Las visitas pastorales de Santo Toribio (y II)
RECORRIÓ MILES DE KILÓMETROS VISITANDO SU GREY

JOSÉ ANTONIO BENITO RODRIGUEZ
Una vez llegado a Perú, desde su condición de arzobispo, tendrá que legislar y visitar. Además de prescribírselo las leyes civiles y eclesiásticas, Mogrovejo -prelado viajero, itinerante- desea un contacto directo con sus fieles, especialmente los indios. Le urge la pasión de evangelizar. Aunque era consciente de que sus salidas de la Ciudad de los Reyes podían ocasionar cierto abandono en el corazón de la archidiócesis, nada le hizo desistir de su propósito de visitar hasta el último de sus poblados. Como le visitase un colegial de san Salvador de Oviedo, de Salamanca, Gregorio de Arce, y le manifestase las quejas que circulaban en España sobre su ausencia de la sede limeña le respondió “que el andar en las visitas era lo que Dios mandaba y lo que estaba a su cargo para enseñar y atraer a la fe cristiana a los bárbaros e idólatras, bautizándolos y confirmándolos y reduciéndolos a que se confesasen…por Dios y por cumplir con su obligación y para dar ejemplo que se debe dar a los prelados que tienen a su cargo almas". Al monarca le dirá que saldría a visitar en 1593 “en conformidad de lo proveído por el Santo Concilio de Trento y Provincial y cédula de Vuestra Real Persona".
Nada más llegar a Lima, traía como primera misión el encargo real de convocar y celebrar el Concilio Provincial. De este modo lo convocó para el 15 de agosto de 1582. Este intervalo de tiempo, de mayo de 1581 a 15 de agosto del 1582 lo empleará en visitar los Llanos de La Nazca. Como la extensa costa norte de su Arquidiócesis que comprendía desde Lima hasta Jayanca, la había visitado en su largo viaje de llegada que realizó por tierra, viniendo desde Paita con dirección a su Sede, llegado a Lima en 1581, ahora emprende la visita del sur, hasta Nazca. Allí permanece hasta enero del 1582 debido a su apoyo a la publicación, predicación y distribución de la Bula de Cruzada. Él mismo lo cuenta al Rey. Por estas fechas, Santo Toribio Mogrovejo nos ofrece un valioso testimonio de la importancia concedida a la Bula. Se encontraba en la visita preliminar de 1581 como preparación al Tercer Concilio Limense, en los Llanos de La Nasca. Se encontraba el arzobispo en su primer año de ejercicio y ocupado en la visita desde hacía varios meses con la intención de dirigirse después a Huánuco.
 Pasa la Cuaresma y la Pascua en Lima, y celebra el primer Sínodo Diocesano. Movido por el deseo de conocer a su pueblo, Santo Toribio, aprovechando el tiempo que aún faltaba para la apertura del III Concilio, se dirigió en visita pastoral hacia Huánuco, el extremo oriental de su Arquidiócesis, llegando prácticamente hasta los confines de su jurisdicción, muy cercana a las montañas vírgenes, donde terminaba la civilización. Simultáneamente iban llegando a Lima los obispos de Cuzco, La Imperial y Santiago de Chile; en Lima le esperaba el electo obispo de Paraguay para ser consagrado obispo. El Santo no pierde el tiempo y anota para sí y lo transmite al Rey la problemática y las soluciones:
Pasa la Cuaresma y la Pascua en Lima, y celebra el primer Sínodo Diocesano. Movido por el deseo de conocer a su pueblo, Santo Toribio, aprovechando el tiempo que aún faltaba para la apertura del III Concilio, se dirigió en visita pastoral hacia Huánuco, el extremo oriental de su Arquidiócesis, llegando prácticamente hasta los confines de su jurisdicción, muy cercana a las montañas vírgenes, donde terminaba la civilización. Simultáneamente iban llegando a Lima los obispos de Cuzco, La Imperial y Santiago de Chile; en Lima le esperaba el electo obispo de Paraguay para ser consagrado obispo. El Santo no pierde el tiempo y anota para sí y lo transmite al Rey la problemática y las soluciones:
“He visto gran parte de este Distrito por mi persona, y lo que he entendido tener necesidad de remedio es: proveer y dar doctrina a los indios por carecer de Sacerdotes, por tener cada Sacerdote en muchas partes muchos lugares de indios a su cargo y mucha distancia de camino, que es causa de que muera muy de ordinario los indios sin confesión y bautismo y demás sacramentos” (AGI, Patronato 248, Rº 5; Lissón, La Iglesia IIII, 36, n.11).


