31.08.14

(19) En que se dan Avisos de vida espiritual, para centrarse en Cristo, V

De nuevo os traigo Avisos que puedan ayudarnos a centrarnos en el Señor. Los anoto tal cual, sin ordenar. Me gusta reflejarlos así, con cierta soltura, dando zancadas de un lugar a otro, como si camináramos de prisa y no quisiéramos detenernos a clasificar por temas, sino reposar en ellos según van surgiendo, por necesidad, o porque me preguntan y respondo en el Señor.

1 Nuestras miserias. No es bueno detener nuestra mirada en ellas, sino en el Espíritu Santo que las limpia.

2 El sentido común, en el mundo irracional que nos rodea, es movido también por el Espíritu Santo

3 Me doy cuenta de la locura que es ser cristiano. Y es que, hoy día, ser razonable es también una locura.

4 Toda plenitud reside en Cristo, y empresa vana es andar buscando en otra parte

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5 No orar es perderse. Pero si te pierdes, ora.

6 No es la Teología la que ha de ilustrar la Liturgia, sino la Liturgia la que ha de ilustrar la Teología, como la savia al fruto.

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30.08.14

(18) De demonios que se van y luego vuelven, o los peligros del makyo

En el contexto de la Nueva Evangelización, continuamos analizando los problemas que conlleva la intromisión de prácticas orientalistas de la Nueva Era en un contexto cristiano.En este caso, continuamos un post más profundizando en el zen.

Amigos, nada nos falta, y ningún don de la gracia nos habrá de faltar si permanecemos firmes en el don recibido, con el auxilio de Dios.

Como nos dice el Apóstol:

5 En efecto, habéis sido colmados en Él con toda clase de riquezas, las de la palabra y las del conocimiento,

6 en la medida que el testimonio de Cristo se arraigó en vosotros.

7 Por eso, mientras esperáis la Revelación de nuestro Señor Jesucristo, no os falta ningún don de la gracia.

8 Él os mantendrá firmes hasta el fin, para que seáis irreprochables en el día de la Venida de nuestro Señor Jesucristo. (1 Cor 1)

Toda plenitud reside en Cristo, y empresa vana es andar buscando en otra parte. Nada hemos ir a buscar fuera de nuestra fe. Porque si dejamos nuestra casa vacía, otros vendrán a ocuparla.

43 Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares áridos en busca de reposo, y al no encontrarlo,

44 piensa: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Y va y la encuentra vacía, barrida y ordenada.

45 Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; vienen y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio. (Mateo 12)

No nos imaginamos hasta qué punto el mundo antiguo estaba asolado por demonios. Y cuando digo mundo antiguo, me refiero no sólo al que había antes del cristianismo, sino al Mundo Caído alejado del poder sanador de Cristo. Porque  el Verbo Encarnado todo lo hace nuevo, y cuanto está alejado del Agua de la Vida, está árido, y los demonios vagan por ahí. Todo lo que no es vivificado y renovado por Cristo, es mundo antiguo, viejo y caído.

Recuerdo que Benedicto XVI menciona en el volumen I de “Jesús de Nazaret”, algo que no hemos de olvidar:

“”Pero el anuncio del Reino de Dios nunca es mera palabra, mera enseñanza. Es acontecimiento, del mismo modo que Jesús también es acontecimiento, Palabra de Dios en Persona. (…)

“Dado que el mundo está dominado por las fuerzas del mal, este anuncio es al mismo tiempo una lucha contra esas fuerzas. “Los mensajeros de Jesús, siguiendo sus pasos, tienden a exorcizar el mundo, a la fundación de una nueva forma de vida en el Espíritu Santo, que libere de la obsesión diabólica” (…) de hecho, el mundo antiguo –según ha mostrado, sobre todo, Henri de Lubac- ha vivido la aparición de la fe cristiana como una liberación del temor a los demonios, que, a pesar del escepticismo y el racionalismo ilustrado, lo invadía todo” (Jesús de Nazaret, La esfera de los libros,  Madrid, 2008, pág. 187)

Unido a esta fuerza liberadora de demonios, está el hecho de la exclusividad del amor que hemos de tener al Dios vivo, que, como vimos en un reciente post, es un Dios Celoso, nos quiere enteramente para Él, y aborrece que andemos coqueteando con ídolos y falsos dioses.

