El síndrome Pujol-Carrera, también conocido como de la "botigueta" (y II)


La paternidad idealista del integrismo

Si el nacional-catolicismo español es fruto del integrismo español, ergo el nacional-catolicismo catalanista es hijo del integrismo catalán. Fèlix Sardà i Salvany (1844-1916) no era de Villanueva de la Serena. Nació y se crió en Sabadell, que no está precisamente en el fondo del último y más recóndito valle del Pirineo catalán, ni en medio de la meseta castellana. Autor del panfletario El liberalismo es pecado, su pensamiento es reflejo de la empanada filosófico-política típica del integrismo. Falto de filosofía tomista y formación jurídica, el integrismo, también el catalán, buscaba un sable católico que pusiese orden en el caos a que, en su opinión, llevaba la democracia. Liberalismo en economía, dictadura paternalista en política, idealismo en filosofía. Nada más contemporáneo para el siglo XIX, nada mas alejado de la tradición católica de las edades medieval y moderna.

El marxismo, otro producto del s.XIX, considera que la política y los valores transcendentes de una sociedad son un tinglado para mantener la explotación económica de los pobres por los ricos.

El integrismo, gira la dirección del argumento. La confesionalidad de un estado y de una sociedad traerá, mecánicamente, una política y economía justa.

Los dos sistemas adolecen del mismo mal, comparten el idealismo de un siglo que en filosofía inició Hegel. En ambos casos se desdeña todo elemento empírico, todo procedimiento inductivo, practicando ad nauseam el método apriorístico, operando exclusivamente mediante un puro procedimiento deductivo, a partir de enunciados fijados de antemano. Como si el actuar humano fuese una mera consecución de fases encadenadas deducibles, como las matemáticas, a partir de unos postulados enunciados a priori. Es decir una visión antihumana de la sociedad basada en unos ciudadanos, piezas de un engranaje, que actúan como autómatas al son del poder central o de un enunciado. Al final, en ambos casos, todo el debate social finaliza en la cuestión sobre quien controla el Estado, sobre el papel de las élites, llamadas a controlar ese poder político. En este sentido y llevado al extremo, marxismo e integrismo son dos caras de una misma moneda: un materialismo antihumano / un antimaterialismo antihumano; unido por una atrofia del respeto a la personalidad, a la singularidad, a la autonomía, a la creatividad y la libertad de cada individuo y una hipertrofia del papel de un supuesto papel redentor de las élites.

El marxismo soviético fue la sublimación idealista del centralismo estatalista que encuentra su origen remoto en absolutismo monárquico más cortesano y duro (cargarse al rey para poner a otro genio ordenador: el Partido y su Secretario General).

El mundo, la religión, la sociedad, la política se concibe por el integrismo a través de las categorías y proceder que operan en la “botigueta”, organizada a través del genio ordenador del “botiguer”. La sociedad condenada a ser súbdito o cliente. Lo contrario a un conocimiento sapiencial, lo contrario a una sociabilidad integral.

Las dos tradiciones catalanas. Paternidad integrista del nacional-catolicismo catalanista: el aire enrarecido del “botiguismo”.

El integrismo de finales del siglo XIX, que asustaba a Morgadas por lo calado que estaba entre el clero catalán, especialmente el urbano, se apuntó tarde y mal a la restauración neotomista, consagrada con la Aeterni Patris (1879) de León XIII, de la cual nunca entendió su espíritu; y directamente no se apuntó al catolicismo social menos paternalista y mas demócrata-cristiano.

A la restauración neotomista, se adhirió por obediencia, cual loro –lo contrario al espíritu tomista-; a lo segundo, al catolicismo social menos paternalista y mas demócrata-cristiano, respondió, para acabar con él, acusándolo y equiparándolo al modernismo teológico en los primeros años del siglo XX. Hay que recordar que en este bello país, en el campo integrista se llegó a rezar por la conversión del papa (León XIII). La dimensión auténticamente demócrata cristiana del catolicismo social catalán fue asfixiada por los ambientes integristas donde nacería al cabo de muy poco, segunda y tercera década del siglo XX, el nacionalismo catalanista más exacerbado. Solo resistió en algunos ámbitos, que como el Guadiana, tuvieron que esperar a la II República para poder volver a expresarse y tomar protagonismo; y en un carlismo catalán cada vez menos identificado con una causa política dinástica y más con el tradicionalismo social.

