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24.12.20

(452) Comentarios críticos a Amoris laetitia, V: Imperio de Cronos y pluralismo doctrinal

Comentario 8

«Es sano prestar atención a la realidad concreta, porque “las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia", a través de los cuales “la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia"» (Amoris laetitia, n. 31).

Que se proponga que la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (Cf. 1 Tim 3, 15), debe dejarse guiar por la realidad concreta tal y como ésta se despliega en su devenir histórico, no es sólo una muestra de hegelianismo, sino también de existencialismo ético, es decir, de situacionismo.

Por el primero, se sumerge el conocimiento en el devenir, distrayéndolo de la esencia de las cosas, —que es universal y se alcanza por abstracción—; por el segundo, se evita lo universal y se prefiere lo particular concreto, aumentando así la incerteza.

Porque cuanto menos universal sea el conocer, más incierto se vuelve. Y es precisamente lo que se pide aquí. Que la iglesia se deje guiar por lo particular históricamente devenido, renunciando a sus certezas y seguridades, que es casi un lema del autor del texto.

Pero sucede, sin embargo, lo contrario que dice el texto, porque cuanto más particular y concreta es la cosa conocida, menos profunda es la comprensión alcanzada de ella. El conocimiento es mayor cuanto más se penetra en la esencia universal, y menor, cuanto más se aleja de ella. Es un rasgo nominalista pretender que el momento histórico por el que atraviesa la familia, en plena disolución de la misma por efecto del espíritu de la Modernidad, conduzca a la Iglesia a una comprensión más profunda.

Habría que preguntar, además, comprensión de qué. Porque se dice que «del inagotable misterio del matrimonio y la familia», así, sin más, como si no fuera una realidad cuya esencia es accesible a la razón, (y como si no tuviera un aspecto sobrenatural —el sacramental— que lo supone y perfecciona, accesible por la fe); es claro que la comprensión puede aumentar, pero no en virtud del devenir histórico, lo cual supone una idea inaceptable de progreso, sino en razón del ejercicio jerárquico (no popular ni democrático) del Magisterio de la Iglesia. La comprensión de las cosas no cambia necesariamente a mejor en función del tiempo.

 

No hay que olvidar además que, para la mentalidad personalista que anima las muchas páginas de Amoris laetitia, las realidades naturales y sobrenaturales son misterios ocultos a los que no se tiene acceso por la doctrina sino por la experiencia subjetiva interna, en clave pseudomística; los personalistas creen que la doctrina sólo es una aproximación al arcano, siempre incompleta y siempre ineficaz, siendo el objeto de la comprensión no un conjunto de verdades sino una realidad ignota inaccesible a una doctrina. Pero el matrimonio y la familia son, en parte, accesibles a la razón, que puede abstraer su esencia universal y aprehenderla eficazmente, aunque de forma parcial; y a la fe, que recibe la verdad revelada acerca del matrimonio y su plan salvífico.

El responsable de este escepticismo, por el que se profesa que nunca se llega a conocer la realidad, es Kant, y antes Ockham. El matrimonio y la familia, también en su dimensión natural, serían un secreto nouménico que sólo se desvelaría a través de la experiencia personal o comunitaria de la historia en sus condicionantes existenciales concretos. Por lo que la doctrina al respecto podría cambiar (nueva “profundización” de lo informulable) en tanto cambiaran las experiencias históricas del noúmeno, y en tanto lo secreto (del matrimonio) se fuera manifestando en el fluir de la historia.

 

Comentario 9

«Ante las familias, y en medio de ellas, debe volver a resonar siempre el primer anuncio, que es “lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”, y “debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora”. Es el anuncio principal, “ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra”. Porque “nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio» y “toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma”» (Amoris laetitia, n. 58)

Volvemos a lo mismo, al pluralismo doctrinal. No habría una doctrina inequívoca, una forma precisa, providencialmente eficaz, de comunicar la verdad, sino muchas, cambiantes según en el momento histórico y personal; por lo que habría que escuchar de diversas maneras y anunciar de una forma u otra, porque todas se suponen válidas —siempre y cuando, como quiere H. Urs von Balthasar en La verdad es sinfónica, no sean cacofónicas.

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