9.06.10

(88) La ley de Cristo –IX. normas de la Iglesia antigua. 2

–Ahora, en un solo libro, el Código de Derecho Canónico, lo tenemos todo junto.
–Pero sus 1752 cánones sintetizan cánones procedentes de cientos de Concilios y documentos pontificios. Mire usted la obra de J. Mansi, en más de treinta volúmenes, Sacrorum Conciliorum nova et amplissima collectio, Graz 1960ss.

La Iglesia a comienzos del siglo IV es reconocida por el Imperio romano y cesan las persecuciones. Hacia el 300 los cristianos, aunque en minoría, son cada vez más numerosos en todo el Imperio. En algunas regiones, como en Armenia (295), llega a declararse el cristianismo religión oficial. Todavía, sin embargo, en el 303 se desencadena la persecución de Diocleciano, una de las más terribles sufridas por la Iglesia primera. Pero en el 312, en la batalla de Ponte Milvio, se produce la conversión del emperador romano Constantino (280-337), que en el Edicto de Milán (313), asegura definitivamente la libertad de la Iglesia.

Los obispos reciben honor de senadores, el clero cristiano hereda los privilegios de los sacerdotes paganos, las iglesias y grandes basílicas se multiplican, la Cruz viene a ser el signo fundamental del Imperio, se legisla en favor de la familia y la moralidad pública, se proscribe la crucifixión (315), se moderan las luchas de gladiadores y ciertos castigos a los esclavos, comienza a celebrarse civilmente el domingo (321).

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4.06.10

(87) La ley de Cristo –VIII. normas de la Iglesia antigua. 1

–¿No pretenderá usted que los laicos vivamos como los monjes?
–Lo que intento es que vivamos como verdaderos cristianos. Hablo de los siglos II y III, cuando no había monjes.

Solo podemos evaluar la situación presente de la Iglesia conociendo su pasado. El blog Reforma o apostasía se apoya con frecuencia en ese principio. Los males y las deficiencias que se dan actualmente en muchas Iglesias locales suelen ser objeto con frecuencia de una apreciación errónea. Pueden parecer irremediables ciertos males cuando perduran y se generalizan grandemente. Se estima entonces que pensar en reformas perfectivas sería un sueño inútil.

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29.05.10

(86) La ley de Cristo –VII. la koinonía de bienes

–Ya le veo la intención de meter su mano en nuestra cartera.
–Efectivamente, y la operación es muy delicada, porque la cartera suele estar tocando al corazón.

Vino nuevo en odres nuevos (Mt 9,17). Al recibir el don del Espíritu Santo, que renueva la faz de la tierra, se inicia entre los cristianos una vida nueva, según Cristo, el nuevo Adán. Y es una vida nueva no sólamente en lo interior, sino también en lo exterior. Es decir, no sólamente da lugar a hombres nuevos, sino también a comunidades nuevas, que realizan modos muy perfectos de convivencia, desconocidos por el mundo secular.

La comunidad apostólica de Jerusalén es descrita por San Lucas en los Hechos de los apóstoles en varios cuadros sintéticos (2,42-47; 4,32-35; 5,12-16), que vienen a desarrollar este precioso verso inicial: los creyentes bautizados «perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles y en la unión (koinonía), en la fracción del pan y en las oraciones» (2,42). La Iglesia apostólica naciente es, pues, una comunidad apostólica, fraterna, eucarística y orante. El término «koinonía» aparece en los Hechos únicamente en ese versículo, donde significa al mismo tiempo dos aspectos unidos entre sí: la comunión fraternal de los cristianos tanto en los corazones como en los bienes materiales.

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25.05.10

(85) La ley de Cristo –VI. los Apóstoles. y 2

–Se ve que los Apóstoles eran muy conscientes de su autoridad pastoral.
–Y sabían que si no la ejercitaban, las ovejas se perdían y el rebaño se dispersaba.

Recordemos la norma que Cristo da a sus apóstoles. Les manda que, según los casos, 1.–corrijan a los cristianos encomendados a su cuidado, o que 2.–los excomulguen, cuando en ellos se dan errores y culpas especialmente graves. En el artículo anterior traté de la primera parte de esa norma, y estudio ahora la segunda.

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21.05.10

(84) La ley de Cristo –V. los Apóstoles. 1

–Un buen pastor suele llevar siempre bastón.
–Y perro, si de verdad procura el bien de su rebaño.

Reforma o apostasía. La anomía generalizada actualmente en la doctrina y en toda la vida cristiana personal y comunitaria es en las Iglesias decadentes una de las causas principales de su ruina. Ya lo he dicho, pero lo repito. Esa gran mayoría de bautizados que creen en unos dogmas sí y en otros no, y que se mantienen durante decenios alejados de la Penitencia y de la Eucaristía, adictos a la anticoncepción, aquellos que enseñan contra la doctrina católica impunemente, tantos sacerdotes que realizan sacrilegios en la Misa, en el sacramento del Perdón… Todo esto es horrible. Pero es un horror que no horroriza, porque cuando una situación se establece de modo generalizado, suele ser vista como normal, o al menos como inevitable. Pocos se alarman. Pocos llaman a conversión y reforma. Les falta esperanza, no la creen posible. Y a veces ni siquiera necesaria. Viene incluso a producirse un cambio profundo en la misma concepción de la Iglesia, pasando del modelo católico, que incluye unas coordenadas mentales y conductuales –dogmas y cánones disciplinares–, a un modelo protestante, sin dogmas ni leyes.

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