El buen oficio del salmista cantando el salmo responsorial

Salmodia

En la liturgia de la Palabra, la oración se hace canto suave cuando, después de la primera lectura bíblica, se entona el salmo responsorial. Es un texto destinado a ser cantado, a ser salmodiado, con melodía sencilla donde resalta el texto, y todos responden a cada estrofa cantando la respuesta.

Y es que los salmos son letras de cantos, composiciones poéticas para ser cantadas, y mediante ese canto los fieles oran y meditan, elevando su alabanza al Señor.

Fue esa la tradición de la Iglesia; un cantor, en el ambón (más exactamente, en las gradas o escalones del ambón) entonaba las estrofas del salmo, y el coro y los fieles respondían el estribillo. ¡Qué ministerio más hermoso el de ayudar a todos a orar cantando los versículos del salmo responsorial! ¡Cuánta estima se le tenía al salmista en la Iglesia y cuánto valor le daban al canto de los salmos!

Sirvan como testimonio las palabras de san Ambrosio:

“Para expulsar y eliminar de su santa casa el olvido, el verdadero Salomón [Cristo] se surtió de cantores que con toda su alma se dedicaran a investigar el conocimiento de la Divinidad, a fin de que no faltaran a su iglesia cantores de salmos, cuyo canto pusiera en fuga al espíritu del mal… También los profetas, para profetizar, mandaban a un experto en salmodias que salmodiara, para que a invitación de la suave dulzura, se difundiera la gracia espiritual” (Exp. Salmo 118,7,26).

Los cantores que salmodian, o salmistas, son quienes mediante el canto consiguen que se difunda la gracia espiritual en las almas de los fieles.

Salmodiar en el ambón el salmo responsorial requiere voz y entonación para saber cantar, aplicando melodías sencillas, casi un recitativo con suave música, una cantilación espiritual. No es un solista que luzca sus dotes con juegos de voz como tenor o soprano como muy bien puede ocurrir en la ejecución de otros cantos, sino quien pone voz humildemente a las estrofas del salmo responsorial para que todos oren meditando y respondan con fe su estribillo (“el canto del salmo o de la sola respuesta contribuye mucho a comprender el sentido espiritual del salmo y a meditarlo profundamente”, OLM 21).

 Es clara la descripción que hace la IGMR: un salmista, el salmo responsorial, su canto, el ambón, etc…, sin que se sustituya por un canto no-bíblico, o leyéndolo en vez de cantarlo incluso cuando hay coro:

 “Conviene que el salmo responsorial sea cantado, al menos la respuesta que pertenece al pueblo. Así pues, el salmista o el cantor del salmo, desde el ambón o en otro sitio apropiado, proclama las estrofas del salmo, mientras que toda la asamblea permanece sentada, escucha y, más aún, de ordinario participa por medio de la respuesta, a menos que el salmo se proclame de modo directo, es decir, sin respuesta” (IGMR 61).

El salmista es un ministerio que enriquece la liturgia ya que permite a todos orar, meditar y alabar a la vez con el salmo responsorial. Debe poseer algunas cualidades:

“Es propio del salmista proclamar el salmo u otro cántico bíblico que se encuentre entre las lecturas. Para cumplir rectamente con su ministerio, es necesario que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para la recta dicción y clara pronunciación” (IGMR 102);

“para ejercer esta función de salmista es muy conveniente que en cada comunidad eclesial haya laicos dotados del arte de salmodiar y de una buena pronunciación y dicción” (OLM 56).

 Todo coro parroquial –o coral- debe procurar que siempre se cante el salmo responsorial en la Misa dominical y solemnidades, ensayando con el salmista y adoptando los modos estróficos, sencillos, aptos para esta función. Sin duda, será un enriquecimiento de la vida litúrgica de la parroquia, prestando el salmista un buen oficio.

El “Libro del Salmista”, sin duda, es una gran ayuda para lograrlo.

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