Benedicto XVI, a continuación de lo anterior, continúa citando la Escritura:

“sabemos que el ídolo no es nada en el mundo y no hay más que un único Dios.

5 Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y de señores,

6 para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros.” (1 Cor 8)

“En esta palabras hay una fuerza liberadora,  el gran exorcismo que purifica el mundo.  (…) El mundo es presentado ahora en su racionalidad: procede de la razón eterna, y sólo esa Razón creadora es el verdadero poder sobre el mundo y en el mundo. Sólo la fe en el Dios único libera y racionaliza realmente el mundo.”

“En su carta a los Efesios, san Pablo describe  este carácter exorcista del cristianismo desde otra perspectiva: “Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder.  Poneos las armas que Dios os da para poder resistir  las estratagemas del diablo, porque nuestra lucha  no es contra los hombres de carne y hueso, sino contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal,  que dominan este mundo de tinieblas” “El Señor nos vuelve a dar en la fe el aire limpio para respirar, el aliento del Creador, el aliento del Espíritu Santo, solamente en el cual el mundo puede ser sanado” (“Jesús de Nazaret, pág.s 188-189)

Para el que ha estudiado el zen, sabe que existe una etapa en el proceso hacia la iluminación, que indica que el alumno lo va haciendo bien, porque es un signo de que realmente está haciendo el vacío en su mente. La razón va quedando progresivamente deconstruida, y la conciencia se vuelve vulnerable.

Esta etapa se denomina makyo.

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26.08.14

(17) De un pequeño lugar del mundo

La enfermería, el claustro, la lavandería, el pequeño jardín de castaños… un diminuto, pobre lugar del mundo. A muchos hundiría en la rutina. Los malos modos de algunas hermanas, las manchas de humedad que hay que limpiar, los mismos trabajos de todos los días… La pobreza del mundo físico donde vivía Santa Teresa del Niño Jesús sorprende por su poquedad. Pero en este espacio gris lo que se despliega ante nuestros ojos no es una vida rutinaria y gris. Es una vida abierta a horizontes infinitos, derramada en torrentes de Gracia y abismos de Amor de Dios, una vida inmensa como un océano de luz, pletórica de gozo interior y luminosa plenitud.

Sorprende el heroísmo sobrenatural que el Espíritu Santo ha hecho madurar en esta  muchacha. Camina entre paredes pequeñas como un gran guerrero entre los muros de una ciudad medieval, dispuesta a conquistar nuevos espacios para Cristo, allende los mares.

En un nervioso jardín conventual, entre las plantas humildes de verde rutinario, se expanden  al cielo grandes motañas de Misterio, movidas por Dios en una muchacha que traslada, con su santidad, grandes moles de caridad de un corazón a otro, por todo el Cuerpo de la Iglesia, y entre todos sus miembros vivos.

En su muy provechoso libro sobre “La libertad interior”, Jacques Philippe incide precisamente en resaltar la pequeñez del mundo que rodeaba a Santa Teresa del Niño Jesús. Recordemos algunos bellos pasajes.

Tras visitar la clausura de las carmelitas de Lisieux y contemplar gozoso y emocionado los mismos lugares que habitó Santa Teresita, escribe:

“Para mí lo más sorprendente fue encontrar todo aquello mucho más pequeño de lo que me había imaginado. Así, por ejemplo, hacia el final de su vida, Teresa recuerda divertida las parrafadas que intercambiaba con las hermanas cuando éstas pasaban camino de la siega hacia un prado que, en realidad, no es más grande que un pañuelo de bolsillo.”

