1.01.22

El lenguaje del rito romano: lo breve, si bueno,...

El misal

Bello y elegante, sumamente claro y conciso, es el lenguaje de la liturgia romana. Está claro que muestra su origen del latín: sobrio y denso, rico al mismo tiempo. No desperdicia palabras, ni se llena de florituras ni adornos, no necesita reiteraciones ni proliferan oraciones de relativo. En ese estilo, en ese corte clásico, radica su belleza.

Una oración colecta de la Misa romana es una obra de orfebrería, con suma precisión, diciendo mucho con pocas palabras, expresando grandes verdades de fe con brevedad. Pensemos en la colecta de la Misa del día de la Natividad del Señor, con su estructura romana (a) Invocación, b) Memorial –con una oración de relativo- y c) petición, más d) la conclusión trinitaria):

  1. Oh, Dios,
  2. que estableciste admirablemente la dignidad del hombre y la restauraste de modo aún más admirable,
  3. concédenos compartir la divinidad de aquel que se dignó participar de la condición humana.
  4. Por nuestro Señor Jesucristo.

Es increíble tanta belleza en tan pocas expresiones, cuyo origen está en el gran genio literario de san León Magno. Se invoca a Dios sin adjetivos alguno, ni “todopoderoso”, ni “eterno”, etc. Luego una oración de relativo hace memoria del Misterio: “que estableciste…”, sin que aparezcan adjetivos, sino solo el juego sonoro de dos adverbios de modo: “admirablemente” - “aún más admirable”. Después la petición: “concédenos compartir la divinidad…”, y de la misma forma literaria, no aparecen adjetivos ni siquiera algún adverbio que dé colorido. Y, no obstante, ¡qué hermosura al cantar el Misterio del Nacimiento del Señor! Al Dios creador y redentor se le suplica que lleve a término en nosotros el admirabile commercium, “compartir la divinidad” de su Hijo que se ha hecho hombre.

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7.09.21

En el catecumenado y en la Vigilia pascual, se renuncia a los ídolos, deidades, magia y demás (Liturgia frente a ídolos - V)

Entrada catecumenado5.- La liturgia: culto verdadero en Espíritu y en Verdad

Ni en el monte Garizim ni en Jerusalén; ha llegado la hora en que los verdaderos adoradores dan culto al Padre en el Espíritu Santo y en la Verdad, que es Cristo, el Hijo de Dios vivo, verdadero, sumo y eterno Sacerdote; Mediador entre Dios y los hombres por su sangre derramada en la cruz. La realidad es nueva, la plenitud se ha dado en Cristo, el hombre ya no busca a Dios a tientas porque Él se ha dignado revelarse plenamente en su Hijo, y en el Hijo se le adora con plena luz y sin tinieblas. Ya las religiones paganas y los cultos precristianos han caducado, son inservibles e ineficaces. Por eso, y con razón, rezamos:

“Sacerdote eterno, que al entrar en el mundo has instituido la plenitud del culto, haz que todos los hombres participen de él por medio de tu Iglesia”[1].

La liturgia es ahora el ejercicio del Sacerdocio de Cristo. La plenitud del culto es la liturgia cristiana, no los ritos paganos, o los cultos idolátricos.

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3.09.21

Salmo y participación litúrgica (un poco de todo)

Salmista

Desde que leí esta afirmación de san Juan Crisóstomo no la he podido olvidar por lo gráfica e impactante que es refiriéndose al estribillo del salmo responsorial:

“Yo os exhorto a no salir de aquí con las manos vacías, sino a recoger las respuestas como perlas, para que las guardéis siempre, las meditéis y las cantéis a vuestros hijos” (Com. Sal 41).

Esta frase nos daría para varios puntos de catequesis y formación:

1. Los salmos deben ser alimento constante para la oración personal, repetirlos, cantarlos, asimilarlos, memorizarlos, porque esa es la Tradición de la Iglesia.

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30.08.21

Adaptaciones legítimas del rito romano sin sincretismo ni deidades indígenas (Liturgia frente a ídolos - IV)

orienteLa inserción profunda de la predicación de la fe cristiana en las distintas culturas dio origen a los distintos ritos y familias litúrgicas, orientales y occidentales, asumiendo sus peculiaridades, formas de expresión y de canto, sensibilidad, orden y organización del rito (incluso su duración y vivencia del tiempo), colores, etc. Fue un sano ejercicio de inculturación de la fe y de la liturgia en torno a las grandes sedes patriarcales y Padres de la Iglesia.

El rito romano, conciso y sobrio, es capaz de asimilar y adaptarse a diferentes ámbitos culturales, enriqueciéndose al mismo tiempo: pensemos cómo incluyó los usos francos y germánicos, su peculiar sensibilidad y estilo, modificando el mismo rito romano o enriqueciéndolo de otra manera, según cada cual quiera valorar (ahí están los sacramentarios Gelasianos del siglo VIII o el Pontifical romano-germánico del siglo X).

Es una tarea que realiza la Iglesia misma –nadie por su propia iniciativa suprimiendo, cambiando o añadiendo (cf. SC 22)-. Es lo que en el número 39 de la Constitución Sacrosanctum Concilium se decía:

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24.08.21

Santas Justa y Rufina y otros santos, ídolos derribados y el Tíber fluyendo (Liturgia frente a ídolos - III)

santas justa y rufina4.- Los santos derribaron ídolos

Definitivamente, la idolatría repugna a la fe católica en el Dios único y verdadero, Santa Trinidad. Nunca el camino fue la integración de los cultos paganos e idolátricos, jamás se aceptó fabricar un sincretismo religioso: “se excluirá toda clase de sincretismo y de falso particularismo”, pide el Vaticano II (AG 22); “conservando la propia cultura y las propias tradiciones, siempre que no estén en contraste con el Evangelio” (Juan Pablo II, Redemptoris missio, n. 24).

En estos tiempos de tanta corrección política, con la etiqueta “tolerancia” cargada de relativismo para no ofender a nadie y ocultar la Verdad, no se entenderá lo que hicieron y se les juzgará duramente. ¿Habrá alguna nota de algún Dicasterio pidiendo perdón por derribar ídolos y demostrar la falsedad de deidades que estaban sedientas de sangre humana y sacrificios? ¡Esperemos que no!

Caso famoso hubo en la historia de unas santas mártires que incluso derribaron el ídolo y lo destrozaron. Ocurrió en el siglo IV, en un barrio de Sevilla, Triana, junto al río Guadalquivir, dedicado a la marinería y a la cerámica. Santas Justa y Rufina eran alfareras en aquel barrio. En una fiesta pagana, entre el 17 y el 19 de julio, dedicada a Adonis, llevaron en andas el ídolo de Salambó, una diosa de origen babilónico. En la procesión a todos se les pedía cuantiosa limosna para la diosa. Pasaron por el mercado y requirieron a Justa y Rufina que adoraran al ídolo y que ofrecieran a la diosa vasijas de las que vendían: en vez de eso, derribaron el ídolo y lo rompieron. El gobernador Diogeniano las encarceló, torturó y sufrieron martirio en Sevilla por no apostatar de la fe cristiana[1].

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