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24.03.14

El año del entusiasmo litúrgico

1965 Y LOS COMIENZOS DE LA REFORMA LITÚRGICA

Como testigo de excepción del Concilio Vaticano II en cuanto que sacerdote y periodista, José Luis Martín Descalzo nos describe el entusiasmo con el que la reforma litúrgica se empezó a aplicar en toda la iglesia en el año 1965. En su libro que ya antes hemos citado en este blog, “Un periodista en el Concilio” (1966), después de reconocer que el balance conciliar del año 1964 con respecto a la novedosa reforma fue poco positivo a causa de “tensiones, atascos, frenazos”, cuando se propone hacer un balance del año 1965 no puede por menos de reconocer que si bien “ante las primeras dificultades temíamos un atasco, nos equivocamos. Ya está en pleno vuelo la golondrina litúrgica como anunciadora de una gran primavera”.

Y explica Martín Descalzo que “La verdad es ésta: que por encima de todas las vacilaciones, por encima de todas las polémicas y de algunas exageraciones, quien contemple las cosas con objetividad ha de ver en la reforma litúrgica un éxito total. Incompleto aún y tartamudeante como el de todas las cosas que nacen, pero éxito indiscutible y jubiloso.”

No es una opinión suya personal, sino que refleja las noticias que de todo el mundo han ido llegando a Roma sobre la reforma litúrgica en el transcurso del año. Y como muestra un botón: Sucedía el Jueves Santo de aquel año, a la puerta de la catedral de Yaundé: por primera vez se celebraban en el Camerún los ritos pascuales en la lengua del país. Lecturas, himnos, todo quedaba al alcance de la comunidad negra que oía en su lengua lo que antes apenas lejanamente vislumbraba. Y el joven arzobispo monseñor Zoa salía radiante de su catedral cuando una viejecilla se echó en sus brazos, le abrazó y le besó entre lagrimas, mientras decía: “Hijo mío, tú has puesto todas estas cosas a nuestro alcance!”

En aquellos comienzos de la reforma litúrgica -no siempre fue así en los años sucesivos- las noticias que llegaban de muchos países eran de satisfacción y alegría, como se puede ver en algunos ejemplos que el periodista cita:

Estados Unidos: “Nuestro pueblo -escribió por aquel entonces el cardenal Ritter- ha recibido con entusiasmo la renovación litúrgica y espera con optimismo la evolución litúrgica en camino.” Y el Cardenal Cushing escribió: “La celebración de la liturgia en lengua del pueblo es ya un éxito”.
México: “Las reformas litúrgicas -escribió aquel año uno de sus semanarios católicos- son las que el pueblo ha aceptado y comprendido mejor y con mas agrado”.
Portugal: Afirma Martín Descalzo que en aquel país “hemos podido constatar un gran entusiasmo por la reforma litúrgica. También sobre este aspecto es sobre el que más se había trabajado y el que se preparó mejor.”
Bolivia: Por todas partes, en pueblos y ciudades, las reformas litúrgicas habían sido recibidas con verdadero entusiasmo.
Brasil: “Estamos comprobando -escribieron aquel año los obispos del país- un interés creciente por la Palabra de Dios, a la que las nuevas ceremonias habían devuelto su lugar de honor”.

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22.01.10

Historia de la Reforma Litúrgica (VII): Ottaviani tenía razón

PABLO VI LE DIO LA RAZÓN AL CARDENAL OTTAVIANI EN SUS CRÍTICAS A LA PRIMERA EDICIÓN DEL “NOVUS ORDO”

No vale la pena recoger las piedras que se lanzaron contra el cardenal Ottaviani cuando se le ocurrió dirigirse por escrito al Papa en 1969, a raíz de la promulgación del Nuevo Misal, para pedirle con amor filial una reconsideración del mismo, sobre todo de algunos números concernientes a la “Ordenación general del Misal romano". Los medios de comunicación y no pocos eclesiásticos trataron a dicho cardenal como si se tratara del más encarnizado enemigo de la Santa Iglesia católica. Pero en realidad todo se explica sabiendo la ojeriza que le guardaban los que estaban siempre prontos a acoger cualquier novedad y a darla por buena, o mejor, por la sola razón de ser nueva.

Es un acto de justicia recordar los titulares de protesta y de rechifla contra el gran cardenal, aparecidos en uno de los rotativos de Madrid, a cuenta de uno de estos clérigos “progresistas” que acusaba a Ottaviani de haber dado al Papa el mayor disgusto de su vida. Y hasta revista tan oficiosa como nuestra Ecclesia dio cabida en sus páginas a una crónica de Roma que rezumaba ira y casi desprecio para el cardenal. Su toma de posición acerca del Nuevo Misal se presentaba como exponente máximo de la corriente mas “ultra” del grupo tradicionalista, en un intento de bloquear, “aunque con ninguna posibilidad de éxito, el lento y gradual impulso de reforma en la Iglesia", patrocinado por Pablo VI. Y se recogían juicios y apreciaciones acerca de la postura del cardenal que no miraban a otra cosa sino a dejarle en mal lugar frente al Papa, tachándole, cuando menos, de indiscreto y reaccionario.