El neotomismo a lo loro, el antimodernismo fantasmagórico, la apuesta política fácil por el sable y el aislacionismo, autismo, con respecto al análisis profundo de la cuestión obrera empobrecieron, hasta la ridiculez, los estudios eclesiásticos en una Cataluña que era considerada fábrica de España. Una larga marcha de deterioro de la calidad, que traspasaría la Guerra Civil, fruto del “botiguismo” en versión académica, que explica las lagunas formativas, especialmente filosóficas y sociales, de muchísimos sacerdotes mayores y no tan mayores catalanes. Y creo que es también, en versión seglar, la respuesta a la gran pregunta que, con agudeza, Oriolt formulaba en Germinans el pasado 5 de agosto, ¿como es posible que personas informadas, cultas y sensibles abrazaran en sus días al comunismo? No seria posible que el abrazo al internacionalismo marxista de nuestros “intelectuales” católicos fuese una liberación desordenada a la claustrofobia de la “botigueta” familiar de su adolescencia ¿Sobre qué formación y experiencia, qué background, previos forjaron su adscripción a tan equivocada respuesta?

El verdadero “gran refús” (gran rechazo)

El nacionalismo exacerbado catalanista católico, ridiculizador de lo hispano, nació entre los jóvenes de los años diez y veinte forjados en los ambientes integristas catalanes, porque no contestaba al paternalismo confesional de la pequeña burguesía liberal (en lo económico solo) catalana, es decir a los esquemas patronales de entender la sociedad (y la religión).

En un primer momento, el integrismo catalán recelaba del catalanismo católico que se forjó en el eje Vic-Barcelona después de la I República. La causa: sobre el humus balmesiano, el vigatanismo (Vic-BCN) pretendía unir a los católicos catalanes no carlistas con los carlistas, salvando el tradicionalismo social católico (el respeto a la moral social católica) y encarrilarlos, en su forma política, hacia las nuevas categorías del parlamentarismo democrático de sufragio individual. Unas premisas influenciadas por el tomismo político, prefigurando las encíclicas “políticas” de León XIII. Todo ello culminado por una pulsión pro-popular en aumento que apelaba a la responsabilidad de todo católico superando paternalismos, patronatos y roles directores de élites de pelaje pequeño burgués.

No sin dificultades, el catalanismo del eje Vic-Barcelona, un patriotismo catalán católico tranquilo, creativo y no excluyente, que Collell-Morgadas-Torras y Bages habían promovido en el campo católico, que calaba incluso en ambientes anticlericales produciendo no pocos regresos a la Iglesia de antiguos come-curas.

Como pasó con la restauración neotomista, el integrismo se sumó al catalanismo tarde y mal. Lo podó por arriba y por abajo. Se cargó el espíritu de la restauración neotomista y la pulsión demócrata-cristiana del catolicismo social menos paternalista. De todo ello quedó, como siempre, la parte política, sola e hinchada. Volvía a sonar una melodía conocida: controlar poder político y volver así al esquema del reparto de competencias Estado/Iglesia, cambiando ahora Estado por Nación –catalana- (la cual tarde o temprano conseguiría alguna manifestación administrativa). Un recorte geográfico, para una misma obsesión político-paternalista. Una delimitación del mapa efectuada mediante una frontera geo-psicológica a falta de marcas raciales. El famoso “tarannà català”. Las paredes de la “botigueta/Catalunya” no dan para más. Un mundo enmohecido que provocará, por reacción La Náusea de Sartre, el profeta de la irresponsabilidad, bañada de un supuesto compromiso –marxista- y financiada con la cuenta corriente de papá. Pero esto vendrá después (vía Francia).

