InfoCatólica / Santiago de Gobiendes / Archivos para: Agosto 2022

26.08.22

Caminantes

                    I

   Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
 contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
 tan callando;
   cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
 da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
 fue mejor.

                    V

   Este mundo es el camino
para el otro, qu’es morada
 sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
 sin errar.
   Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
 e llegamos
al tiempo que feneçemos;
assí que cuando morimos,
 descansamos.

¡Espabilad!

La vida pasa rápido y la muerte llegará cuando menos lo esperes.

Desde antiguo, se ha visto la vida como un camino hacia el cielo, hacia Dios, hacia esa “morada sin pesar” de la que nos habla Jorge Manrique en sus Coplas a la Muerte de su Padre.

Pero hay que tener «buen tino para andar esta jornada sin errar». Dice León XIII en la encíclica Libertas praestantissimum:

Como la razón y la voluntad son facultades imperfectas, puede suceder, y sucede muchas veces, que la razón proponga a la voluntad un objeto que, siendo en realidad malo, presenta una engañosa apariencia de bien, y que a él se aplique la voluntad. Pero, así como la posibilidad de errar y el error de hecho es un defecto que arguye un entendimiento imperfecto, así también adherirse a un bien engañoso y fingido, aun siendo indicio de libre albedrío, como la enfermedad es señal de la vida, constituye, sin embargo, un defecto de la libertad.

Erramos y no encontramos el camino del cielo. El corazón soberbio es duro e impío, seco de todo rocío de gracia espiritual porque Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da la gracia. A veces, muchísimas veces, nos equivocamos y perseguimos males que nos presentan una engañosa apariencia de bien. Es el pecado… «Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7:14). En cambio, la senda del pecado es ancha y no tiene más meta que la muerte eterna: Si vivís según la carne, moriréis (Rom. 8, 12). A quienes se entregan totalmente a los deleites corporales y a sus propios caprichos hay que recordarles que la vida es breve y debemos gritarles que espabilen para que se arrepientan porque cuanto más pecan, más enloquecen… ¿O no es verdadera locura lo que estamos viviendo hoy en día, cuando niegan las verdades evidentes de la naturaleza y promueven la inmoralidad y la depravación? ¿No es locura creerse dios quien no es más que polvo?

¡Cómo se pasa la vida y cómo se viene la muerte, tan callando! Espabilad. El alma dormida debe despertar y el seso debemos avivarlo. Seamos listos, espabilemos. El pecado nos ofrece libertad pero nos encadena a los vicios. La ley de Dios es, en cambio, un yugo ligero.

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14.08.22

Pecado y Caridad

Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a la mesa del fariseo, con un frasco de alabastro de perfume, se puso detrás de Él junto a sus pies, llorando, y comenzó a bañar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento. (Lc. 7, 37-38)

¡Cuántas veces me he sentido yo como la pecadora que se arrodilla a los pies del Maestro y le lava los pies con sus lágrimas! ¡Qué falta nos hace la humildad de la pecadora para llorar por nuestros pecados y arrepentirnos de ellos! 

Dice Royo Marín en Teología de la Perfección Cristiana (pág. 39 y ss.):

Son legión, por desgracia, los hombres que viven habitualmente en pecado mortal. Absorbidos casi por entero en las preocupaciones de la vida, metidos en los negocios profesionales, devorados por una sed insaciable de placeres y diversiones y sumidos en una ignorancia religiosa que llega muchas veces a extremos increíbles, no se plantean siquiera el problema del más allá. Algunos, sobre todo si han recibido en su infancia cierta educación cristiana y conservan todavía algún resto de fe, suelen reaccionar ante la muerte próxima y reciben con dudosas disposiciones los últimos sacramentos antes de comparecer ante Dios; pero otros muchos descienden al sepulcro tranquilamente, sin plantearse otro problema ni dolerse de otro mal que el de tener que abandonar para siempre el mundo, en el que tienen hondamente arraigado el corazón. 

Estos desgraciados son «almas tullidas – dice Santa Teresa – que si no viene el mismo Señor a mandarles que se levanten, como al que llevaba treinta años en la piscina, tienen harta mala ventura y gran peligro».

