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5.11.16

(153) Crucifixión

«Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo por su Cuerpo, que es la Iglesia.» Colosenses 1, 24.

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«Jesús está en el centro de todo, Él lo asume todo, Él lo soporta todo, Él lo sufre todo. Es imposible pegar a alguien sin pegarle a Él, humillar a alguien sin humillarlo a él, maldecir o matar a alguien sin maldecirlo o matarlo a Él mismo. El más bajo de los criminales tiene que pedir prestado el Rostro de Cristo para recibir una bofetada, de cualquier mano que sea; de otra manera, la bofetada no podría llegar a destino y quedaría en suspenso, en el espacio, por los siglos de los siglos, hasta que encontrase el Rostro que perdona.» (León Bloy, Diarios).

 
Ser otro Cristo. Es la santidad. La cruz, por gracia, tiene también tu rostro.
 

1.- Una manera de sentir con la Iglesia: padecer en tu propio cuerpo y en toda tu alma las heridas que infligen al Cuerpo de Cristo.

 

2.- Completa en tu carne el dolor de Cristo por su Iglesia.

 

3.- La Pasión de Nuestro Señor no padece incompletitud, pero le falta algo: lo que debes sufrir tú.

 

4.- Jesús es el centro de todo. También del sufrimiento. Todos los males que vinieron, vienen y vendrán, desembocan en sus llagas.

 

5.- Todos los males que nos aquejan han golpeado primero en Cristo. Por eso te alcanzan ya pasados por su Cruz, para que también sea tuya.

 

AÑADIMIENTO

Maravilloso es saber que Nuestro Señor nos encuentra primero, y que la iniciativa es siempre suya. Y hasta nuestro caminar en su busca, a menudo a tientas, o a gatas como los niños pequeños, es don que recibimos de su gracia, para que nuestros pasos, aun siendo suyos, sean también nuestros.

De igual forma, también Nuestro Salvador tiene la iniciativa en el sufrimiento. Cuando el dolor nos alcanza, ya ha golpeado primero en Él, ya ha sido sobrenaturalizado por su Sufrimiento. Y esto, hermanos, es fuente de grandes consuelos, de auxilios de perfección y generosidades sin fin.