La acción política de los católicos (2)

4. La “sociedad del divorcio”

Esta segunda entrega de la serie está inspirada en diversos escritos de Josep Miró i Ardèvol sobre la “sociedad de la desvinculación” y en Mons. Nicolás Cotugno, Prólogo, en: Instituto Arquidiocesano de Bioética “Juan Pablo II”, Compendio de Bioética Cristiana, Montevideo 2008, p. XIII.

Utilizaré la metáfora del divorcio para caracterizar la sociedad occidental contemporánea en su vertiente individualista y secularista, que parece ser la dominante. Nuestra sociedad puede ser descripta como “sociedad del divorcio”, pues ha divorciado o está divorciando realidades que deben permanecer unidas o en fecunda relación. En efecto, ella se caracteriza por varios “divorcios”, que paso a describir.

En primer lugar, la cultura actual se caracteriza por el divorcio entre la fe y la razón, “las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad” (Juan Pablo II, encíclica Fides et Ratio, exordio). El capítulo IV de la encíclica Fides et Ratio sintetiza magníficamente la historia del pensamiento occidental bajo el punto de vista de la relación entre la fe y la razón. La tercera y última parte de ese capítulo (cf. ídem, nn. 45-48) se titula “El drama de la separación entre fe y razón”. Allí Juan Pablo II muestra cómo la síntesis de fe y razón lograda por Santo Tomás de Aquino y la teología escolástica del siglo XIII se fue oscureciendo a lo largo de los siglos sucesivos. El gran Papa relaciona la separación entre fe y razón con “el capítulo principal del drama de la existencia humana contemporánea” (ídem, n. 47): el hombre actual está amenazado por los resultados de su propio trabajo (cf. íbidem). Después de haber sufrido los influjos del nominalismo de fines de la Edad Media, la vertiente paganizante del Renacimiento, la tendencia fideísta de la Reforma protestante, la Ilustración racionalista, el idealismo y el materialismo de los siglos XIX y XX y el relativismo de la post-modernidad, hoy nuestra cultura occidental tiende a ver a la verdad como esclavizante y a la certeza como una amenaza a la tolerancia que posibilita la convivencia pacífica.

En segundo lugar, nuestra cultura se caracteriza por una crisis de la familia, cuya raíz principal es el divorcio entre marido y mujer. Cuando una sociedad introduce la disolución del matrimonio en su legislación, deja de ser cristiana, porque debajo del divorcio subyace una antropología individualista incompatible con el cristianismo. En efecto, la mentalidad divorcista supone en el fondo que el ser humano es incapaz de amar de verdad, comprometiéndose radicalmente con otra persona para toda la vida, o bien asume que un compromiso absoluto con otro es una esclavitud destructiva. Esta concepción divorcista ha sido impuesta a los pueblos cristianos por la fuerza de la ley civil y se difunde como una enfermedad contagiosa.

En tercer lugar, nuestra moderna sociedad secularista se caracteriza por el divorcio (no la sana separación) entre la Iglesia y el Estado. Este divorcio ha asumido formas diferentes en distintos países. Uruguay se ha inspirado en el modelo secularista radical de Francia (un modelo de separación sin reconocimiento) y lo ha aplicado con inusitado vigor, organizando el Estado casi como si la religión no existiera. Citaré aquí las conclusiones de un brillante artículo sobre este tema:

La primera conclusión es que, cuando tuvimos que elegir una modalidad de separación entre el estado y las confesiones religiosas, los uruguayos elegimos una solución particularmente radical [la laicidad a la francesa]… y claramente marginal en el mundo democrático. La segunda conclusión es que, cuando tuvimos que aplicar esa solución, lo hicimos tal vez con coherencia pero ciertamente con una intransigencia que ni siquiera encontramos en los padres de la idea. La tercera conclusión es que los uruguayos seguimos sin discutir ese modelo, pese a que sus propios autores lo están sometiendo a revisión. Creo que todo esto debería llevarnos a reflexionar sobre nuestras opciones normativas y nuestras prácticas institucionales.” (Pablo da Silveira, Laicidad, esa rareza, en: Roger Geymonat (compilador), Las religiones en el Uruguay. Algunas aproximaciones, Ediciones La Gotera, Montevideo 2004, p. 211).

En cuarto lugar recuerdo que en todo el mundo existe hoy una fuerte tendencia al divorcio entre la moral y el derecho. Esta tendencia se manifiesta, con frecuencia creciente, mediante numerosas iniciativas (logradas o no) a favor de la legalización del aborto, la fecundación in vitro, la experimentación con embriones, la clonación humana, la eutanasia, el divorcio por la sola voluntad de cualquiera de los cónyuges, las “uniones libres”, el “matrimonio homosexual”, etc. En la cultura relativista, la moral pertenece al ámbito de los sentimientos, de lo irracional, de lo privado, sin vigencia en el ámbito público. La ley se comprende y se practica en clave positivista. Se busca proteger los derechos humanos, pero éstos son privados de su fundamento trascendente, exponiéndolos a ser desconocidos o distorsionados por la dictadura de la mayoría. Se inventan nuevos y falsos derechos humanos: los “derechos sexuales y reproductivos”. Se producen impunemente diversos atentados contra la libertad de educación y la libertad de expresión acerca de temas morales, etc.

