[DE] Allá va la despedida: ideado, compilado y acabado
Ad maiorem Dei gloriam!
En el mes de mayo de 2007, iniciada la andadura de Germinans, comencé la serie “El fiador: historia de un colapso”. En tres meses y medio intenté condensar la historia del llamado Movimiento Litúrgico desde sus orígenes con Dom Guéranger hasta la década de los 20, y desde allí hasta la reforma litúrgica del Vaticano II. Posteriormente, en septiembre de 2007 y hasta junio de 2008 pasé a explicar los caminos y vicisitudes por las que pasó la liturgia romana desde sus orígenes hasta las puertas de la renovación litúrgica del siglo XIX. En esos capítulos, en total 13 meses, nos quedamos en los aspectos en los que la liturgia romana en su crecimiento y expansión fue favorecida u obstaculizada en el contexto histórico de cada momento.
Acabada esa serie se veía necesaria otra, en la que se explicara el sentido de todas y cada una de las partes de la llamada Misa Romana: se trataba de explicar el rito eucarístico y la comprensión de sus diversos elementos constituyentes. Tales episodios nos acompañaron desde septiembre de 2008 hasta octubre de 2009.

Anillo y cruz pectoral de Monseñor. Magdaleno (1742-1750)
La mención más antigua del báculo pastoral ( baculus, pedum, ferula, cambuta ) como insignia litúrgica de los obispos y de los abades, quizá es la contenida en una rúbrica del Liber Ordinum español, que remonta al menos al siglo VII, relativa a la consagración de un abad: Tradetur ei baculum ab episcopo (1). En un época un poco posterior es recordado por el canon 28 del IV Concilio de Toledo (633) por San Isidoro de Sevilla, que ve en él el símbolo de la autoridad episcopal. Lo mismo encontramos en Inglaterra, en el Penitencial de Teodoro de Canterbury (+690). 
A diferencia de las vestales o los sacerdotes paganos que en los sacrificios lucían en la cabeza la mitra o la ínfula ( Fascia in modum diadematis a qua vittae in utraque parte dependet, quae plerumque lata est, plerumque tortilis de albo et cocco) (1) es cierto que los obispos y los presbíteros cristianos en los primeros siglos no usaron nada parecido durante el servicio litúrgico. Escribe Tertuliano: Quis apostolus, aut evangelista, aut episcopus, invenitur coronatus? (2). San Pablo además en I Cor 11,4 había mandado que los hombres rezasen con la cabeza descubierta. La mitra sin embargo se encuentra referida ya desde el siglo IV, pero como un sombrero característico llevado por las vírgenes consagradas a Dios. Hacen referencia a ello tanto San Optato de Mileto como San Isidoro. Y el Liber Ordinum de la liturgia hispano-mozárabe lo recuerda como uno de los ornamentos de las abadesas. Los obispos hispanos ya llevaban mitras en el siglo VI. San Isidoro ya mencionaba la mitra (que también se llamaba cetharim ) en sus Etymologias y luego Leovigildo en su De Habitu Clericorum también. Desgraciadamente no quedan ejemplares del tipo de mitra que ellos describían (toda blanca, con flecos rojos en los extremos de las ínfulas de atrás) pero sí quedan varios ejemplos del siglo posterior.
El palio, como insignia litúrgica propia del Papa, se encuentra atestado desde los tiempos del papa San Marcos (+336), el cual, según recoge el Liber Pontificalis, lo confirió al obispo suburbicario de Ostia, uno de los consagrantes del Papa. Hacia mediados del siglo V encontramos la primera representación monumental en el famoso marfil de Tréveris que muestra a dos arzobispos en el carro con el relicario en las manos, los cuales llevan en torno al cuello y colgando por delante, una faja que no puede ser otra cosa que el palio.