iglesia” (n. 98). Aquí la sinodalidad parece equivalente a ser cristiano.
En varios puntos el DEC incluye opiniones que se apartan gravemente de la doctrina católica bíblica y tradicional. Por ejemplo:
A) “Muchas síntesis… piden que la Iglesia continúe el discernimiento sobre algunas cuestiones específicas: …, el diaconado femenino. Se expresan posturas mucho más diversificadas con respecto a la ordenación sacerdotal de las mujeres, que algunas síntesis reclaman, mientras que otras la consideran una cuestión cerrada” (n. 64). Esto último no es una cuestión opinable entre católicos: es una cuestión ya decidida por el Magisterio de la Iglesia.
B) “Entre los que piden un diálogo más incisivo y un espacio más acogedor encontramos a quienes, por diversas razones, sienten una tensión entre la pertenencia a la Iglesia y sus propias relaciones afectivas, como, por ejemplo: los divorciados vueltos a casar, los padres y madres solteros, las personas que viven en un matrimonio polígamo, las personas LGBTQ” (n. 39). Este texto silencia deliberadamente la dimensión objetiva de la moral cristiana y, aparte de “los padres y madres solteros” (expresión que abarca una gran cantidad de situaciones disímiles), se centra en los sentimientos de fieles cuya conducta viola gravemente mandamientos de Dios y de la Iglesia. También silencia deliberadamente el hecho obvio de que existen grupos de presión que, presentándose en nombre de esos fieles, buscan que la Iglesia abandone y repudie la moral católica bíblica y tradicional y su consiguiente disciplina pastoral. El mismo numeral muestra cómo la actitud laxa de muchas iglesias de países desarrollados hacia la conducta homosexual está siendo causa de escándalo en iglesias de países más pobres donde antes ese pecado era poco frecuente (cf. n. 39, cita de CE Lesotho).
C) Se expresa varias veces “un deseo de inclusión radical —¡que nadie quede excluido!—” (n. 11; cf. nn. 30-31), sin explicitar que el seguimiento de Cristo conlleva exigencias religiosas y morales ineludibles. El texto bíblico que se presenta como el leitmotiv del DEC (Isaías 54,2: “Ensancha el espacio de tu tienda"; pp. 1 y 56, y nn. 10, 25, 28, 42) es interpretado de forma acomodaticia para apoyar esa tendencia a una acogida indiscriminada: “La imagen bíblica de la tienda se entrelaza con otras que aparecen en numerosas síntesis… «La Iglesia-casa no tiene puertas que se cierran, sino un perímetro que se ensancha continuamente» (CE Italia)” (n. 29). No se aclara ni se subraya que a la Iglesia, casa de Dios y puerta del cielo, se entra por la puerta del bautismo, al que se accede sólo a través de la contraseña (o “símbolo") de la fe cristiana; fe que se muestra por las obras de caridad (cf. Santiago 2,18).
El DEC elude constantemente una de las enseñanzas fundamentales de Nuestro Señor Jesucristo, su soteriología. Incluyo sólo algunas citas ilustrativas de los Evangelios:
- “Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos” (Mateo 22,14).
- “Convertíos y creed en el Evangelio” (Marcos 1,15).
- “No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos” (Mateo 7,6).
- “Si alguien no os acoge ni escucha vuestras palabras, al salir de aquella casa o ciudad, sacudíos el polvo de los pies. En verdad os digo que en el día del Juicio la tierra de Sodoma y Gomorra será tratada con menos rigor que esa ciudad” (Mateo 10,14).
- “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mateo 16,24-25).
- “En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mateo 18,3).
- “Si tu hermano peca contra ti, vete y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no escucha, toma entonces contigo a uno o dos, para que cualquier asunto quede firme por la palabra de dos o tres testigos. Pero si no quiere escucharlos, díselo a la Iglesia. Si tampoco quiere escuchar a la Iglesia, tenlo por pagano y publicano” (Mateo 18,15-17).
- “Porque a todo el que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene incluso lo que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil, arrojadlo a las tinieblas de afuera: allí habrá llanto y rechinar de dientes” (Mateo 25,29-30).
El DEC no es muy acogedor hacia quienes expresan críticas respecto a la forma que está tomando el actual proceso sinodal mundial. El siguiente texto está dentro de una sección titulada “Los frutos, las semillas y las malas hierbas de la sinodalidad” (sección 1.1, p. 9): “No faltan expresiones muy claras de rechazo: «no me fío del Sínodo. Creo que se ha convocado para introducir más cambios en las enseñanzas de Cristo e infligir más heridas a su Iglesia» (tomado de una contribución individual del Reino Unido). A menudo se ha manifestado la preocupación de que el énfasis en la sinodalidad pueda presionar para que se adopten en la Iglesia mecanismos y procedimientos centrados en el principio de la mayoría democrática” (n. 18).
