Contra el materialismo

La resurrección de Lázaro

 

“No abandonarás mi alma en la morada de los muertos,

ni dejarás a tu fiel ver la corrupción.” (Salmos 15,10)

Daniel Iglesias Grèzes

La visión del ateísmo materialista sobre las realidades últimas (o sea, su escatología) se puede resumir en una simple afirmación: el ser humano cesa de existir totalmente en la muerte. No hay juicio, ni infierno, ni cielo.

Richard Dawkins, célebre darwinista ortodoxo y principal representante del llamado “nuevo ateísmo”, marcadamente hostil a toda religión, lo expresa así: “Sabemos por la segunda ley de la termodinámica que toda complejidad, toda vida, toda risa y toda pena están condenadas a nivelarse al final en la fría nada. Ellas –y nosotros– nunca podemos ser más que rizos temporales y locales del gran resbalón universal hacia el abismo de la uniformidad1.”

Aquí Dawkins se desliza subrepticiamente desde un principio científico válido hacia un cientificismo ilegítimo. El hecho de que las leyes naturales aparenten condenar al universo material a una “muerte total” no autoriza a la ciencia a negar que la persona humana, que no es sólo materia, esté llamada a un destino trascendente.

Espiritualidad e inmortalidad del alma humana

La escatología materialista puede ser criticada de forma directa o indirecta.

La crítica directa de la escatología materialista consiste principalmente en la demostración filosófica de la espiritualidad e inmortalidad del alma humana (uno de los “preámbulos de la fe”). La espiritualidad del alma humana se demuestra a partir de la espiritualidad de la inteligencia y de la voluntad, pues de ella se sigue la del sujeto. La inteligencia y la voluntad son facultades del alma, principios próximos de su operación. Si son espirituales, también el ser en el que existen debe ser espiritual. A partir de allí se puede demostrar que el alma es físicamente simple, es decir indivisible, por no tener partes físicas. Por último la filosofía cristiana demuestra que el alma es inmortal, porque no puede corromperse ni ser aniquilada. No puede corromperse en sí misma, porque es simple, ni en razón de la corrupción del cuerpo, puesto que no depende de él para existir. En cuanto a la aniquilación, ésta es la cesación del acto creador, por lo que el alma no puede ser aniquilada por ninguna criatura. Dios, considerando su omnipotencia en términos absolutos, aparte de sus demás atributos, podría sin duda aniquilar el alma; pero considerando la omnipotencia de Dios en relación con sus demás atributos, dicha aniquilación no es posible, porque estaría en contradicción con su sabiduría y su bondad2.

Crítica del materialismo

La crítica indirecta de la escatología materialista consiste en la refutación del materialismo y del positivismo, una ideología muy afín al materialismo.

La afirmación básica del materialismo es que “todo es material". En la ideología materialista esta proposición funciona como un axioma que se supone verdadero, a menudo acríticamente. A partir de este falso principio, el materialista deduce correctamente otras proposiciones, tan falsas como su principio. Por ejemplo, si todo es material, también lo es el ser humano. Y si el cuerpo material del ser humano se descompone en la muerte, entonces ésta supone el fin absoluto de la existencia del hombre.

El axioma básico del materialismo (“todo es material”) debe ser rechazado, al menos por las siguientes dos razones.

En primer lugar, esa afirmación del materialista acerca del “todo” es completamente infundada, por lo que se debe aplicar aquí la conocida regla dialéctica de los escolásticos: Gratis asseritur, gratis negatur (lo que se afirma sin prueba, se puede rechazar sin prueba).

En segundo lugar, hay muchas realidades (por ejemplo, el conocimiento humano, la libertad humana, la información, las leyes naturales, etc.) acerca de las que no se puede alegar con algún sentido que sean materiales. Es decir, no existe ninguna noción válida de “materia” que abarque esa clase de realidades.

El materialismo se presenta bajo dos formas principales: el materialismo riguroso y el materialismo moderado3.

