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3.09.14

(20) De las virtudes naturales del perro y su relación con el poder de Dios

Lo cierto es que mi perra Mika me mira con escepticismo: ¿con qué objeto filosofas tanto?-parece que me dice . No gusta de filosofías, la premoción física le resulta insustancial, prefiere un hueso, pasear por un parque o por la playa o correr tras una piedra. Pero fiel, sì que es. Cariñosa, sí que es. Siempre se alegra cuando llego a casa y procura tener a toda la familia reunida, ladrando cuando alguien se aleja demasiado.

Un perrillo con una antorcha encendida  acompaña siempre a Santo Domingo de Guzmán, como emblema del sueño de su madre, la beata Juana de Aza.

Un perrito salía de su seno con la luz de una  antorcha encendida en la boca. Acude la madre en peregrinación al monasterio de santo Domingo de Silos, a que le expliquen el sueño. Y allí comprende que su hijo iba a encender el fuego antorchado de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación, y a combatir toda impostura de doctrina mediante su santidad de vida y su palabra ardiente y precisa. En agradecimiento, puso a su hijo por nombre Domingo.

Desde entonces, dominicanus es un abrazo etimológico simbólico de Dominus (Señor) y canis (perro), significando “el perro del Señor” , el guardían fiel de su Viña, la predicación de fuego contra toda impostura que amenace al Rebaño.

Cuando surgió el novedoso molinismo, los dominicos españoles, capitaneados por el preclaro Domingo Báñez, clamaron al cielo como una antorcha que ladra. En su escrito a la Inquisición, los hermanos dominicos se presentaron a sí mismos como perros que ladran para proteger la fe católica:

“es propio de nuestro deber, como fieles perros (…)  ladrar contra las doctrinas peligrosas, (…)  incluso si fuese necesario, morder con ferocidad”

Cuando la explicación molinista fue permitida, los perros dejaron de morder, por fidelidad. Pero no de ladrar, que un perro si no ladra no es perro, sino gato. Y el perro bueno es fiel pero no mudo.

El perro es símbolo de la predicación y la vigilancia leal. Pero ya no entendemos su lenguaje cánido. A los que ladran contra los males que nos aquejan los llamamos profetas de calamidades y miramos a otro lado. Preferimos creer que todo va bien, y que nadie nos diga que vamos mal, o que algo o alguien amenaza al rebaño de Cristo.

En la obra maestra de Murillo, El regreso del hijo prodigo, 1668,  un perrillo blanco se alegra del abrazo del padre y del hijo arrepentido, apoyando sus patas en las rodillas del pródigo, para arrimarse al perdón sobrenatural, como participando a migajas de tanta misericordia. Por el gozo que transmite este perrillo de pintura, participamos del gozo del padre y el hijo, y parece que a nosotros también nos llega tanta alegría sobrenatural.

También aparece el perro en el viaje de Tobías 6, 1.

“El joven partió con el ángel, y el perro los seguía”

 Su perro le acompaña con fidelidad, y más adelante por dos veces se dice que les seguía (a él y al Ángel). Ahí aparece su presencia familiar, protectora, fiel. Canis lupus familiaris.

San Antonio María Claret titula así el Capítulo XVII de su impresionante Autobiografía:

 "De algunos animales domésticos de que me he servido para estimularme a la práctica de las virtudes” Vemos qué virtudes son esas pretende practicar inspirándose en la conducta del mejor amigo del hombre:

 "670. Canes muti qui non valuerunt latrare.

1.° El perro es un animal tan fiel y tan constante compañero de su amo, que ni la miseria, ni la pobreza, ni los trabajos, ni otra cosa alguna es capaz de hacerle separar de su dueño. Lo mismo debo hacer yo; tan fiel, tan constante he de ser en el servicio y amor de Dios, que pueda decir con el Apóstol que ni la muerte, ni la vida, ni otra cosa alguna pueda separarme.

 671. 2.° El perro es más leal que un hijo, más obediente que un criado y más dócil que un niño. No sólo hace voluntariamente lo que el amo le manda, sino que además mira la cara del amo para conocer su inclinación y voluntad, a fin de cumplirlas sin esperar que se lo mande, lo que hace con la mayor prontitud y alegría, y aún se hace participante de los afectos del amo; por manera que es amigo de los amigos del amo y enemigo de sus enemigos. Yo debo practicar todas estas bellas cualidades en el servicio de Dios, mi querido Amo.

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