William R. Farmer, Bismarck y los cuatro Evangelios. 1870-1914 -III

William R. Farmer

Bismarck y los cuatro Evangelios
1870-1914

Copyright © ChurchinHistory 2004    

Edición original: William R. Farmer, State Interesse and Marcan Primacy. 1870-1914 [Interés del Estado y primacía de Marcos. 1870-1914], en: Bibliotheca Ephemeridum Theologicarum Lovaniensium, The Four Gospels, Festschrift Frans Neirynck, editado por F. Van Segbroeck, C. M. Tuckett, G. Van Belle y J. Verheyden, Volumen III, Leuven University Press - Uitgeverij Peeters Leuven, 1992.

Fuente: http://www.churchinhistory.org/pages/booklets/farmer%28n%29.htm (08/10/2011).

Este artículo fue reproducido por ChurchinHistory con permiso de Leuven University Press. ChurchinHistory se esfuerza para hacer más fácilmente disponible la información acerca del involucramiento de la Iglesia en la historia.

Traducido al español y editado en 2022 por Daniel Iglesias Grèzes con autorización de Mark Alder, responsable de ChurchinHistory.

Nota del Editor: Añadí aclaraciones breves entre corchetes en algunos lugares.

[William R. Farmer (1921-2000) fue un académico estadounidense, experto en el Nuevo Testamento; metodista hasta 1990, cuando se convirtió al catolicismo. Fue editor de A New Catholic Bible Commentary (Un nuevo comentario bíblico católico). En 1992, año de publicación de este artículo, estaba vinculado a la Universidad de Dallas (Texas)].

Parte III

Con este estudio de los aspectos sociológicos de nuestro tema en mente, volvamos a las luchas entre Bismarck y Pío IX. Cada uno de estos titanes vivía de, y representaba, su propio mundo de discurso. El de Pío IX era católico. El de Bismarck era protestante. Lo que está en juego es la figura del apóstol Pedro, y cómo debe entenderse al Papa en relación con Pedro. Debemos tener en cuenta que los protagonistas de estos dos mundos de discurso están desempeñando sus roles en un escenario de la historia donde ambos bandos se han comprometido con cierta medida de tolerancia religiosa. No se debe derramar sangre por este tema. Ni siquiera debe haber tortura, y ciertamente tampoco pena capital —sólo puede haber arrestos, juicios, destierros o encarcelamientos—. Es en este contexto de tolerancia religiosa que las medidas tomadas por Bismarck para acabar con la resistencia católica parecen tan impactantes. Para 1876 todos los obispos prusianos estaban en prisión o habían abandonado el país14. Se estima que en el punto álgido de la controversia hasta 989 parroquias prusianas estaban sin sacerdotes.

Pero, ¿cómo y cuándo se iniciaron estas medidas persecutorias? Ya en mayo de 1871, Bismarck había dicho a los legisladores prusianos que:

“El gabinete prusiano está decidido a tomar medidas que en lo sucesivo harán imposible que los prusianos que son sacerdotes de la Iglesia Católica Romana afirmen con impunidad que ellos se guiarán por el derecho canónico en lugar de [guiarse] por la ley prusiana (el obispo Kremenz de Ermeland se había dicho expresado así)… Mantendremos el poder legislativo del Estado contra todos los que vengan15.”

Al mes siguiente, Bismarck dijo a un funcionario del gobierno que “proponía actuar vigorosamente contra los clericales". Wallace conjetura que esta decisión, que según los contemporáneos llegó tan rápido que parecía una inspiración, y podía fijarse casi al día y a la hora, fue posiblemente el resultado de un informe de Roma que [sostuvo que]: “el papado estaba asumiendo una actitud anti-alemana16.”

Tres días después apareció un artículo en el Neue Preussische Zeitung que declaraba que los jesuitas, que habían agotado todos los recursos para impedir la unificación de Alemania, eran los responsables de la formación del Partido del Centro (es decir, el partido católico).

Aunque la Sede Papal, proseguía, había acogido al principio con aprobación el establecimiento del imperio alemán, la acción de Roma había desmentido su palabra. El gobierno de Alemania nunca consentiría en “fortalecer un partido cuyo único objetivo era resucitar los poderes del papado". Este artículo, en opinión de Wallace, fue el toque de clarín que llamó a las armas en la Kulturkampf17. Esto ocurrió el 22 de junio de 1871.

Dos días después, el periódico Germania publicó un artículo en el que la ciencia y la religión eran yuxtapuestas como irremediablemente enfrentadas y que concluía que un “ultramontano, es decir un católico, no puede amar a su patria alemana; es un extranjero en su propia casa18.” Claramente, la influencia de tal persona en la sociedad, en la prensa y en la política tenía que ser restringida. El conflicto se agudizó y, según un recuento realizado a principios de 1875, 136 editores y 210 miembros del partido católico del centro habían sido arrestados, se había ejecutado 20 confiscaciones de periódicos y 74 registros domiciliarios, con 55 disoluciones de reuniones y organizaciones, y 103 expulsiones e internaciones19.

