Monseñor Fisichella y señor Cardenal, que Barcelona no es Versalles

Como no soy un germinans-adicto y no llevo mis lecturas al día, de vuelta de la habitual manifestación pro vida del 25 de julio, echo un vistazo a los artículos de Germinans que me he perdido, y me tropiezo con el de 17/07/2011, firmado por Prudentius de Bárcino con el título “Misión Metrópolis: ¡Déjense de tonterías!” Ahí se nos da cuenta de la ocurrencia del factótum del Dicasterio para la Nueva Evangelización, Mons. Fisichella, de poner en marcha para la cuaresma de 2012 una “Misión Evangelizadora” conjunta de 11 diócesis de grandes ciudades europeas, una de ellas Barcelona. Será simultánea, digo yo, porque no veo cómo se puede conjuntar Barcelona con tantas diócesis, si es incapaz de conjuntarse consigo misma. Y menos para una “Misión Evangelizadora”.

Mons. Fisichella está por devolverle al Cardenal el agasajo de que fue objeto al venir a predicar a Barcelona la Nueva Evangelización. “Tú me homenajeas, y yo te correspondo rindiéndote pleitesía y montándote una movidita para tu lucimiento”. Pero monseñores, un poco más de seriedad, o como dice Prudentius, “déjense de tonterías”. Esto no es Versalles. No pensarán evangelizar las grandes ciudades de Europa (y sobre todo la descreída Barcelona) mediante intercambios de rendez-vous, de conferencias, de visitas a su eminencia y otras zarandajas por el estilo.

Y les daba a estas reflexiones justo volviendo de un 25-V especialmente difícil. Mes de julio, en plenas vacaciones, concentración por la vida delante del Hospital de San Pablo, para protestar por la connivencia de la Iglesia (es decir de Su eminencia el cardenal), que tiene mando en este hospital y por lo menos en otros tres, con los abortos que se están realizando en estas instituciones con público escándalo, puesto que no faltan los focos y los taquígrafos.

Éramos poco más de 80 los católicos que acudimos a la velada. Una hora antes del inicio, la acera de la fachada principal del hospital, que es nuestro lugar habitual de encuentro, está ocupada por cerca de un centenar de defensores del aborto. Todos muy jóvenes, recién modelados por la escuela. Gran despliegue policial. Para empezar, dos furgones de los Mozos de Escuadra más algunos coches y motos: no fueron suficientes y tuvieron que pedir refuerzos, porque al final la avalancha de los partidarios del aborto creció hasta cerca de los 400.

Nos vimos literalmente acosados, insultados, escupidos y poco faltó para la agresión personal: porque ellos se interpusieron en nuestro camino, se plantaron delante de nosotros para no dejarnos andar, intentaron apagarnos varias veces los altavoces y torpedear nuestro rosario procesional a lo largo de la avenida Gaudí. La situación fue de acoso y violencia sin el menor recato. Los Mozos de Escuadra tuvieron que emplearse a fondo formando un auténtico cordón de protección y recurriendo a la porra cuando más de uno se empeñó en traspasarlo para agredirnos. La situación fue realmente muy tensa. El nivel de provocación, realmente serio.

Y precisamente ahí, en medio de ese clima de agresión frenado únicamente gracias a la interposición de la policía, y con la imagen majestuosa ante nosotros del gran icono de la Nueva Evangelización, iba haciendo mis meditaciones sobre lo difícil que nos iba a resultar abordarla en esta Barcelona tan intoxicada de odio antirreligioso. La hostilidad era inenarrable: en ese momento éramos una porción más de la Iglesia perseguida. ¡Y lo que nos queda por andar!

Por eso, viniendo de donde venía, y con la clara conciencia de que esto irá a más, al leer en Germinans la cosa ésa de la “Misión Metrópolis” en la que sin duda Barcelona y su Cardenal ocupan el lugar de la reina madre por albergar el espléndido icono de la Nueva Evangelización; al ver lo de la “Misión Metrópolis” no he podido escapar a la sensación de que esos monseñores se dedican a jugar a sus excitantes juegos cortesanos, mientras los católicos de a pie hemos de bregar con la nada versallesca realidad de la calle: con la persecución.

¿Pero en qué mundo viven estos monseñores? ¿De verdad creen que con esos juegos van a evangelizar Europa? ¿Por qué no bajan de una vez del limbo? Señor Cardenal, si quiere ser realmente el cardenal evangelizador de Barcelona, baje a la arena, véngase a compartir con sus fieles la reflexión sobre el valor de la vida, y la oración en público testimonio de fe. Y de paso comparta con ellos también los insultos que les vienen de los enemigos de la religión. Pederastas y violadores nos llamaban durante al rezo del rosario para acallar la oración con sus insultos. Ya ve, señor cardenal, cuánto ayudaría a sus fieles si les apoyara y les acompañara en su defensa de la vida. Es que, eminencia, en este momento no hay más Nueva ni más vieja Evangelización que ésta. ¿Qué tal si la empezamos por su cimiento, que es el Evangelio de la Vida?

NOTA DEL DIRECTORIO: Este escrito nos llegó hace unos cuantos días, pero por exceso de material y por recibirlo en tiempo de vacaciones no hemos podido publicarlo hasta ahora. Pedimos sinceramente disculpas.

Un “indignado” del Hospital de Sant Pau