InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Apologética católica

14.04.15

Defensa de la fe, santificación y misericordia

Suele ser habitual la acusación de fariseos, faltos de caridad, fundamentalistas, etc, contra aquellos católicos, sean seglares, religiosos, sacerdotes u obispos, que tienen la costumbre de defender la fe de la Iglesia tanto en relación a los valores del mundo como de los heterodoxos que pululan por la comunión eclesial.

Si la cosa afecta a cuestiones morales, especialmente las que tienen que ver con la sexualidad, el tono de las acusaciones sube.

Es decir, si hoy a alguien se le ocurre decir esto…

no os mezcléis con quien, llamándose hermano, fuese fornicario, avaro, idólatra, injurioso, borracho o ladrón. Con éstos, ni comer siquiera“.

o esto…

Todo el que se sale de la doctrina de Cristo, y no permanece en ella, no posee a Dios; quien permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no transmite esta doctrina no lo recibáis en casa ni le saludéis; pues quien le saluda se hace cómplice de sus malas obras“.

… inmediatamente será objeto de todo tipo de improperios por parte de aquellos que pretenden ser más misericordiosos que Dios. Lo cierto es que esos textos corresponden a 1ª Cor 5,11 y a 2ª Jn 9-11. 

Si alguien osa decir que aquellos que dicen conocer a Dios pero no guardan sus mandamientos, son simple y llanamente mentirosos, se le mirará con mal gesto, a pesar de no estar diciendo otra cosa que lo que enseña en apóstol San Juan, inspirado por el Espíritu Santo, en 1 Jn 2,4.

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25.01.15

¿Cómo sois tan necios para creer a esos charlatanes de la prosperidad?

Cada vez son más los incautos que caen atrapados por ese fenómeno pseudopentecostal conocido como teología de la prosperidad. Consiste básicamente en decir a la gente que Dios quieren que sean ricos en esta vida. Y que cuanto más confíen en el Señor, más llenas estarán sus cuentas corrientes.

El mayor “ejemplo” de lo “verdadero” de la teología de la prosperidad son sus pastores. Todos, sin excepción, son ricos o muy ricos. Algunos poseen incluso jets privados con los que van de acá para allá “predicando” ante grandes estadios o pabellones deportivos, donde finalmente recaudan lo suficiente como para poder pensar en comprar un avión mejor. Siempre se alojan en hoteles de alto standing, siempre van vestidos con trajes caros, siempre están rodeados de un glamour que hace palidecer a las de las grandes estrellas de Hollywood.

Y, sin embargo, convencen a millones personas que anhelan salir de la miseria o, sencilla y llanamente, dar el paso de ser un ciudadano de clase media a ser un ricachón. Esos charlatanes que sirven al dios Mamón saben bien cómo aprovecharse de los deseos de la gente. Les ofrecen un Dios tragaperras, en el que las monedas son los “aleluyas", los coros de alabanza que podrían ocupar puestos altos en las listas de éxitos en las radios comerciales, los aspavientos, caídas, risas histéricas, etc, propios de cierto pentecostalismo. A cambio, se supone, uno deja atrás, antes o después, la clase social a la que pertenece para subir al menos un peldaño. Es más, si pasan los años y sigues donde estabas, te acusarán de no tener fe suficiente.

Aunque esos predicadores de Satanás saben, al igual que su padre, citar la Biblia, hay unos versículos de la Escritura que, por sí solos, bastan para desmontar de arriba abajo sus tesis. Y de paso, les describe perfectamente (negritas mías):

Si alguno enseña de otra manera y no presta atención a las saludables palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad, es un orgulloso que nada sabe, que desvaría en disputas y vanidades, de donde nacen envidias, contiendas, blasfemias, suspicacias, porfías de hombres de inteligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad por materia de lucro.

Es, sí, gran lucro la piedad para el que se contente con lo que basta. Nada trajimos al mundo y nada podemos llevarnos de él. En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos.

Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe y a sí mismos se atormentan con muchos dolores.

Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre.  Combate los buenos combates de la fe, asegúrate la vida eterna, para la cual fuiste llamado y de la cual hiciste bella profesión de fe delante de muchos testigos.

1ª Tim 6,3-12

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23.01.15

El milagro de ser católico

Aunque el número de evangélicos que se convierten al catolicismo está lejos de ser desdeñable, a día de hoy son muchos más los que salen de la Iglesia Católica camino de cualquiera de las variantes del protestantismo que siguen los principios del Sola Scriptura, Sola Fides y Libre examen.

El pentecostalismo es, a día de hoy, el destino más habitual de esos católicos bautizados que, probablemente de forma mayoritaria, tenían una vivencia del catolicismo más bien débil, por no decir inexistente. Ahora bien, sí existen católicos practicantes y con cierta formación doctrinal que se hacen protestantes. La máxima “católico ignorante, futuro protestante” queda bien como eslogan pero no sirve para explicar todo el proceso de sangría del catolicismo hacia el protestantismo, especialmente en el continente americano.

