InfoCatólica / Temas de Historia de la Iglesia / Categoría: Eusebio de Cesarea

18.08.10

Eusebio de Cesarea: La última persecución antes de la paz de Constantino

LOS SUFRIMIENTOS FINALES DE LA IGLESIA POCO ANTES DE LA PAZ CONSTANTINIANA


HISTORIA ECCLESIASTICA

(versión española de Argimiro Velasco-Delgado, en BAC)

LIBRO VIII, 14

(…) Majencio, que en Roma se había constituido en tirano, comenzó fingiendo tener nuestra fe, por agradar y adular a pueblo romano, y por esta razón ordenó a sus súbditos interrumpir la persecución contra los cristianos, simulando piedad y pensando que así aparecería acogedor y mucho más suave que sus antecesores.

2- A la verdad, no apareció en las obras tal como se esperaba que sería, sino que, viniendo a dar en toda clase de sacrilegios, no descuidó una sola obra de perversidad y desenfreno, y cometió adulterios y toda clase de corrupción. Por ejemplo, separando de sus maridos a sus legítimas esposas, las ultrajaba de la manera más deshonrosa y luego se las remitía de nuevo a los maridos; y ponía cuidad en no emprender esto con gentes insignificantes y oscuras, antes bien, se cebaba espacialísimamente en los más eminentes de los mismos que se habían ganado los primeros puestos del senado romano.

3- Todos los que estaban a su merced, plebeyos y magistrados, famosos y gente vulgar, todos estaban cansados de tan terrible tiranía, y aunque estaban en calma y soportaban su amarga esclavitud, sin embargo, no se daba cambio alguno en la sanguinaria crueldad del tirano. Efectivamente, a veces con un pretexto baladí daba carta blanca a su cuerpo de guardia para ejecutar una matanza entre el pueblo, y así fueron asesinadas muchedumbres incontables del pueblo romaneen medio de la ciudad, y no por obra de las lanzas y armas de escitas y bárbaros, sino de los propios ciudadanos.

4- Así, por ejemplo, no es posible calcular el número de senadores asesinados con miras a apoderarse de sus fortunas, pues fueron infinitos los eliminados en diferentes ocasiones y por diferentes causas, todas inventadas.

5- Pero el colmo de los males empujó al tirano hasta la magia. Con vistas a la magia hacía abrir en canal a mujeres encinta, escudriñar las entrañas de niños recién nacidos o degollar leones, y creaba algunas abominables invocaciones sobre demonios y un sacrificio conjurador de la guarra, pues él tenía puesta toda su esperanza en estos medios para lograr la victoria.

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17.03.10

¿Fue la peor persecución de la antigüedad culpa de los mismos cristianos?

SEGÚN EUSEBIO DE CESAREA, LA PERSECUCIÓN DE DIOCLECIANO TUVO PARTE DE SU ORIGEN EN LAS LUCHAS INTERNAS DE LOS CRISTIANOS

HISTORIA ECCLESIASTICA
(versión española de Argimiro Velasco-Delgado, en BAC)

Libro VIII, 1

1- Explicar como se merece cuáles y cuán grandes fueron, antes de la persecución de nuestro tiempo (se refiere a la persecución de Diocleciano), la gloria y la libertad de que gozó entre todos los hombres, griegos y bárbaros, la doctrina de la piedad para con el Dios de todas las cosas, anunciada al mundo por medio de Cristo, es empresa que nos desborda.

2- Sin embargo, pruebas de ello podrían ser la acogida de los soberanos para con los nuestros, a quienes incluso encomendaban el gobierno de las provincias, dispensándoles de la antigua angustia de tener que sacrificar, por la mucha amistad que reservaban a nuestra doctrina.

3- ¿Qué necesidad hay de hablar de los que estaban en los palacios imperiales y de los supremos magistrados? Estos consentían que sus familiares -esposas, hijos y criados- obraran abiertamente, con toda libertad, con su palabra y su conducta, en lo referente a la doctrina divina, casi permitiéndoles incluso gloriarse de la libertad de su fe. Los consideraban muy especialmente dignos de su aceptación, aún más que a sus compañeros de servicio.

4- Tal era el famoso Doroteo, el mejor dispuesto y más fiel de todos para con ellos y por esta causa el más distinguido con honores, más incluso que los que ocupaban cargos y gobiernos. Y con él el célebre Gorgonio y cuantos fueron considerados dignos del mismo honor que ellos, por razón de la palabra de Dios.

