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17.03.13

Joselito y la señora

Hoy voy a hacer algo poco habitual. En vez de escribir yo el artículo, copiaré lo que ha escrito otra persona. Esa persona es mi hija de doce años. Le gusta escribir cuentos breves. Este lo escribió el pasado jueves:

Hace un tiempo, en un pueblo de los Monegros, vivía un niño llamado Joselito. Su familia era humilde. Su padre había muerto en un accidente de coche cuando tenía 3 años, dejando solos a él y a su madre, que apenas cobraba diez euros cada quince días. A pesar del podo dinero que tenía, Joselito era un niño muy avispado y de un corazón enorme.

Cuando tenía 13 años, su madre enfermó y se puso muy grave. Joselito se vio obligado a ponerse a trabajar para pagar las medicinas de su madre y el pan de cada día. Un día, cuando volvía de trabajar, vio a una señora muy mayor tirada en el suelo. No dudó un momento y se acercó:

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25.12.12

Hijo de Dios, hijo de María

Tras nueve meses viviendo en el trono más bello hecho nunca, Jesús nació en un pesebre de Belén. Hijo unigénito de Dios, de naturaleza divina. Hijo de María, de naturaleza humana. Una sola persona, dos naturalezas. La voluntad divina se unió en el Fiat de María a la voluntad humana. Si la primera Eva nació del costado del primer Adán, el segundo Adán nació del seno de la segunda Eva, madre de todos los creyentes.

No es bueno que el hombre esté solo, dijo Dios antes de crear a Eva. Y mayor necesidad tenían los hombres de no ser abandonados en la condenación y soledad del pecado. Por eso Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Nunca fue ajeno a nuestras necesidades, pero en Jesús, Dios y el hombre se encuentran y se unen en un milagro que asombra a la creación entera. María fue testigo privilegiada de ese milagro, que tuvo lugar en su seno. Es por ello que jamás podemos separar a Cristo de su Madre. Y es por ello que Él nos la entregó a todos, en la persona de San Juan, cuando estaba en la Cruz. Si María amó a su Hijo, también nos ama a nosotros. Si su Hijo la amó y la honró, nosotros debemos amarla y honrarla.

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25.07.12

Remedios bíblicos contra enfermedades espirituales graves (II)

Bien sé, hermano separado, que amas a Dios con todo tu corazón. Bien sé que crees en Cristo como tu Señor y Salvador. Pero también sé que no crees todo lo que Cristo nos enseñó y de esa manera pones en peligro tu alma. Ya que, como dijo el Maestro:

¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?
Luc 6,46.

Me preguntarás qué no haces que el Señor dijera que debías hacer. La respuesta la tienes en el evangelio de Juan:

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
Juan 6,54-56

Lamento decirte, estimado hermano separado, que tú reaccionas ante esas palabras de Cristo de la misma manera que hicieron los que le abandonaron al no aceptar que, en espíritu y en verdad, había que comer su carne y beber su sangre (Jn 6,66). Sin embargo, ¿qué otra cosa entendieron los apóstoles? Lo vemos en San Pablo:

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1.06.12

Tú que la tienes a tu lado, dile que la quiero mucho

Justo cuando escribo este post, acaba el mes del año dedicado a nuestra Madre. Ayer hice algo por primera vez. En vez de dirigirme a ella para pedir su intercesión, pedí al Señor que le diera un abrazo de mi parte: “Tú que la tienes a tu lado, dile que la quiero mucho".

Ver esto en el cielo tiene que ser algo emocionante de verdad:

Luis Fernando Pérez Bustamante

15.12.11

Sospecho que Cristo sería "algo" más contundente para defender a su Madre

A Nuestro Señor Jesucristo no le gustaba mucho que el Templo de su Padre estuviera tomado por gente que hacía negocios con la espiritualidad del pueblo de Dios. Todos saben cómo se encargó de hacer manifiesto su descontento con dicha situación. Y en base a dicha actitud, podemos hacernos una idea de cómo le habrá sentado que unos cristianos hayan entregado un templo católico en manos de una empresa de galletas para que una actriz se haga fotos eróticas al lado de una imagen de su Madre.

Dijo el Señor que no debemos dar lo que es santo a los perros, ni echar “perlas a los cerdos, pues podrían pisotearlas y después se volverían contra vosotros para destrozaros” (Mateo 7,6). En este caso, hemos visto un cumplimiento literal de ese versículo, pero en el sentido contrario. Es decir, los responsables de la Hermandad de Nta. Sra. de la Encarnación han entregado lo más sagrado de la Iglesia -un templo y una imagen de nuestra Madre- a unos perros y a unos cerdos que han hecho un uso blasfemo de ello.

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