 Nadie como él encarnó el perfil trazado por Juan Pablo II en su exhortación postosinodal Pastores gregis encaminada a valorar la triple misión (el “munus”) de los obispos (enseñar, santificar y regir) proponiéndoles “el ejemplo de Pastores santos, tanto para su vida y su ministerio como para la propia espiritualidad y su esfuerzo por adaptar la acción apostólica” (n.25).
Nadie como él encarnó el perfil trazado por Juan Pablo II en su exhortación postosinodal Pastores gregis encaminada a valorar la triple misión (el “munus”) de los obispos (enseñar, santificar y regir) proponiéndoles “el ejemplo de Pastores santos, tanto para su vida y su ministerio como para la propia espiritualidad y su esfuerzo por adaptar la acción apostólica” (n.25). Como muchos otros personajes de los que estamos hablando al tratar del la evangelización de América, era igualmente extremeño fray Jerónimo de Loaysa, nacido en Trujillo el año de 1498. Primo del cardenal de España, don fray García de Loaysa, prelado de Sevilla, después de haber sido maestro general en su Orden dominicana. Dominico fray Jerónimo en el convento de Córdoba, en 1521 estudiaba en Valladolid. Catedrático de artes y de teología y prior, sintió la influencia del espíritu misional que entre franciscanos y dominicos hervía. En 1529 arribaba a las orillas de la provincia de Santa Marta, en la costa atlántica del Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia). Allí le aguardaban los indios guairas y buriticas, que habían de ejercitarle los primeros en las duras tareas del apostolado, mientras el clima ingrato castigaba duramente su cuerpo. Y, por su gusto, en aquellas tierras tropicales hubiera quedado a no verse obligado a regresar a España a los dos años de apostolado. Clemente VII, el 14 de abril de 1534, erigía la sede de Cartagena de las Indias, pero su prelado electo, el dominico fray Tomas de Toro, fallecía en 1536 antes de efectuarse la erección de la sede. Para sustituirle fue escogido fray Jerónimo de Loaysa, y consagrado el 29 de junio de 1538 en Valladolid; a fines del mismo año volvía a las Indias.
Como muchos otros personajes de los que estamos hablando al tratar del la evangelización de América, era igualmente extremeño fray Jerónimo de Loaysa, nacido en Trujillo el año de 1498. Primo del cardenal de España, don fray García de Loaysa, prelado de Sevilla, después de haber sido maestro general en su Orden dominicana. Dominico fray Jerónimo en el convento de Córdoba, en 1521 estudiaba en Valladolid. Catedrático de artes y de teología y prior, sintió la influencia del espíritu misional que entre franciscanos y dominicos hervía. En 1529 arribaba a las orillas de la provincia de Santa Marta, en la costa atlántica del Nuevo Reino de Granada (hoy Colombia). Allí le aguardaban los indios guairas y buriticas, que habían de ejercitarle los primeros en las duras tareas del apostolado, mientras el clima ingrato castigaba duramente su cuerpo. Y, por su gusto, en aquellas tierras tropicales hubiera quedado a no verse obligado a regresar a España a los dos años de apostolado. Clemente VII, el 14 de abril de 1534, erigía la sede de Cartagena de las Indias, pero su prelado electo, el dominico fray Tomas de Toro, fallecía en 1536 antes de efectuarse la erección de la sede. Para sustituirle fue escogido fray Jerónimo de Loaysa, y consagrado el 29 de junio de 1538 en Valladolid; a fines del mismo año volvía a las Indias. El 25 de julio de 1543 entraba a orillas del Rimac el primer prelado limense. El corto vecindario, residente en las diez o doce manzanas de casas bajas tendidas en cuadro bordeando la plaza principal, contempló la figura humilde de su pastor, bajo palio sostenido por los regidores del cabildo civil, cortejado por dominicos, franciscanos y mercedarios, atravesando la calle Real, o de Trujillo, honrado por el licenciado Antonio de la Gama, teniente de gobernador por Vaca de Castro -ausente en el Cuzco-, y por los alcaldes ordinarios, Juan de Barbaran y Pedro Navarro.