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25.08.14

(16) Que el cristiano, cuando ora, lo hace a hechura de Cristo, y no a hechura de un maestro zen

En el post anterior hemos visto, en algunos textos relevantes, algunas ideas básicas del zen. En otros posts continuaremos comprobando su incompatibilidad con la vida cristiana. Ahora, simplemente, quisiéramos hacer una reflexión, a modo de intermedio,  sobre la peculiaridad de la oración cristiana, que se resume en una sola palabra: Cristo.

En Efesios 2 encontramos una verdad contundente y clara, que deberíamos meditar a menudo:

“7 Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. 8 Porque habéis sido salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de vosotros, sino que es un don de Dios; 9 y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. 10 Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las practicáramos.”

Por la gracia, hemos nacido de nuevo, hemos sido creados y recreados en Cristo Jesús. Por tanto, nuestra meditación, y nuestra oración, es don de Dios, y ninguna obra nuestra puede con sus solas fuerzas naturales conseguir esto, dado que es regalo gratuito.

En Cristo oramos, como nueva criatura.Cristo es el Esposo de nuestra alma y nuestra persona entera, y estamos comprometidos con Él, y hemos de orar a su manera. Estamos comprometidos con su gracia. Nuestra oración no puede prescindir de este hecho: oramos en Cristo orante, y nada de cuanto podamos hacer con nuestras fuerzas o técnicas naturales puede conseguir esto, ninguna técnica nos permitirá orar en Cristo orante. Es un regalo. La gracia nos mueve a orar como Cristo oraba. Un hecho que procede de nuestra vocación bautismal. Un don, fruto de nuestro nacimiento nuevo en la gracia. Por eso, cuando no oramos a hechura de Cristo, traicionamos de alguna manera el movimiento interior de la gracia.

La oración cristiana, y la meditación, han de partir del hecho de que es participación misteriosa y sobrenatural de la oración y la meditación de Cristo mismo.

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24.08.14

(15) Que el zen es esencialmente incompatible con la vida cristiana

Un cristiano no puede practicar zen sin buscarse innecesariamente  problemas en su vida cristiana y llenar de obstáculos su camino de santificación, por no decir abandonarlo o algo peor. Por la sencilla razón de que zen y vida cristiana son incompatibles. Quien no lo crea así, no tiene más que comparar la fe cristiana con la doctrina zen que expondremos en este y otros post, para convencerse de ello, si Dios quiere. Es lo que sinceramente deseo. Que se centre en Cristo y en la oración conforme al Logos, en Espíritu y en Verdad.

Mi objetivo es mostrar la esencia de esta forma del budismo a través de textos relevantes del pensamiento zen, para que su cosmovisión propia quede manifiesta y su incompatibilidad con el cristianismo se haga visible. He utilizado fuentes prestigiosas, de reconocida competencia, y no los mediocres manuales de autoayuda budista que circulan por ahí divulgados por la New Age. Vamos a ello.

1. La cosmovisión zen define la naturaleza esencial de las cosas como vacío. Para eso, utiliza una palabra clave en zen, que es sûnyatâ.

“Literalmente, vacío:  Sûnya significa vacío, y el sufijo ta le confiere el carácter de sustantivo abstracto. Se emplea esta palabra para describir la naturaleza esencial de todas las cosas” ("Diccionario Zen", E.Wood, edit. Paidós, pág. 156- (a partir de ahora, D.Z.)

“Cuando el zenista afirma que la verdadera naturaleza propia del hombre o la verdadera naturaleza de uno mismo es sûnyatâ, enuncia una idea similar.” Es decir, que “su realidad es un vacío” (D.Z. pág. 156)

Para el cristianismo, la naturaleza esencial de las cosas no es el vacío. Porque del vacío la razón no puede extraer la Ley Natural. Negando la naturaleza de los seres creados y concretamente del ser humano, es imposible descubrir la Ley Natural como fundamento mismo del ethos. Si la naturaleza de las cosas fuera vacuidad, entonces también la Ley Natural sería vacuidad carente de contenidos, vaciada de los Mandamientos de la Ley de Dios.