La cuestión de qué hacer con los jesuitas se planteó en el Reichstag alemán. El 14 de mayo de 1872 se presentó un proyecto de ley que pedía su expulsión de Alemania. Los discursos fueron acalorados y los partidarios del proyecto de ley al final demostraron ser imparables. Una noche en el teatro, después de un día de debate, se interpretaron canciones sobre los jesuitas, el Papa y la infalibilidad20. Esta referencia teatral a la infalibilidad deja en claro que los decretos de 1870 ciertamente estaban en discusión en las mentes de aquellos que querían expulsar a los jesuitas.

Un mes más tarde, después de que la noticia sobre los resultados de los debates en el Reichstag alemán llegara al Papa, él tuvo la oportunidad de dirigirse al club de lectura alemán en Roma. Si bien él podía estar de acuerdo en que Dios quiere que los ciudadanos obedezcan y respeten a los magistrados, Dios también quiere que digan la verdad y combatan el error.

“Nos encontramos bajo una persecución que ha sido preparada durante mucho tiempo, pero ahora se está haciendo sentir. Es el ministro de un gobierno poderoso que después de un gran éxito en el campo de batalla (WRF: victorias sobre Austria y Francia) se ha puesto a la cabeza de esta persecución. Le he hecho saber (no es un secreto, todo el mundo puede saberlo) que el triunfo sin moderación no puede durar, que un triunfo que combate contra la verdad y la Iglesia es la mayor locura. ¿Quién sabe si pronto se desprenderá una piedrecita desde lo alto para romper el pie del coloso?… Si Dios quiere que sigan otras persecuciones, la Iglesia no tiene miedo. ¡Por el contrario! En la persecución será purificada, fortalecida y rodeada de nueva belleza21.”

Los comentarios del Papa provocaron una reacción predecible. Bismarck estaba comprensiblemente disgustado. Todo el mundo pareció darse cuenta de que la referencia a “la piedra y el coloso” estaba dirigida al imperio alemán y, en particular, al propio Bismarck. Los jesuitas fueron prohibidos y la Kulturkampf estaba ahora en marcha22. Era el verano de 1872.

En enero siguiente, se presentaron las primeras leyes represivas en la legislatura prusiana23. Se pueden resumir de la siguiente manera:

“Los oficios sacerdotales sólo podían conferirse a candidatos nacidos en Alemania que, después de aprobar el examen final de la escuela, hubieran estudiado teología durante tres años en una universidad alemana y hubieran recibido una sólida formación científica comprobada por el Estado. A pesar de ciertas excepciones, esta regla estaba manifiestamente dirigida contra los seminarios teológicos, en cuyo favor surgió de inmediato un clamor. Aún más agresivo… fue el sometimiento del nombramiento de candidatos debidamente capacitados al veto del Estado… Los nombramientos hechos sin la aprobación del Estado eran nulos y sin efecto; y la realización de tales nombramientos o el dejar vacantes los oficios clericales más allá del período de un año, se castigaría con multas. También debía imponerse fuertes multas a los sacerdotes designados ilegalmente —incluso si sólo debían ejercer funciones espirituales—, disposición que tuvo el efecto de privar a las parroquias servidas por tales sacerdotes de los consuelos normales de la religión24.”

Estas leyes fueron aprobadas por el cuerpo legislativo inferior por 245 [votos] contra 110. Después de un largo debate y finalmente de un discurso de Bismarck alegando que era “la convicción del rey y el gobierno que el fundamento del Estado está en peligro", esta legislación fue aprobada en la cámara alta el 1 de mayo por 87 [votos] contra 53. A partir de entonces estas leyes fueron conocidas como las Leyes de Mayo porque fue en ese mes que entraron en vigor. En respuesta, los obispos católicos se prepararon de inmediato para la resistencia, informando al gobierno once días después que “no podían cooperar en la ejecución de estas disposiciones25.”

Seis meses después, Pío IX publicó una encíclica en la que lamentaba ciertas cosas, incluso las Leyes de Mayo, que estaban causando tanto sufrimiento a los católicos prusianos. No obstante, aconsejó valor y les recordó a todos que la Iglesia triunfaría al final. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” [Mateo 24,35]. El Papa dijo que las palabras a las que se refería Jesús eran: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” [Mateo 16,18]. Aquellos que se oponen a la Iglesia, nos enseña la historia, han sido derrotados al final, mientras que la Iglesia misma “resplandece más que el sol26“. Aquí vemos a uno de estos dos protagonistas llamando públicamente la atención sobre lo que el historiador de Yale Jaroslav Pelikan ha designado como “la constitución del cristianismo católico romano", es decir el pasaje del evangelio de Mateo donde Cristo otorga a Pedro las llaves del reino (Mateo 16,18-19), pasaje que sustenta las pretensiones papales de jurisdicción universal e infalibilidad27. Sólo será cuestión de tiempo antes de que el otro protagonista (Bismarck) presente públicamente su contraofensiva a esta apelación papal a la Sagrada Escritura.

