Ofrendas y símbolos: «no necesita enfatizarse con añadiduras superfluas»

ofrendas

Sería deseable asimilar y asumir lo que Benedicto XVI trazaba en la exhortación Sacramentum caritatis:

“llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios. Este gesto, para ser vivido en su auténtico significado, no necesita enfatizarse con añadiduras superfluas” (n. 47).

Realmente el rito es sencillo y sobrio para la presentación de ofrendas si seguimos el Misal:

  • Es una “procesión”, por tanto van uno tras otro, juntos, en procesión al altar (IGMR 74)
  • Mientras, se canta el canto del ofertorio (IGMR 37) o bien suena el órgano
  • Se llevan los dones “que se convertirán en el Cuerpo y la Sangre de Cristo” (IGMR 73), “las ofrendas: el pan y el vino” (Ibíd.)
  • “También pueden recibirse dinero u otros dones para los pobres o para la iglesia, traídos por los fieles o recolectados en la iglesia, los cuales se colocarán en el sitio apropiado, fuera de la mesa eucarística” (IGMR 73)
  • Se insiste en la realidad (no cosas simbólicas o abstractas) que ayudan a las necesidades de la Iglesia o de los pobres: “Es conveniente que la participación de los fieles se manifieste por la presentación del pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, o de otros dones con los que se ayude a las necesidades de la iglesia o de los pobres” (IGMR 140). 

Las añadiduras superfluas han convertido este rito tradicional en una presentación de elementos simbólicos con los que expresarse; cada “ofrenda” se convierte en algo simbólico y no en una ofrenda real, y necesita ser explicada por una monición (muchas veces dirigida directamente al Señor como una oración), en vez de estar sonando el canto del ofertorio o los acordes del órgano. Además, como algo sumamente común, se han multiplicado ofrendas y moniciones para cubrir que cada niño “haga algo”, ya sea en la Misa “de” niños o en la celebración de las Primeras Comuniones, pero también en Misas solemnes de Hermandades y Cofradías, a veces en la Misa de otras Asociaciones o grupos, etc.

Veamos casos concretos: una lista de “moniciones” que acompaña a una presentación de cosas simbólicas y que llegó a mis manos. Y pensemos y valoremos con sensatez, en vez de justificarlo todo como “bonito” o confundiendo “participación” con “hacer cosas”.

“-Te ofrecemos, Señor, este libro como símbolo de nuestro aprendizaje en catequesis.

-Te ofrecemos, Señor, la camiseta y la pañoleta del Grupo Joven en símbolo de la unión y fortaleza de nuestro grupo.

-Señor, te ofrecemos este árbol, hecho por nosotros, en el que cada hoja expresa uno de nuestros sentimientos.

-También, te ofrecemos esta Sagrada Biblia en representación de la enseñanza del Grupo Joven, tu amor hacia nosotros y nuestro afán de cada día para crecer en la fe.

-Te ofrecemos estos materiales que representan el esfuerzo y dedicación en nuestros estudios.

-Con este despertador queremos simbolizar, Señor, nuestro deseo de estar con los cinco sentidos puestos en Ti. Haz que, en este tiempo de Adviento, nos espabilemos para preparar en profundidad tu llegada.

-Señor, te ofrecemos el Pan y Vino, signo de tu cuerpo y de tu sangre, de entrega y comunión fraterna. Que sean para nosotros, y para todos los niños del mundo, Pan de vida y Vino de salvación”.

Siete, ¡siete ofrendas!, a cual menos real, con siete moniciones, confusas cuanto menos en sus expresiones. ¿Eso es participar? ¿Ese es el sentido de Ofertorio Sacrificio de la Misa?

Pero vayamos someramente comentando cada ofrenda con su monición, a ver si caemos en la cuenta de la pobreza que representa esto y del poco sentido litúrgico que posee.

-“Este libro como símbolo de nuestro aprendizaje en catequesis”: difícil es calibrar qué se ha aprendido realmente en catequesis, si se ha aprendido la doctrina católica o se han asimilado valores genéricos de moda. Pero, ¿un libro es una ofrenda? Tal vez sería una ofrenda presentar 50 libros de catequesis nuevos para familias más pobres que no los pudieran costear o 50 Catecismos de la Iglesia Católica, uno por grupo de la parroquia; pero no es ofrenda para una necesidad un “libro como símbolo de nuestro aprendizaje”.