Y escribe Santa Teresa:

«No hay tinieblas más tenebrosas, ni cosa tan obscura y negra que no lo esté mucho más (habla del alma en pecado mortal)… Ninguna cosa le aprovecha, y de aquí viene que todas las buenas obras que hiciere, estando así en pecado mortal, son de ningún fruto para alcanzar gloria… Yo sé de una persona (habla de sí misma) a quien quiso Nuestro Señor mostrar cómo quedaba un alma cuando pecaba mortalmente. Dice aquella persona que le parece, si lo entendiesen, no sería posible a ninguno pecar, aunque se pusiese a mayores trabajos que se pueden pensar por huir de las ocasiones… ¡Oh almas redimidas por la sangre de Jesucristo! ¡Entendeos y habed lástima de vosotras! ¿Cómo es posible que entendiendo esto no procuráis quitar esta pez de este crista? Mirad que, si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar de esta luz. ¡Oh Jesús! ¡Qué es ver a un alma apartada de ella! ¡Cuáles quedan los pobres aposentos del castillo! ¡Qué turbados andan los sentidos, que es la gente que vive en ellos! y las potencias, que son los alcaides y mayordomos y maestresalas, ¡con qué ceguedad, con qué mal gobierno! En fin, como a donde está plantado el árbol, que es el demonio, ¿qué fruto puede dar? Oí una vez a un hombre espiritual que no se espantaba de cosas que hiciese uno que está en pecado mortal, sino de lo que no hacía. Dios por su misericordia nos libre del tan gran mal, que no hay cosa mientras vivimos que merezca este nombre de mal, sino ésta, pues acarrea males eternos para sin fin».

El 13 de julio de 1917, en la tercera de las apariciones de Fátima, la Virgen María permitió que los niños tuvieran una visión del infierno, para que comunicaran lo que les espera en el mundo invisible a las personas que no se convierten ni se arrepienten de sus pecados mortales antes de morir.

«Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo (debe haber sido esta visión la que hizo que yo gritara, como dice la gente que hice)», agregó.

«Los demonios podían distinguirse por su similitud aterradora y repugnante a miedosos animales desconocidos, negros y transparentes como carbones en llamas. Horrorizados y como pidiendo auxilio, miramos hacia Nuestra Señora, quien nos dijo, tan amablemente y tan tristemente: “Ustedes han visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Es para salvarlos que Dios quiere establecer en el mundo una devoción a mi Inmaculado Corazón. Si ustedes hacen lo que yo les diga, muchas almas se salvarán, y habrá paz"»,

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6.08.22

Caridad Social

 

Se oye hablar mucho de justicia social, tanto en ámbitos aclesiales como fuera de la Iglesia. Todo el mundo habla de la justicia social. Pero a mí me gusta más hablar de la «caridad social». Donde hay caridad, allí está Dios. Y donde está Dios, hay amor, alegría, justicia y paz. El Reino de Dios es como un gran banquete, como una gran fiesta, en la que no importan los manjares: importa el amor.

La caridad, según Santo Tomás de Aquino, es una virtud teologal infundida por Dios en la voluntad por la que amamos a Dios por sí mismo sobre todas las cosas y a nosotros y al prójimo por Dios. La caridad supone necesariamente la gracia, que nos hace hijos de Dios y herederos de la gloria. Pero, si vivimos en pecado mortal, estamos privados de la caridad, que viene de Dios.

La caridad no se refiere únicamente a Dios, sino también al prójimo. Porque el amor a Dios nos hace amar todo aquello que pertenece a Dios o en donde se refleja su bondad y su belleza. Esa belleza y esa bondad de la creación nos permiten conocer al Creador[1].

Y es evidente que el prójimo es un bien de Dios. Por eso, el amor de caridad con que amamos al prójimo es exactamente el mismo con que amamos a Dios. No hay dos caridades, sino una sola.

Si alguno dijere «amo a Dios» pero aborrece a su hermano, miente. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios, a quien no ve. Y nosotros tenemos de Él este precepto: que quien ama a Dios ame también a su hermano. (1 Jn 4, 20-21).

También los animales, las plantas, los árboles y demás criaturas irracionales deben ser amados en caridad, en cuanto que son criaturas de Dios y contribuyen a su mayor gloria y al servicio del prójimo. Santo Tomás no duda en afirma que el mismo Dios las ama también en caridad.