Mientras tanto, en la superficie, estos lamentos papales parecen no haber tenido ningún efecto en los acontecimientos en Alemania. Los historiadores sólo pueden conjeturar qué reacción pudo haber estado ocurriendo detrás de escena. En cualquier caso, se obligó a los obispos a prestar juramento de guardar las leyes del Estado de modo escrupuloso, incondicionalmente y sin reservas. Los legisladores católicos, tanto en el parlamento prusiano como en el imperial, se opusieron a estas medidas a cada paso y expresaron enérgicamente su desafío al canciller de hierro y su gobierno. En ocasiones redujeron a sus torturadores al silencio. Su principal portavoz se puso de pie en el parlamento prusiano y dijo:

“Ustedes tienen poder para atormentarnos y para herir nuestros corazones. No tienen el poder de quitarnos nuestra fe. Cuando hayan clausurado todas nuestras iglesias nos reuniremos en los bosques e imitaremos a los católicos de Francia durante el reino del Terror28.”

La campaña de Bismarck contra la Iglesia Católica alcanzó su punto más alto en 1874 con la aprobación de la ley sobre la “reclusión o expulsión de los sacerdotes recalcitrantes". Con todos los obispos católicos en Prusia en prisión o en el exilio, con cientos de sacerdotes encarcelados y varios cientos de parroquias sin sacerdotes, el Papa el 5 de febrero de 1875 emitió otra encíclica en la que clamó contra las Leyes de Mayo y de nuevo lamentó su daño a la Iglesia. Debido a que la Iglesia ya no tenía el control de la educación de sus sacerdotes y, por lo tanto, por ejemplo, no podía estar segura de que su “estatuto” quedara intacto, el Papa podía sostener que esta legislación anticatólica anulaba la constitución de la Iglesia y destruía el fundamento de la autoridad de los obispos. A los obispos católicos que, por su resistencia a esta legislación opresiva, fueron encarcelados, los tuvo como mártires.

“Porque no es a los poderes de esta tierra a los que el Señor ha sometido a los obispos de su Iglesia, sino a Pedro, a quien ha confiado sus ovejas y sus corderos. Por eso ningún poder temporal… tiene derecho a despojar de su dignidad episcopal a aquellos que han sido nombrados por el Espíritu Santo para administrar la Iglesia… Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres29.”

De ello se sigue que Bismarck no está luchando contra un mero ser humano sino con el príncipe de los apóstoles, a quien, por la fe, los católicos perciben como presente con autoridad en la persona y el oficio del Papa. Fue esta resistencia incesante de los obispos católicos, instada y apoyada por las fuerzas ultramontanas (léase: “petrinas") de otros países católicos, lo que atormentó a Bismarck más allá de lo soportable30. Esta encíclica del Papa provocó una respuesta en un periódico del gobierno:

“El hecho de este mensaje abierto y franco no deja ninguna duda de que las relaciones de la sede papal con el gobierno secular han sido fundamentalmente alteradas a través del desarrollo más reciente (es decir, la apelación a la Escritura para justificar la resistencia a la autoridad última de las Leyes de Mayo).

El mensaje del Papa, sostuvo el escritor, fue una confrontación revolucionaria de la autoridad del Estado que, en virtud de su propósito inequívoco, indica el curso que el gobierno debe seguir para combatirla; se debe hacer saber a la Iglesia Católica quién es soberano en Prusia31.”

En lo que respecta a Bismarck, no podía haber dudas sobre el papel decisivo en todo esto tanto del decreto del Concilio Vaticano sobre la infalibilidad papal como de sus corolarios ideológicos básicos, el primado petrino y la supremacía papal. Sólo dos meses después de que el Papa llamara la atención pública por última vez sobre su autoridad petrina, el 15 de abril de 1875, mientras la Kulturkampf todavía estaba en su apogeo, Bismarck lanzó un contraataque amargo contra Pío IX. La Iglesia [católica], dijo, ahora no es más que el Papa. Antes del Concilio Vaticano, los obispos alemanes ejercían el derecho de al menos pensar por sí mismos independientemente de lo que sostuviera el Papa. Sin embargo, desde el Concilio Vaticano, se quejó Bismarck, ellos ya no ejercían esta independencia del Papa. Y ahora, yendo a por la vena yugular (en sentido figurado) de su oponente, Bismarck yuxtapone a Pedro con el Papa diciendo que Pío IX no era realmente el sucesor de Pedro dado que el apóstol Pedro no había sido infalible; Pedro había pecado, llorado amargamente y se había arrepentido; Bismarck cerró su ataque con un toque de ironía: “Creo que del Papa no tenemos que esperar eso32.”

