10.01.23

Rebeldes contra el Creador o la Libertad Liberal

En nuestro mundo, la gente vive impulsada por sus deseos, por su voluntad, por su libertad desenfrenada y autónoma. Hasta tal punto es así, que nuestra voluntad (nuestros deseos) se impone incluso a la mismísima realidad: no digamos nada a la voluntad de Dios… Eso ya se da por hecho. Porque el mundo no existe, la realidad no existe: todo es producto de nuestra mente. Y cada uno construye su propia realidad. Cada uno levanta su propio mundo y cada cual elabora su propio conocimiento del mundo y de sí mismo. Y así, cada uno es lo que quiere ser o lo que siente o experimenta que es.

Es el constructivismo llevado a sus últimas consecuencias: puro subjetivismo. Se trata del imperio de la voluntad, del dominio de la libertad sin Dios ni moral. Vivimos un mundo donde impera la ley del deseo.

En 1989, Queen publicaba la canción I want it all and I want it now. Lo quiero todo y lo quiero ya. Quiero realizar todos mis sueños y no puedo esperar para alcanzarlos. Quiero ser un triunfador. Quiero tener éxito. Quiero ser el mejor. Quiero ser rico. Quiero viajar por todo el mundo. Quiero disfrutar de la vida. Quiero ser feliz.

La voluntad, los deseos, los sentimientos mandan. Y la razón, la inteligencia y el sentido común desaparecen. «No quiero conocer la verdad. No quiero conocer la realidad. Quiero alcanzar mis sueños, llegar a mis metas, conquistar el cielo aquí y ahora».

Pero cuando el hombre prescinde de la razón, enloquece. Cuando una sociedad desprecia la razón – el Logos – es capaz de cualquier cosa: de condenar a muerte a Dios y pretender fusilarlo; de inventarse mundos irreales donde un hombre puede volverse mujer con solo quererlo o viceversa; donde las cosas no son lo que son, sino lo que yo quiero que sean y como yo quiero que sean. Es el liberalismo llevado al paroxismo: soy autónomo y libre para ser lo que quiera, como quiera: sin límites biológicos ni científicos ni físicos.

Y en este mundo enloquecido, los pocos cuerdos que quedan corren el riesgo de ser linchados por los que siguen inventando un mundo en su caverna y se niegan a salir de ella para conocer la verdad y la realidad. Porque la verdad es que uno es lo que es: no lo que le gustaría ser. Y ahí tenemos uno de los grandes problemas de hoy en día: la gente no se acepta como es, no se quiere como es, no le gusta cómo es. Y aquí empiezan los trastornos psiquiátricos, las terapias psicológicas y en muchos casos, desgraciadamente, los suicidios.

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7.01.23

Hay que volver a Cristo

«Este es mi Hijo el amado, en quien tengo mis complacencias»

Leía recientemente un comentario de Facebook de don Ramón Portela Alonso, que me pareció ciertamente inapelable. Decía así (subrayados míos):

Veía el otro día la conferencia de José Antonio Zorrilla en San Telmo Museoa, San Sebastián, titulada “Ucrania: ¿Cómo hemos llegado a esta situación?". Llegado el turno de preguntas una mujer conturbada reclamaba al conferenciante que le diese un criterio moral para guiarse en el espacio de la geopolítica. José Antonio en su respuesta volvió a reiterar lo que había sido el meollo de su mensaje, en geopolítica (y otro tanto se puede decir de la política, añado yo) no existe moral todo se cifra en el poder. Si hago mención de esta anécdota es porque pone de manifiesto una vez más como la gente se resiste a admitir el hecho de que la esfera pública ha dejado de ser un espacio moral. La sociedad, sin embargo, prefiere seguir viviendo en la ficción de que la vida pública posee carácter moral. Aquella mujer deseaba aquietar su conciencia, no podía soportar la verdad palmaria, política es poder, no hay buenos ni malos. La mujer pretendía que el conferenciante le indicase quienes eran los buenos para que ella pudiese actuar de un modo moral y así tranquilizar su conciencia. La gran falsedad de la edad moderna consiste en fingir que después de haber expulsado a Dios de la vida pública, ésta puede seguir transcurriendo por los cauces de la moralidad. A fin de mantener viva esta ficción se revisten de carácter moral todas las pulsiones síquicas y biológicas del hombre. De este modo apelando a cualquier instinto emocional el hombre moderno se convence a sí mismo de que vive moralmente. Se sosiega a sí mismo pensando que puede expulsar a Dios de la vida pública y seguir siendo bueno. La fe que le niega a Dios se la concede a la democracia, entendida como fundamento de la vida social. Pero la democracia así concebida no es más que el mundo sin moralidad. Ya no hay buenos o malos solo hay poder. La expulsión de Dios de la vida pública no conduce al limbo laicista sino a quedar sojuzgados bajo el poder del príncipe de este mundo.

El mundo de la política se ha convertido en un espacio de inmoralidad, en una estructura de pecado, porque se ha expulsado a Cristo de la esfera pública. Por eso estamos como estamos.

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1.01.23

Esto es Mordor

Esto es Mordor, la Tierra Oscura, pero tenemos esperanza. Esperamos el regreso del Rey. El anillo de poder será destruido y la Tierra de Tinieblas dejará paso a un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. 


«Debemos introducir en la iglesia lo mejor del Liberalismo que viene desde 1789». «Debemos apropiarnos de las conquistas de la Ilustración»…

Y el liberalismo y la basura de la Ilustración entraron en la Iglesia y la están destrozando desde dentro.

