InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Archivos para: Marzo 2017

31.03.17

Preparemos trampas para el justo, pues nos es molesto

Primera lectura de la Misa del viernes de la cuarta Semana de Cuaresma:

Razonando torcidamente se dijeron: 
«Preparemos trampas para el justo, pues nos es molesto. Se opone a nuestros actos, nos echa en cara pecados contra la Ley, nos denuncia de faltas contra la educación que recibimos. Declara que conoce a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios. Es un reproche de nuestros pensamientos, sólo el verle nos resulta una carga, pues lleva una vida distinta de los demás, y sus sendas son diferentes. Nos considera como escoria, y se separa de nuestros caminos como de la impureza; proclama dichoso el fin de los justos y se ufana de tener a Dios por padre. Veamos si son veraces sus palabras, pongamos a prueba cómo es su salida. Si el justo es de verdad hijo de Dios, Él le amparará y le librará de manos de los adversarios. Sometámosle a prueba con ultraje y tortura para cerciorarnos de su rectitud y comprobar su paciencia. Condenémosle a muerte ignominiosa, pues, según sus palabras, Dios le asistirá». 
Así discurren, pero están engañados, pues su maldad los ciega; no conocen los misterios de Dios, ni tienen esperanza en el premio de la santidad, ni aprecian el honor de las almas sin mancha.
Sab 12,1a.12-22

Esta preciosa lectura del Libro de Sabiduría encuentra eco en el evangelio de Juan:

Éste es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no le acusen. Pero el que obra según la verdad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.
Jn 3,19-22

Efectivamente, el impío no solo ama el pecado sino que odia al que por gracia anda en santidad. Sencilla y llanamente, no lo soporta. 

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30.03.17

¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo?

Primera lectura del jueves de la cuarta Semana de Cuaresma:

El Señor dijo a Moisés: «Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Ex 32,7-14

Les había liberado de la esclavitud, de la mano opresora de un faraón. Había obrado maravillas y prodigios delante de sus ojos. Les había dado todo. ¿Y cuál fue su respuesta? Rebelión e idolatría. Se fabricaron un dios falso y lo adoraron. Se comprende pues, la ira de Dios. 

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29.03.17

Los que hicieron lo bueno,... los que practicaron el mal

Evangelio del miércoles de la cuarta Semana de Cuaresma:

Jesús les replicó: -Mi Padre no deja de trabajar, y yo también trabajo. Por esto los judíos con más ahínco intentaban matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Respondió Jesús y les dijo: -En verdad, en verdad os digo que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; pues lo que Él hace, eso lo hace del mismo modo el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él hace, y le mostrará obras mayores que éstas para que vosotros os maravilléis. Pues así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida a quienes quiereEl Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha dado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le ha enviado. En verdad, en verdad os digo que el que escucha mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, y no viene a juicio sino que de la muerte pasa a la vida.
En verdad, en verdad os digo que llega la hora, y es ésta, en la que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán, pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado al Hijo tener vida en sí mismo. Y le dio la potestad de juzgar, ya que es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto, porque viene la hora en la que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; y los que practicaron el mal, para la resurrección del juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo: según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió.
Jn 5,17-30

La Iglesia reconoce al Padre como “la fuente y el origen de toda la divinidad” (Concilio de Toledo VI, año 638: DS 490).  De Él nos vino el Hijo y el Espíritu Santo, y ambos reciben la misma adoración y gloria.

No se puede creer, por tanto, en Dios Padre si no se cree en el Hijo, Jesucristo. Y es al Hijo, verdadero Dios y verdadero hombre, a quien corresponde el juicio. Como dice el Señor y luego repite San Pablo “todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal” (2ª Cor 5,10).

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28.03.17

No peques más para que no te ocurra algo peor

Evangelio del martes de la cuarta Semana de Cuaresma:

Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina, llamada en hebreo Betzata, que tiene cinco pórticos, bajo los que yacía una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.
Estaba allí un hombre que padecía una enfermedad desde hacía treinta y ocho años. Jesús, al verlo tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dijo: -¿Quieres curarte?
El enfermo le contestó: -Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se mueve el agua; mientras voy, baja otro antes que yo.
Le dijo Jesús: -Levántate, toma tu camilla y ponte a andar.
Al instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado.
Entonces le dijeron los judíos al que había sido curado: -Es sábado y no te es lícito llevar la camilla.
Él les respondió: -El que me ha curado es el que me dijo: «Toma tu camilla y anda».
Le interrogaron: -¿Quién es el hombre que te dijo: «Toma tu camilla y anda?» El que había sido curado no sabía quién era, pues Jesús se había apartado de la muchedumbre allí congregada.
Después de esto lo encontró Jesús en el Templo y le dijo: -Mira, estás curado; no peques más para que no te ocurra algo peor.
Se marchó aquel hombre y les dijo a los judíos que era Jesús el que le había curado. Por eso perseguían los judíos a Jesús, porque había hecho esto un sábado.
Jn 5,1-16

Imaginemos por un momento lo que debió sentir ese hombre que, tras casi cuatro décadas de su vida enfermo, recibe en un instante la curación de manos del Señor. Ni siquiera supo en un primer momento quién le había curado. Más tarde le encontró en el Templo y recibió un consejo que todos, absolutamente todos, deberíamos tener en cuenta: “no peques más para que no te ocurra algo peor".

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27.03.17

Si no veis signos y prodigios, no creéis

Evangelio del lunes de la cuarta Semana de Cuaresma:

Dos días después marchó de allí hacia Galilea. Pues Jesús mismo había dado testimonio de que un profeta no es honrado en su propia tierra.
Cuando vino a Galilea, le recibieron los galileos porque habían visto todo cuanto hizo en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Entonces vino de nuevo a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.
Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún, el cual, al oír que Jesús venía de Judea hacia Galilea, se le acercó para rogarle que bajase y curara a su hijo, porque estaba a punto de morir.
Jesús le dijo: -Si no veis signos y prodigios, no creéis.
Le respondió el funcionario real: -Señor, baja antes de que se muera mi hijo.
Jesús le contestó: -Vete, tu hijo está vivo. Aquel hombre creyó en la palabra que Jesús le dijo y se marchó.
Mientras bajaba, sus siervos le salieron al encuentro diciendo que su hijo estaba vivo. Les preguntó la hora en que empezó a mejorar. Le respondieron: -Ayer a la hora séptima le dejó la fiebre. Entonces el padre cayó en la cuenta de que precisamente en aquella hora Jesús le había dicho: «Tu hijo está vivo». Y creyó él y toda su casa.
Este segundo signo lo hizo Jesús cuando vino de Judea a Galilea.
Jn 4,43-54

Como bien djio el Señor al apóstol Tomás “porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto hayan creído” (Jn 20,29). Hay quienes necesitan ver un milagro para creer. Y aún peor, hay quienes aun viendo, no creen. 

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