Este uso hábil de la exégesis bíblica sugiere fuertemente, si no lo demuestra, que Bismarck y sus asesores entendían el papel de Pedro en la lucha política en curso. Está claro que ellos habrían entendido la forma en que el interés estatal sería servido por un contraargumento respaldado por la universidad. Por supuesto, este contraargumento no podría ser eficaz a menos que fuera apoyado en la mayoría, si no en todas, las universidades influyentes del reino. Esto ciertamente incluía la universidad de Berlín y universidades como la recién reconstituida universidad de Estrasburgo. Un profesorado que fuera sensible (pero no abiertamente servil) a los intereses del Estado, y un gobierno que supiera cómo trabajar con los funcionarios universitarios locales serían esenciales para este desarrollo33. La primacía marcana ofrecía claramente apoyo para descartar los reclamos de una autoridad papal que se apoyaba en el pasaje de Pedro en Mateo ausente en Marcos. Tener profesores bien ubicados en las universidades cuyas publicaciones apoyaran la primacía marcana claramente serviría a los intereses del Estado. A la inversa, cualquier profesor cuya obra publicada procediera de la posición tradicional de que el evangelio de Mateo es nuestro evangelio más antiguo, estaría fuera de sintonía con los intereses del Estado y podía esperar, bajo el nuevo Reich, marchitarse en la vid. Esto es exactamente lo que le sucedió al distinguido Hilgenfeld, cuya reseña negativa del libro de Holtzmann hizo poco para dañar el creciente apoyo a la hipótesis marcana. Los pastores protestantes, atrapados en el espíritu de los tiempos, simplemente dejaron de recomendar a los jóvenes teólogos que fueran a escuchar a Hilgenfeld. No se consideró necesario tener en cuenta sus opiniones.

Y ahora nos acercamos al punto de nuestro ensayo.

La primacía marcana, como ha señalado B. Reicke, se convirtió en un theologumenon (opinión teológica) alemana. Eventualmente fue enseñada a los niños en las escuelas sin cuestionamientos. ¿Cómo pasó esto? En 1870, la hipótesis marcana no era más que una wissenschaftliche Hypothese [hipótesis científica] cada vez más popular. Pero ciertamente en 1914, probablemente en 1890 y posiblemente ya en 1880, esta hipótesis popular se convirtió implícitamente en un dogma protestante alemán. ¿Por qué? Deseo sugerir que, en la lucha cultural entre la Iglesia y el Estado, las ideas de la primacía marcana y la existencia de Q asumieron roles imaginativos e ideológicos. Es decir, comenzaron a funcionar canónicamente dentro del nuevo magisterio protestante dominado por la universidad. Al proponer esto, deseo contemplar la probabilidad, si no la certeza, de que esta función de la hipótesis de las “dos fuentes” (la teoría de que Mateo y Lucas se basaron en Marcos y Q) fue en gran parte, si no totalmente, inconsciente. En cualquier caso, no se puede negar que estas ideas respaldadas por la universidad sirvieron para socavar la base canónica de los decretos del Concilio Vaticano I. Además, en términos sociológicos los logros teológicos de la primacía marcana y la existencia de Q se correlacionan positivamente con los resultados de los logros políticos de las Leyes de Mayo. En ambos casos los resultados alcanzados fueron anti-ultramontanos (léase: “anti-petrinos"), y se alcanzaron a través de instituciones estatales bajo la influencia del gobierno. En ambos casos se establecieron parámetros dentro de los cuales la minoría católica había de encontrar un lugar viable en el cuerpo político del Segundo Reich.

La reacción inmediata de la jerarquía católica fue de resistencia a la agresión política de la mayoría protestante dominante. El centro simbólico de la resistencia dentro de Alemania fue la tumba de San Bonifacio, el misionero benedictino inglés que es venerado como “el apóstol de Alemania". Los obispos católicos se reúnen cerca de esta tumba en Fulda en tiempos de peligro y siempre que se reúnen por asuntos de importancia para todos los católicos alemanes. Bismarck, sin embargo, con el tiempo encontró una forma de sortear esta resistencia pasando por encima de los católicos alemanes y negociando con el nuevo Papa [León XIII] el fin de la Kulturkampf (lucha cultural-religiosa). El nuevo Papa quería normalizar las relaciones entre Alemania y el Vaticano. Esto finalmente liberó a los católicos liberales alemanes —quienes, en primera instancia, ante la persecución estatal, habían unido fuerzas con los católicos conservadores— para reanudar su programa de asimilación cultural a través de la Wissenschaft (investigación y enseñanza sistemáticas) alemana patrocinada por la universidad. Esto, a su vez, finalmente allanó el camino para que los académicos católicos alemanes recomendaran la primacía marcana y la existencia de Q, incluso frente a la respuesta de 1912 de la Comisión Bíblica patrocinada por el Vaticano, que en ese momento todavía era negativa para esta teoría.