No faltaron otros que a cara descubierta le dijeron “soberbio y desobediente". Tampoco faltaron los que señalaron su distinto comportamiento cuando se trató de intervenciones pontificias en otra línea más tradicional, v. gr., la de la Mysterium fidei, Sacerdotalis coelibatus, Catecismo Holandés y Humanae vitae, como si no pudiera estar justificada la distinta toma de posición de una misma persona sobre problemas diversos y hasta sobre distintas decisiones de una misma autoridad, cuando lo que se discute no es la autoridad, sino la oportunidad o el acierto de lo que se ordena, que por lo demás se esta dispuesto a acatar.

Sin embargo, Ottaviani no estaba solo: Aparte que su carta al Pontífice iba apoyada también por el cardenal Bacci, y un escrito adjunto de gran numero de teólogos de valía, otras muchas personalidades, de una forma u otra, expresaron también reservas o reparos. Sin ir más lejos, el mismo arzobispo de Madrid-Alcalá hizo, en una entrevista periodística, algunas puntualizaciones en este sentido. Y monseñor Guerra Campos, secretario del Episcopado español, en unas declaraciones concedidas al diario Ya, de Madrid, a raíz de la publicación en L’Osservatore Romano del comunicado de la Comisión de la Santa Sede, en que se apuntaba la posibilidad o conveniencia de corregir algunas redacciones del Nuevo Misal, vistos los reparos puestos por algunos, dijo entre otras cosas: La Ordenación o “Institución del Misal", no debe confundirse con el texto del Misal. Aquella son la instrucción y norma reguladora del uso de este. Generalmente no es doctrinal. De hecho, el mismo secretario de la Congregación, Bugnini, reafirmo que tal Ordenación no es un texto dogmático, sino mera y simple exposición de normas o ritos.

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5.12.09

La Reforma litúrgica (VI): Pablo VI y el humo de Satanás

EN LOS ABUSOS LITÚRGICOS VIO PABLO VI EL HUMO DE SATANÁS QUE PENETRABA EN LA IGLESIA

Es difícil olvidar el eco -inmenso, y no sólo irónico, sino a veces hasta rabioso- que suscitó Pablo VI con su alocución durante la audiencia general del 15 de noviembre de 1972. En ella volvía sobre lo que ya había expresado el 29 de junio precedente en la Basílica de San Pedro refiriéndose a la situación de la Iglesia: “¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?” Ésta es la pregunta que se hacía el Papa Pablo VI, algunos años después de la clausura del Concilio Vaticano II, a la vista de los acontecimientos que sacudían a la Iglesia. “Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre.”

Sí, ¿cómo se ha podido llegar a esta situación?
La respuesta de Pablo VI es clara y neta: “Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los hombres?”. Y el Papa precisa: “Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo precisamente para turbar la paz, para ahogar los frutos del Concilio ecuménico, y para impedir a la Iglesia cantar su alegría por haber retomado plenamente conciencia de ella misma, sembrando la duda, la incertidumbre, la problemática, la inquietud y la insatisfacción”.

Ya ante aquellas primeras alusiones se levantaron en el mundo murmullos de protesta. Pero ésta explotó de lleno —durante meses y en los medios de comunicación del mundo entero— en aquel 15 de noviembre de 1972 que se ha hecho famoso: “El mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica todo aquel que rehúsa reconocerla como existente; e igualmente se aparta quien la considera como un principio autónomo, algo que no tiene su origen en Dios como toda creatura; o bien quien la explica como una pseudorrealidad, como una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias”.
Tras añadir algunas citas bíblicas en apoyo de sus palabras, Pablo VI continuaba: “El Demonio es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos que este ser oscuro y perturbador existe realmente y sigue actuando; es el que insidia sofísticamente el equilibrio moral del hombre, el pérfido encantador que sabe insinuarse en nosotros por medio de los sentidos, de la fantasía, de la concupiscencia, de la lógica utópica, o de las confusas acciones sociales, para introducir en nosotros la desviación… “

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24.10.09

La reforma litúrgica (IV): Las amarguras de Pablo VI

LA APLICACIÓN CONCRETA DE LA REFORMA CONCILIAR TRAJO NO POCOS QUEBRADEROS DE CABEZA A PABLO VI

Entre tanto, al Papa Pablo VI, al que la aplicación del concilio Vaticano II trajo un sinfín de amarguras y sinsabores, no se le ahorraron tampoco los sufrimientos por el tema de la liturgia. Por un lado empezó a descubrir la capacidad de desobediencia que había en ciertos eclesiásticos y que culminó años después con la gran desobediencia -organizada a nivel internacional- ante la publicación de su encíclica Humanae Vitae, como ya hemos visto. Por oro lado, tal estado de confusión litúrgica animaba a los que miraban escépticamente a la reforma y no encontraban motivos para que les gustase (en 1964 se había fundado Una Voce en defensa de la liturgia que había sido defenestrada y el número de simpatizantes crecía…). En el intento de atajar ambas posiciones, Pablo VI se encontró con pocas fuerzas y no consiguió frenar ninguno de las dos, aunque lo intentó. La historia le ha dado la razón en querer atajar las desobediencias del progresío litúrgico en la aplicación de la nueva liturgia y se la ha quitado en su esfuerzo de erradicar las que él llamaba “obstinadas e irreverentes nostalgias” y que sus sucesores han vuelto a poner en el lugar de reverencia que les corresponde.