El materialismo riguroso consiste en negar que haya en el hombre algo más que cuerpo material y movimientos corporales mecánicos. Hoy es poco defendido, entre otras razones por el argumento que le opuso Leibniz. Éste proponía imaginar el cerebro tan agrandado que pudiéramos movernos dentro de él. Allí sólo veríamos movimientos de distintos cuerpos, pero nunca un pensamiento. Luego el pensamiento ha de ser algo completamente distinto de los cuerpos y sus movimientos. Puede contestarse que no hay en absoluto pensamiento ni conciencia, pero esto es evidentemente falso.

El materialismo moderado admite que el ser humano tiene una conciencia, pero sostiene que ésta es una función del cuerpo; una función que sólo por su grado se diferencia de la de los otros animales. Contra esto podemos objetar que no tiene sentido asignar las funciones espirituales al cuerpo. El hombre es un todo, y este todo tiene diversas funciones: puramente físicas, vegetativas, animales y, finalmente, también espirituales. Todas éstas son funciones, no del cuerpo, sino del hombre, del todo. Además, es fácil demostrar que en las funciones espirituales del hombre hay algo completamente particular, que no se da en absoluto en los otros animales.

Crítica del positivismo

Según la ideología positivista o cientificista, todo lo que existe es susceptible de verificación por medio del método científico. La supervivencia del alma humana después de la muerte no es científicamente verificable. Por lo tanto, el hombre deja de existir en la muerte.

De la premisa mayor de este silogismo se deduce esta otra afirmación: “Sólo el conocimiento científico es verdadero conocimiento". Ahora bien, esta afirmación conduce inevitablemente a una contradicción. El concepto de “ciencia” utilizado por el cientificista incluye sólo las ciencias particulares (matemática, física, química, biología, etc.) y excluye las ciencias universales (filosofía y teología). Al negar la existencia de afirmaciones verdaderas no fundadas en la ciencia, se está haciendo una afirmación (supuestamente verdadera) no fundada en la ciencia, sino en una filosofía. Ninguna ciencia particular demuestra ni puede demostrar que el único conocimiento válido es el conocimiento que surge de las ciencias particulares. La falsedad del positivismo se deduce pues de la reducción al absurdo de su premisa básica.

Acerca de la cuestión del sentido último de la existencia humana, los materialistas se dividen en dos corrientes de pensamiento: el utopismo4 y el nihilismo5. Para explicar este punto, citaré un texto muy ilustrativo de Bochenski:

“Hemos… considerado distintas particularidades del hombre que le dan cierta dignidad y por las que descuella por encima de todos los animales. Pero el hombre no es sólo eso. Es también –y, por cierto, merced a tales cualidades particulares– algo incompleto, inquieto y, en el fondo, miserable. Un perro o caballo come, duerme y es feliz… No necesita nada más allá de la satisfacción de sus instintos. En el hombre no es así. El hombre se crea constantemente nuevas necesidades y jamás está satisfecho… Parece como si, por esencia, estuviera destinado a un progreso infinito y como si sólo lo infinito pudiera satisfacerlo.

Pero a la vez el hombre… tiene conciencia de su finitud y, sobre todo, de su mortalidad. Estas dos cualidades juntas dan por resultado una tensión por la que el hombre se nos aparece como un enigma trágico. Parece como destinado a algo que no puede en absoluto alcanzar. ¿Cuál es, pues, su sentido? ¿Cuál es el fin de su vida? Desde Platón, los mejores de entre nuestros grandes pensadores se han esforzado en hallar la solución a este enigma. Esencialmente, nos han propuesto tres grandes soluciones.

La primera, muy difundida en el siglo XIX, afirma que la necesidad de infinito se satisface identificándose el hombre con algo más amplio que él mismo, sobre todo la sociedad o la humanidad. No tiene importancia alguna, dicen estos filósofos, que yo tenga que sufrir, fracase y muera. La humanidad, el universo, prosigue su curso… La mayoría de los filósofos actuales… tienen [a esta solución] por insostenible. En lugar de resolver el enigma,… niega el dato, es decir, el hecho de que el hombre desea para sí el infinito, para sí como hombre particular, como individuo, y no para una abstracción como la humanidad o el universo. A la luz de la muerte se ve bien lo hueco y falso de esta teoría.