Durante la Kulturkampf, las universidades alemanas estaban más unidas en apoyo de los objetivos de Bismarck que la legislatura prusiana. Había habido una oposición abierta a las Leyes de Mayo en la legislatura. No se desarrolló tal oposición concertada a los lugares comunes protestantes en las universidades.

Debemos tener en cuenta que todos los profesores de las universidades alemanas, tanto católicos como protestantes, eran nombrados por el Estado. Después de 1875, durante un breve período, cualquier académico alemán que cuestionara abiertamente la hipótesis marcana, incluso en pequeña medida, sería percibido como poniendo en peligro “el fundamento del Estado". ¡Habría puesto en peligro el fundamento del Estado al negarle un arma defensiva decisiva contra la agresión inspirada por el Vaticano manifiesta en el uso que los jesuitas y el Papa estaban haciendo del pasaje de Pedro, un pasaje de Mateo notablemente ausente en Marcos!

Esta situación intensamente conflictiva duró sólo dos o tres cortos años. Cuando murió Pío IX, su sucesor quería hacer las paces, y al enterarse de esto, Bismarck, como se señaló anteriormente, pasó por alto a los líderes católicos alemanes y elaboró ​​un concordato directamente con el Vaticano, poniendo fin a la Kulturkampf en términos favorables a un Estado alemán dominado por los protestantes. La persecución de los católicos en Alemania disminuyó, pero para entonces la suerte estaba echada. En adelante, el evangelio de Mateo habría de identificarse con el ultramontanismo. la La prioridad de Mateo difícilmente podía ser defendida por un protestante como una solución científica sin levantar la sospecha de que el académico en cuestión era “pro-católico” o “antipatriótico", o al menos estaba fuera de sintonía con el consenso académico en rápido crecimiento requerido por los teólogos de la Iglesia. En esta situación, ciertamente se formó una masa crítica de opinión académica a favor de la primacía marcana. ¿Pero por qué? Todas las historias cuidadosas muestran que esto sucedió en ausencia de evidencias históricas y literarias convincentes y, en verdad, frente a pruebas en contra contundentes. Por lo tanto, la conclusión de que otros intereses estaban ejerciendo influencia es inevitable. Cuáles eran algunos de estos “otros intereses” se discute en las historias de Meyboom y Stoldt. A éstos ahora se puede agregar el interés del Estado. Si bien el conflicto entre Bismarck y el Vaticano finalmente se calmó, los sentimientos anti-ultramontanos persistieron en Alemania y se mantuvieron fuertes a lo largo de la vida del Segundo Reich.

La acusación de “ultramontanismo” puede traducirse en la acusación de estar “sometido al Vaticano". Una base para esta acusación perduró después de que Bismarck hizo las paces con León XIII, e incluso después de él fue despedido por el Káiser en 1890. La fuente del continuo sentimiento anticatólico podía ser teológica o política.

Y la simpatía popular [hacia la Iglesia Católica] en general se vio enajenada en gran medida por la campaña antimodernista, que al enfatizar la supremacía del dogma sobre la “libre investigación” pareció una afrenta especial al trabajo de las universidades alemanas… La temperatura del nacionalismo alemán iba en aumento, y la propaganda violentamente anticatólica del Bund evangélico sirvió para avivar las llamas. Parecía cada vez más intolerable que la “misión manifiesta en el mundo” de Alemania fuera refrenada por un partido (el católico Partido del Centro) en el Reichstag que supuestamente estaba “sometido al Vaticano”34.

Se podría argumentar que ningún académico alemán se habría dejado influir por consideraciones no científicas, como el temor de ser considerado como alguien que desea limitar la “libre investigación". Pero, ¿tal argumento es sociológicamente sostenible? Y en todo caso, ¿estos académicos alemanes estarían también libres de todo sentimiento nacional?