De momento, este catalanismo excluyente se empezará a infiltrar y a manifestarse en el campo de la Liturgia y en la expresión de la piedad popular y el arte religioso (recelos a la piedad popular más popular, eliminación de los vestidos de las Vírgenes, antibarroquismo, oraciones con vocales neutras y eles geminadas de pronunciación artificialmente engolada…). Don Gregorio Maria, en su sección de Germinans, ya ha dado cuenta de ello con mas conocimiento. Son las primeras etapas quemadas de un itinerario que traspasaría indemne la Guerra Civil.

Como si no entender a Carles Cardó i Sanjuán, el pensamiento del cual es clave para entender al obispo Joan Carrera y a Hilari Raguer. La “Historia Espiritual de las Españas” de Cardó, con su coletilla de “El Gran Refús”, un producto maniqueo (Castilla mala, Cataluña, buena) que insulta la inteligencia del personal. ¿Vitoria, Soto, Suárez son de Viladrau? ¿Sus caricaturizados Gomà y Pla y Deniel eran de Valladolid? Filosófica e históricamente un producto chapucero, la apelación a una especie de “Volkgeist” remanente y unificador del pueblo catalán se enmarca en lo que está de moda en los años veinte del siglo XX: el racismo. Ya saben ustedes lo qué corría por la Europa de aquel entonces. Racismo declinado de muchas maneras. La de Cardó es pacífica, pero es un paso adelante respecto al imperialismo catalanista de Prat de la Riba, mas panhispano y constructivo que lo que aparenta tan magno sustantivo. Un nuevo aterrizaje fuera de pista. Como el de Raguer quien acaba culpabilizando, de las víctimas católicas catalanas de la Guerra Civil, a la actitud del catolicismo mesetario. ¿El exterminio nazi de los judíos polacos era culpa de la avidez de los judíos alemanes? ¿A caso estos planteamientos no son fruto de una historiografía idealista, unilateral y generalizadora al servicio de intereses políticos particulares?

De la misión estatal del integrismo se pasa a una misión nacional (catalana, aquí). Cambio de jefe: del sujeto Estado (entendido como maquinaria administrativa centralizada) se pasa al sujeto colectivo nación. Repitiendo como el ajo: obsesión por el control de lo político, autismo hacia el debate filosófico y la responsabilidad individual en la construcción de lo social. La “botigueta” puso “les quatre barres” (la bandera catalana) en el aparador.

El mundo obrero quedó al margen. Unos objetos, mas que unos sujetos. A lo sumo, los trabajadores de cuello blanco y dependientes del comercio. Mucha bandera catalana, pero en Cataluña, a diferencia de Alemania y Italia, el segundo sindicato del país, tras el de filiación socialista, no es el católico. Y ningún filósofo o teólogo católico catalán contemporáneo, después de Balmes, en los diccionarios comunes de la Filosofía o la Teología en Europa.

Efectos del “fuego amigo”

La misión de la Iglesia no nace de una delegación competencial por parte del Estado (absolutista o liberal), ni tampoco tiene un objetivo nacional. Cuando uno observa a ciertos sacerdotes catalanistas, la empanada es proverbial. Una especie de sacerdotes de o por Cataluña. El problema es que la nuestra, la católica, “ves per on!” (¡mira tú por dónde!) se llama católica. Y pedirle al adjetivo católico que se ponga límites, es como pedirle al fuego que refresque. Primero porque el cristianismo no está para tótems, dígase Estado, dígase Nación. Y en segundo término, porque hipertrofiar el Estado y la Nación condiciona la libertad de la Iglesia, que aparece tutelada a sujetos que no poseen legitimidad para ello. Así los Borbones exacerbados expulsaban a los jesuitas de España en 1767, los liberales progresistas exacerbados a los frailes y monjes en 1835 y los nacionalistas exacerbados a Don Marcelo de Barcelona en 1971. La estatolatría y la naciolatría afecta a la comunión de todos los católicos, vivan donde vivan, y de estos con el Santo Padre. Separan a los católicos del resto de sus hermanos. No se puede olvidar todo esto, estos “efectos secundarios”, cuando se reclaman asuntos a Madrid o Roma.

