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3.05.20

(422) Regeneración, sin más

Regeneración, sin más. Dejémonos de fantasías, de quijotismos. Seamos realistas, cuerdos, discretos, cabales. Donde hay molinos no veamos gigantes, sino molinos. Que el manco de Lepanto no haya escrito el Quijote en vano. Démonos cuenta de dónde estamos, y a dónde hemos de ir. 

Esta es la Causa que debe consumir nuestros desvelos: contribuir a la regeneración de nuestra traditio. Digo de la nuestra, no podemos actuar por otros, ni enajenarnos en la mente de otros, ni dejar lo nuestro a un lado para ser otros; debemos saber quiénes somos y, como diría Vallet de Goytisolo, cuál es nuestra tarea. Y somos la fe de nuestros padres. No tenemos otros. Nuestros padres no fueron los que alzaron el filo de la guillotina, ni los que dijeron que pensaban luego existían, ni los que desmontaron la Veterum sapientia para convertir en dios al devenir.

No. La influencia de la filosofía y teología francoalemanas ha producido desastrosas consecuencias en nuestro pensamiento. La primera, la pérdida de la esencia propia, la descomposición europeísta de nuestro numen local, es decir, de nuestra tradición hispánica. La del Beato Diego José de Cádiz, la del Jesús del Gran Poder, la de la orfebrería sacra, la de las procesiones y los Rosarios de la Aurora, la de Tomás Luis de Victoria y Báñez dirigiendo a Santa Teresa de Jesús.

Quisieron echar siete llaves al sepulcro del Cid, callar la pluma de Cervantes y amanerar con dulces y refritos la locura de la Santa de Ávila, poner ascensores al Monte Carmelo, subirlo como San Juan de la Cruz pero sin las renuncias de San Juan de la Cruz. Quisieron aguar la tradición aristotélico tomista de nuestros escolásticos, afrancesar la doctrina de nuestros Saavedras-Fajardos, suavizar las sombras de Ribera y romantizar a Murillo. Pero no. No podemos no ser cervantinos, porque el catolicismo hispánico es manco de Lepanto. Y es quevediano, tiene desenvoltura sobrenatural, no teme el esperpento, ni el hacerse todo a todos para ganar almas. No quiere el bienestar sino la cruz a secas, y pintada por Velázquez. (Y el Resucitado por El Greco). Somos numantinos y también de Escipión. No queremos que vuelva Moloc, porque nuestros ancestros derrotaron Cartago.

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