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3.06.20

(427) Minusvaloración de la verdad

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La mentalidad moderada, personalista y neoteológica, es anti-intelectualista. Debe serlo, necesariamente, si quiere mantenerse en los parámetros de la Modernidad. Pero no de tal forma que niegue la verdad, pues pretende al mismo tiempo permanecer católica. Minusvalorará la eficacia cognoscitiva de la doctrina, cuyas proposiciones le parecerán siempre inadecuadas, irrespetuosas con el misterio y meramente aproximativas; y sobrevalorará la experiencia estética o vivencial de lo nouménico, radicando en ella la esencia de la fe. De esta manera, aplicará un escepticismo moderado al objeto de la fe. Ésta ya no consistirá en creer una doctrina, pues ninguna doctrina será digna de fe, será tan sólo un acercamiento. Sólo el amor es digno de fe, dirá Hans Urs von Balthasar.

 

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El pensamiento católico tradicional diferencia en la fe un objeto material y un objeto formal.

El objeto material de la fe, es decir, qué es lo que hay que creer, constituye «todo lo que se contiene en la Palabra de Dios escrita o transmitida por la Tradición», y que la Iglesia, columna y fundamento de la verdad (Cf 1 Tim 3, 15)  «propone como divinamente revelado», por «definición solemne» o por su «magisterio ordinario y universal» (ROYO MARÍN, Teología moral para seglares, BAC, Madrid, 1957, págs. 224-225).

El objeto formal de la fe es doble: por una parte, el objeto formal principal, que se dice quod, es Dios mismo en cuanto primera y suma Verdad (Cf.,Ibid, pág. 226), y por otra parte, el objeto formal quo, por así decir, la razón, el motivo, el medio por el que se percibe el objeto principal, «la autoridad de Dios que revela; fundada en la infinita sabiduría de Dios,que no puede engañarse, y en su infinita veracidad, que no puede engañarnos» (Ibid., pág. 227).

En definitiva, el objeto de la fe es material (qué verdades se cree), y formal (por Quién se creen esas verdades), siendo este porqué Dios mismo (objeto formal quod) que no engaña (objeto formal quo).

 

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Pero como el pensamiento moderno desconfía de toda formulación de la verdad, el católico moderno desconfiará, también, de la formulación doctrinal de las verdades que ha de creer, esto es, desconfiará del objeto material de la fe, aunque sin llegar a negarlo. Lo relativizará para dar pie a un pluralismo dogmático que permita diversas interpretaciones doctrinales siempre y cuando no sean cacofónicas, como dirá Balthasar.

 

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Los moderados católicos opinan que Dios no revela verdades, sino sólo a Sí mismo, sólo su presencia, siendo la fe un encuentro ante lo misterioso de su automanifestación, informulable por incognoscible. La fe consistirá entonces no en creer verdades sino en experimentar la presencia mistérica de la Palabra, que es Jesús; no talmente creer sus palabras, su doctrina, sino solamente relacionarse con su misterio. La fe tendría objeto material, pero dado que es aproximativo y por tanto mutable; dado que ninguna proposición puede significar eficazmente lo revelado por Dios, tendría un valor puramente relativo; lo dogmático no pertenecería propiamente al objeto de la fe, siendo éste, tan sólo, formal. La fe, de esta manera, puede reducirse a experiencia de lo misterioso sin participación del entendimiento, como quiere el pensamiento fideísta moderno. La puerta al subjetivismo ha sido abierta.