Analizar las razones por las que un católico acaba siendo evangélico no es el motivo de este post, pero den ustedes por hecho que alguna de esas razones acabará apareciendo.

Más interesante me parece analizar el proceso contrario. Es decir, ¿qué puede llevar al catolicismo a un cristiano evangélico, miembro activo de una congregación “viva”, con una vida espiritual más o menos asentada, con relaciones de amistad y fraternidad espiritual muy fuertes?

La única respuesta posible e irrefutable es “la gracia de Dios”. Pero salvo casos raros de conversión radical de un día para otro, esa gracia suele actuar durante un tiempo, meses y a veces años, en el alma del futuro católico. 

Hay evangélicos que llegan a la Iglesia gracias a la labor apostólica de apologetas católicos. Y he aquí una de las primeras peculiaridades de nuestro tiempo. Esos apologetas son en su mayor parte seglares. Se cuentan con los dedos de las manos los sacerdotes involucrados en la tarea de traer a la barca de Pedro a los hermanos separados. Es más, en no pocas ocasiones son acusados de ser antiecuménicos.

Hay otros evangélicos, menos, que llegan al catolicismo leyendo libros de teología, estudiando la historia, bebiendo de la fuente la sabiduría de los Padres de la Iglesia. Decía el beato Newman que estudiar la historia de la Iglesia implica necesariamente dejar de ser protestante. Doy fe de ello. Si uno lee a los Padres, podrá albergar alguna duda intelectual sobre si lo que se ve ahí es catolicismo y cristianismo ortodoxo -oriental-, pero jamás encontrará protestantismo.

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7.01.15

Sabiendo la verdad, ¿haremos caso a los que proponen la mentira?

Sabiendo que:

- Dios ha enviado a su Hijo unigénito para que todo el que en Él cree sea salvo (Jn 3,16).

- Cristo dijo que de nada vale creer en Él si no se hace caso a lo que dice (Luc 6,46-49.

- Dios es paciente con nosotros, no queriendo que nadie se condene sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Ped 3,9).

- Dios ha derramado su Espíritu sobre sus hijos para que sean libres y puedan ser transformados de gloria en gloria a imagen de Cristo (2 Cor 3,17-18).

- El que vive constantemente en pecado, no es de Dios (1 Jn 3,8-9), conociendo igualmente que cuando pequemos ocasionalmente, abogado tenemos para con el Padre: Jesucristo (1 Jn 2,1).

- Dios no permite que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar, pues Él mismo nos da fuerzas para vencer la tentación (1ª Cor 10,13). 

- En ninguna manera la misericordia y la gracia suponen vía libre para pecar (Rom 6.15).

- El Dios que nos llama a ser santos como Él es santo (1 Ped 1,6), que nos pide que trabajemos arduamente, con temor y temblor, en nuestra salvación (Fil 2,12), es el mismo Dios que produce en nosotros tanto el deseo de santidad y salvación (Fil 2,13) como la capacidad para llevar a cabo las obras que Él preparó de antemano con ese fin (Efe 2,10), para mayor gloria suya (Mat 5,16). 

- Si alguien nos predica otro evangelio, debe ser rechazado radicalmente (Gal 1,8-9).

- Si a Cristo el mundo le rechazó porque amó más las tinieblas que la luz (Jn 3,19), los que son de Cristo también serán rechazados y perseguidos por ese mismo mundo (Jn 15,18-20).

Es evidente que:

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21.09.14

Dice el necio en su corazón: no hay Dios

Hoy el diario El Mundo nos obsequia con una entrevista a esa eminencia de la ciencia llamado Stephen Hawking, de quien entre otras cosas cabe alabar la forma en que afronta una enfermedad terrible.

El titular del diario de papel reza así:
“EL milagro no es compatible con la ciencia”

Pero en la edición en internet, tienen este otro:
Hawking: “No hay ningún dios. Soy ateo".

Bien, ciertamente los milagros no son explicables por la ciencia. Pero existen. Señal de que la ciencia no lo puede explicar todo. Negar que existen es como negar que la tierra es redonda y la luna da vueltas alrededor de la misma. Aquellos que se burlan de la Iglesia por el proceso a Galileo, que no hay que olvidar que fue objeto de críticas tremendas por los científicos de su época, miran con tono burlón, de desprecio e incluso de odio -de todo hay- a quienes no solo afirmamos la existencia de los milagros sino hemos sido testigos de algunos.

Desgraciadamente, encuentran apoyo en algunos pseudocristianos que dicen creer en Dios pero se niegan a aceptar la historicidad de los milagros de las Escrituras. No hay cosa más patética que un cristiano así, si es que en verdad se le puede llamar cristiano.

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