El 25 de julio de 1543 entraba a orillas del Rimac el primer prelado limense. El corto vecindario, residente en las diez o doce manzanas de casas bajas tendidas en cuadro bordeando la plaza principal, contempló la figura humilde de su pastor, bajo palio sostenido por los regidores del cabildo civil, cortejado por dominicos, franciscanos y mercedarios, atravesando la calle Real, o de Trujillo, honrado por el licenciado Antonio de la Gama, teniente de gobernador por Vaca de Castro -ausente en el Cuzco-, y por los alcaldes ordinarios, Juan de Barbaran y Pedro Navarro. En el seno de una noble familia de Mayorga, antiguo reino de León, España, nacía el 16 de noviembre de 1538 Toribio Alfonso de Mogrovejo. Sus padres, don Luis de Mogrovejo y doña Ana de Robledo y Morán, pertenecían a la más distinguida estirpe de la comarca, que en aquellos tiempos de fe sumaba al aprecio por sus derechos y privilegios el celo por la integridad de la fe y la pureza de las costumbres. A los doce años Toribio fue enviado por sus padres a estudiar a Valladolid, donde destacó por sus virtudes y sus dotes intelectuales.
En el seno de una noble familia de Mayorga, antiguo reino de León, España, nacía el 16 de noviembre de 1538 Toribio Alfonso de Mogrovejo. Sus padres, don Luis de Mogrovejo y doña Ana de Robledo y Morán, pertenecían a la más distinguida estirpe de la comarca, que en aquellos tiempos de fe sumaba al aprecio por sus derechos y privilegios el celo por la integridad de la fe y la pureza de las costumbres. A los doce años Toribio fue enviado por sus padres a estudiar a Valladolid, donde destacó por sus virtudes y sus dotes intelectuales. En 1575, tal vez por influencia de uno de sus amigos, Diego de Zúñiga, fue nombrado por Felipe II para el cargo de Inquisidor en Granada, que desempeñó con sabiduría, prudencia justicia y rectitud, de modo que noticias suyas llegaron pronto al Rey. Y ocurrió que, estando vacante la sede episcopal de Lima tras la muerte en 1575 de su primer Arzobispo, Jerónimo de Loaysa, sobre el que hemos hablado abundantemente en esta página web, en 1578 Felipe II comunicó a Toribio su intención de presentarlo al Papa Gregorio XIII para ocupar el Arzobispado de la Ciudad de los Reyes. Toribio vacilaba en aceptar tal propuesta, y escribió al Rey y al Consejo de Indias renunciando a la misma. Pero después, cediendo a los argumentos de sus amigos y colegas de la Universidad, terminó por aceptarla, pues ellos lo convencieron de que esa era la voluntad divina.
En 1575, tal vez por influencia de uno de sus amigos, Diego de Zúñiga, fue nombrado por Felipe II para el cargo de Inquisidor en Granada, que desempeñó con sabiduría, prudencia justicia y rectitud, de modo que noticias suyas llegaron pronto al Rey. Y ocurrió que, estando vacante la sede episcopal de Lima tras la muerte en 1575 de su primer Arzobispo, Jerónimo de Loaysa, sobre el que hemos hablado abundantemente en esta página web, en 1578 Felipe II comunicó a Toribio su intención de presentarlo al Papa Gregorio XIII para ocupar el Arzobispado de la Ciudad de los Reyes. Toribio vacilaba en aceptar tal propuesta, y escribió al Rey y al Consejo de Indias renunciando a la misma. Pero después, cediendo a los argumentos de sus amigos y colegas de la Universidad, terminó por aceptarla, pues ellos lo convencieron de que esa era la voluntad divina.
 
         





 
           
          