La segunda solución, muy difundida actualmente…, afirma radicalmente que el hombre no tiene sentido alguno. Es un error de la naturaleza, una criatura mal hecha, una pasión inútil, como ha escrito alguna vez Sartre. El enigma no puede ser resuelto. Nosotros seremos eternamente una cuestión trágica para nosotros mismos.

Pero hay también filósofos que, siguiendo a Platón, no quieren sacar esa conclusión. No pueden creer en algo tan sin sentido en la naturaleza. Tiene que haber, según ellos, una solución al enigma del hombre. ¿En qué puede consistir esa solución? La solución sólo puede estar en que el hombre alcance de algún modo lo infinito. Ahora bien, en esta vida no lo puede alcanzar. Si hay, pues, una solución del problema del hombre, éste ha de tener su fin y sentido en el más allá, fuera de la naturaleza, allende el mundo. ¿Pero cómo? Según muchos filósofos desde Platón, la inmortalidad del alma es demostrable. Otros, sin creer en una demostración estricta, la admiten. Pero tampoco la inmortalidad aporta una respuesta a la cuestión. No se ve, en efecto, cómo el hombre alcanza en la otra vida lo infinito. Platón dijo una vez que la respuesta última a esta cuestión sólo podía darla un dios. Había que esperar una palabra divina6.”

Agrego dos consideraciones a lo dicho por Bochenski:

a)    La filosofía cristiana demuestra la inmortalidad del alma humana y que Dios es el fin último del hombre y del mundo.

b)   La Divina Revelación respondió la cuestión que los filósofos paganos como Platón no pudieron responder.

Notas

1) Richard Dawkins, Is Science a Religion?, en:

 http://www.thehumanist.org/humanist/articles/dawkins.html. La traducción es mía.

2) Cf. Roger Verneaux, Filosofía del Hombre, Curso de Filosofía Tomista 5, Editorial Herder, Barcelona 1988, pp. 215-221. Acerca de la espiritualidad de la inteligencia humana, véase: Ibídem, pp. 113-118. Acerca de la espiritualidad de la voluntad humana, véase: Ibídem, pp. 161-162.

3) Los siguientes dos párrafos están basados en: J. M. Bochenski, Introducción al pensamiento filosófico, Editorial Herder, Barcelona 1986, pp. 82-83.

4) Acerca de las utopías intrahistóricas, recomiendo este texto del Card. Joseph Ratzinger:

“Si la fe cristiana no conoce utopías intrahistóricas, sí conoce una promesa: la resurrección de los muertos, el juicio y el Reino de Dios. Es verdad que todo esto le suena al hombre actual como algo mitológico, pero es mucho más razonable que la mezcla de política y escatología que se produce en una utopía intrahistórica. Es más lógica y apropiada una separación entre las dos dimensiones en una tarea histórica; esta tarea, por su parte, asume, a la luz de la fe, nuevas dimensiones y posibilidades en orden a un mundo nuevo que será obra del mismo Dios. Ninguna revolución puede crear un hombre nuevo; el intentarlo supone violencia y coacción. Dios es quien lo puede crear partiendo de la propia interioridad humana. La esperanza de ese futuro confiere al comportamiento intrahistórico una nueva esperanza.

No se da ninguna respuesta suficiente a las exigencias de justicia y de libertad cuando se deja de lado el problema de la muerte. Todos los muertos de la historia fueron engañados si solamente un difuso futuro traerá algún día la justicia sobre la tierra. No significa para ellos ninguna ventaja cuando se dice que han colaborado a la preparación de la liberación y que, por tanto, ya han entrado en ella. Realmente no han participado de ella, sino que han salido de la historia sin haber obtenido justicia. La medida de la injusticia en este caso sigue siendo infinitamente mayor que la medida de la justicia. Por este motivo, un pensador tan coherentemente marxista como Adorno ha dicho que, si aquí tiene que haber justicia, tendría que haber justicia también para los muertos. Una liberación que encuentra en la muerte su límite definitivo no es una liberación real. Sin una solución al problema de la muerte, todo lo demás resulta irreal y contradictorio.