El negocio de Pujol y las cabras: Banca Catalana + Iglesia Catalana = 0

El 15 de julio de 1976 el rey Juan Carlos I entregaba una carta, por medio del marqués de Mondéjar, jefe de la Casa Real, al Papa Pablo VI. En ella se informaba al Santo Padre que el monarca español renunciaba al privilegio de patronato y derecho de presentación de los obispos, acabando la regalista práctica, sancionada por el Concordato de 11 de enero de 1753, que los Borbones (Fernando VI) consiguieron sonsacar a Benedicto XIV. Derecho de presentación, que coartaba la libertad de la Iglesia, pero que no debía ser tan unilateral ya que no olvidemos que estaba en práctica en 1899 cuando Torras y Bages fue nombrado obispo de Vic y en 1971 cuando Tarancón lo fue para Madrid y Jubany para Barcelona.

En el meollo organizador junto con el estratégulo Albert Manent y Segimon (futuro CDC), el demócrata-cristiano Josep Benet (que acabaría desembarcando, acomplejado, en el PSUC) y Antón Cañellas (UDC), Pujol, a lo mejor sintiéndose un nuevo Fernando VI, y mucho catalanista moderado de Misa montaron la campaña de 1966 “Volem bisbes catalans”. El nuncio Dadaglio inclinó la cabeza, Don Marcelo a Toledo y Jubany para Barcelona. “I tot arreglat” (y todo arreglado).

El 1981, en la primera visita de Pujol como presidente de la Generalitat al Vaticano, la prensa aclara: “Pujol vino al Vaticano con dos preocupaciones bien concretas: la preparación del viaje del Papa a Cataluña y, concretamente, a Montserrat y el problema de los obispos de origen catalán. Con el anterior nuncio Dadaglio, con quien Pujol se encontró ayer en Roma, todos los obispos de la Generalidad fueron catalanes. Pero ¿qué podría suceder con el nuevo nuncio Innocenti? Y no es extraño que Pujol quiera ir más allá. Sería posible crear una especie de conferencia episcopal catalana, la cual, lógicamente, no sería antitética, pero si complementaria de la Conferencia. Episcopal española”.
En 2003 Pujol vuelve a Roma y no para pedir monjas suecas. Vuelve para pedir a la Santa Sede algo muy original: el nombramiento de un hombre parecido a Martínez Sistach (ex obispo auxiliar de Jubany, etc.), para arzobispo de Barcelona. Los aplausos de sus curas, la claca de los de la Unió Sacerdotal (la U.), no dejaron escuchar al President lo que pasaba mas allá de nuestras fronteras territoriales. Colusión de CiU y la U. que aún pagamos caro, ¡facturas de 1966! Pujol inició y acabó su carrera política sin bajarse del burro. ¿De quien era hijo el Pujol aún no post-político, de Balmes-Morgadas-Vidal y Barraquer o de Torras Amat-Sardà i Salvany-Lluís Carreras?

¿De un catolicismo que sabe poner en su sitio el amor a lo nacional gracias a su sentido sano del carácter universal que le es propio o de las estrechas visiones políticas de aquella pequeña burguesía que lo más heroico que ha hecho en su vida es ponerse un pin con la bandera catalana?

Y como tenía que parir la abuela, el 6 de octubre de 2005, Unió Democrática de Cataluña (U.D.C.) daba su máximo galardón, la medalla Carrasco y Formiguera, al obispo Carrera y a Hilari Raguer.

Todo queda en casa. Y mientras, un año antes, en 2004, CiU, sin electorado joven y acomplejada por el progresismo, a la oposición.

