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25.01.20

(405) Conservadurismo neomodernista

60.- La revolución en conserva.— El pensamiento neomodernista pretende el orden, pero también el desorden. Por eso es moderadamente conservadormoderadamente revolucionario.

Pretende guardar el espíritu burgués revolucionario pero desechando su progresismo radical. Reaccionando contra sus excesos pero asintiendo a su numen, como si el mal del nuevo orden fuera accidente y no sustancia. Por eso quiere conservarlo sin desmadrarlo, como si fuera posible el bien y el mal al mismo tiempo.

Condena los modos pero no el carácter de la revolución, a la cual idealiza. Condena sus conclusiones pero no sus premisas.

 

61.- La autoridad neomodernista.— No es que ejerza la autoridad en clave absolutamente liberal; es que la detenta cual vía media: absolutizando la obediencia y relativizando la autoridad. En la mentalidad neomodernista, la autoridad debe ser obedecida por el sólo hecho de ser legal.

Quien manda, en cambio, no quiere mandar sino apelando al pueblo, de cuyo sentir se considera vocero. Pero sólo moderadamente, para evitar el descontrol. Aquí entran en juego los especialistas, los verdaderos educadores y adoctrinadores del pueblo, que permiten al que manda mandar sin mandar, sin que parezca absolutista o totalitario, pero siéndolo. La teología es sustituida por la sociología transcendental, siendo sus neoteólogos los verdaderos gobernantes en la sombra.

 

62.- La Soberanía compartida.— La mentalidad neomodernista, de esta forma, entiende la soberanía como una entidad bifronte, a dos manos, al alimón entre la autoridad y el pueblo. No cabe, por tanto, distinción real entre gobernante y gobernado, entre la Iglesia docente y la Iglesia discente, todos enseñan, todos aprenden, todos tienen autoridad, todos han de obedecerse unos a otros, y a eso se le llama comunión

 

63.- La auténtica soberanía católica y tradicional.— Frente a este concepto viciado de soberanía, propia del conservadurismo liberal, la doctrina tradicional católica enseña que el Padre delega en Cristo la soberanía mediata de toda nación. Toda soberanía inmediata es delegada de la única soberanía de Cristo, medio por el cual todo gobernante es soberano inmediato por delegación. Toda humana potestad debe ser delegación de la única potestad de Cristo, fuera del cual no hay bien alguno. El único Soberano es Dios. Toda soberanía humana es por delegación suya. No se puede respetar el orden sin honrar la única soberanía de Nuestro Señor. No se puede alcanzar el bien social y político rechando la mediación del único Soberano que es bueno, Nuestro Señor Jesucristo.

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