Por eso la fe en la resurrección de los muertos es el punto a partir del cual se puede pensar en una justicia para la historia y puede llegar a ser razonable una lucha por la justicia. Solamente si existe una resurrección de los muertos tiene sentido una lucha por la justicia. Porque sólo entonces la justicia es algo superior al poder; sólo entonces la justicia es una realidad; de lo contrario, no sería más que un concepto vacío.

La certeza de un juicio universal del mundo tiene también un sentido práctico; la convicción de que habrá un juicio ha sido siempre, a lo largo de los siglos, una fuerza de continua renovación que ha mantenido a los poderosos dentro de sus límites. Todos y cada uno de nosotros tendremos que pasar por este juicio, y esto establece una igualdad entre los hombres a la que ninguno podrá nunca sustraerse. El juicio no nos exime del esfuerzo por promover la justicia de la historia; por el contrario, da a este esfuerzo su sentido y sustrae su obligación a cualquier arbitrariedad.

De este modo, el Reino de Dios no es un mero futuro indefinible; sólo en la medida en que nosotros ya en esta vida pertenecemos al Reino, le perteneceremos también en aquel día. No es la fe escatológica la que transfiere el Reino al futuro, sino la utopía, porque su futuro no tiene ningún presente y su hora no llega nunca.” (Card. Joseph Ratzinger, Iglesia, Ecumenismo y Política: Nuevos ensayos de eclesiología, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1987, pp. 298-300).

5) Acerca del nihilismo, recomiendo este texto del Papa San Juan Pablo II:

“Las tesis examinadas hasta aquí llevan, a su vez, a una concepción más general, que actualmente parece constituir el horizonte común para muchas filosofías que se han alejado del sentido del ser. Me estoy refiriendo a la postura nihilista, que rechaza todo fundamento a la vez que niega toda verdad objetiva. El nihilismo, aun antes de estar en contraste con las exigencias y los contenidos de la palabra de Dios, niega la humanidad del hombre y su misma identidad. En efecto, se ha de tener en cuenta que la negación del ser comporta inevitablemente la pérdida de contacto con la verdad objetiva y, por consiguiente, con el fundamento de la dignidad humana. De este modo se hace posible borrar del rostro del hombre los rasgos que manifiestan su semejanza con Dios, para llevarlo progresivamente o a una destructiva voluntad de poder o a la desesperación de la soledad. Una vez que se ha quitado la verdad al hombre, es pura ilusión pretender hacerlo libre. En efecto, verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente.

(…) Por otra parte, la afirmación del principio de inmanencia, que es el centro de la postura racionalista, suscitó, a partir del siglo pasado [XIX], reacciones que han llevado a un planteamiento radical de los postulados considerados indiscutibles. Nacieron así corrientes irracionalistas, mientras la crítica ponía de manifiesto la inutilidad de la exigencia de autofundación absoluta de la razón.

Nuestra época ha sido calificada por ciertos pensadores como la época de la «postmodernidad». Este término, utilizado frecuentemente en contextos muy diferentes unos de otros, designa la aparición de un conjunto de factores nuevos, que por su difusión y eficacia han sido capaces de determinar cambios significativos y duraderos. Así, el término se ha empleado primero a propósito de fenómenos de orden estético, social y tecnológico. Sucesivamente ha pasado al ámbito filosófico, quedando caracterizado no obstante por una cierta ambigüedad, tanto porque el juicio sobre lo que se llama «postmoderno» es unas veces positivo y otras negativo, como porque falta consenso sobre el delicado problema de la delimitación de las diferentes épocas históricas. Sin embargo, no hay duda de que las corrientes de pensamiento relacionadas con la postmodernidad merecen una adecuada atención. En efecto, según algunas de ellas el tiempo de las certezas ha pasado irremediablemente; el hombre debería ya aprender a vivir en una perspectiva de carencia total de sentido, caracterizada por lo provisional y fugaz. Muchos autores, en su crítica demoledora de toda certeza e ignorando las distinciones necesarias, contestan incluso la certeza de la fe.