Ese mismo 2004, la geriátrica Unió Sacerdotal de Barcelona, también sin juventud, ve como uno de sus antiguos miembros accede a la cátedra de Sant Oleguer. En Tortosa se abren botellas de champagne cuando nuestro n.s.b.a. Dr. Martínez promociona a Tarragona. Y lo mismo en Tarragona cuando pasa posteriormente a Barcelona. Si alguien no entiende tanta celebración que lea “Bonjour Paresse” de Corinne Maier, (en castellano, Ediciones Península, “Buenos Días, Pereza”) especialmente el capítulo IV dedicado a como se asciende en las empresas multinacionales donde se ha introducido el espíritu burocrático del “no hagas ruido”, “no traigas problemas” al superior. En Cataluña en los últimos lustros, ¿no ha habido algunos nombramientos episcopales que han padecido este mismo síndrome, especialmente en la mecánica promoción, facilona e irreflexiva, de obispos auxiliares, en el marco de no incomodar a la colusión Pujol-CiU-Unió Sacerdotal? ¿No estamos pagando aun una letra comercial timbrada en 1966?

Como Banca Catalana, en donde se primó los intereses nacionales a los empresariales, la Iglesia Catalana ha quebrado porque ha primado los intereses nacionales a los espirituales. Los dos negocios redondos de Jordi y sus cabras.

Apostar por el factor cero

La Filosofía es para gandules, recuerden. Y a lo mejor el estudio profundo de la Doctrina Social de la Iglesia también. Dudo que Pujol sepa explicarnos que pensaba Balmes. Al fin y al cabo escribía en castellano. La mesocracia catalana de Misa delegó el debate, el contraste de ideas, en un político que consideraba que todo esto era perder el tiempo. La “botigueta”. Delegó el pensar en una personalidad política afilosófica. ¿Donde está el carácter aparentemente cultivado del mundo católico catalanista supuestamente moderado? Pujol, hombre ilustrado que lee muchos periódicos y conocedor de varios idiomas, está al día de los debates contemporáneos sobre pensamiento que la prensa colateralmente recoge. Cierto. Pujol sabe quien es Zygmunt Bauman. Incluso puede que hasta su antitesis, Gianni Vattimo. Pero este es el último Pujol, el Pujol post-político, el que ya se ha dado cuenta que Cataluña es un pueblo decadente, el que va llorando ahora por los rincones (acusando a los progres) que faltan valores sólidos y que por ello Cataluña se va a hacer puñetas.

Durante sus 23 años de gobierno, en CiU no existió intelectualidad de partido, salvo excepciones como Manent o Triadú. Para rellenar el vacío se llamó a la intelliguentsia progresista catalana que encontró en la morada pujolista (TV3, direcciones generales con competencias educativas y culturales…) el oxigeno que les faltaba, dado los fracasos electorales de los suyos, del PSC i PSUC-ICV, es decir de socialistas y (post)comunistas. Edulcorado con una ingenua justificación pratdelaribista de fichar a los mejores, la idea era: si les dejamos comer de la “menjadora” (el pesebre del presupuesto público), los tendremos de nuestro lado. No gruñirán en contra nuestro, al revés lo harán nuestro lado. Mentalidad de “botiguer” 100%.

Carrera y todo su catolicismo mesocrático catalanista moderado cayó en la misma trampa. Si son de nuestra estirpe psicológica, todo cabe en la Casa Gran de la Iglesia catalana. Menos lo que haga tufo a España, ¿donde está el aparentemente carácter no sectario si hay tanto límite geográfico? Todo cabe, también el sector teológicamente progresista. La multiplicación, cierto. Pero por el factor cero. Ya saben ustedes el resultado.

Los que se dicen venir de la tradición catalana de Torras y Bages contrajeron matrimonio con los teológicamente y filosóficamente relativistas y políticamente cerrados. Para los progresistas: los partidos de izquierda son los buenos; los de derecha, los malos. Puro dogmatismo, puro maniqueísmo, pura aberración para la cultura política democrática. Un peligro público, pues este personal de pérfido buenismo, si no estás de acuerdo con ellos, te envían a la categoría de sub-género humano (y aquí que no te pase nada).