Por ejemplo, ¿los profesores católicos durante el Segundo Reich serían inmunes a la presión social emanada del prejuicio mayoritario de que un católico “no puede amar a su Patria"? Es dentro de este contexto histórico y sociológico donde es más probable que encontremos la respuesta a la pregunta: “¿Cómo Marcos desplazó a Mateo como el evangelio fundacional para la fe cristiana y se encontró a sí mismo como el modelo teológico principal para la teología protestante liberal, y finalmente para la teología católica liberal?” Conjeturamos que una vez que la hipótesis marcana se convirtió en una alternativa popular a la más radical hipótesis de Tubinga [caracterizada por el racionalismo y el escepticismo sobre la historicidad de los Evangelios], esta transformación ocurrió de modo imperceptible e inconsciente en respuesta a la necesidad ideológica del Estado alemán de una defensa teológica contra una supuesta amenaza “católica". Esta percepción de amenaza fue desencadenada por Pío IX y sus asesores cercanos, quienes fueron vistos como habiendo arrasado, a través del Concilio Vaticano, la oposición de los liberales del norte de Europa y de los Estados Unidos a los decretos sobre la supremacía papal y la infalibilidad papal —decretos que se esperaba que reunieran una coalición de fuerzas ultramontanas contra la Prusia protestante—, decretos que procedían y dependían del pasaje de Pedro que se encuentra sólo en Mateo. Los católicos liberales perdedores en el Concilio Vaticano I, después de que terminó la Kulturkampf, finalmente se reagruparon, y en el Concilio Vaticano II, con la ayuda de varios sectores, se convirtieron en los ganadores [DIG: Opino que este juicio histórico necesita ser matizado]. Mientras tanto, sin embargo, ellos habían aprendido una lección importante. Hacia el Concilio Vaticano II, habían llegado a reconocer quién era soberano en Alemania: era Marcos, no Mateo35.

La soberanía de Marcos en el Segundo Reich pasó rápidamente a todas las sociedades fuera de Alemania que disfrutaban de una relación simbiótica con el Segundo Reich a través de la acción de la Wissenschaft alemana, cuya vigencia a través de la investigación apoyada por el Estado fue siempre en aumento.

Cabe preguntarse si los académicos de la Iglesia de Inglaterra en las venerables universidades británicas de Oxford y Cambridge asumirían acríticamente la primacía marcana de sus colegas protestantes alemanes. Pero que lo hicieron ha sido documentado36. Y que lo hicieran es menos sorprendente cuando se reconoce que las necesidades ideológicas de la sociedad inglesa, con su mayoría anti-católica romana de la Iglesia de Inglaterra y su minoría católica romana (y con su mayoría cristiana y su minoría judía), no eran muy diferentes de las de la Alemania de Bismarck. [CONTINUARÁ].

Notas

14. E. L. EVANS, The German Center Party 1870-1933. A Study in Political Catholicism [El Partido del Centro alemán 1870-1933. Un estudio sobre el catolicismo político], Southern Illinois University Press, 1981, p. 76.

15. WALLACE, The Papacy [El papado], p. 193.

16. Op. cit., p. 194.

17. Op. cit., pp. 194-195.

18. Esta identificación simple e incondicional de católico con “ultramontano” representa una opinión extrema.

19. Frankfurter Zeitung, febrero de 1875, citado en WALLACE, The Papacy, p. 193.

20. L. HAHN, Geschichte des Kulturkampf in Preussen [Historia de la Kulturkampf en Prusia], Berlín, 1881, pp. 102s. Traducción al inglés por L.P. WALLACE, The Papacy, p. 201.

21. WALLACE, The Papacy, p. 201.

22. WARD, Germany [Alemania], n. 5, pp. 63-64. Debe tenerse en cuenta una distinción entre el Parlamento Imperial, el Reichstag, y la legislatura prusiana, el Landtag prusiano. Las “Leyes de Mayo” fueron prusianas, no imperiales. Sin embargo, debido a su tamaño enorme, Prusia dominaba el Imperio Alemán, ejerciendo un veto virtual en el Reichstag.

23. 9 de enero de 1873.

24. WARD, Germany, pp. 65-66­.

25. WALLACE, The Papacy, p. 215.

26. WALLACE, The Papacy, p. 216.

27. The Riddle of Roman Catholicism [El enigma del catolicismo romano], Nueva York, Abingdon, 1959, p. 79.

28. WALLACE, The Papacy, pp. 241-242.

29. Ídem.

30. Ídem.

31. WALLACE, op. cit., p. 247. “Las consecuencias de la Kulturkampf fueron extremadamente graves para la Iglesia. Más de un millón de católicos fueron privados de los sacramentos porque miles de sacerdotes estaban en el exilio o en prisión. No había obispos disponibles para ordenar nuevos sacerdotes, porque habían sido relevados de sus sedes por el Estado después de no haber obtenido la aprobación de los prefectos para su ordenación; dos arzobispos (Colonia y Posen) habían sido exiliados. El gobierno prohibió a los párrocos visitar parroquias distintas a la suya para dar los sacramentos. Y, como una especie de insulto supremo, se dio prioridad en el uso de las iglesias al puñado de viejos católicos antirromanos, y el gobierno creó un nuevo obispado que otorgó al líder de esa secta". (E. E. Y. HALES, The Catholic Church in the Modern World: A Survey from the French Revolution to the Present [La Iglesia Católica en el mundo modern: Un estudio desde la Revolución Francesa hasta el presente], Londres, Eyre y Spottiswoode, Burns and Oats, 1958, p. 235).