¿Cómo culpar al católico británico citado y a los demás críticos aludidos si se toman en cuenta los siguientes hechos?
1) El Relator General del Sínodo ha rechazado claramente la doctrina católica sobre la homosexualidad (véanse esta noticia y esta otra).
2) En el actual Sínodo nacional alemán los católicos “progresistas” (mayoritarios en Alemania) procuran abiertamente los siguientes objetivos, propios de iglesias locales aburguesadas y protestantizadas: a) descartar oficialmente la moral sexual católica (a la que desobedecen desde hace décadas), aceptando la anticoncepción, el divorcio, las uniones homosexuales, etc.; b) ordenar diaconisas, sacerdotisas y obispas; c) abolir el celibato sacerdotal; d) pasar de una Iglesia jerárquica a una Iglesia democrática (véase esta noticia).
3) El 21/07/2022 la Santa Sede emitió una declaración diciendo que la Iglesia en Alemania no puede adoptar nuevas formas de gobierno ni cambiar la doctrina y la moral, porque ello sería una amenaza a la unidad de la Iglesia, pero sin descartar que la Iglesia universal, por medio del Sínodo de la Sinodalidad, hiciera esos mismos cambios (véanse esta noticia y este buen comentario).
4) El mismo numeral donde se cita a ese católico que no se fía del Sínodo (insinuándose que él o su desconfianza son “malas hierbas") contiene una cita que muestra la existencia de un fuerte deseo de cambiar a la Iglesia Católica en un sentido liberal, de adaptación al mundo: “Entre las dificultades está también el escepticismo sobre la eficacia real o la intención del proceso sinodal: «algunos expresaron dudas sobre el resultado del proceso sinodal debido a la percepción de la Iglesia como una institución rígida que no quiere cambiar y modernizarse, o por la sospecha de que el resultado del Sínodo esté predeterminado» (CE Canadá)” (n. 39).
5) Muchas declaraciones y actos recientes de distintos miembros de la Jerarquía muestran una clara voluntad de conformar la religión católica a la mentalidad relativista predominante en la cultura occidental (véase este excelente artículo).
Por último, destaco brevemente otros puntos preocupantes:
I) Los autores del DEC, pese a que admiten que éste “no es un documento del Magisterio de la Iglesia” (n. 8), parecen querer canonizarlo: “Ayúdanos a entrar en estas páginas como en ‘tierra sagrada’.” (n. 14). ¡Como si el DEC fuera Palabra de Dios, en lugar de ser un mero documento de trabajo con muchas cosas cuestionables!
II) El DEC presenta erróneamente las opiniones recabadas durante el proceso sinodal como expresiones del sensus fidei del Pueblo de Dios: “En las síntesis, el Pueblo de Dios expresa el deseo de ser menos una Iglesia de conservación y mantenimiento, y más una iglesia misionera” (n. 99; cf. nn. 6-8, 105).
III) Varios textos del DEC manifiestan una tendencia anti-jerárquica:
- “Además, señalan la persistencia de obstáculos estructurales, por ejemplo: estructuras jerárquicas que favorecen las tendencias autocráticas” (n. 33).
- “Tanto en la Iglesia como en la vida consagrada existe un deseo generalizado de un estilo de gobierno circular (participativo) y menos jerárquico y piramidal» (USG/UISG)” (n. 81).
IV) Ciertas expresiones del DEC exhiben una tendencia anti-intelectual (anti-doctrinal y anti-apologética) que es ajena a la Tradición católica:
- “«El mundo necesita una “Iglesia en salida”, que rechace la división entre creyentes y no creyentes, que vuelva su mirada a la humanidad y le ofrezca, más que una doctrina o una estrategia, una experiencia de salvación, un “desborde del don” que responda al grito de la humanidad y de la naturaleza» (CE Portugal)” (n. 42).
- “«… Nuestro diálogo no puede ser un diálogo apologético con discusiones inútiles, sino un diálogo de vida y solidaridad» (Iglesia católica armenia)” (n. 46).
V) El texto bíblico que encabeza el DEC (Filipenses 2,5-7) es presentado en una versión muy inusual: “… no retuvo ávidamente el ser igual al Dios…” (p. 2; el destaque en negrita es mío). Esta extraña versión de Filipenses 2,6 se repite en el n. 28. Ahora bien, en el sitio web Biblia Católica busqué Filipenses 2,6 en 22 traducciones diferentes de la Biblia (sin contar otras ocho que están en idiomas que desconozco). Todas esas 22 Biblias, más otras dos que tengo en casa, dicen en ese lugar “Dios", no “el Dios". ¿Por qué ese afán chocante de novedad?
“Después de leer el DEC en un clima de oración, ¿qué intuiciones resuenan más fuertemente con las experiencias y realidades concretas de la Iglesia en el continente? ¿Qué experiencias parecen nuevas o iluminadoras?” (n. 106, pregunta 1).
