Sacerdotes mártires valencianos XXII

José María Vidal Pastor nació en el seno de una familia humilde y cristiana en Oliva (pueblo cercano a Gandía), en el año de 1900. Curso sus estudios en el seminario de Valencia, ordenándose y celebrando su primera misa el día de Navidad de 1924. Su primer destino fue como ecónomo de la parroquia de Catamarruch, pedanía del pueblo de Planes (a unos 15 kilómetros de Cocentaina), al que sería trasladado poco después. Años más tarde fue beneficiado organista en la parroquia de Santa María la Mayor en su pueblo natal. Hombre culto e inteligente, siempre tuvo gran interés por la música y la investigación histórica, al punto de que el ayuntamiento le nombró cronista oficial del pueblo y archivero municipal.

Desde ese puesto sacó a la luz muchos e interesantes documentos de la historia de Oliva, que publicaba en un periódico local. Cuantos le conocieron le describían como un hombre amable y afectuoso, que practicaba asiduamente la visita a enfermos y necesitados. Se cuenta como anécdota que su práctica de la limosna consistía en, con la excusa de arreglar la cama de los postrados, dejar bajo la almohada dinero en secreto, aun de los propios destinatarios, alguno de los cuales creía ser intervención milagrosa el socorro recibido. En julio de 1936, al imponerse la ley revolucionaria, fue detenido en tres ocasiones, y otras tantas puesto en libertad, probablemente por miedo a su popularidad. Finalmente, el 17 de agosto, fue sacado de su casa y encarcelado en el profanado Convento de las Clarisas de Oliva, convertido en Checa por los marxistas. Un testigo relata que se le ofreció varias veces la libertad si gritaba “muera Cristo” (probablemente para hacerle burla), a lo que se negó en cada una de ellas. Cansados del juego, los milicianos lo sacaron y asesinaron en el paso a nivel de ferrocarril con la carretera que iba de Valencia a Alicante, en el cercano término municipal de Vergel, y enterrado en Oliva. Contaba 36 años.



El 13 de mayo de 1901 vio la luz en Beniopa (pueblo adyacente a Gandía) Vicente Aparisi Bañuls. Cursó estudios en el Colegio de Vocaciones Eclesiásticas de San José. Fue ordenado de subdiácono el 28 de marzo de 1923 y sacerdote el 20 de junio de 1926. Ocupó los destinos de Coadjutor de Benillup (pequeño pueblo cercano a Cocentaina) hasta 1928, de Bárig (en el interior de Gandía) hasta 1931, de Jávea hasta 1933 y de la parroquia de san Roque de Oliva desde entonces. Allí por donde pasó destacó por su bonhomía, rayana en la candidez, con que desempeñaba su cargo. Al estallar la Guerra Civil, se escondió en la casa de un feligrés cercana a su parroquia. Al generalizarse la persecución y el odio religioso, sus padres creyeron estaría más seguro en su propia casa de Beniopa, donde le escondieron con todo género de precauciones. Cuando se oían las noticias de saqueos de iglesias y asesinatos de sacerdotes y laicos católicos, don Vicente decía a sus preocupados padres “no sufran tanto, que si me matan, moriré por Dios y tengo el cielo asegurado”. Por fin, denunciado, el día 3 de octubre fue llamado por el comité para prestar la consabida declaración. El sacerdote tranquilizó a su familia y partió al requerimiento, para no ser visto nunca más. Tanto a sus ancianos padres como al resto de la familia, los marxistas amenazaron con todo tipo de fechorías si pretendían conocer cuál había sido su fin, el cual hasta el día de hoy se desconoce en sus detalles. Tenía 35 años en el momento de su muerte.



Carmelo Sastre Sastre nació en Pego (localidad situada entre Denia y Oliva) en 1890. Tras su formación en el Seminario de Valencia, se ordenó en 1919. Nombrado párroco del cercano pueblo de Villalonga, se destacó por sus virtudes sacerdotales. Particularmente en el terreno del apostolado infantil. Levantó una escuela en la casa parroquial donde enseñaba catecismo y escritura a los niños del pueblo. Fundó la Congregación de San Luis Gonzaga, para la educación y esparcimiento de los más pequeños, para los que organizaba excursiones y diversiones sanas. No olvidó otras obligaciones de su curato, como la frecuente visita de enfermos, y las muchas limosnas a los necesitados, en las que se iban sus escasos caudales. En 1923 fue enviado a Valldigna, pequeña subcomarca al norte de Gandía, donde puso toda su energía en concluir una capilla a medio construir, sin ahorrar iniciativa alguna: solicitando limosnas, organizando ventas caritativas e incluso funciones teatrales. Más tarde fue designado vicario en la parroquia de Santa María la Mayor de Oliva durante cuatro años. Por fin, se le otorgó el cargo de párroco en Piles, pequeño pueblo situado entre Gandía y Oliva. Eran los recios tiempos de la segunda república, y la hostilidad hacia la religión era manifiesta en las autoridades y una parte de la población. El mismo 18 de julio de 1936 los revolucionarios sellaron la iglesia, le obligaron a quitarse la sotana y le ordenaron encerrarse en su casa, que quedó custodiada por milicianos, no tanto para protegerle, como para asegurarse de que no se escapaba. El 13 de agosto unos milicianos comunistas entraron en su casa, a la hora en que rezaba el Santo Rosario, y se lo llevaron al ayuntamiento, donde le encerraron, sin derecho a ser visitado por nadie. A los dos días la criada fue a llevarle comida, y él le contestó “llévate la cena a casa, que ni comeré ni beberé, y dí a mi familia que se conformen a mi partida, que yo ya lo estoy”. El 15 de agosto a media noche lo sacaron de su encierro, y lo llevaron a la llamada “cruz de Palma de Gandía”, junto a esa localidad. Le quitaron el rosario y su escapulario, y le obligaron a despojarse de alpargatas y pantalones, antes de acribillarle a tiros. Murió frente al monumento al Sagrado Corazón de Jesús, a quien devotamente había dedicado su vida. Sus restos abandonados fueron posteriormente trasladados al cementerio. Tenía 46 años.