Este nihilismo encuentra una cierta confirmación en la terrible experiencia del mal que ha marcado nuestra época. Ante esta experiencia dramática, el optimismo racionalista que veía en la historia el avance victorioso de la razón, fuente de felicidad y de libertad, no ha podido mantenerse en pie, hasta el punto de que una de las mayores amenazas en este fin de siglo [XX] es la tentación de la desesperación.

Sin embargo es verdad que una cierta mentalidad positivista sigue alimentando la ilusión de que, gracias a las conquistas científicas y técnicas, el hombre, como demiurgo, pueda llegar por sí solo a conseguir el pleno dominio de su destino.” (Juan Pablo II, carta encíclica Fides et Ratio, nn. 90-91).

6) J. M. Bochenski, op. cit., pp. 83-85.


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12 comentarios

  
Franco
Del materialismo puede decirse que es, en rigor, el extremo opuesto del panteismo. Mientras éste absorbe todo lo creado en el Ser necesario, el materialismo hace el camino inverso, atribuyéndole a la materia propiedades divinas como la eternidad, la capacidad de crear, la previsión, etc. Claro que el materialista lo negará, pero lo hará siendo incoherente con su materialismo.
19/05/24 9:07 PM
  
Masivo
¿Por qué consumen más energía determinadas partes del cerebro humano (diferentes de las que se ocupan de la memoria o de la percepción) cuando se realiza el pensamiento abstracto? ¿El alma ordena al cerebro que piense y emplee para ello la energía disponible?
20/05/24 2:58 PM
  
Tamayo
El pensamiento es una función del cerebro material.
Decir que existe un alma inmaterial y que es ella la responsable del pensamiento o los sentimientos es algo completamente gratuito.
Si se dañan determinadas partes del cerebro se pierde la memoria a corto plazo, la vista, la capacidad de hablar, etc. y que yo sepa no se afecta al alma.
20/05/24 4:23 PM
  
Cos
" ¿El alma ordena al cerebro que piense y emplee para ello la energía disponible?"

No el alma no ordena nada al cerebro. Esa es una postura espiritualista, quizá gnóstica. El cerebro utiliza mas energía cuando es mas necesario. Así de simple.
20/05/24 6:57 PM
  
Masivo
"El cerebro utiliza mas energía cuando es mas necesario"

¿Más necesario para qué? Si el alma es la que piensa, el gasto de energia del cerebro no debería aumentar. Tampoco tendría por qué haber areas del cerebro dedicadas al pensamiento abstracto.
20/05/24 9:31 PM
  
Cos
"¿Más necesario para qué? Si el alma es la que piensa"

Se piensa con el cerebro, para eso existe. Esto está explicado, por lo menos, desde Santo Tomás. También se camina con los pies y se respira con la nariz. Algunas operaciones del cerebro utilizan mas energía y otras menos.
22/05/24 12:47 AM
  
Cos
Masivo, es que usted cree que el alma es como si fuera algo físico, corpóreo, una especie de humo que se mete dentro del cuerpo, y no es eso. El alma y el cuerpo son uno. El alma solo se puede desasociar del cuerpo cuando el cuerpo muere, y esto es porque el alma no muere por no ser algo material. No es que "se salga del cuerpo". El alma no sale de ningún sitio porque en el mundo espiritual no hay espacio como tampoco hay tiempo.
22/05/24 12:59 AM
  
Masivo
Bueno, Cos, en este portal hay un ilustre tomista bloguero que no está de acuerdo en eso de que el cerebro sea el que piensa.
22/05/24 10:00 PM
  
Néstor
Los sentidos externos conocen mediante órganos, el ojo, el oído, siendo el cerebro algo así como el órgano central.

