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29.05.15

La construcción de un mundo al margen de la Santa Trinidad

Homilía en la Solemnidad de la Santísima Trinidad

Gloria y honor a Dios Padre, al Hijo y al Espíritu Paráclito, por todos los siglos

Misterio central de nuestra fe. Celebramos hoy, con ale­gría, el misterio de la Santísima Trinidad, que el Catecismo de la Iglesia Católica llama: «misterio central de la fe y de la vida cristiana». El mismo Catecismo nos enseña que el misterio trinitario «es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina» (n.234).

Formación del dogma trinitario. La Iglesia de los primeros siglos centró su atención teológica en los misterios centra­les de nuestra fe. La predicación de los Padres de la Iglesia trata continuamente del formidable misterio trinitario, de la divinidad de Jesucristo y del Espíritu Santo. En los siete pri­meros Concilios se contiene el patrimonio dogmático fun­damental de la Iglesia Católica Romana. Frente a los errores heréticos que iban apareciendo —que eran muy graves—, la Iglesia procuró expresar con absoluta fidelidad la fe en la cual creía desde los primeros tiempos, en fórmulas breves, concisas y exactas. El Concilio de Nicea, celebrado el año 325, definió contra los arrianos, que negaban la divinidad del Verbo, que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es «Dios verdadero, y consubstancial al Padre» (Cf Dz 54), es decir, de la misma naturaleza que el Padre. En otras pa­labras, la Persona de Jesús de Nazaret es el Verbo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, eternamente engendrada por el Padre, y de su misma naturaleza. Medio siglo después, en el Concilio Primero de Constantinopla, del año 381, se definió la divinidad del Espíritu Santo contra los macedonianos que no la aceptaban. De este Concilio, que asume la doctrina del anterior, proviene el Credo niceno-constantinopolitano que rezamos cada domingo, en el cual tenemos ya claramente estructurado el misterio trinitario. Así, la Iglesia muy joven aun en su historia, pudo expresar de manera infalible su fe en la Trinidad para salvaguardar la vida espiritual y la salvación de sus hijos.

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