En Oliva nació el 15 de marzo de 1890 Miguel Costa Peiró. Desde niño mostró una decidida vocación sacerdotal, y fue becado en el Seminario de Valencia por sus brillantes dotes intelectuales, doctorándose en Sagrada Teología. Tras ocupar por oposición diversos curatos, opositó al cuerpo de capellanes de la Armada, obteniendo plaza en el crucero “Blas de Lezo”, con el que visitó diversos lugares del mundo, incluyendo el Asia Oriental. A petición propia, solicitó la excedencia y fue nombrado cura párroco de Rafelcofer, al sur de Gandía, muy cerca de Piles. Hombre de extraordinaria energía (reconstruyó por entero la deteriorada casa-abadía) y espiritualidad, su carácter firme pronto le hizo objeto de odio por los partidos socialistas y comunistas de la localidad. Tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, con el triunfo del llamado Frente Popular, el ayuntamiento, dominado por los marxistas, le convocó el día 20 de marzo en sesión extraordinaria, en la que el alcalde le dijo que “el pueblo quiere que se marche, pues aquí no queremos cura para nada”. Don Miguel ignoró la amenaza, y desde entonces los partidarios de izquierdas le amenazaban e injuriaban. El 30 de marzo, tras un mitin comunista, varios de los participantes intentaron asaltar a tiros la casa parroquial, siendo respondidos por algunos jóvenes católicos que se hallaban allí para defender al párroco. El alcalde llamó a la guardia civil, que registró la casa. Abrió el propio cura, que se identificó documentalmente como capitán de la armada (siendo saludado militarmente por los agentes) y entregó voluntariamente su pistola reglamentaria. Al día siguiente, tras declarar en el juzgado, el cura salió del pueblo en dirección a Oliva. El 12 de junio decidió trasladarse (vistiendo la sotana que algunos por buena intención le pidieron que se quitase) al pueblo castellonense de Benasal, en cuyas aguas termales solía tratarse todos los veranos de una afección renal que padecía. Allí se hallaba cuando estalló la revolución de retaguardia, y el día 23 de julio la policía registró su casa. A su chofer, el cura le dijo “cuando canté misa le pedí al Señor ser mártir, y si me mataran, se cumpliría mi deseo”. Dos días después aceptó quitarse la sotana, y por fin el 12 de agosto, ya vestido para decir misa, unos milicianos fueron para llevárselo. Él cogió un rosario que llevó en la mano hasta el fin. Le mataron en un barranco entre Catí y la carretera de Benasal a Albocacer. Enterrado en Catí, al finalizar la guerra sus restos fueron trasladados al cementerio de Oliva tras identificar su cadáver. Tenía 46 años.

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Ruego a los lectores una oración por el alma de estos y tantos otros que murieron en aquel terrible conflicto por dar testimonio de Cristo. Y una más necesaria por sus asesinos, para que el Señor abriera sus ojos a la luz y, antes de su muerte, tuvieran ocasión de arrepentirse de sus pecados, para que sus malas obras no les hayan cerrado las puertas de la vida eterna. Sin duda, los mártires habrán intercedido por ellos, como lo hicieron antes de morir.

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La vida y martirio presbiteriales aquí resumidas proceden de la obra “Sacerdotes mártires (archidiócesis valentina 1936-1939)” del dr. José Zahonero Vivó (no confundir con el escritor naturalista, y notorio converso, muerto en 1931), publicada en 1951 por la editorial Marfil, de Alcoy.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la Justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, persigan y, mintiendo, digan todo mal contra vosotros por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los Cielos. Pues así persiguieron a los profetas antes que a vosotros;

Mateo 5, 9-12

3 comentarios

  
SS
Han ido al cielo, pidamos que intercedan por nosotros .
17/07/22 7:20 PM
  
Pedro de Madrid
Los componentes del Frente Popular no pedirán perdón y además son bien recibidos en el Vaticano. Un mundo al reves
26/07/22 10:19 PM
  
ramosov
No solamente no piden perdón ni pedirán, sino que -en el colmo del cinismo- siempre han venido pidiendo a la Iglesia que fuera la que pidiera perdón. Es como si se pidiera a los colectivos judíos que pidieran perdón a los descendientes de los nazis.
20/08/22 8:15 PM

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