Rankings


Siempre insisto en el tema de las iglesias barcelonesas que más misas celebran, que más horas permanecen abiertas, que más vida tienen, que más primeras comuniones dan al año, que más confirmandos aportan, que más colaboran con Cáritas. Siempre son las mismas y cumplen con creces todos estos parámetros.

Me he entretenido en desgranar el único dato público de estas particularidades: La celebración de misas dominicales.

¿Qué iglesias y templos barceloneses merecen estar en el cuadro de honor?

Con 11 misas, incluyendo también las de las vísperas de los sábados, se hallan la iglesia de Santa Gema de los padres pasionistas y el Santuario-Monasterio de San Antonio de Padua, que llevan los franciscanos en la Calle Santaló.

Con 10 celebraciones dominicales encontramos al Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, de los misioneros de dicho nombre en Calle Roselló 175.

Con 9 misas dominicales se encuentra la primera parroquia, la de la Purísima Concepción la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los padres dominicos en la Calle Ausias March y la parroquia de Santa Tecla.

Con 8 celebraciones ya encontramos otras tres parroquias: San Juan María Vianney, una de ellas por el rito tridentino; la Iglesia de Belén en las Ramblas y San Pedro Nolasco en la Plaza Castilla, encomendada a los padres mercedarios. También con 8 celebraciones observamos al santuario de Pompeya de los capuchinos en la Diagonal.

Luego ya hallamos a varias con 7: La iglesia del Pí; las iglesias del Opus (Montalegre y la Bonaigua); San Vicente de Sarrià; la parroquia de María Auxiliadora; Santa Inés; el templo de la Sagrada Familia y la iglesia del Carmen de los carmelitas descalzos.

¿Algún rasgo en común en todas ellas? En ninguna hallamos a un hombre de confianza de nuestro arzobispo.

¿Alguno más? Salvo alguna excepción, suelen ser las más tradicionales y ortodoxas.

¿Otra cosa? Son las que más misas celebran en castellano.

Este último dato no es baladí. El incremento inmigratorio de los últimos años ha traído a Barcelona a una numerosa población latinoamericana. Profundamente católica. Esta población prefiere oír las misas en su lengua, que también es lengua oficial en Cataluña, quiere rezar en castellano y es lógico que se dirija a aquellas iglesias que celebran en dicho idioma. Toda esta población, joven y con un índice de natalidad todavía alto, puede ser el futuro de esta diócesis. Desdeñarlo, ponerle trabas con el idioma, puede contribuir a su desafección. En el mundo actual, en el que el fenómeno religioso no se halla precisamente de moda y no resulta cómoda su adhesión, alejar a estos católicos sería imperdonable. Si se van, no vuelven.

Este ranking ha querido ser positivo. No he pretendido hacer la clasificación por la cola, pero en la cola están algunos de los hombres de confianza de Sistach que ocupan, por ejemplo, el secretariado del Consejo Presbiteral (Brustenga, Romeu y Cabot), así como todos aquellos que han sido los sacerdotes más transgresores en la liturgia, los más progres, los hasta hace poco comprometidos con partidos de izquierdas. No digamos en qué estado comatoso (prácticamente cerrada) se halla alguna de las parroquias (Sant Josep Oriol) que tanta cancha dieron a la guerra contra el Cardenal Carles.

Sus parroquias son un erial. Pocas celebraciones, poca actividad, escasísima aportación económica, tanto a la diócesis como a los más pobres.

Si uno observa la actividad de las parroquias destacadas, también puede comprobar su incalculable labor social. Su trabajo cerca de los más débiles y marginados, especialmente en estos tiempos de dura y larga crisis económica. Ellos son la salvación de la diócesis. Prestan asistencia material y asistencia espiritual. Sus iglesias están abiertas, la gente acude a rezar, (siempre hay alguien rezando, a todas horas), nunca falta un sacerdote para confesar, ni un cura o un laico presto a ayudar al necesitado.

También existen otras parroquias con sacerdotes muy mayores y enfermos, que no pueden dar más de sí. Muchos de ellos, todavía párrocos. Sus templos van languideciendo también, muy a pesar suyo.

Tanto el Cardenal como sus vicarios episcopales conocen estas estadísticas. El por qué de su caso omiso es ciertamente indescifrable, pero es una de las causas por las que esta diócesis se despeña. Es un fiel ejemplo de lo que no hay qué hacer.

Ahí tienen el ranking. Tratado por los poderes de la diócesis como una suerte de lumpen sacerdotal, pero merecedor del éxito y el aprecio de la feligresía. ¿Lo entenderán algún día en el Carrrer del Bisbe?

Oriolt

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