No se ganó Zamora en una hora

Cuenta la historia que Doña Urraca, hija de Fernando I, recibió a la muerte de su padre el señorío de Zamora. Su hermano, el rey don Sancho II de Castilla, llamado el Bravo, deseoso de arrebatarle tan preciada herencia, sitió la ciudad zamorana. Pero ésta fue bravamente defendida por Doña Urraca durante seis meses, hasta que el traidor Bellido Dolfos asesinó por la espalda a don Sancho, el 6 de octubre de 1072. De esta forma trágica concluyó el cerco y nació la frase “no se ganó Zamora en una hora”, que se utiliza para recomendar paciencia, ya que las empresas grandes y difíciles requieren largo tiempo.

Digo esto porque entre alguno de mis compañeros de armas de Germinans corre la idea de que basta con un pequeño -o gran- cambio en el timón de la barca de nuestra diócesis, para que todo vaya a pedir de boca. Pues no es así, amigos míos. Décadas de hundimiento del catolicismo en nuestra tierra no se solucionarán con uno o dos pontificados que vayan en la dirección correcta. Es muy probable que nuestros ojos no vean la cosecha de la semilla que hoy plantamos. Yo me conformaría y daría gracias a Dios si, como Moisés antes de morir, alcanzara a ver la tierra buena y ancha de la que mana leche y miel. Dada la nula querencia de los sacerdotes de Germinans por granjearse una carrera eclesial, es poco probable –aunque el Señor puede deparar sorpresas- que uno de ellos sea el Josué que lidere al pueblo de Dios en la conquista de aquello que es suyo por derecho divino.

Mas no por ello hemos de bajar la guardia. El enemigo está inquieto pues nosotros somos esa mosca cojonera que no les deja dormir la siesta. Una siesta que amenaza convertirse en el sueño eterno del que no habrá forma de despertar al catolicismo catalán. Ya no se conforman con dar manotazos intentado alejarnos de su presencia. Han llamado a la compañía de fumigadores para acabar con nuestras impertinencias. Y si mañana logramos la pequeña victoria de un cambio en la línea pastoral de nuestra iglesia local, volverán a levantarse megáfono en mano para acosar al buen pastor que cometa la osadía de guiar a nuestro rebaño a los buenos pastos. Si ahora que mandan nos tienen enfrente, no duden que enfrente nos tendrán cuando pierdan el poder.

Aunque gran parte de sus filas están compuestas por elementos que, por ley de vida, pronto habrán ido a rendir cuentas a su Hacedor, su influencia es tal que probablemente tendrá que pasar una generación entera para que la pesadilla que nos toca vivir sea historia. Serán nuestros hijos y nietos, espirituales y carnales, quienes contemplen la caída de los muros de Jericó, la derrota de los siervos de Moab y la victoria de Elías contra los profetas de Balaam.

Toca armarse de paciencia, de coraje, de determinación para no bajar la guardia por ver aparecer un rayo de sol en medio de la tormenta. Nada de clausurar Germinans. Si sabemos estar en la vanguardia en tiempos difíciles, sabremos aportar nuestro granito de arena cuando sople el viento a nuestro favor.

Patianus

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