InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: Marzo 2023

31.03.23

Gestación Subrogada

«Cada uno puede hacer con su cuerpo lo que le dé la gana». Todo el mundo es libre y quien quiera vender su cuerpo, que lo haga. Es la doctrina liberal clásica. Mi cuerpo me pertenece y puedo venderlo como una mercancía a cambio de dinero, puedo alquilar el vientre para concebir un hijo para otra mujer o para otro hombre.

Y lo mismo se puede predicar de la pornografía. O de la eutanasia o del suicidio o del tráfico de órganos para trasplantes. «¿Qué tiene de malo el dinero?», se preguntaba Federico Jiménez Losantos esta mañana en la radio refiriéndose al caso Ana Obregón y su bebé concebido en un vientre de alquiler. Y el comunicador llega a la conclusión de que pagar a una señora para que sirva de gestante de un bebé para otra o para otro no tiene nada de malo.

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27.03.23

La Ventana de Overton

¿Cómo puede transformarse la opinión pública para que una idea que, inicialmente resulta inaceptable, pueda finalmente y de manera progresiva ser introducida en la sociedad?

Somos víctimas del cuento de la rana hervida. Si echas una rana a un recipiente con agua hirviendo, el animal defenderá su vida, se resistirá y escapará de la olla de un salto. Pero si metes la rana en la olla con agua templada y se va calentando poco a poco, la rana acabará hervida sin ninguna resistencia por su parte. A nosotros nos están hirviendo a fuego lento. O espabiláis o perecéis vosotros y vuestros hijos. Vosotros veréis.

La ventana de Overton es una teoría política que describe cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas a largo plazo. Las ideas no se pueden cambiar de golpe y porrazo. Hay que iniciar procesos, asumir el conflicto que esas nuevas ideas van a provocar y tener paciencia para que lo que hoy parece inconcebible, mañana sea aceptado por la mayoría; de tal manera que quienes se resistan a aceptar los cambios sean considerados intolerantes, fachas, retrógrados, indietristas, rígidos, etc.

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24.03.23

Contra los herejes

 

El cardenal Roche justifica las restricciones a la Misa tridentina: «la teología de la Iglesia ha cambiado»

El obispo de Essen considera teológicamente responsable bendecir parejas homosexuales y de divorciados vueltos a casar

Mons. Johan Bonny asegura que el Papa dio el visto bueno a la bendición de parejas homosexuales en Bélgica

Y así un día tras otro, un escándalo tras otro… Esto es un no parar.


Pero vamos al fondo de la cuestión:

¿Qué es un hereje?

La herejía es la negación pertinaz de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica. El canon 750 § 1 define qué se debe creer con fe divina y católica:

Canon 750 § 1: Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria.

¿Qué castigo tiene el hereje?

1364  § 1.    El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latae sententiae, quedando firme lo prescrito en el c. 194 § 1, 2; el clérigo puede ser castigado además con las penas enumeradas en el c. 1336 § 1, 1, 2  y 3.

 § 2.    Si lo requiere la contumacia prolongada o la gravedad del escándalo, se pueden añadir otras penas, sin exceptuar la expulsión del estado clerical.

¿Qué significa excomunión latae sententiae?

La excomunión es una de las penas previstas en el derecho de la Iglesia. Por excomunión se entiende la censura o pena medicinal por la que se excluye al reo de delito de la comunión con la Iglesia Católica.

La pena de excomunión se aplica latae sententiae, no es necesaria la declaración de la legítima autoridad para estar obligado a cumplir la pena (cfr. canon 1314). Se suele decir que el juicio lo hace el delincuente con su acto delictivo.

Los efectos de la excomunión quedan claros en el canon 1331:

Canon 1331 § 1: Se prohíbe al excomulgado:

1. tener cualquier participación ministerial en la celebración del Sacrificio Eucarístico o en cualesquiera otras ceremonias de culto;

2. celebrar los sacramentos o sacramentales y recibir los sacramentos;

3. desempeñar oficios, ministerios o cargos eclesiásticos, o realizar actos de régimen.