En quinto lugar, se difunde actualmente con mucha fuerza en todo el mundo una ideología feminista radical, llamada “perspectiva de género”, que procura el divorcio entre la naturaleza y la cultura. Se minimiza la importancia de la naturaleza (el “sexo”) y se prioriza el “género”, concebido como una mera construcción cultural. Se sostiene la existencia de múltiples “géneros” (al menos cinco) y se defiende la libre elección de la “orientación sexual”, como un derecho humano básico. Se promueve la “diversidad sexual” y se denuncia cualquier visión discrepante con esta ideología como fundamentalismo y discriminación.

En sexto lugar, desde hace unos 50 años se promueve el divorcio entre la relación sexual y la procreación, primero mediante la anticoncepción y luego también a través de la fecundación artificial. La anticoncepción tiende a banalizar las relaciones sexuales, privándolas de su apertura a la fecundidad, mientras que la fecundación artificial tiende a convertir al ser humano en un producto de laboratorio, comprable por catálogo.

En séptimo y último lugar, el “humanismo secular” que padece nuestra civilización se caracteriza por el divorcio entre la moral, por un lado, y la economía, la ciencia y la tecnología, por otro lado. La ciencia y la tecnología practicadas sin límites éticos se convierten en una gran amenaza contra el género humano. Incrementan cada vez más el poder del hombre, pero éste sigue desorientado en torno a la forma correcta de usar ese poder siempre creciente. La economía tiende a sustentarse en una visión reduccionista del ser humano como simple productor o consumidor de bienes y servicios. La empresa, motor de la economía, tiende a estar motivada principalmente por un afán desenfrenado de lucro. Si bien últimamente se está difundiendo la noción de responsabilidad social empresarial, muchas veces está noción encubre una nueva manifestación del viejo economicismo. Así la responsabilidad social empresarial se convierte, en muchos casos, en una continuación del afán desordenado de lucro por otros medios. El “marketing social” se vuelve una herramienta más del business as usual.

Los siete “divorcios” enumerados tienen su primer principio en el “divorcio” fundamental entre el hombre y Dios, propio del ateísmo práctico, cuya primera consecuencia es el “divorcio” entre el hombre y su prójimo, propio del individualismo.

Frente a esta triste y amenazadora situación, los cristianos debemos asumir con renovado ardor la gran tarea de la evangelización de la cultura, re-edificando la cultura cristiana y sembrando la buena noticia de la verdad cristiana en las familias, las empresas, los centros educativos, los medios de comunicación social, los partidos políticos, etc. Nuestra tarea política consiste fundamentalmente en reconstruir en la sociedad los vínculos deshechos por la “cultura del divorcio”. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes


Este artículo está basado en un aporte que hice al IV Sínodo Arquidiocesano de Montevideo, con fecha 19/03/2005, y es una nueva versión de: Daniel Iglesias Grèzes, Cristianos en el mundo, no del mundo. Escritos de teología moral social y temas conexos, Lulu, Montevideo 2008, Capítulo 9 – La acción política de los católicos, pp. 92-101.

Ese libro está disponible aquí.

3 comentarios

  
Marcos
Tanto la primera como la segunda parte de este artículo son de una gran brillantez, muy acorde con la "sabiduría política" que Benedicto XVI propugnaba para los católicos hace tan solo unos días, cuando llamaba a los laicos a un “compromiso social y político fundado no sobre ideologías o intereses de parte, sino sobre la elección de servir al hombre y al bien común, a la luz del Evangelio”.




---

DIG: Muchas gracias, Marcos. Te invito a leer la tercera y última parte del artículo, que es la parte principal.
03/06/10 4:18 PM
  
Carlos de Ecuador
Felicitaciones por estas síntesis tan logradas. Agradecimientos por su utilidad polivalente para la eseñanza. Añado que el caso ecuatoriano es muy similar al uruguayo, con un laicismo que copió el francés en ocasiones al pie de la letra con la consecuente incongruencia con el país. Hoy en día ell gobierno, presidido por un gobernante que se dice católico, lleva adelante una clara política no solo más "divorciante" (en el sentido dell texto) sino paganizante. Es cierto que hay sectores eclesiales que reaccionan, pero también que otros no se dan cuenta del proceso,, y a lgunos hasta lo apoyan.

---

DIG: Muchas gracias, Carlos. Me interesa mucho conocer la situación de la Iglesia en otros países. Creo que este espacio puede servir, entre otras cosas, para que compartamos nuestras distintas experiencias y reflexionemos sobre las semejanzas y desemejanzas de nuestras distintas situaciones.

03/06/10 5:46 PM
  
Alejandro
Muy bueno el artículo. Nuestro Uruguay, en ese sentido, es un ejemplo a no seguir: los católicos de principios del siglo XX, permitieron con su voto este experimento laicista. Lamentablente, después muchos han ido poniendo "a la sombra" de otras utopías. En la contradicción, dejan de lado su Fe y apoyan plataformas que promueven la ideología de género y el aborto legal, entre otras.
04/06/10 1:34 AM

Los comentarios están cerrados para esta publicación.