Respuesta. Me parece muy lúcido el siguiente aporte: “«Cada día podemos sentir que incluso en nuestro país el anuncio del Evangelio está siendo desafiado por la creciente secularización, el individualismo y la indiferencia hacia las formas institucionales de la religión» (CE Hungría)” (n. 51). Creo que conviene profundizar mucho más esa gran cuestión.
También me parece excelente este aporte: “En la Iglesia católica, los dones carismáticos concedidos gratuitamente por el Espíritu Santo, que ayudan a la Iglesia a “rejuvenecer”, son inseparables de los dones jerárquicos, vinculados al sacramento del orden en sus diversos grados. Un gran desafío para la sinodalidad que ha surgido durante el primer año es el de armonizar estos dones bajo la guía de los pastores, sin oponerlos, y, por lo tanto, sin oponer la dimensión carismática y la dimensión institucional” (n. 70).
“Mirando lo que surge de las dos preguntas anteriores, ¿cuáles son las prioridades, los temas recurrentes y las llamadas a la acción que pueden ser compartidas con las otras Iglesias locales de todo el mundo y discutidas durante la Primera Sesión de la Asamblea Sinodal en octubre de 2023?” (n. 106, pregunta 3).
Respuesta. Reitero lo dicho en mi respuesta a la pregunta 2. Considero que en las próximas fases del proceso sinodal debería abordarse sobre todo la profunda crisis de fe que la Iglesia Católica está sufriendo.
Con respecto a ese grave problema, destaco la solución planteada por el Arzobispo de Montevideo: “tres propuestas de conversión pastoral:… recuperar el discurso básico de la fe; recuperar el sentido del pecado original: su doctrina y sabiduría; y recuperar el sentido integral de la salvación y anunciarla con alegría” (Cardenal Daniel Sturla, op. cit., pp. 34-35).
También destaco el “Decálogo para las reformas de la Iglesia", basado en la Biblia y la Tradición, propuesto en: José María Iraburu, Reforma o apostasía, Fundación GRATIS DATE, Pamplona, 2011, pp. 9-12. Lo ofrezco aquí de forma resumida: 1) El reconocimiento de los males que sufre la Iglesia es necesario para su reforma. 2) El reconocimiento de nuestras culpas, que han traído esos males, es igualmente necesario. 3) Los males que nos abruman son castigos medicinales. 4) No hay remedio humano para nuestros males. 5) Hay remedios divinos sobreabundantes. 6) La oración de súplica es el medio principal para las reformas de la Iglesia. 7) El ejercicio de la autoridad apostólica es condición imprescindible para las reformas de la Iglesia. 8) Se ha de buscar sobre todo la gloria de Dios… 9) Procurando la salvación de los hombres. 10) El amor a la Cruz, la vocación al martirio, es la condición principal para que puedan darse en la Iglesia las reformas que ella necesita.
Daniel Iglesias Grèzes
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6 comentarios
En el párrafo del documento que dice:
«El mundo necesita una “Iglesia en salida”, que rechace la división entre creyentes y no creyentes, que vuelva su mirada a la humanidad y le ofrezca, más que una doctrina o una estrategia, una experiencia de salvación, un “desborde del don” que responda al grito de la humanidad y de la naturaleza» (CE Portugal)” (n. 42).
Incluye la expresión "Iglesia en salida" (una expresión que se ha acuñado como carisma del nuevo pontificado, pero que creo que no debería pasar de ser una expresión coloquial), en vez de la tradicional "Iglesia apostólica".
Rechazar la división entre creyentes y no creyentes resulta confuso cuando menos, anti pastoral y diría, no estoy muy seguro, que anti magisterial.
Contraponer la "experiencia de salvación" a la doctrina o la estrategia parece una mera falacia de falso dilema. La experiencia de fe requiere de doctrina y "estrategia". Vuelve a trocar el bello y preciso lenguaje teológico y tradicional incluyendo la palabra estrategia por pastoral -parece querer cargarla de una connotación peyorativa-. Y la expresión "experiencia de salvación" -Expresión extraña, nadie puede estar seguro de ser salvo- por "conversión".
Además pide volver la mirada al hombre cuando lo que está pidiendo el mundo es volver la mirada a Dios. Esto último deja de manifiesto el otro problema que diagnostica tan acertadamente el artículo: en vez de entender cuales son los problemas acuciantes de la Iglesia actual, desenfoca la mirada hacia cuestiones secundarias cuando no hacia las contaminaciones del mundo.
Y sobre lo del grito de la humanidad y la Naturaleza ¿Cuántos de los que leen esto no estarán pensando en los noticiarios en vez de en Santiago 1:21?
""Por eso, desechad toda inmundicia y abundancia de mal y recibid con docilidad la Palabra sembrada en vosotros, que es capaz de salvar vuestras almas."
No les demos más rango que el que les corresponde, y encima, contra lo que dice nuestra fe.
Saludos cordiales.
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