InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Sociedad siglo XXI

4.11.10

La inmigración, ¿solución o problema?

Hoy publicamos una noticia por la que se anuncia que España necesitará cuatro millones y medio de inmigrantes de aquí al 2035 para “cubrir el hueco” que deja la baja natalidad de la actual generación de españoles. He tenido que cerrar los comentarios a la noticia porque la misma ha debido empezar a correr por alguna red social de neonazis y gentuza de similar calaña, los cuales han entrado en masa a soltar su basura xenófoba. La escoria no puede dejar de ser lo que es. Con esto no digo que todos los comentarios críticos fueran de ese jaez. Pero he preferido cortar por lo sano.

La cuestión de la inmigración se puede abordar desde muchas perspectivas. En mi opinión, las políticas que se han seguido en España en relación a este tema han sido malas. El famoso efecto llamada provocado por el entonces ministro Caldera, produjo una avalancha de pateras procedentes de África. El problema no era tanto la cantidad de personas que querían venir a España cual si esto fuera el paraíso de la inmigración. No, el drama es que muchas de ellas morían en el intento y todas, absolutamente todas, eran víctimas de las mafias que las transportaban.

Yo parto del hecho de que una persona tiene derecho a buscar un lugar donde las condiciones de vida sean dignas y mejores que las de donde se reside. Y desgraciadamente eso no ocurren en muchos países del mundo. Ahora bien, también tengo clarísimo que el refrán “donde fueras, haz lo que vieras", debería ser la norma básica de comportamiento de quienes dejan su tierra para llegar a otra. Sin necesidad de perder la identidad cultural propia, la tarea de integración en la sociedad a la que se migra debe formar parte de la voluntad de los migrantes. De lo contrario, la formación de ghettos está asegurada. Y el ghetto es lo más contrario al tan cacareado multiculturalismo del que hablan los progres de izquierdas y de derechas.

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18.10.10

Los jóvenes fornicadores de hoy serán los adúlteros de mañana

A nadie puede sorprender que el porcentaje de adolescentes españoles sexualmente activos haya crecido exponencialmente en los últimos años. Según el Ministerio de Igualdad, el 80% de ellos ha mantenido ya al menos una relación sexual completa. La edad media en la que se mantiene por primera vez un coito se sitúa en los 17 años, lo cual implica que un gran número de adolescentes lo practica antes.

Las razones de semejante explosión de sexo adolescente son obvias. La descristianización de España afecta especialmente a las generaciones más jóvenes, que no han sido educadas en la moral católica. Además, este país ha asistido a una hipersexualización brutal en todos los órdenes, especialmente en el ámbito de los medios de comunicación, donde el sexo se ha banalizado de tal manera que lo han convertido en un mero instrumento de ocio. Todo ello produce una deshumanización total de las relaciones sexuales. El “otro” es un mero instrumento de placer y no alguien con el que compartir un proyecto de vida en común. Por supuesto, los embarazos no deseados aumentan. Y con ellos, los abortos. Estos son la guinda de un pastel de muerte, de “animalización” del ser humano, de vicio y depravación.

La respuesta de todos los gobiernos españoles ante el sexo entre jóvenes y adolescentes ha sido siempre la misma: la promoción del uso del preservativo. Pero está demostrado que cuantas más campañas se hacen a favor del uso del condón, más embarazos adolescentes se producen. El preservativo se presenta como la herramienta que impide afrontar una de las consecuencias naturales del acto sexual: la llegada de una nueva vida. Cuando tú le dices a un joven que puede fornicar sin problemas, le quitas cualquier barrera psicológica -que no moral- a la hora de lanzarse a practicar el sexo.

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16.10.10

Yo no metería en el mismo saco el aborto y la identidad de Cataluña

Los obispos catalanes acaban de publicar una nota en la que animan tanto a sus fieles como al resto de los ciudadanos de Cataluña a votar en las próximas elecciones para el parlamento autonómico -nacional según ellos-. Los prelados aseguran que “votar es ejercer nuestros derechos y a la vez es una manera de intervenir responsablemente en los asuntos públicos. Por ello, las elecciones democráticas son un momento privilegiado de la participación ciudadana“. Y tienen razón. Dado que estamos en un régimen democrático -aunque en España habría que matizar mucho esa afirmación-, el voto es quizás la única herramienta realmente efectiva que tienen los ciudadanos para dejar las cosas como están o para cambiarlas. Dicho lo cual, es también perfectamente legítimo que un ciudadano opte por no votar si no encuentra un solo partido que recoja aquello en lo que cree. La abstención o el voto nulo es una forma de crítica al sistema.