-El mismo criterio sería para valorar “la camiseta y la pañoleta…”, que no es una ofrenda real para solventar necesidades de los pobres de la Iglesia. Ergo, no es ofrenda. El argumento además es de lo más sentimental: “la fortaleza de nuestro grupo”, porque lleven muchos años juntos. ¿Será, tal vez, la firmeza en la fe de la que habla san Pablo? ¿Qué hacemos con esa camiseta y pañoleta después de la Misa, para qué sirven? ¿Las guardamos en alguna cajonera junto con las casullas y dalmáticas?

-¿Y qué se hace después de la Misa con un árbol de cartulina, con hojas donde están escritos los sentimientos de cada uno del grupo? Y además, ¿son los sentimientos, tan fluctuantes y variables, los criterios que rigen la vida cristiana?

-“Te ofrecemos esta Sagrada Biblia en representación…” ¿A Dios le ofrecemos su Palabra? ¿No es Él quien nos regala su Palabra y de hecho está ya significada y presente en el Leccionario abierto sobre el ambón? ¿No parece un contrasentido y un absurdo completo? Sería una ofrenda real para la Iglesia o para los pobres si se llevan (no hace falta monición) cien biblias, por ejemplo, para las misiones, o para grupos parroquiales, o para regalarlas a cada familia de la parroquia. O sería una ofrenda si un grupo de fieles hubiera costeado la compra de nuevos Leccionarios para ese templo o para una capilla dentro del término parroquial, etc. ¿Pero es una ofrenda llevar una Biblia para entregarle a Dios su Palabra? Y esa Biblia “simbólica”, ¿se queda en la parroquia o la recoge aquél que la llevó en el ofertorio después de Misa?

-“Te ofrecemos estos materiales que representan el esfuerzo y dedicación en nuestros estudios”. Dios quiera que fuera cierto y se hubiesen santificado dedicando muchas horas de estudio, lectura y profundización. Pero carece de entidad litúrgica la “ofrenda” de unos materiales; y volvemos a la realidad: sería “ofrenda” en todo caso –y sin monición- si se llevase al pie de altar todo el material escolar necesario para familias pobres y que Cáritas luego va a distribuir.

-“Con este despertador, queremos simbolizar, Señor…” Realmente no merece ni comentario. ¡Ay, si al menos fuera un buen reloj de pared, un carillón para el templo parroquial o para la sacristía!

-“El Pan y el Vino, signo de tu cuerpo y de tu sangre…”: el pan y el vino no son signos de nada, porque realmente el Pan y el Vino se van a transformar verdadera, real y sustancialmente, en el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. No son signo del Cuerpo de Cristo, son realidad, realmente el Cuerpo de Cristo. Y extraña esa parte final: “Que sean para nosotros, y para todos los niños del mundo, Pan de vida y Vino de salvación”; ¿todos los niños del mundo pueden comulgar sean cristianos o no? ¿O es un deseo real de conversiones a Cristo, de bautismos y crecimiento de la Iglesia?

Las ofrendas “simbólicas”, si se miran fríamente, dejan estupefactos por lo banal que representan; son añadidos, una enfatización, ajenos a la liturgia y su sentido. Las moniciones (que no están permitidas ofrenda por ofrenda) son de escaso gusto y sentido católico en su contenido y además se dirigen a Dios en vez de ser sencilla monición, advertencia o explicación dirigida a los fieles; los símbolos son lo más contrario que pueda haber a este momento: ofrendas reales para necesidades de la Iglesia y de los pobres y, sobre todo y exclusivamente, todo el pan y vino necesarios para el Sacrificio eucarístico. ¿Acaso son ofrendas esos símbolos que luego vienen a recoger tras la Misa? ¿Se imaginan a alguien que eche 10 € en el cestillo de la colecta y después de la Misa vaya a la sacristía para reintegrarlos a su bolsillo porque eran “simbólicos"?

Y por último, y debería ser argumento de peso, esos elementos así (simbólicos, con monición, etc.), no lo permite la liturgia en su Misal. Ajustemos entonces nuestra praxis a lo que la Iglesia marca.

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