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17.11.20

(447) Dios revela una doctrina

Dios, que se revela a Sí mismo, revela también una doctrina divina que es Palabra de salvación.

Su doctrina revelada es como un depósito, como un legado, una herencia divina entregada por Nuestro Señor Jesucristo a la Iglesia para que el Magisterio la custodie, defienda y enseñe.

«Ni, pues, la doctrina de la fe que Dios ha revelado se propuso como un invento filosófico para que la perfeccionasen los ingenios humanos, sino como un depósito divino se entregó a la Esposa de Cristo, a fin de que la custodiara fielmente e infaliblemente la declarase. De aquí que se han de retener también los dogmas sagrados en el sentido perpetuo que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, ni jamás hay que apartarse de él con color y nombre de más alta inteligencia» (Concilio Vaticano I, Const. Dei Filius c.4)

«En efecto, constando, según el testimonio de los Padres de Trento, que la Iglesia recibió su doctrina de Cristo Jesús y de sus Apóstoles, que es enseñada por el Espíritu Santo» (Gregorio XVI, encíclica Mirari vos, n.6, 15 agosto 1832)

 

Dios ha entregado su doctrina revelada a la Iglesia para que la declarase infaliblemente. Para ello, promete la asistencia del Espíritu Santo. Esta asistencia no es para enseñar novedades, sino para enseñar las verdades reveladas, el Traditum.

«pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación trasmitida por los Apóstoles, es decir el depósito de la fe.» (Concilio Vaticano I, Cont. Pastor aeternus, c.4)

 
La doctrina revelada custodiada y declarada es Palabra de Dios recibida y contenida en la Escritura y en la Tradición, como sus dos fuentes.

«apoyados en la Palabra de Dios como la hemos recibido en la Escritura y la Tradición, religiosamente preservada y auténticamente expuesta por la Iglesia Católica» (Concilio Vaticano I, Const. Dei Filius c.4)

«Esta revelación sobrenatural, conforme a la fe de la Iglesia universal declarada por el sagrado concilio de Trento, “está contenida en libros escritos y en tradiciones no escritas, que fueron recibidos por los apóstoles de la boca del mismo Cristo, o que, transmitidos como de mano en mano desde los apóstoles bajo el dictado del Espíritu Santo, han llegado hasta nosotros” [Concilio de Trento, sesión IV, dec. I.]» (Concilio Vaticano I, Const. Dei Filius c.2)

«Toda la verdad católica que debe enseñarse a los fieles está contenida en las fuentes de la Revelación: la Sagrada Escritura y la Tradición» (Catecismo Romano, Prólogo, II, C)

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