En todo caso, lo que más me interesa de la nota de los obispos es el hecho de que apunten a una serie de principios irrenunciables a tener en cuenta a la hora de votar. Al leer la lista de esos principios, lo primero que uno se pregunta es si todos tienen el mismo valor para los obispos o si, por el contrario, unos son “más irrenunciables” que otros. Como quiera que el texto no indica nada al respecto, esa duda debemos solucionarla en base a elementos externos al propio texto, lo cual ya indica que hay un problema de comunicación bastante evidente.

La lista de los principios está en el siguiente orden:
- Las medidas para afrontar la crisis económica y crear solidaridad efectiva hacia los que más sufren.
- la tutela del derecho a la vida, desde la concepción hasta su fin natural.
- el reconocimiento, promoción y protección de la familia.
- el respeto de la libertad de los padres en la educación de sus hijos.
- la respuesta justa y digna al colectivo de los inmigrantes y a todo lo que signifique mayor justicia social.
- la promoción de la libertad religiosa.
- la valoración de aquello que conforma la identidad propia de Cataluña.

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9.10.10

Todos rendidos ante el evangelio del profeta liberal Vargas Llosa

Cuando me enteré de la concesión a Vargas Llosa del Nobel de Literatura, le pasé inmediatamente la información a un buen amigo, quien me preguntó: “¿Y eso es bueno o malo?” “Depende", le contesté. Efectivamente, hay un punto positivo en el hecho de que se conceda ese premio a un autor que escribe en español -o castellano-, pues ello no deja de ser un impulso, siquiera mínimo, a la lengua de Cervantes. Lengua, por otra parte, que goza de excelente salud incluso allá donde es perseguida (v.g, algunas comunidades autónomas españolas).

Pero claro, era de esperar que gran parte de los análisis sobre Vargas Llosa no se fijaran en sus cualidades literarias, que yo desconozco porque no he leído ni un libro suyo -ni pienso leerlo-, sino en su actividad política y social. Que la derecha, especialmente la liberal, alabe a Vargas Llosa, no tiene nada de particular. Es uno de los suyos. Ahora bien, que el diario oficial del Vaticano glose elogiosamente su figura y que el cardenal arzobispo de Lima nos lo presente como una especie de profeta moderno al que conviene rendir pleitesía, me parece una aberración. Sí, he dicho aberración, en el sentido de la primera acepción de dicho término según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. A saber: “Grave error del entendimiento".

Ha dicho el cardenal Cipriani que Vargas Llosa es “un hombre que predica la libertad, la democracia, y la predica con un espíritu valiente y abierto“. Tembloroso me he quedado al ver como un príncipe de la Iglesia al que aprecio tanto, habla así de la predicación de algo que no sea el evangelio. Porque claro, fue precisamente Zapatero el que dijo aquello de que “la libertad nos hace verdaderos“, cosa que tiene bastante poco que ver con lo que dijo Cristo de que “la verdad os hará libres“. Sin embargo, a veces da la sensación de que en algunos sectores de la Iglesia puede triunfar la idea de que el Señor Jesucristo se entregó en la cruz para traernos la democracia liberal que nos da la salvación. Y, créanme, Cristo murió por otra razón.

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4.10.10

Cuentos maravillosos con un final feliz... o no

Espero que os guste este cuento:

Érase una vez una familia de ositos de peluche muy lindos que vivían en una tierra llena de fruta, leche y miel. Mamá y papá oso salían cada día de su casita cogidos de la mano para recoger el alimento que habrían de comer sus retoños. El hijo mayor de mamá y papá oso se encargaba de cuidar de sus hermanitos mientras sus progenitores llenaban varios capazos de frutas dulces y sabrosas. Al mediodía, se reunían todos en la mesa para almorzar. Tras el almuerzo, una prolongada siesta y luego dedicaban la tarde entera a jugar en los campos verdes que rodeaban su casita. Y así pasaron los días y los años. Los ositos crecieron y todos encontraron pareja para formar sus propias familias. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Vamos con otro cuento parecido:

Érase una vez un Secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados que se presentó ante la la 65° Sesión Ordinaria de la ONU en Nueva York. Con una sonrisa que le iba de una oreja a la otra, el prelado dijo que la tarea fundamental que tiene la ONU es la trabajar por el bien común en todo el mundo. Incluso llegó a afirmar que este organismo “ha pasado a ser un elemento irreemplazable en la vida de los pueblos y en la búsqueda de un porvenir mejor para todos los habitantes de la tierra". Y colorín colorado, este cuento… no se ha acabado. De ninguna de las maneras se ha acabado. Bajo ningún concepto se ha acabado. Vamos, que no. Que muchos no nos tragamos ESE CUENTO.

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