La salvación de las almas debe ser siempre la ley suprema en la Iglesia, porque el fin último y supremo al que se ordena toda la vida humana es la visión beatífica de Dios una vez finalice nuestra existencia temporal. Esa es la misión de sacerdotes, obispos, cardenales o del mismísimo Papa: llevar almas al cielo.  Ese es el mayor acto de caridad, que es la plenitud de la ley. La fe vale más que la propia vida.

Y la herejía es el pecado más grave y pestilente de todos. Se trata de un error manifiestamente contrario a la fe, afirmado por un cristiano. Y la herejía es especialmente peligrosa cuando la comete un sacerdote, un obispo o un cardenal.

¿Por qué? Pues porque las herejías de un pastor conducen al rebaño de sus fieles al infierno, a la perdición. Por eso, cuando un pastor comete herejía, automáticamente debería ser excomulgado y perder su oficio, su ministerio y su autoridad: el juicio lo hace el delincuente con su acto delictivo. Un obispo hereje puede seguir siendo obispo, si la autoridad competente no convierte la excomunión latae sententiae en ferendae sententiae o latae senentiae declarada. Pero carece de autoridad. Dios le dio su autoridad para llevar almas al cielo, no para despeñarlas por un precipicio. Dios no autoriza el pecado y la herejía es uno de los pecados mortales más graves.


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21.03.23

Iniciar procesos, aceptar conflictos... y tener paciencia

El tiempo es superior al espacio. Hoy nos dicen que lo importante es iniciar procesos y darles el tiempo necesario para que esos procesos lleguen a su culminación. Hay que tener paciencia, aceptar los conflictos y hacerse cargo de ellos.

Y quien inicia un proceso sabe cómo debe terminar.

Se inicia el proceso: sínodo de la familia. Y al final se aprueba, con mucho discernimiento y mucha retórica vacía, la comunión de los divorciados vueltos a casar y se publica Amoris Laetitia, que, efectivamente, provocó y sigue provocando un conflicto considerable. Pero demos tiempo al tiempo… La novedad y el error irán calando entre los fieles, muchos de ellos divorciados o en situaciones irregulares y todo el mundo acabará por aceptar que comulguen divorciados, parejas de hecho o incluso homosexuales practicantes, casados o promiscuos, al grito de «¡quién es nadie para negarme a mí la comunión!» o «lo único importante es el amor», entendiendo por amor el vivir en público pecado mortal, que ya es el colmo.

Se inicia el proceso, se alcanzan las conclusiones, que ya tenían previstas de antemano; le echan el muerto al Espíritu Santo, que según estos les ha hablado claramente en el Sínodo, entendido éste como el nuevo Sinaí, el lugar de la nueva revelación, y aquí paz y después gloria.

Y a Santo Tomás Moro o a San Juan Bautista que perdieron ambos literalmente la cabeza por denunciar el adulterio y la fornicación, que les vayan dando por fascistas intolerantes.

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15.03.23

Caridad y Educación

 

Soy muy pesado. Lo reconozco. A mis profesores les he repetido hasta la saciedad que no hay más norma irrevocable e irrenunciable que la caridad. En una escuela católica, la Caridad es Dios (porque Dios es Caridad).

¿De qué nos sirven las ciencias, las letras, las artes o el ejercicio físico, sin no tenemos caridad? De nada. Lo que conduce al niño y al joven al estado de virtud y le permite madurar y crecer en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres es el amor. El amor nos es tan necesario como el agua a las plantas. Sin amor nos agostamos y morimos o nos convertimos en cactus, llenos de espinas y de mecanismos de defensa para que no nos hagan daño. Nos hace tanta falta amar y ser amados… Y además no solo necesitamos amor: necesitamos que nos digan que nos quieren. El amor no hay que ocultarlo como algo vergonzante. Como si diciéndole a alguien que le quieres fueras menos hombre o más vulnerable…

Se lo decía a menudo a mis alumnos: ¡qué poco nos cuesta insultar al compañero y cuánto nos cuesta decirle cosas buenas o bonitas! Para llamar gilipollas o imbécil a un compañero somos raudos y veloces. Pero ¡qué pocas veces se oye decir algo bonito! ¡Qué raro resulta escuchar un «qué guapo o qué guapa vienes hoy» o un «¡qué brillante has estado hoy cuando te preguntó el profesor!».

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