Este párrafo de resumen no documentado representa cómo un historiador católico del siglo XX pudo mirar hacia atrás a la Kulturkampf desde una perspectiva posterior al Tercer Reich y, sin embargo, no mencionar en su libro cómo Bismarck allanó el camino para Hitler. Aparentemente, el hecho de que Bismarck “creía en el valor de la Iglesia y estaba preocupado por controlarla, para asegurarse de que ella diera apoyo a su régimen", mientras que “el punto de vista personal de Hitler era fundamentalmente antitético al cristianismo en cuanto tal” (p. 296), justificó en la mente de este historiador el no llamar la atención de sus lectores sobre la forma en que las acciones de Bismarck proporcionaron a Hitler precedentes legales a considerar. El hecho de que haya diferencias entre Bismarck y Hitler que son decisivas no justifica que no se tome en serio la continuidad —así como la discontinuidad— en el modus operandi de los líderes del Segundo y el Tercer Reich. Una diferencia principal entre Bismarck y Hitler es su relación. Una diferencia importante entre Bismarck y Hitler estriba en sus relaciones con los judíos. Bismarck eligió como banquero personal a un judío. Hitler creía que los judíos habían apuñalado a Alemania por la espalda.

32. Provinzial-Correspondenz.

33. La relación realista pero sutil entre el profesorado y el interés estatal surge claramente en dos libros excelentes sobre las universidades alemanas. Éstos son: C. E. McCLELLAND, State, Society, and University in Germany, 1700-1914 [Estado, Sociedad y Universidad en Alemania, 1700-1914], Cambridge, University Press, 1980; y F. K. RINGER, The Decline of the German Mandarins: The German Academic Community, 1890-1933 [La decadencia de los mandarines alemanes: La comunidad académica alemana, 1890-1933], Cambridge, MA, 1969.

Para la documentación del ethos anticatólico de las universidades controladas por Prusia en el período imperial, véase K. H. JARAUSCH, Student, Society and Politics in Imperial Germany [Estudiantes, sociedad y política en la Alemania imperial], Princeton, NJ, University Press, 1982; y J. E. CRAIG, Scholarship and Nation Building: The University of Strasbourg and Alsatian Society 1870-1939 [La educación académica y la construcción de la nación: La Universidad de Estrasburgo y la sociedad alsaciana 1870-1939], Chicago, IL, University Press, 1984.

34. E. E. Y. HALES, The Catholic Church in the Modern World  [La Iglesia Católica en el mundo moderno], n. 31, p. 241. La erudición teológica patrística y litúrgica francesa hizo una contribución muy importante al Concilio Vaticano II.

35. Cabe señalar que, a diferencia del Concilio Vaticano I, ninguno de los decretos emanados del Vaticano II procede del pasaje de Pedro en Mateo. Habiendo ya pasado el Vaticano II, los eruditos católicos romanos contemporáneos pueden interpretar con razón su recepción más favorable por parte de los colegas protestantes como evidencia de que ahora se los percibe más fácilmente como capaces de estar libres de la influencia del Vaticano. Sin embargo, no está claro si ellos se dan cuenta de que esta percepción más favorable se ha comprado a un precio, es decir, la aceptación académica aparentemente total e incondicional de la primacía marcana (léase: “anti-ultramontanismo"). Sin embargo, es bastante erróneo pensar que la aceptación católica liberal contemporánea de la prioridad marcana se debe solo, si acaso, a la preocupación por lo que puedan pensar los protestantes. Para la mayoría, si no la totalidad, de los católicos liberales, la prioridad marcana es intelectualmente satisfactoria. Es con un sentimiento genuino de liberación que un exégeta católico liberal puede producir nuevas ideas a partir de Marcos, ideas que de algún modo parecen ser más difíciles de derivar a partir de los evangelios más sofisticados (y eclesiásticamente desarrollados) de Mateo y Lucas. Marcos no parece representar tanto la libertad del dogma católico como un nuevo comienzo en la emocionante búsqueda de una fe supuestamente más válida, menos evaluada por el derecho canónico o la doctrina de la Iglesia que por la experiencia cristiana común. Para los académicos que cuestionan la prioridad marcana, no reconocer esta contribución positiva y liberadora de la prioridad marcana [desde el punto de vista liberal] a la vida actual del catolicismo liberal sólo conducirá a más malentendidos y falta de comunicación. Si Marcos es de hecho menos sofisticado o menos desarrollado eclesiástica y/o teológicamente que los evangelios más extensos es otra cuestión. Pero al aprender unos de otros, uno debe tomar en serio cómo el otro percibe las cosas y cómo el otro se siente acerca de lo que él o ella percibe como verdadero.