CAT 1955 La ley divina y natural (GS 89) muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana”

«Existe ciertamente una verdadera ley: la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. […] Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo» (Marco Tulio Cicerón, De republica, 3, 22, 33).

2. El concepto de vacuidad, o vacío, fundamental en el zen, es entendido bajo una perspectiva religiosa venida del taoísmo. Luego no es sólo una mera técnica mental. Es una filosofía especulativa de índole religiosa.

Al pensamiento tradicional chino, sustentado en el confucianismo y el taoísmo, le costó mucho entender este concepto budista del vacío. Pero el concepto de sûnyatâ caló en la religiosidad china asociado al concepto de nada del taoísmo. De esta manera, el budismo chino/japonés comprendió el vacío como nada. Así lo explica la primera autoridad del Japón en budismo zen, Daisetz Teitaro Suzuki, profesor de la Univesidad Imperial de Tokyo,  que influyó en Heidegger, C.G, Jung y Erich From:

“Hay dos corrientes originales de pensamiento chino, el confucianismo y el taoísmo puro, es decir, el taoísmo no deformado por las creencias y las supersticiones populares. El confucianismo representa el pragmatismo o positivismo de la mentalidad china, mientras que el taoísmo representa su tendencia mística y especulativa. Cuando el budismo se llevó a China al principio de la última dinastía Han (64 dC) encontró un verdadero asociado en el pensamiento de Lao-tzû y Chuan-tzù. Al principio el budismo no fue muy activo en el pensamiento chino. Sus adeptos se ocuparon principalmente de traducir sus textos al chino, y la gente no sabía exactamente cómo integrarlo en su sistema de ideas y creencias. Pero a través de las traducciones debieron comprender que había algo muy profundo, muy inspirador, en la filosofía del budismo. Desde el siglo II, cuando los Prajñâ pâramitâ Sûtras fueron traducidos por primera vez al chino, los pensadores chinos quedaron profundamente impresionados por ellos y emprendieron su estudio con toda seriedad. Aunque tenían dificultades para comprender con claridad la idea de sûnyatâ, vacuidad, encontraron un concepto afín en la idea de wu, Nada, de Lao-Tzû”. ( “El zen y la cultura japonésa”, edit Paidós, Madrid, 1996, pág. 42)

Resalto de este texto algo muy significativo, que contradice la tesis según la cual el zen es sólo una técnica mental sin visos de religión. El concepto de vacuidad, o vacío, fue entendido como nada, concepto propio de la cosmovisión taoísta, que representa, como dice Suzuki, la tendencia mística y especulativa de la mentalidad china.

3. La cuestión de la objetividad de la realidad es tratada en el pensamiento zen bajo la dicotomía de lo interior y lo exterior, para convertirlo en un pseudoproblema y concluir su vacuidad.

Veamos cómo explica esto un filósofo zen de la talla de Toshihiko Izutsu , que enseñó en el Instituto de estudios Culturales y Lingüísticos de la Universidad de Keiō en Tokio, en la Academia Imperial iraní de Filosofía en Teherán, y en la Universidad McGill en Montreal,  en su muy riguroso libro sobre metafísica y epistemología zen “El Kôan Zen. Ensayos sobre budismo zen”, edit. Eyras, Madrid, 1980 (a partir de ahora, K.Z.):

“El Zen habla a menudo del exterior y del interior, y hace un gran uso de esta distinción (…) refiriendo el interior al espíritu y a la conciencia habitualmente y el exterior  al mundo de la naturaleza”. (…) Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente zen, el problema del interior y del exterior no es más que un seudoproblema, cualquiera que sea la forma bajo la cual puede surgir, puesto que para un ser humano iluminado, el interior y el exterior no son en modo alguno dos compartimentos estancos que puedan ser distinguidos uno del otro. Semejante distinción no tienen realidad alguna: no es más que una construcción del pensamiento”. (K.Z, pág. 108/109)

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