InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: Junio 2023

16.06.23

Carta a mis Antiguos Alumnos de Puerto Real

 
«Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor».
I Jn, 4

No os podéis imaginar lo que me gustaría estar esta tarde junto a todos vosotros en vuestra graduación y poder daros besos y abrazos a todos y cada uno de vosotros. Sabéis que os quiero muchísimo y sé que vosotros también me queréis a mí. Y ese amor supera separaciones y distancias. Ese amor supera cualquier obstáculo. Espero que el recuerdo que conservéis de mí sea ese: que os he querido muchísimo y os seguiré queriendo hasta más allá de la muerte, porque la caridad, el amor que viene de Dios, no muere nunca.

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6.06.23

Junio: mes del Sagrado Corazón de Jesús; no del orgullo

Si hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalos que retiñe.

Y si teniendo el don de profecía y conociendo los misterios todos y toda la ciencia y tanta fe que trasladase los montes, no tengo caridad, no soy nada.

Y si repartiere toda mi hacienda y entregara mi cuerpo al fuego; no teniendo caridad, nada me aprovecha.

La caridad es paciente, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no es interesada, no se irrita, no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.

1 Cor. 13

El mes de junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús.

¿Y eso qué significa? ¿Es el mes de una víscera?

No. Es el mes de la caridad.

¿Y qué es la caridad?

La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. La caridad es una virtud teologal infundida por Dios en nuestras almas; tiene de suyo una dimensión sobrenatural y siempre es fruto del amor de Dios.

El amor, tiene muchas dimensiones y manifestaciones, desde el «cariño» a los animales o el aprecio por las cosas, al amor paternofilial, conyugal o de amistad. El amor es una realidad natural; la caridad, sobrenatural.

El cardenal Sarah dijo: «El término amor ya existía antes de Cristo pero es Él quien nos enseña la cima del amor que es precisamente la caridad. El auténtico amor lo aprendemos de Cristo…, es por ello que no hemos de confundir la auténtica caridad cristiana, que tiene su origen en Dios, con la solidaridad típica de las ONG y de las organizaciones de la ONU, que tratan de debilitar el arraigo de la «caritas» en Dios, reduciendo su razón de ser a una pura filantropía».

«El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado». (Romanos 5, 5).

La caridad viene del Espíritu Santo, viene de Dios mismo. Es más: la Caridad es Dios mismo. Por eso vivir en Caridad es vivir en Cristo. Y para ello, debemos vivir en gracia de Dios:

  • Cumplir los mandamientos,
  • Confesarnos con frecuencia,
  • Comulgar en gracia de Dios: alimentarnos del Pan del Cielo, del Sacramento de la Caridad, donde late realmente el Corazón de Cristo: único medio para transformar nuestro corazón de piedra y hacerlo semejante al suyo.
  • Vivir en coherencia, practicando las obras de misericordia: amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios. La vida cristiana ha de cumplir y hacer que resplandezca la Caridad: no sólo el amor, sino la Caridad. No solo el amor natural, sino por encima de todo, el sobrenatural: el que solo puede venir de Dios, el que hace milagros:

El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere, se condenará.

A los que crean, les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus manos serpientes y, si bebieren ponzoña, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos y estos recobrarán la salud.

Marcos 16

De las tres virtudes teologales, sólo la caridad permanece en el cielo. La fe no nos hará falta porque veremos directamente el rostro de Dios; y la esperanza, tampoco, porque ya no tendremos que esperar más lo que ya estaremos gozando junto a los santos y a los ángeles. Pero la Caridad perdura más allá de la muerte, porque contemplar a Dios es gozar la felicidad y la bondad eternas y plenas y eso es la Caridad, esa es la realidad de Dios mismo. Bondad infinita, felicidad eterna y caridad perpetua.

La Caridad, que es lo más sublime, el don más divino que el hombre puede recibir de Dios, sufre ataques constantemente: es ridiculizada, banalizada, desacralizada… Satanás odia a Dios, odia al hombre (que ha merecido que Dios mismo entregara su vida en la cruz para su salvación) y odia la Caridad. El Maligno es lo contrario de la caridad: por eso propone al hombre una parodia grotesca de la caridad, reduciendo el amor al sexo más animalizado y grosero.

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3.06.23

Te Deum

Libro de Eclesiástico 42,15-26.

Ahora voy a recordar las obras del Señor. Lo que yo he visto, lo voy a relatar: por las palabras del Señor existen sus obras.

El sol resplandeciente contempla todas las cosas, y la obra del Señor está llena de su gloria.

No ha sido posible a los santos del Señor relatar todas sus maravillas, las que el Señor todopoderoso estableció sólidamente para que el universo quedara afirmado en su gloria.

Él sondea el abismo y el corazón y penetra en sus secretos designios, porque el Altísimo posee todo el conocimiento y observa los signos de los tiempos.

Él anuncia el pasado y el futuro y revela las huellas de las cosas ocultas: ningún pensamiento se le escapa, ninguna palabra se le oculta.

Él dispuso ordenadamente las grandes obras de su sabiduría, porque existe desde siempre y para siempre; nada ha sido añadido, nada ha sido quitado, y Él no tuvo necesidad de ningún consejero.

¡Qué deseables son todas sus obras! Y lo que vemos es apenas una chispa.

Todo tiene vida y permanece para siempre y todo obedece a un fin determinado.

Todas las cosas van en pareja, una frente a otra, y él no ha hecho nada incompleto: una cosa asegura el bien de la otra.

¿Quién se saciará de ver su gloria?


Sé de un niño enclenque, el más débil y desvalido de sus iguales, que sufrió acoso en la jungla de los recreos, malos tratos físicos y psicológicos, insultos, desprecios y humillaciones. Era un niño torpe en todo y bueno en nada.

Sé de un niño dejado por sus padres al poco de nacer en manos de sus abuelos, que lo criaron como si fueran sus padres, sin serlo. Conozco bien su sentimiento de abandono, soledad y orfandad…

Sé de un niño aldeano que no sabía hablar español y que tuvo que hacer inmersión lingüística a marchas forzadas porque hablar asturiano en los jesuitas de Gijón a principios de los años 70 atraía las burlas y las humillaciones tanto como la miel a las moscas. Algunos de aquellos señoritos tan finos ahora hablan el asturiano de la Academia y piden la oficialidad. Cosas veredes, amigo Sancho…

Un día, en la iglesia del colegio, aquel niño lamentó su soledad a la Purísima y ella le dijo: «desde hoy yo seré tu madre». Y lo es hasta el día de hoy (yo no soy capaz hablar en público de la Virgen María sin romper a llorar).

Sé que aquel niño enclenque, torpe en todo y bueno en nada, «un inútil que nunca serviría para nada», como muy acertadamente diagnosticó uno de sus tíos, a trancas y barrancas llegó a la universidad y con 21 años, en el Monasterio de San Pedro de Dueñas, le ofreció al Señor toda su libertad, toda su voluntad, todo su ser y su haber. Y el Señor lo llamó por su nombre y lo llenó con el amor infinito que solo Dios puede entregar a quienes Él quiere. «Yo te amo, eres mío y quiero que seas mi testigo en la educación de los niños y jóvenes».

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