Pero antes, el liberalismo y la Ilustración trataron de destruir la fe desde fuera de la Iglesia: recordemos la matanza de La Vendée; la guillotina, en la que sufrieron martirio tantos católicos; las sucesivas desamortizaciones, que le robaron a la Iglesia buena parte de su patrimonio y que exclaustró a miles de frailes y monjas que se quedaron literalmente en la calle y sin nada. Recordemos a los liberales anticlericales que quemaron iglesias y asesinaron a curas, frailes y monjas allá por el siglo XIX.

En España, el Liberalismo anticatólico provocó el levantamiento de miles de fieles bajo la bandera del carlismo, que se echaron al monte para defender a Cristo y a la Iglesia de los masones y liberales, enemigos del Señor.

Más tarde, vinieron los hijos bastardos del liberalismo: socialismo, comunismo y anarquismo. Y estos hijos de Satanás llevaron la persecución al paroxismo: quemaron templos, asesinaron y torturaron a obispos, curas, monjas o simples fieles, por el mero hecho de ir a misa.

Y liberales, socialistas, comunistas y anarquistas martirizaron a miles de católicos y llenaron nuestros altares de nuevos mártires y santos. De esos mártires, no dice nada la inicua y maldita ley de memoria democrática.

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20.12.22

Profesión de Fe

En mi último artículo terminaba jurando que, como fiel católico y como director y profesor de escuelas católicas, no me apartaría nunca de la Santa Doctrina de la Iglesia ni caería jamás en los errores modernistas, naturalistas y liberales. 

Pues bien, en estas navidades y antes del fin de año, me parece conveniente pararme y poner negro sobre blanco la fe recibida de la Iglesia que hago mía. ¿En qué creo? ¿Cuál es mi fe? Mi fe no es mía: es la fe de mis antepasados, la fe de los santos y doctores de la Iglesia. 

Y al mismo tiempo, quiero rechazar con toda rotundidad los errores y las herejías que combatiré, con el auxilio de la gracia, mientras Dios me dé vida y fuerzas para ello. 


Esta es mi fe, esta es la fe de la Iglesia, en esto creo

Credo

Yo, Pedro, creo firmemente en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre.

Creo que la Virgen María era virgen antes del parto, en el parto y después del parto. Que fue concebida sin pecado original y asunta al Cielo en cuerpo y alma. Afirmo con certeza que la Santísima Virgen María es la Madre de Dios.

Creo que el mismo Hijo de Dios fue concebido entre los hombres como hombre verdadero, pero sin pecado, y que en Él hay dos naturalezas, unidas a la única persona divina del Verbo Eterno, sin mezcla ni división.

Creo que el mismo Hijo de Dios fue hecho preso por los judíos y bajo el poder de Poncio Pilato, fue maltratado, injustamente atado, escupido, azotado, muerto y sepultado. Bajó a los infiernos para librar a los suyos allí cautivos. Bajó para nuestra redención y resucitó y ascendió a los cielos, y volverá de allí a juzgar a vivos y a muertos y su reino no tendrá fin. Y cuando venga, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos, y cada uno rendirá cuentas de sus propios hechos. Y los que hicieron el bien gozarán de vida eterna, pero los que hicieron el mal irán al fuego eterno.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Creo en los sacramentos que la Iglesia cree y venera, y creo expresamente que lo consagrado en el altar es el verdadero Cuerpo de Cristo: verdadera Carne y verdadera Sangre de nuestro Señor Jesucristo, a quien también nosotros recibimos para la remisión de nuestros pecados y en la esperanza de la eterna salvación.

Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Amén.

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18.12.22

¿Escuelas Católicas?

Pío XI explicaba en 1929 cuál es el fin propio e inmediato de la escuela católica:

80. El fin propio e inmediato de la educación cristiana es cooperar con la gracia divina en la formación del verdadero y perfecto cristiano; es decir, formar a Cristo en los regenerados con el bautismo, según la viva expresión del Apóstol: Hijos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros (Gál 4,19). Porque el verdadero cristiano debe vivir la vida sobrenatural en CristoCristo, vuestra vida (Col 3,4), y manifestarla en toda su actuación personal: Para que la vida de Jesús se manifieste también en nuestra carne mortal (2Cor 4,11).

81. Por esto precisamente, la educación cristiana comprende todo el ámbito de la vida humana, la sensible y la espiritual, la intelectual y la moral, la individual, la doméstica y la civil, no para disminuirla o recortarla sino para elevarla, regularla y perfeccionarla según los ejemplos y la doctrina de Jesucristo.

(Encíclica Divini Illius Magistri)

Las escuelas católicas tienen que transmitir la verdadera fe de la Iglesia y así, contribuir a que los niños caminen hacia el fin para el que han sido creados, que es Dios mismo. Las escuelas católicas tienen que ayudar a la salvación de las almas de los niños y jóvenes, enseñándoles a vivir piadosamente, como buenos cristianos.

Cristo es la roca firme que ha de cimentar nuestros colegios. Porque si las instituciones educativas católicas pretenden asentarse sobre otro cimiento que no sea Cristo, se hundirán irremediablemente. Y eso es lo que está pasando con muchas de las escuelas nominalmente católicas: que en lugar de ser medios de salvación, se están convirtiendo en antros de pecado, de depravación y de perdición para los niños. Suena fuerte pero es lo que hay.

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