El caballo se lió a la burra. Y salió el mulo. Una unión marital solo posible en plena nocturnidad, sin ninguna luz proporcionada por el debate de ideas o posicionamientos.

“Solo la Iglesia Católica puede salvar al hombre ante la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo” (Chesterton)

El pujolismo y el carrerismo no han criado porque las uniones contra-natura no dan hijos. Son estériles, como el mulo. Fruto del noble caballo y el burro burro, el mulo no es un prodigio de inteligencia ni cría. El pujolismo y el carrerismo creyeron que se podía integrar a todo el catalanismo, político/religioso, en la misma casa. Así no quisieron ver el contenido del progresismo y el activismo exacerbado del famoso “compromiso” social, de cuño marxista. Y además, cómo parecía atraer a la juventud.

Los del “compromiso” social marxista son los hijos de la “botigueta”. Asqueados, a lo Sartre, de la claustrofobia de una visión del mundo y de la sociedad (y de la persona) tan gallinácea. Una reacción irresponsable (y en cierto modo desagradecida) de los niños de papá.

El experimento de acogerlos no parecía peligroso, porque con argumentos tribales, eran nuestros hijos. Nos rejuvenecían la parroquia. Lo mismo había hecho, mutans mutandi, el integrismo decimonónico con el nacionalismo catalanista, convertido en exacerbado, pues no les cuestionaba sus principales posicionamientos. El amo del colmado tendría mas fuerza para conservar el poder del negocio ante el miedo a que, desde fuera, dispusieran quien debería estar al frente del establecimiento. Puro espíritu de supervivencia “botiguer”.

Para el combate político esto, aunque discutible, es explicable, pues CiU, presa fácil del acomplejamiento a que es sometida por los partidos de izquierda, quiere mandar y por tanto no aparecer como socio del PP. Pero para una Iglesia que se llama católica, universal, este actuar es una negación de si misma. ¿De quien esta más cerca un catalán católico, de un abulense piadoso y devoto de Santa Teresa que respeta la Doctrina de la Santa Madre Iglesia o de un catalán republicano anticlerical?

Pujol y Carrera, pujolismo y carrerismo, han creído, que en este mundo el eje nacional es mas importante que el eje ideológico-filosófico/teológico. Prefirieron ver la astilla en ojo español, que la viga en ojo catalán.

Como lo de la Casa Gran está muy de moda, podemos proponer, en versión eclesial algo parecido: la supresión de las asignaturas de Teología Dogmática en el Seminario de Barcelona. Pues total, ¡con la división que generan! También fichar, para asesorar a nuestro n.s.b.a., al socio-lingüista George Lakoff, quien propuso en campaña electoral a Zapatero que no entrara nunca en definiciones, pues estas dividen y por tanto pierdes parte del electorado. Columpiándonos en el lenguaje y en la ambigüedad conceptual podemos así afirmar que España, como la diócesis de Barcelona, no está en crisis. Curioso parecido entre Martínez y Rodríguez.

¿Dónde está el carácter aparentemente “assenyat” (juicioso) del mundo católico catalanista supuestamente moderado? Como tituló Richard M. Weaver: “Las ideas tienen consecuencias” (Editorial Cuidadela, 2008). Negar que en el mundo hay diversidad de creencias, ideas, propuestas, y que muchas son antagónicas entre si, también.

El catolicismo en Cataluña necesita una urgente y profunda catequesis sobre qué significa el adjetivo católico que lo califica. Una catequesis de verdadera comunión que la libere. Que le permita digerir su pasado y la levante de su parálisis, único camino para construir su futuro, un futuro en comunión. (Nota: El que escribe no es de C.L. y tampoco tiene nada contra ellos, al revés guarda hacia este movimiento mucho cariño y simpatía.)

Quinto Sertorius Crescens

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