Querido Beltrán
Querido Beltrán, tan pequeño, tan amado por tus seres queridos, y ya en el cielo. Anteayer pasaste de estar rodeado de los que te amaban a estar rodeado de ángeles y santos. A la vez que tu madre, desesperada, te vio marchar, la Madre de Dios, madre tuya y nuestra, te recibía en sus brazos. Ella, María, también sufrió cuando vio a su Hijo morir. Pero ahora ya sabes, Beltrán, porqué murió el Hijo de María. Para que tú hoy puedas estar junto a Él en el cielo.
Beltrán, con apenas tres añitos de vida ya has entrado en la vida eterna. Tú ya sabes mucho más de Dios que yo, que todos los que aquí peregrinamos hacia donde, si se nos concede el don de la perseveracia final, tú ya estás. Tú ya ves a al Señor cara a cara. Y ves también a toda la corte celestial, de la que ya eres parte.
Pequeño, tu muerte, aun siendo muy dolorosa, aun siendo trágica, ya está produciendo frutos. Cuando tu obispo, Mons. José Ignacio Munilla, fue a dar la bendición tras rezar Vísperas con tu familia y cuatrocientas personas, tu madre pidió hablar, lo que le fue concedido, y dio el mayor testimonio cristiano que todos los allí presentes, incluido D. José Ignacio, han oído en sus vidas. Ella dijo “que nadie piense que Dios es malo. Dios es infinitamente bueno y misericordioso. Y me dio a Beltrán y fue un milagro su vida".
Chiquitín, el testimonio del amor de Dios brillando en medio del dolor de tus seres queridos traerá, sin la menor duda, frutos de conversión. Tu muerte salvará almas. Y nada hay más maravilloso que ser instrumento de la salvación de los elegidos por el Señor.
Ruega por nosotros, Beltrán. Ruega por quienes tanto te amaron en tu breve paso por esta vida terrenal. Nada puede arrancarles el dolor que hoy tienen y que van a arrastrar el resto de sus vidas. Pero es seguro que van a recibir el consuelo que solo Dios da. Tus papás cuidaron de ti. Cuida ahora de ellos hasta que se encuentren contigo. Y ya que estás allí, dale un beso y un abrazo enorme al Señor de parte nuestra. Y otro con sumo cariño y devoción a su Madre, nuestra Madre.
Descansa en paz,
Luis Fernando Pérez Bustamante
Apóstoles de su gracia