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3.09.09

Los comienzos de la Iglesia contados por Eusebio de Cesarea (II): San Pedro y san Pablo en Roma

PRESENCIA Y MARTIRIO DE SAN PEDRO Y SAN PABLO EN ROMA

LIBRO II

Acerca de la predicación del apóstol Pedro en Roma

XIV 1. En aquel tiempo el malvado Poder que odia el bien y es enemigo de la salvación de los hombres, alzó a Simón, el padre y creador de estos grandes males, como el gran rival de los grandes y divinos apóstoles de nuestro Salvador.
2. A pesar de ello, la gracia divina y celestial acudió a ayudar a sus siervos y apagó la llama del maligno con la manifestación y la presencia de ellos, y por su mediación humilló y abatió «toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios».
3. Por esta razón ninguna urdimbre, ni de Simón ni de cualquier otro que por aquel tiempo las producían, consiguió sostenerse en aquellos días apostólicos, pues todo lo vencía y dominaba el resplandor de la verdad y el mismo verbo Divino, el cual justamente entonces, viniendo de Dios, había brillado sobre los hombres, floreciendo en la tierra y habitando con sus apóstoles.
4. Inmediatamente, el encantador que hemos mencionado, como herido en los ojos del entendimiento por su destello divino y su entendimiento cuando ya habían sido descubiertas por el apóstol Pedro sus maquinaciones en Judea, emprendió un viaje muy largo al otro lado del mar y fue huyendo de Oriente a Occidente, con la certidumbre de que únicamente allí podría seguir viviendo de acuerdo con sus ideas.
5. Entonces llegó a la ciudad de Roma, y allí, secundado por el gran poder estatal en aquel lugar, en muy poco tiempo consiguió un éxito total, e incluso se le honró dedicándosele una estatua como a un dios.
6. A pesar de ello, no progresó por mucho tiempo, pues, siguiendo sus pasos y durante el mismo reinado de Claudio, la providencia universal, perfectamente buena y amante en extremo de los hombres, guiaba la mano hacia Roma, como contra un tan grave agente destructor de la vida, del animoso y gran apóstol Pedro, el cual es el portavoz de todos los demás, gracias a su virtud. Él, como valeroso capitán de Dios y bien provisto de las armas divinas, llevaba de Oriente a los habitantes de Occidente la preciosa mercancía de la luz espiritual, predicando la luz y la Palabra salvadora de almas: la proclamación del reino de los cielos.

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12.07.09

Los comienzos de la Iglesia contados por Eusebio de Cesarea (I)

LAS PRIMERAS HEREJIAS DE LA CRISTIANDAD

Comenzamos una serie de artículos sobre la primitiva cristiandad de la mano de Eusebio de Cesarea, al cual en esta ocasión no vamos a comentar sino simplemente escuchar y aprender de su sabiduría de gran historiador.

Con Eusebio de Cesarea se abre la edad de oro de la literatura patrística y -lo que nos interesa concretamente a nosotros- la historiografía cristiana. No existe ninguna biografía de Eusebio realizada por sus contemporáneos. Se cree que su sucesor, Acacio, obispo de Cesárea, escribió una pero no ha subsistido. El lugar y año de su nacimiento se desconocen. Algunos eruditos opinan que habría nacido entre el 275 y el 280. Sus padres no eran judíos pero tampoco hay prueba alguna de que hayan sido cristianos. Arrio le llamaba “hermano” de Eusebio de Nicomedia pero esto probablemente refleja el uso cristiano o una hermandad teológica y no de sangre. Se sabe muy poco sobre su juventud y el principio de su entrenamiento. Sin embargo, pronto comenzó a ser estudiante en la escuela teológica de Cesárea. Aparentemente, alrededor del año 296, siendo aún un estudiante en Palestina, Eusebio vio por primera vez a Constantino.

Poco después del 313 pasó a ser obispo de Cesárea. Se desconoce cuándo fue ordenado como diácono o sacerdote. Algunos creen que no fue ordenado en absoluto hasta ser electo obispo. En el 314 estalló una breve persecución bajo el mando de Licinio pero no afectó a Palestina y Egipto. En el 315, Eusebio se conoce como alguien que ya ha sido obispo por un tiempo. Alrededor del 318, los problemas arrianos comenzaron a ser serios. Él y Constantino parecieron ponerse de acuerdo respecto a la mayor parte de la política. Dado que era moderado, consideraba que la iglesia debería dar un lugar tanto a los seguidores de Arrio como de Atanasio. Sin embargo, generalmente votaba con la mayoría, pero después de Nicea realizó muchos esfuerzos para prevenir la total alienación de los arrianos de la corriente dominante de la iglesia.

En el 330 rechazó la oferta de ser obispo de Antioquía. Asistió al Consejo de Antioquía en el 331 y al Consejo de Tiro en el 335. Asimismo, activó en los Sínodos de Jerusalén y Constantinopla en el mismo año. Fue el orador principal en el trigésimo aniversario del reino de Constantino. Este panegírico luego se adjuntó a su Vida de Constantino. Eusebio conservó el alto aprecio de Constantino y fue uno de sus consejeros cercanos por lo menos desde el 325, si no desde el 313. Constantino falleció en el 337 y Eusebio poco después en el 339 o 340 a la edad aproximada de ochenta años.

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