La falsa libertad religiosa en Marruecos
Marruecos es una monarquía islámica en la que el Rey no sólo es jefe de Estado con poderes amplísimos. También es el líder religioso del país. Es decir, tiene el deber y la obligación de defender la fe musulmana. Y eso, como cabía esperar, tiene sus consecuencias.
El Corán prescribe la ejecución de cualquier musulmán que se convierta a otra religión. Los países islámicos “toleran” más o menos la presencia de no musulmanes, pero desde luego no aceptan que miembros de otras religiones prediquen sus credos. En Occidente todo el mundo es libre de creer, no creer, pasar de una creencia a otra y buscar la conversión de los demás a sus propias convicciones religiosas. En el mundo musulmán eso no es posible. Es más, nunca lo será mientras el Corán sea la norma fundamental de dichos países. Quizás esa sea una de las razones por las que esa religión no retrocede nunca, salvo presión militar. Están “vacunados” contra “su” apostasía.
A día de hoy, sólo hay un grupo religioso que se atreve a contravenir era regla islámica. Se trata de los protestantes evangélicos. Siguiendo el precepto de “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16,15), van y predican el evangelio a los musulmanes. Tanto a los que viven en Occidente como a los que residen en países donde la religión de Mahoma es mayoritaria. Las otras dos confesiones cristianas mayoritarias, católica y ortodoxa, se conforman con que les dejen vivir. A cambio, se niegan a llevar a cabo una evangelización que busque, explícitamente, la conversión a Cristo de los musulmanes. Como mucho llegan a bautizar a catecúmenos que, jugándose la vida, dejan el Islam para abrazar la fe cristiana.