InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Archivos para: 2016

9.09.16

(147) Comentarios a la definición molinista de libre albedrío

En su controversial Concordia d2, §3, p.12, Luis de Molina establece una definición de libre albitrio que ha causado grandes problemas a la mente católica, y es la base de la moderna concepción voluntarista de libertad. Veamos algunos detalles curiosos de esta definición harto nociva.

 

1.- Definición de libre albedrío en la Concordia.-  «Libre arbitrio es aquello que, puestos todos los requisitos para actuar, puede actuar y no actuar; o bien puede actuar de una manera lo mismo que de la contraria“. (Concordia, pág. 12)».

—Como observa el gran Domingo Báñez en su Apología, c12, esta definición no aparece en El Filósofo, ni por supuesto en Santo Tomás. Más bien es semejante a definiciones nominalistas como la de Almain, que inciden en la igualdad de condiciones entre el acto bueno y su contrario, el acto malo: es decir, en el voluntarismo. Sabido es que Francisco Suárez entiende esta definición como propia de los jesuitas.

También sabemos que Erasmo presentó ante la amenaza luterana algo parecido a esto, pretendiendo que era lo católico.  Y que una visión del libre albedrío de este tenor es lo común en la mente católica de hoy. Y saber esto no sólo es fuente de dolor, sino que aumenta al máximo nuestro celo por la verdad católica y la doctrina tradicional, tal y como es explicada por el tomismo clásico.

Pues bien, como dice el eximio Domingo Báñez en su Apología  c12, §2: “para una mayor comprensión de la definición que han elegido (los molinistas) les debemos preguntar qué quieren decir con estas palabras: “puestos todos los requisitos para actuar”»

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27.08.16

(146) Entre el voluntarismo y Lutero

La herencia de la Modernidad es un sobresaliente antropocentrismo capaz de todo, es decir, de nada bueno. Frustrado de tanto tienes que ser capaz, tienes que ser capaz, durante mucho tiempo pensó el católico que la vida cristiana consistía en hacer lo que Dios nos pide, y que ser santo, hacerse sacerdote, dedicarse a la vida contemplativa o irse de Misión, es simplemente cuestión de generosidad.

Pastorales de este estilo, cansinas y herrumbrosas como viejas llaves oxidadas, mantuvieron cerradas las puertas de gracia, resistiéndose a la alabanza y sobrevalorando la parte humana como el sumando clave en la ecuación.

Y es que el semipelagianismo ha sido durante demasiado tiempo la mala figura del catolicismo. Ya enarboló su bandera el presuntuoso Erasmo, que todo lo sabía, para mal luchar contra Lutero. E hizo creer a muchos que ser católico es ser voluntarista y creer que con la sola y libre voluntad se puede vencer al diablo y al pecado, si uno en verdad se lo propone.

Pero los tiempos de esta impostura han pasado, y en medio de una crisis mastodóntica que nos desafía, o se es apóstol de la gracia, o la identidad católica está perdida, y con ella también la santidad.

16.08.16

(145) Guerra al movilismo

1.- Debemos empeñarnos en una santa reforma de la Iglesia, en que la santidad sea el valor primordial y la sana doctrina su agente de perfeccionamiento. Ecclesia semper reformanda. Porque es urgente y necesario, y con la gracia de Dios posible, detener todo itinerario equivocado, todo paso arbitrario e innecesario que acerque al abismo; todo movimiento descontrolado, querencioso de novedades. ¡Debemos reencontrar la perla que ya poseemos, y es fuente de belleza, paz y quietud en el Señor, porque la recibimos! La santa doctrina de Cristo.

 

2.- No se puede caminar por caminos embarrados. Porque mancharse del barro del camino, si el barro es error y pecado, es malo para la Iglesia, es malo para el cristiano, es malo para toda pastoral que en verdad pretenda el bien de las almas. Y porque el barro esconde arenas movedizas.

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5.08.16

(144) Sobre el furor de la conciencia, o que no se puede ignorar la ley moral sin grave daño

Hay cosas que no podemos dejar de conocer, cosas que no podemos ignorar. Cosas que Dios quiere que sepamos. Cosas que no podemos dejar de conocer sin grave daño, y que por eso la santa doctrina de la Iglesia nos recuerda con ardor. Cosas que una sana y católica pastoral debe ayudar a conocer y cumplir, y no a obviar y soslayar.

Es todo aquello que pertenece a la llamada Ley Natural, para cuyo cumplimiento se nos da la gracia, y por cuyo incumplimiento se nos da el sacramento de la confesión.

Y es que todo pecado grave es un desprecio de la ley moral que no podemos dejar de conocer, y que de hecho conocemos por la conciencia —bien formada siempre por el Magisterio eclesiástico.
 

— ¿Qué es el pecado, sino un aplastamiento de la verdad que no podemos dejar de conocer: no matarás, no adulterarás…. ? Porque para pecar hay que ahogar la verdad que preceptúa la ley. Pero, ¿con qué? Con más pecados, y sobre todo, con el olvido heteropráctico, con la demagogia bienintencionada del encubrimiento, con la ignorancia voluntaria de todo aquello que no podemos ignorar, porque nos va la salvación o la condenación en ello, y que se llama LEY MORAL.

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11.07.16

(143) Combatir la anomia predicando la ley

La ley vive malos tiempos, especialmente en toda mente católica en crisis de identidadMinusvalorada, menospreciada, sirve de arma arrojadiza contra la conciencia, como si ésta no la hubiera de aplicar al caso; es contrapuesta a la gracia, como si ésta no se diera para su cumplimiento. Se ha convertido en lugar común, como si fuera enemiga del Evangelio, y éste no fuera su plenitud, que es Cristo.

—La encíclica Veritatis splendor, de San Juan Pablo II, consciente de esta crisis de anomia en numerosas iglesias locales descristianizadas,  recoge entre sus luminosas páginas el pensamiento del Concilio Vaticano II acerca de esta importante cuestión:

«43. El concilio Vaticano II recuerda que «la norma suprema de la vida humana es la misma ley divina, eterna, objetiva y universal mediante la cual Dios ordena, dirige y gobierna, con el designio de su sabiduría y de su amor, el mundo y los caminos de la comunidad humana. Dios hace al hombre partícipe de esta ley suya, de modo que el hombre, según ha dispuesto suavemente la Providencia divina, pueda reconocer cada vez más la verdad inmutable» 

«El Concilio remite a la doctrina clásica sobre la ley eterna de Dios. »

 

A) COMBATIR LA ANOMIA

I.- LA ANOMIA, GRAN MAL. NECESIDAD DE PREDICAR LA LEY

Y es que el virus nominalista, que causó la Modernidad, introdujo esta enfermedad en numerosas iglesias locales en vías de descristianización, dañando la vida cristiana de los fieles, -y muy en especial la institución del matrimonio. Usando la tremenda expresión de Péguy, la anomia produce innumerables exsantos. Porque el desprecio de la ley es un desprecio nihilista, que reduce al mínimo la vida cristiana, sofocando la gracia en lugar de darle alas, frustrando todo proyecto de vida en gracia.

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