InfoCatólica / La Mirada en Perspectiva / Categoría: Mapa de la Crisis

9.04.18

(260) Pecado mortal, rechazo de Dios y nihilismo

Todo pecado mortal —sobre todo si es sistematizado en vicio o en estructura de pecado—, contiene una pretension nihilista.

Todo pecado mortal supone la pérdida del estado de gracia, y si atenta contra la fe, significa su abandono.

Todo estado obstinado de pecado mortal, en el fondo, implica una pretensión deicida.

 

Los nihilistas, con Friedrich Nietzsche (1844- 1900) a la cabeza, gustan de hablar de la muerte de Dios. Pero como Dios no puede morir, cuando se habla de la muerte de Dios no se habla de la muerte de Dios, sino, propiamente, del deseo que tiene el nihilista de “matar” (si pudiese) a Dios.

Lúcidamente explica Gustave Thibon:

«Me propongo evocar el problema de la muerte de Dios. Evidentemente, cuando se habla de la muerte de Dios no se habla de Dios mismo (…) Por consiguiente, de lo que yo quiero hablar es del eclipse de Dios en el espíritu de los hombres. Esto es infinitamente grave (Gustave THIBON, «¿Ha muerto Dios?» (Verbo, 189-190: Serie XIX, p.1159-1160)

 

Dado que nadie puede matar a Dios, habría que hablar, más bien, del deseo nihilista, moderno y revolucionario de matar a Dios. Del anhelo, latente en todo sistema de pecado, de que Dios no exista ni en la vida de las personas, ni en las leyes que la rigen, ni en la cultura que la anima.

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24.03.18

(257) Distinciones y distingos, I: la quebradura teológica de la crisis

1.- La quebradura del lenguaje teológico.— Los momentos de crisis de fe son momentos, también, de desenfoque conceptual del lenguaje teológico. No es sólo que los términos se difuminen, sino que introducen distingos en lugar de distinciones; distingos que propician quebraduras doctrinales. La importancia del lenguaje teológico, por eso, en el catolicismo, es extrema, porque la precisión es una necesidad apremiante de la función docente de la Iglesia.

Es por esto que, cuando la teología, a la hora de explicar la fe, en lugar de introducir legítimamente distinciones, introduce ilegítimamente distingos, produce una quebradura en la doctrina, volviéndola ambigua y anómica; la teología, entonces, deviene antiteología, y deja de servir a las “necesidades” terminológicas de la Iglesia, volviéndose ociosa. Y un lenguaje ocioso produce vicios innumerables.

 

2.- Distingos y distinciones.— Nos interesa cómo lo explica la RAE: distingo es «reparo, restricción, limitación que se pone con cierta sutileza, meticulosidad o malicia». Es un recurso habitual de la sofística para introducir ambigüedad. Nos interesa tambien la RAE para comprender la necesidad que tiene la teología (y la filosofía) de hacer distinciones, ante todo para ser justa con su objeto.

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17.03.18

(255) El giro teológico del marxismo

1.- El giro teológico del marxismo consiste en rechazar la religión pero tolerar la fe. Con ello influye en la subjetivización de la teología católica, para que promueva una fe fiducial sin religión, esto es, sin proyección cultual y cultural, social, política y jurídica.

 

2.- El giro teológico del marxismo consiste en atraer a los católicos a un reino utópico, en el que podrán contribuir con elementos civilizadores, pero no específicamente religiosos.

 

3.- El giro teológico del marxismo consiste en transformar el cristianismo en fuerza social, en orden a la edificación de la urbe terrena.

 

4.- El giro teológico del marxismo sustituye, en la actual coyuntura, la teología de la liberación por la teología de la anomia y de la ambigüedad.

 

5.- También el cristianismo como un vivir para los demás, en sentido horizontalista, es incursión del marxismo en teología, naturalizando la caridad y desnortándola del cielo.

 

6.- Con la proyección del marxismo a la teología ha quedado minusvalorado el culto de dulía, las imágenes de los santos, los rompimientos de gloria, la eficacia mediada de los sacramentales, la visibilidad de lo sacro.

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10.03.18

(254) El Imperio del Mundo y el lenguaje de los valores

La Barca, zarandeada por las olas

1.- El doble abuso del lenguaje de los valores

En anteriores artículos hemos criticado el abuso de la teoría de los valores —así, en pluralen el lenguaje de la teología y filosofía católicas.

Nos hemos referido tanto al abuso común, por el cual el católico en general se expresa confusamente acerca de aquello en lo que cree; como al abuso especializado, por el cual el teólogo o filósofo católico en particular explican desenfocadamente aquello en lo que creen.

Las consecuencias de este abuso doble son muchas. Porque muchas son las acepciones del término. Su ambigua polisemia, siendo un rasgo esencialmente moderno, sirve a las mil maravillas al pensamiento anfibológico del Estado Mundial. Abusar de la teoría de los valores acerca peligrosamente a la dictadura del relativismo. Porque el pluralismo axiológico es su figura.

Este abuso del término va asociado al culto a los especialistas, propio de la mentalidad occidental  posmoderna. Mediante el lenguaje de los valores, el Occidente descristianizado proyecta y legitima su nueva ética, un derechohumanismo positivista y desustanciado elaborado por expertos, y difundido a través de tópicos y lugares comunes.

Porque es un lenguaje que no sólo se aparta del pensamiento clásico, sino también del lenguaje natural; tanto, que el pensamiento católico, cuando es axiologizado en sintonía con el paradigma hodierno, degenera en una especie de teología antiteológica, mezcla de literatura, espiritualismo, sociología y reflexión privada.

Es por esto que el uso indiscriminado de un enfoque axiológico de la realidad favorece el ensayismo, la anomia y la ambigüedad. El ensayismo, porque privatiza los conceptos católicos. La anomia, porque los desvincula de la regla de la tradición. La ambigüedad, porque los difumina y pixela.

2.03.18

(252) El lenguaje de los valores da problemas

La secularización puede ser interpretada, también, como una crisis del lenguaje con que se expresa la Iglesia, como una restricción conceptual del numen católico, como un abandono de la propia identidad intelectual.

Adoptar conceptos extraños, propios del mundo moderno, puede traer problemas.

 

1. Valores y piedra de tropiezo

El abuso del lenguaje de los valores hace invisible el lenguaje bíblico-tradicional, lo priva de visibilidad conceptual, tan necesaria a la Iglesia para poder “ser vista” como lo que es en esencia.

Y si la mente de la Iglesia, de alguna manera, no es vista en su lenguaje, no puede iluminar la oscuridad con las palabras con que puede y debe hacerlo.

Y es que con el término los valores, así en plural, los moralistas axiólogos pueden difuminar la virtud de la clasicidad en una vaga atmósfera humanitaria, general y no específicamente católica.

Es el término que ha usado el voluntarismo para hacer divisible la modernidad e incorporársela. A tal efecto, con el término de marras se suaviza y lima la piedra de tropiezo, se ahuyenta el fantasma del martirio y se disfruta de una más cómoda y tolerante espiritualidad del bienestar.

 

2. La máquina de vacío

Es de notar que este abuso del lenguaje de los valores desustancia el concepto de persona, lo desliga del orden de las esencias, legitima un uso liberticida de la conciencia, como proponía Bernhard Häring con ese eufemismo de la creatividad.

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