El 19 de abril de 1967 el mismo Pablo VI, en su alocución a los miembros del Consilium, decía en tono amargo: “Dolor y preocupación son los episodios de indisciplina que se difunden en las diversas regiones con motivo de las celebraciones comunitarias… con grave perturbación para los buenos fieles y con inadmisibles motivaciones, peligrosas para la paz y el orden de la misma Iglesia… Nos urge mas expresar nuestra confianza en que el episcopado sabrá vigilar estos episodios y tutelar la armonía propia del culto católico en el campo litúrgico y religioso, objeto en este momento posconciliar de los más asiduos y delicados cuidados; también extendemos nuestra exhortación a las familias religiosas, de las cuales la Iglesia espera hoy como nunca una contribución de fidelidad y ejemplo; y luego la dirigimos al clero y a todos los fieles para que no se dejen embaucar por la veleidad de caprichosas experiencias, sino que sobre todo traten de dar perfección y plenitud a los ritos prescritos por la Iglesia…

Pero mayor aflicción nos proporciona la difusión de una tendencia a desacralizar, como se osa decir, la liturgia (si es que todavía merece este nombre) y con ella, fatalmente, al cristianismo. La nueva mentalidad, cuyas turbias fuentes no sería difícil descubrir, pretendida base de esta demolición del autentico culto católico, implica tales revoluciones doctrinales, disciplinares y pastorales que no dudamos en considerarla aberrante; y lo decimos con pena, no solo por el espíritu anticanónico y radical que gratuitamente profesa, sino más bien por la desintegración religiosa que fatalmente lleva consigo” ("Osservatore Romano“, 20-IV-67).

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25.09.09

Historia de la Reforma Litúrgica (III): Concilio y desbarajuste postconciliar

LA PRUDENTE REFORMA DEL CONCILIO Y LO QUE VINO DESPUÉS…

La inauguración oficial del concilio Vatica­no II tuvo lugar el 11 de octubre de 1962. El primer esquema que sería discutido en el aula conciliar sería el de liturgia. Era mejor que lo hicieran sobre el esquema más viable de los que se encontraban totalmente elaborados. Los otros esquemas doctrinales se prestaban a fuerte bombardeo y sus efectos serían mas graves para la misma marcha del concilio. Los cuatro esquemas doc­trinales que se creía serían los primeros en ser examinados se referían a las fuentes de la revela­ción, al deposito de la fe, que se ha de guardar en toda su pureza; al orden moral cristiano y a la castidad, matrimonio, familia y virginidad.

El 16 de octubre de 1962 se comunicó a la congregación general del concilio -la segunda que se tenía- que el concilio comenzaría por el examen del esquema de liturgia. El 20 de octubre los Padres eligieron a los miembros de la comisión litúrgica: 16 en total, a los que el Papa añadió ocho mas. El 21 de octubre el cardenal Larraona, presidente de la comisión, nombró vicepresidente de la mis­ma a los cardenales Giobbe y Julien, y secretario al padre Fernando Antonelli, franciscano. Bugnini quedaba descartado. En el fondo de esto hay que ver la sombra de la famosa reunión en la Domus Mariae, ya indicada en otro capítulo. Esa sombra se proyectará a lo largo de toda la reforma litúrgica en un sentido o en otro. Todos los secretarios de las comisiones preparatorias del concilio fueron, como se esperaba, confirmados en sus cargos como secretarios de las comisiones conciliares menos el padre Bugnini. Al padre Bugnini se le quitó también el cargo de profesor de liturgia en el Instituto de Pastoral de la Universidad lateranense.

Los Padres conciliares discutieron el esquema de liturgia desde el 22 de octubre al 13 de noviembre de 1962. El ambiente general del concilio fue en general de gran altura intelectual y espiritual. Pero al margen del concilio se preparó un “miniconcilio” con algunas reuniones y conferencias de personas más o menos relevantes, que aparecían como especialistas de diversas materias determinadas. Algunas fueron interesantes, pero otras resultaron muy desacertadas, como la del benedictino Marsili el 3 de noviembre de 1962, que recibió una respuesta adecuada. Este bene­dictino, profesor y presidente del Pontificio Instituto litúrgico de San Anselmo de Roma, dejaba mucho que desear en sus publicaciones sobre liturgia y su intervención en el “miniconcilio” sembró más discordia que paz. Hay una diferencia de años luz entre él y el benemérito padre Cipriano Vagaggini, benedictino también, autentico teólogo de la liturgia.

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