La inteligencia humana abstrae los conceptos de los datos de los sentidos, así que necesita del cerebro como una fábrica necesita de un proveedor de materias primas, por usar una imagen muy inapropiada.

Pero con sus conceptos, la inteligencia va más allá de lo sensible, y por tanto, de lo material, de modo que para ellos propiamente no hay órgano.

Por ejemplo, el a esta altura supongo que ya famoso ejemplo del concepto del "triángulo", que no es de orden sensible, porque no se ciñe a ser escaleno, isósceles, ni equilátero, sino que contiene solamente lo común a estas tres figuras.

Así que del hecho de que una lesión cerebral pueda afectar al conocimiento intelectual no se sigue que éste sea una función del cerebro ni que el cerebro sea su órgano. Es un tema de los proveedores, no de la fábrica.

Como dice Chesterton, estoy seguro de la que Tierra es un lugar. Los científicos me informan, además, que es un planeta. En nuestra cultura se ha olvidado el orden de las certezas. La gente siempre ha sabido que piensa, y muchos han ido a la tumba sin saber que tienen cerebro. Pero hoy día parce que hay personas que están más seguras de lo que dice "la ciencia" que de su propia existencia.

Saludos cordiales.
23/05/24 2:44 PM
  
Tamayo
Néstor entonces según tú que de una lesión en el pie se derive que no podemos caminar bien no significa que sea función del pie hacernos andar.
La capacidad de abstracción es otra función del cerebro y no tiene sentido tener que recurrir al alma para justificar que podamos pensar en triángulos, en la paz o en el alma misma.
Tan sencillo como que sabemos que cuando se piensa en determinadas cosas se activan determinadas partes del cerebro.
Igual a estas alturas todavía cree la gente que los sueños son señales del más allá.
23/05/24 7:22 PM
  
Cos
Las operaciones mentales son ejecutadas en el cerebro, como muestra el hecho de que requieren de una disposición temporal. Por ejemplo, un razonamiento, que nos puede emplear unos minutos en ello.
En la práctica siempre hay un efecto de abstracción pero la mera conceptualización abstracta no se da, puesto que inmediatamente recurrimos a trazar imágenes en nuestra mente, generalmente valiéndonos de nuestros propios recuerdos, comparaciones con elementos cercanos, etc. Por eso siempre se usa el cerebro. Además, no hay forma de desligar el alma del cuerpo, mas que cuando el cuerpo muere. Es imposible que el alma se abstraiga del cerebro para "pensar por su cuenta".

Entiendo que el "pensamiento" que se da fuera del orden físico es diferente. En el orden físico el movimiento de la materia requiere del tiempo, o, dicho de otro modo, el tiempo sería la sucesión de movimientos de la materia, cosa que no se da fuera de él, donde el orden solo existe de modo lógico.
23/05/24 7:48 PM
  
Masivo
Si alguien se pone a resolver problemas puramente abstractos, matemáticos o de otro tipo, su cerebro consume más glucosa y se registra una mayor actividad neurológica en determinadas áreas. Esas áreas son distintas a las de la percepción y la memoria y en el ser humano están más desarrolladas que en cualquier otro ser vivo.

Dice Néstor que el cerebro sólo se ocupa de recoger datos de los sentidos, etc.

Un problema matemático puede ser puramente abstracto, desconectado de cualquier dato empírico actual. En ese caso, ¿por qué el cerebro consume más energía si no está recopilando nada de los sentidos para ello? (Nunca ponerse a pensar en problemas en ayunas) ¿Por qué tenemos más desarrolladas ciertas áreas del cerebro que otros seres vivos con sentidos mucho más aguzados, o incluso con sentidos que los humanos no tenemos (ecolocación, etc)? Esos animales procesan muchísima más información sensorial que nosotros, y en cambio su cerebro es menor y menos complejo, y además gasta menos energía.

Una cuarta parte de la glucosa que consume el ser humano la gasta el cerebro.
23/05/24 8:24 PM

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