¿Acaso no aman ustedes a sus mascotas? Yo, a mi perrita, muchísimo. Los animales y toda la naturaleza no son sino regalos que Dios nos da para darle gloria y alabanza y para contribuir a nuestra santificación; en definitiva, todo ha sido creado para ayudarnos a alcanzar nuestro fin último. Dios Creador nos puso en la tierra para que la cuidemos y la cultivemos; no para que la destruyamos y la llenemos de basura. Dice el Catecismo:

2415 El séptimo mandamiento exige el respeto de la integridad de la creación. Los animales, como las plantas y los seres inanimados, están naturalmente destinados al bien común de la humanidad pasada, presente y futura (cf Gn 1, 28-31). El uso de los recursos minerales, vegetales y animales del universo no puede ser separado del respeto a las exigencias morales. El dominio concedido por el Creador al hombre sobre los seres inanimados y los seres vivos no es absoluto; está regulado por el cuidado de la calidad de la vida del prójimo incluyendo la de las generaciones venideras; exige un respeto religioso de la integridad de la creación (cf CA 37-38).

2416 Los animales son criaturas de Dios, a los que rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri.

2417 Dios confió los animales a la administración del que fue creado por él a su imagen (cf Gn 2, 19-20; 9, 1-4). Por tanto, es legítimo servirse de los animales para el alimento y la confección de vestidos. Se los puede domesticar para que ayuden al hombre en sus trabajos y en sus ocios. Los experimentos médicos y científicos en animales son prácticas moralmente aceptables, si se mantienen en límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas.

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3.08.22

La Religión del Anticristo

El Cardenal Biffi predicó el retiro de cuaresma de 2007, al que asistieron el papa Benedicto XVI y la Curia Romana, y en él, disertó sobre el pensamiento de Vladimir Soloviev. El cardenal Biffi explicó la figura del Anticristo, según el texto del escritor ruso y advirtió sobre «el peligro que los cristianos corren en nuestros días»: «el Hijo de Dios no puede ser reducido a una serie de buenos proyectos homologables con la mentalidad mundana dominante».

El predicador de los ejercicios precisó que «hay valores relativos, como la solidaridad, el amor por la paz y el respeto por la naturaleza. Si estos se convierten en absolutos, desarraigando o incluso oponiéndose al anuncio del hecho de la Salvación, entonces estos valores se convierten en instigación a la idolatría y en obstáculos en el camino de la Salvación».

Efectivamente, según Soloviev, «el Anticristo se presenta como pacifista, ecologista y ecumenista». El Anticristo nos lo ofrece todo: bienestar, paz, amor, seguridad, el fin de las guerras, la fraternidad universal… Pero todo, a cambio de renunciar a Cristo.

El Emperador de El Relato del Anticristo de Soloviev le pregunta al remanente fiel que se mantiene firme en la fe después de que la mayoría de los crisitanos hubiera apostatado:

«¿Qué cosa es para vosotros lo más valioso en el cristianismo?»

Ante esto el Anciano Juan se levantó como una blanca llama y respondió pausadamente:

«¡Gran Emperador! Para nosotros lo más precioso en el cristianismo es Cristo mismo. Él mismo, ya que todo viene de Él, porque sabemos que en el Verbo encarnado habita toda la plenitud de la Divinidad. Mi señor, nosotros estaríamos prestos para recibir cualquier regalo vuestro si tan sólo reconociéramos que vuestra generosidad proviene de las benditas manos de Cristo. Nuestra cándida respuesta a su pregunta sobre qué puede hacer por nosotros es ésta: confiese ahora y delante de nosotros que Jesucristo es el Hijo de Dios, que se ha hecho carne, que resucitó de entre los muertos y regresará nuevamente; confiese su nombre y nosotros lo recibiremos con amor como precursor de su Segunda Venida gloriosa».

El Nuevo Orden Mundial representa exactamente los valores del Anticristo. Nosotros tenemos un solo Señor: Jesucristo. Los superhombres modernos se quieren autónomos y no admiten la soberanía de Dios sobre sus vidas ni sobre la sociedad. Rechazan a Cristo, rechazan los mandamientos de la Ley de Dios. No obedecen a Dios, igual que nuestros primeros padres, y llenos de soberbia, dictan sus leyes inicuas, violando las leyes sagradas: divorcio, aborto, eutanasia…

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