36. W. R. FARMER, The Synoptic Problem. A Critical Analysis [El problema sinóptico. Un análisis crítico], Nueva York, Macmillan, 1964, pp. 48-198.


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3 comentarios

  
Jorge Cantu
Es impresionante como hasta el día de hoy, a resultas de una burda maniobra de poder pagano, y con el falso argumento de rigor hermenéutico, se siga sosteniendo después de tantos años, de manera dogmática, acrítica y prejuiciada la primacía del texto marcano y de la hipotética 'fuente Q' con el fin de debilitar la importancia y autoridad doctrinal del pasaje mateano acerca del origen del ministerio petrino.

El impacto de un prejuicio ideológico difundido astutamente desde el poder sigue siendo hoy el camino predilecto para impulsar toda clase de herejías y engaños, desde el aborto y la eutanasia hasta el homo y el transexualismo, entre otros muchos.
11/11/22 6:51 AM
  
Marta de Jesús
Jorge, disculpe, aunque probablemente no me lea a estas alturas. Cómo es posible que de esa hipotética fuente Q se llegue a la justificación de esos pecados que nombra?

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DIG: Estimada Marta: La relación entre ambas cosas no es lineal pero existe. La hipótesis de las dos fuentes (Marcos y Q) es el fruto del estudio histórico-crítico de los Evangelios por parte de exégetas racionalistas y liberales. Esa hipótesis incluye la idea de la prioridad cronológica y literaria de Marcos con respecto a los otros Evangelios. Desde los primeros siglos de la era cristiana, la Tradición de la Iglesia había sostenido sin lugar a dudas la prioridad de Mateo. Ahora bien, el Evangelio de Mateo es el que presenta explícitamente el primado de Pedro, en el episodio en que Jesús le confiere las llaves de Su Reino y el poder de "atar y desatar" con la autoridad del mismo Cristo. Además, Mateo contiene el "discurso eclesiástico", en el que Jesús dispone cómo sus apóstoles y discípulos han de tratar a los miembros descarriados de la Iglesia. Así puso las bases del derecho canónico y de las sanciones eclesiásticas, incluso la excomunión. La teoría de la prioridad de Marcos no arruina del todo pero debilita los argumentos apologéticos favorables a la fe en Cristo y en la Iglesia Católica:

A) En la Iglesia Católica, principalmente porque:
1) el primado petrino puede ser visto por muchos como un desarrollo tardío y no esencial, no proveniente del mismo Cristo; y
2) si la Tradición de la Iglesia erró en algo tan fundamental como cuál fue el primer Evangelio escrito, entonces puede haber fallado en muchas otras cosas importantes.

B) En Cristo, principalmente porque, si Marcos fue el primer Evangelio y fue escrito después del año 70 (como también sostuvieron los propulsores de la teoría de las dos fuentes) entonces:
a) los demás evangelios son más tardíos;
b) ninguno de los Evangelios fue escrito por ningún apóstol ni por un testigo ocular de la vida de Jesús;
c) los Evangelios son productos de comunidades cristianas primitivas que crearon narraciones para expresar su fe en un Cristo que guarda una relación escasa o dudosa con el Jesús histórico;
d) así la fe en la historicidad de los Evangelios se debilita y por lo tanto la fe cristiana también.

Y la crisis de fe provoca una crisis moral, que es lo que se quería demostrar.
11/11/22 2:41 PM
  
Marta de Jesús
Aún así me queda la cuestión del AT donde están "atados" esos pecados. Disculpen mi ignorancia, pero salvo el matrimonio para toda la vida, Jesús no vino a cambiar nada, si no a dar Plenitud a lo anterior, es decir, al Padre. El Génesis y los mandamientos ya estaban, pej.

Gracias por su respuesta. Muy amable . Tengo que leer estos artículos con más calma.

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DIG: Estimada Marta: Si el estudio histórico-crítico del Nuevo Testamento llevó en muchos casos a negar la historicidad de los Evangelios, y con ella la divinidad de Cristo, imagínese lo que hizo con respecto al Antiguo Testamento. Hacia fines del siglo XIX se impuso la hipótesis documental de Wellhausen, que dividió los libros del Pentateuco en cuatro fuentes: J, E, P y D. La mayoría de los estudiosos que lo siguieron consideró las narraciones de Génesis 1-11 como mitos y al resto del Pentateuco (Moisés, el Éxodo, la Alianza del Sinaí, el Decálogo, etc.) como leyendas. Según ellos la historia de Israel habría comenzado con el pacto de Siquem, que habría unido a las distintas tribus hacia el 1100 AC.

De todos modos agrego que Jesús nos dio "un mandamiento nuevo": amarnos unos a otros como Él nos amó.
12/11/22 6:31 PM

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